Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
16. Infidelidad de Jerusalén.
En esta alegoría, Ezequiel nos presenta a Jerusalén como una esposa adúltera que ha despreciado los cuidados paternales de Dios, que la eligió como esposa cuando aún no tenía nada de atrayente entre las naciones. La encumbró hasta la categoría de reina, pero después prevaricó, entregándose a los ídolos. El estilo es fuerte y vigoroso, con trazos crudos, muy en consonancia con el radicalismo literario de los orientales. El profeta, ante todo, quiere mostrar a los exilados la culpabilidad de Jerusalén por su inmensa ingratitud para prepararlos espiritualmente para la hora de la catástrofe. La alegoría de la esposa infiel es muy usada en los profetas pre exílicos.
Tierna solicitad de Yahvé por Israel (1-13).
1 Fueme dirigida la palabra de Yahvé, diciendo: 2 Hijo de hombre, echa en cara a Jerusalén sus abominaciones, 3 y di: Esto dice el Señor, Yahvé, a Jerusalén: Eres por tu tierra y por tu origen una cananea; tu padre, un amorreo; tu madre, una jetea; 4 a tu nacimiento, el día que naciste, nadie te cortó el ombligo; no fuiste lavada en el agua para limpiarte, no fuiste frotada con sal ni fajada; 5 nadie hubo que pusiera en ti sus ojos para hacerte algo de esto, compadecido de ti, sino que con horror fuiste tirada al campo el día que naciste. 6 Pasé yo cerca de ti y te vi sucia en tu sangre, y, estando tú en tu sangre, te dije: ¡Vive! 7 Te hice crecer a decenas de millares, como la hierba del campo. Creciste y te hiciste grande, y llegaste a la flor de la juventud; te crecieron los pechos y te salió el pelo, pero estabas desnuda y llena de vergüenza. 8 Pasé yo junto a ti y te miré. Era tu tiempo el tiempo del amor, y tendí sobre ti mi manto, cubrí tu desnudez, me ligué a ti con juramento e hice alianza contigo, dice el Señor, Yahvé, y fuiste mía. 9 Te lavé con agua, te quité de encima la sangre, te ungí con óleo, 10 te vestí de recamado, te calcé piel de tejón, te ceñí de lino fino y te cubrí de seda. n Te atavié con joyas, puse pulseras en tus brazos y collares en tu cuello, 12 arillo en tus narices, zarcillos en tus orejas y espléndida diadema en tu cabeza. 13 Estabas adornada de oro y plata, vestida de lino y seda en recamado; comías flor de harina de trigo, miel y aceite; te hiciste cada vez más hermosa y llegaste hasta reinar. El profeta recuerda, en nombre de Dios, el origen poco honroso de Israel para humillarla y resaltar la dignidad a que fue elegido como pueblo de predilección. La tierra en que se asentaron sus patriarcas era
cananea (v.3). El gran antepasado Abraham es llamado amorreo, que es una designación genérica de los semitas occidentales, en contraposición a los de Mesopotamia. Aunque Abraham estaba establecido en Ur de los Caldeos, sin embargo su filiación étnica parece ser la de los árameos, tribus semitas occidentales instaladas en las riberas del Eufrates, pero que se cambiaban constantemente por la zona del desierto siró-arábigo l
. También Israel participaba de un origen
jeteo o hitita. Abraham tuvo relaciones con esta población hitita procedente del Asia Menor, pero que tenía ramificaciones en Hebrón y en otras partes de Palestina. Los orígenes de Israel como nación son, pues, desde el punto de vista humano, muy modestos.
