Hebreos 11, 2-31

Por ella son recordados los antiguos. Por la fe sabemos que el universo fue configurado por la palabra de Dios, de manera que lo visible procede de lo invisible. Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que Caín; por ella, Dios mismo, al recibir sus dones, lo acreditó como justo; por ella sigue hablando después de muerto. Por la fe fue arrebatado Henoc, sin pasar por la muerte; no lo encontraron, porque Dios lo había arrebatado; en efecto, antes de ser arrebatado se le acreditó que había complacido a Dios, y sin fe es imposible complacerlo, pues el que se acerca a Dios debe creer que existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe, advertido Noé de lo que aún no se veía, tomó precauciones y construyó un arca para salvar a su familia; por ella condenó al mundo y heredó la justicia que viene de la fe. Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo vigor para concebir cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía. Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia». Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac. Por la fe bendijo Isaac el futuro de Jacob y Esaú. Por la fe, Jacob, estando para morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y se inclinó apoyado en el extremo del bastón. Por fe, José, al final de la vida, evocó el éxodo de los israelitas y dio órdenes acerca de sus huesos. Por fe, cuando nació Moisés, sus padres lo ocultaron tres meses, viendo que era un niño hermoso, y sin temer el decreto real. Por fe, Moisés, ya crecido, renunció al título de hijo de una hija del faraón, y prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios al disfrute efímero del pecado, estimando que la afrenta de Cristo valía más que los tesoros de Egipto, y atendiendo a la recompensa. Por fe abandonó Egipto sin temer la cólera del rey, y se apoyó en el invisible como si lo viera. Por fe celebró la Pascua, e hizo la aspersión de la sangre para que el exterminador no tocase a sus primogénitos. Por fe atravesaron el mar Rojo como por tierra firme, mientras que los egipcios, al intentarlo, se ahogaron. Por fe, la muralla de Jericó, después de ser rodeada durante siete días, se derrumbó. Por fe, la prostituta Rajab acogió amistosamente a los espías y no pereció con los rebeldes.
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