I Macabeos 4, 36-60

° Judas y sus hermanos propusieron: «Nuestros enemigos están vencidos; subamos, pues, a purificar el santuario y a restaurarlo». Se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión. Cuando vieron el santuario desolado, el altar profanado, las puertas quemadas, la maleza crecida en los atrios como en un bosque o en un monte cualquiera, y las dependencias derruidas, se rasgaron las vestiduras, hicieron gran duelo y se pusieron ceniza sobre sus cabezas. Cayeron rostro en tierra y, a una señal dada por las trompetas, alzaron sus clamores al Cielo. Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la acrópolis hasta terminar la purificación del santuario. Luego eligió sacerdotes irreprochables, observantes de la ley, que purificaron el santuario y arrojaron las piedras contaminadas a un lugar inmundo. Deliberaron sobre lo que había de hacerse con el altar de los holocaustos que estaba profanado. Con buen parecer acordaron demolerlo para que no fuese motivo de oprobio, dado que los gentiles lo habían contaminado. Así que demolieron el altar y depositaron sus piedras en el monte del templo, en un lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta que resolviera el caso. Tomaron luego piedras sin tallar, como prescribía la ley, y construyeron un altar nuevo igual que el anterior. Restauraron el santuario y el interior del edificio y consagraron los atrios. Renovaron los utensilios sagrados y metieron en el santuario el candelabro, el altar del incienso y la mesa. Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas del candelabro para que iluminaran el santuario. Cuando pusieron panes sobre la mesa y corrieron las cortinas, dieron fin a la obra que habían emprendido. El año ciento cuarenta y ocho, el día veinticinco del mes noveno (es decir, casleu), todos madrugaron para ofrecer un sacrificio, según la ley, en el nuevo altar de los holocaustos que habían reconstruido. Precisamente en el aniversario del día en que lo habían profanado los gentiles, lo volvieron a consagrar, cantando himnos y tocando cítaras, laúdes y timbales. Todo el pueblo se postró en tierra adorando y alabando al Cielo, que les había dado el triunfo. Durante ocho días celebraron la consagración, ofreciendo con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza. Decoraron la fachada del santuario con coronas de oro y escudos. Restauraron también el portal y las dependencias, poniéndoles puertas. El pueblo celebró una gran fiesta, que invalidó la profanación de los gentiles. Judas, con sus hermanos y toda la asamblea de Israel, determinó que se conmemorara anualmente la nueva consagración del altar con solemnes festejos, durante ocho días a partir del veinticinco del mes de casleu. Por aquel tiempo, levantaron en torno al monte Sión altas murallas y sólidas torres, no fuera que otra vez se presentaran los gentiles y lo pisotearan como antes.
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