Ezequiel presenta a la nación en su infancia, como una niña abandonada en el desierto, recién nacida, sin poder valerse y aun privada de los cuidados elementales debidos a un recién nacido (v.4). Los detalles no tienen valor alegórico, sino puramente literario descriptivo, para resaltar
la tierna solicitud de Yahvé, que escogió esta nación, cuidándola con todo mimo hasta hacerla llegar a la edad de la pubertad y dotándola espléndidamente como a una princesa (v.11). Es una alusión a las especiales providencias que Yahvé tuvo para con Israel desde sus primeros balbuceos, como clan organizado en la época patriarcal, y, sobre todo, después en el desierto, haciéndola llegar después a ser una gran nación bajo la dinastía davídica; es entonces cuando, rodeada de esplendor y de riquezas, llegó
hasta reinar (v.13). La trayectoria no pudo ser más providencial y desacostumbrada. En todos los momentos de la historia, Israel se salvó gracias a la especialísima protección
que recibió de su Dios. Dios eligió a Israel como
nación sacerdotal 2, y, por tanto, como pueblo aparte sobre todos los demás, como intermediario entre Dios y ellos en orden a la transmisión del mensaje mesiánico. La misión no pudo ser más noble. Israel, pues, era verdaderamente una
reina entre las naciones. Por eso, su ingratitud fue desproporcionada, y de ahí que su castigo debía ser también excepcional, pues, a pesar de ser
esposa de Yahvé, se entregó a todos los adulterios o idolatrías.
Conducta idolátrica de Israel (14-34).
14 Extendióse entre las gentes la fama de tu hermosura, porque era acabada la hermosura que yo puse en ti, dice el Señor-Yahvé. 15 Pero te envaneciste de tu hermosura y de tu nombradía y te diste al vicio, ofreciendo tu desnudez a cuantos pasaban, entregándote a ellos. 16 Tomaste tus vestidos y te hiciste altos coloreados para prostituirte en ellos. 17 Tomaste las espléndidas joyas que te había dado, mi plata y mi oro, y te hiciste simulacros de hombres, fornicando con ellos. 18 Tomaste las telas recamadas y los cubriste con ellas, y les ofreciste mi óleo y mis aromas. 19 También el pan que yo te diera, la flor de harina de trigo y el aceite y la miel con que te mantenía, se los ofreciste en ofrenda de suave olor. Eso hiciste, dice el Señor, Yahvé. 20 Y, a más de esto, tomaste a tus hijos y a tus hijas, los que habías engendrado para mí, y se los sacrificaste para que les sirvieran de comida. Te parecían poco tus prostituciones, 21 y sacrificaste a mis hijos, haciéndolos pasar por el fuego. 22 Y al cometer todas estas tus fornicaciones y prostituciones, no te acordaste del tiempo de tu mocedad, cuando estabas desnuda en tu vergüenza y te revolvías en tu sangre; 23 antes al contrario, después de tantas maldades, hay de ti! dice Yahvé, 24te hiciste en cada plaza un lupanar 25 y en cada calle un prostíbulo, mancillando tu hermosura, entregándote a cuantos pasaban y multiplicando tus prostituciones. 26 Te prostituíste a los hijos de Egipto, tus vecinos de gordos cuerpos, multiplicando tus fornicaciones para irritarme. 27 Por eso tendí yo a ti mi mano, y te quité parte de la dote, y te entregué al capricho de tus enemigas, las hijas de los filisteos, que te aborrecen y se avergüenzan de tu desenfreno. 28 No harta todavía, te prostituíste también a los hijos de Asiría, fornicaste con ellos, sin hartarte todavía. 29 Multiplicaste tus prostituciones desde la tierra de Canaán hasta Caldea, y ni con todo esto te saciaste. 30 ¿Cómo sanar tu corazón, dice el Señor, Yahvé, cuando has hecho todo esto, como desvergonzada ramera dueña de sí, 31 haciéndote prostíbulos en todas las encrucijadas y lupanares en todas las plazas? Y ni siquiera eres comparable a las rameras que reciben el precio de su prostitución. 32 Tú eres la adúltera que, en vez de su marido, acoge a los extraños. 33 A la meretriz se le paga su merced, pero tú hacías las mercedes a tus amantes y les hacías regalos para que de todas partes entrasen a ti para tus fornicaciones. 34 Ha sucedido contigo en tus fornicaciones lo contrario de las otras rameras, pues no te buscaban, y, pagando tú en vez de recibir paga, fuiste al contrario de las otras. Israel, convertida en nación próspera, se envaneció de su estado de privilegio, y con sus riquezas y abundancia se dedicó a la más desenfrenada idolatría. Así, utilizó las mejores colinas y
altos coloreados, o frondosos, para entregarse a sus
prostituciones, o prácticas idolátricas. Son los famosos
lugares altos o
bamoth, lugares tradicionales de cultos sincretísticos, pues en ellos, juntamente con Yahvé, se daba culto a los ídolos 3. Y en el camino de la aberración, Israel llegó a ofrecer a sus hijos
e hijas (v.20) a Moloc 4. Con ello, además de contrariar a los elementales derechos humanos, ha violado un pacto, pues los hijos
e hijas de Israel pertenecían, por derecho especial, a Yahvé
(. que habías engendrado para m1) 5. La idolatría se extendió tanto, que por doquier había un lugar de culto a las divinidades cananeas:
te hiciste en cada plaza un lupanar, y en cada calle un prostíbulo (v.24). Y no sólo adoptó los cultos de Canaán, sino que introdujo los de Egipto y Asiría (v.26). Con el impío rey Manases se introdujeron hasta en el mismo templo los cultos asiríos, y después, por influencia de la facción política egiptófila, los de Egipto 6.
Precisamente por estas infidelidades, Dios le retiró parte de su
dote como marido celoso, trayendo la carestía sobre el país, y la entregó a
las hijas de los filisteos, es decir, dejó que le sojuzgaran
las ciudades de la Pentápolis filistea (v.27). El
desenfreno de Israel no tuvo límites, por lo que mereció el desprecio de sus mismos enemigos. Su conducta es menos disculpable que la de las mismas
rameras, ya que éstas se entregan por necesidad, buscando un
precio en su prostitución (v.31), mientras que Israel llegó hasta dar
mercedes a sus amantes (v.33), es decir, destinar todas sus riquezas al culto de los ídolos. Ningún pueblo renunció a su Dios para entregarse a los dioses de pueblos enemigos, a no ser Israel, el pueblo elegido 7.
Castigo de tanta ingratitud (35-43).
35 Por tanto, oye, ¡oh ramera! la palabra de Yahvé: 36 Así dice el Señor, Yahvé: Por haber descubierto tus vergüenzas y haber mostrado tu desnudez a tus amantes en tus fornicaciones y a todos los abominables ídolos, y por la sangre de tus hijos que les ofreciste, 37 por eso reuniré yo a todos tus amantes y a cuantos recibiste placentera, y, además de los que amaste, traeré también a los que aborreciste, y los juntaré contra ti en derredor, y les descubriré tus vergüenzas, y contemplarán todas tus torpezas. 38 Te juzgaré como se juzga a la adúltera y a la vertedora de sangre, y te haré sangrienta víctima del furor y del celo. 39 Te entregaré a sus manos, y ellos desharán tu lecho y derribarán tus prostíbulos, te desnudarán de tus vestidos y te arrebatarán todos los ornamentos de tu hermosura y te dejarán desnuda, en cueros. 40 Y harán venir contra ti a las muchedumbres, y te lapidarán con piedras, y te atravesarán con la espada, 41 y pegarán fuego a tus casas, y harán en ti justicia a ojos de muchas mujeres, y haré que ceses de fornicar, y no harás ya más regalos. 42 Saciaré en ti mi ira y se apartará de ti mi celo. 43 Por cuanto no te acordaste de los días de tu mocedad y me provocaste a ira con todas esas cosas, por eso yo también echaré tus caminos sobre tu cabeza, dice el Señor, Yahvé, y cumpliré mis designios contra todas tus abominaciones. Continúa la alegoría. Israel en su conducta es como una meretriz que ha mostrado su
desnudez a todos sus amantes, es decir, se ha entregado a los ídolos de los pueblos que consideró amigos (v.36). Pero Yahvé le entregará a los pueblos que no ha amado. En efecto, por virtud de la justicia divina, los babilonios rodearán a la ciudad de Jerusalén y la arrasarán, y ésta será condenada como
adúltera y derramadora de sangre (v.38). La pena del adulterio era la lapidación 8, y la del homicidio era la muerte violenta con derramamiento de sangre 9. Israel, al entregarse a los ídolos, fue
adúltera abandonando a su verdadero Esposo, Yahvé; y al sacrificar sus niños a Moloc ha incurrido en el mayor de los homicidios. Los babilonios serán los instrumentos de la justicia divina, de forma que todo lo que constituía el orgullo de Jerusalén como capital de la nación judía desaparecerá como botín. Todas sus riquezas (
ornamentos de su hermosura, v.43)
caerán en poder de los soldados de Nabucodonosor, y Jerusalén quedará
desnuda, indigente y despreciada. En su pobreza extrema no tendrá ya ocasión de
fornicar con los ídolos, pues será despreciada de todos sus antiguos amantes. Yahvé echará sobre la cabeza de Jerusalén sus
caminos (v.43), es decir, su inicuo proceder, haciéndola gustar el amargo fruto de su perversa conducta.
Paralelo de Jerusalén con Samaría y Sodoma (44.-58)
44 Mira que no habrá proverbista que no te aplique este proverbio: Cual la madre, tal la hija. 45 Sí, eres hija de madre que aborreció a su marido y a sus hijos. Y eres también hermana de tus hermanas, que aborrecieron a sus maridos y a sus hijos. Vuestra madre fue una jetea, y vuestro padre un amorreo. 46 Tu hermana mayor es Samaría, con sus hijas, que habita a la izquierda tuya, y tu hermana menor es Sodoma, con sus hijas, que habita a tu derecha. 47 Y ni aun seguiste sólo sus caminos, ni imitaste sólo sus abominaciones; como si esto fuera muy poco para ti, te corrompiste más que ellas en todas tus sendas. 48 Por mi vida, dice el Señor, Yahvé, que tu hermana Sodoma, con sus hijas, no hizo lo que tú con tus hijas hiciste. 49 Mira cuál fue la iniquidad de Sodoma, tu hermana: Tuvo gran soberbia, hartura de pan y gran ociosidad ella y sus hijas. No dio la mano al pobre, al desvalido; 50 se ensoberbecieron e hicieron lo que a mis ojos es abominable, y cuando lo vi, las quité de en medio. 51 Samaría no pecó ni la mitad de lo que tú has pecado. Tú multiplicaste tus fornicaciones mucho más que ellas, hasta el punto de hacer justas a tus hermanas con todas las abominaciones que has cometido. 52 Lleva, pues, sobre ti tu vituperio, tú que has abogado por la causa de tus hermanas con las abominaciones que más que a ellas te han hecho abominable, viniendo a ser justas ellas comparadas contigo. Sé confundida y soporta tu vituperio también tú, pues que has venido a justificar a tus hermanas. 53 Pero yo mudaré la suerte suya, la suerte de Sodoma y de sus hijas, la suerte de Samaría y de sus hijas, y con la de ellas mudaré también la tuya, 54 para que soportes tu confusión y tu vituperio por todo cuanto hiciste y les sirvas a ellas de consuelo. 55 Tu hermana Sodoma con sus hijas volverán a su anterior estado; volverán también a él Samaría con sus hijas, y tú también y tus hijas volveréis a vuestro estado primero. 56 Ni el nombre siquiera de tu hermana Sodoma se oía en tu boca al tiempo de tu orgullo, 57 antes de que fuera descubierta tu perversidad. Así también eres tú oprobio para las hijas de Aram y para las hijas de los filisteos que te rodean, que dondequiera te desprecian. 58 Lleva sobre ti tu perversidad y tus abominaciones, dice Yahvé. Los exilados creían que Jerusalén no merecía el castigo de la destrucción, como anunciaba el profeta. Por ello, éste compara la maldad de ella con la de sus
hermanas en la perversidad, Samaría y Sodoma. Ellas han sido menos culpables que la capital de Judá, en cuanto que ésta debiera haber escarmentado en el castigo de aquéllas. En realidad, Jerusalén se ha mostrado digna de sus antepasados:
cual la madre, tal la hija (v.44). El proverbio popular tendrá en ella plena aplicación. Jerusalén en su formación había heredado las lacras de sus antiguos poseedores los cananeos. Ya antes el profeta le había echado en cara, para humillarla, su origen cananeo: eres por tu tierra y por tu origen una cananea (v.3). Los primeros pasos de Israel como pueblo fueron en medio de una población pagana en tierra de Canaán, de la que sufrió una gran influencia étnica y cultural; sobre todo, de los cananeos heredó su propensión a la idolatría:
eres hija de madre que aborreció a su marido y a sus hijos (v.45a). Parece que el dios
El fue la divinidad primitiva de la población semítica de Canaán 9. En ese caso, el profeta aludiría a la infiltración de otras divinidades entre los cananeos. Canaán,
madre de Jerusalén, en cuanto que esta capital estaba en su territorio, y sus habitantes habían sido influidos de la población cananea, había, pues, aborrecido á su
marido, el dios primitivo
El, y se había entregado a prácticas crueles con sus hijos, inmolándolos 10.
Jerusalén ha imitado estas abominaciones de su
madre Canaán, y además se ha puesto en la misma línea de prevaricación que la nefanda
Sodoma y su hermana de sangre
Samaría n. Esta es llamada
hermana mayor por su mayor vinculación a Jerusalén y, sobre todo, por la importancia que ha tenido su reino históricamente. Se la localiza a la
izquierda o norte, según la costumbre entre los antiguos semitas de
orientarse mirando al
oriente. Samaría se hallaba, pues, supuesta la orientación hacia el este,
a la izquierda de Jerusalén, mientras que Sodoma se hallaba a la
derecha o sur. Sodoma había quedado en la tradición bíblica como el símbolo de la ciudad maldita por Dios en castigo de sus nefandas acciones. Aquí no se alude a su pecado específico sodomítico, sino a su arrogancia e insolencia por sentirse con
hartura de pan (v.49), despreciando así al necesitado. La crueldad es un pecado que los profetas echan frecuentemente en cara a los pueblos paganos 12. Sin embargo, aquí los pecados de Sodoma son considerados
como de menor perversidad a los ojos de Dios en comparación con los de la propia Jerusalén, elegida de Yahvé como lugar de su morada. Este privilegio único la hizo más culpable que su hermana
Samaría, la cual, a pesar de sus pecados, fue menos culpable que ella:
tú multiplicaste tus fornicaciones mucho más allá que ellas, hasta el punto de hacer justas a tus hermanas (v.51). Todas han sido pecadoras, pero hay todavía gradación en la misma maldad, ya que los pecados de Jerusalén revisten una particular malicia,
la de su ingratitud para con su Dios 13. Por eso es particularmente merecedora de castigo y en mayor escala que sus hermanas en la prevaricación (v.52).
Como siempre, el anuncio del castigo sobre el pueblo elegido trae a la memoria del profeta, por contraste,
la idea de la restauración mesiánica. Los castigos enviados por Yahvé tienen, siempre que se trata de Israel, un carácter purificador, para que se prepare para la nueva etapa gloriosa. Sin embargo, el profeta anuncia un estado de humillación futuro para Jerusalén, ya que estará en plan de pura igualdad frente a sus
hermanas, Sodoma y Samaría, en vez de la situación de privilegio que en otros tiempos tuvo. Hubo un tiempo en que Jerusalén evitaba el nombre de Sodoma, porque era considerada como una ciudad maldita por Dios (v.5ó); pero ahora ha sido merecedora también la Ciudad Santa de mayores castigos por sus pecados, en tal forma que se ha convertido en objeto de
oprobio para las hijas de Aram y para las hijas de los filisteos (v.58), e.d., las ciudades circunvecinas arameas y de la Pen-tápolis filistea. Los tradicionales enemigos de Judá sentirán una maligna satisfacción al verla humillada por el mismo Dios, que constituía su orgullo y su gloria.
Renovación de la alianza antigua (59-63).
59 Porque así habla el Señor, Yahvé: Voy a hacer yo contigo lo que conmigo hiciste tú, menospreciando el juramento y rompiendo el pacto. 60 No obstante, yo me acordaré de la alianza que contigo hice al tiempo de tu mocedad y confirmaré contigo una alianza eterna. 61 Y tú te acordarás de tus obras y te avergonzarás cuando recibas a tus hermanas mayores y menores, que yo te daré por hijas, mas no ya por el pacto hecho contigo. 62 Yo renovaré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy Yahvé, 63 para que te acuerdes y sientas vergüenza y nunca más, de vergüenza, te atrevas a abrir la boca, cuando te habré perdonado cuanto hiciste, dice el Señor, Yahvé. Yahvé castigará a Jerusalén por su violación del
juramento, rompiendo el pacto (v.59) del Sinaí. La intervención justiciera de Dios será muy dura, pero no anulará las cláusulas de la antigua alianza, sino que las mantendrá, ratificándolas con una
alianza eterna. La antigua alianza del Sinaí, en tiempos de la
mocedad de Israel como pueblo, será matenida sustancialmente, pero al mismo tiempo será sublimada y colmada en contenido. La primera, hecha en tiempos de la
mocedad del pueblo elegido, fue rota por las veleidades de éste, consecuencia de su inexperiencia juvenil. La nueva alianza será
eterna, es decir, no sujeta a alteraciones por parte de Israel, porque Yahvé se apoderará totalmente de su corazón y de sus afectos más íntimos. Es la misma promesa de nueva alianza anunciada por Oseas y Jeremías 14. Como consecuencia de esa nueva situación afectiva interna, Jerusalén se avergonzará de sus antiguas obras. Jerusalén volverá a ser centro de atracción de sus
hermanas mayores y menores (v.61), es decir, de Samaría y de Sodoma, símbolo de todos los pueblos paganos o paganizados que un día integrarán el
Israel de Dios, heredero directo del
Israel de la carne. La perspectiva se mueve dentro de las promesas mesiánicas universalistas expresadas en varios textos del A.T. y explicitadas magistralmente por San Pablo 15. Y todo ello como consecuencia de un nuevo
pacto (v.62),
fruto de la pura benevolencia divina, que quiere reivindicar su honor entre las naciones gentiles. Estos beneficios de Yahvé traerán la confusión y la vergüenza a la ingrata Jerusalén (v.üâ).
1 Cf. P. Dhorme,
Amarna: DBS i (1928) 207-225; id., Les
amorreheens: RB 37 (1928) 63-79-161-180; 39 (1930) 161-178; 40 (1931) 161-184; id.,
Abraham dans le cadre de la histoire: RB 37 (1928) 367-385.481-511; 40 (1931) 364-374.503-518; De Vaux,
Les patriarches hébreux: RB 1946; F. M. Abel,
Géographie I (1933) 321; II (1938) 21s; R. Dussaud,
Les découvertes de Ras Shamra et l'A.T. (París 1937) 21.96-113. Véase Spadafora, o.c., p.125s· 2
Exo_19:6. 3 Cf.
Ose_2:7;
Jer_2:20;
Isa_57:7-8. La frase simulacros
de hombres del v.17 quizá sea alusión a las prácticas obscenas de los santuarios cananeos, en las que no faltaba el
phallus, símbolo de la fecundidad (
Isa_57:8). 4 Cf.
2Sa_16:4;
Lev_18:21;
Eze_20:25;
Lev_23:37;
Sal_106:36;
Deu_12:31. 5 Cf. Dt I4:1;
Exo_4:228. 6 La frase de
gordos cuerpos es un eufemismo por las partes vergonzosas: Lev I52s;
Gen_17:11;
Eze_44:7. 7 Cf.
Eze_5:7; Jer 2,ios. 8 Cf.
Deu_22:24. 9 Cf.
Gen_9:6;
Exo_21:12;
Lev_24:17. 9 Cf. J. Lagrange, études sur les religions sémitiques (París 1905) 71 s; R. Dussaud, Les découvertes de Ras Shamra et VA.T. (París 1937) 673. 10 Cf.
Lev_18:21;
Jer_20:2;
Deu_12:31;
Deu_18:10;
2Re_16:3. 11 La frase vuestra madre fue una jetea, y vuestro padre un amaneo parece una mera repetición del v.3. 12 Cf.
Isa_10:135;
Isa_14:6;
Jer_47:7s;
Jer_48:26-30;
Eze_28:1-5;
Eze_29:1-7. 13 Cf. Ezc.8. 14
Jer_31:33;
Ose_2:19-24· 15 Cf.
Sal_87:43;
Isa_2:3;
Isa_60:35;
Isa_66:8s;
Rom_9:1-8;
Hec_7:29-53-