Comentario de Santo Toms de Aquino
Lección 2: Romanos 14,14-21
Enseña que deben ser evitados los escándalos, tanto en la comida como en lo demás, porque no es lícito destruir la obra de Dios por darle gusto al vientre.14. Al contrario, juzgad mejor no causar al hermano tropiezo o escándalo.15. Yo bien sé, y estoy seguro en el Señor Jesús, que ninguna cosa es de suyo común, sino que viene a ser común 1 para aquel que por tal la tiene.16. Mas si por lo que comes tu hermano se contrista, ya no andas conforme a caridad. No quieras por tu manjar perder a aquel por quien Cristo murió.17. No sea, pues, nuestro bien ocasión de blasfemia.18. Que no consiste el reino de Dios en el comer, ni en el beber, sino en la justicia, en la paz y en el gozo del Espíritu Santo.1 Tiene aquí el sentido de inmunda. (S. A.)19. Pues el que así sirve a Cristo, agrada a Dios, y tiene la aprobación de los hombres.20. En suma, procuremos las cosas de la paz, y observemos las que son de mutua edificación.21. No queráis por una comida destruir la obra de Dios.Habiendo prohibido el Apóstol los juicios humanos, aquí prohibe el escándalo de los prójimos, y acerca de esto hace dos cosas.La primera, proponer lo que intenta; la segunda, explicarlo: Mas si por lo que comes, etc. Acerca de lo primero afirma tres cosas. Porque primero enseña que los escándalos deben ser evitados, diciendo: Dije que no os juzguéis mutuamente, sino que cada quien lo que debe juzgar son sus propios actos, para que no sean con escándalo de los demás, y esto lo dice así: Al contrario, juzgad mejor no causar al hermano tropiezo o escándalo. Porque el escándalo, como dice Jerónimo en su comentario a San Mateo, señala el tropiezo o la caída que resulta de pegarse uno en el pie. Por lo cual el escándalo es el hecho o el dicho menos recto que le causa a alguno ocasión de caída, a semejanza de la piedra que puesta en el camino hace que uno caiga al suelo. Pero no hay duda que es peor el escándalo que el tropiezo. Porque el tropiezo puede ser algo que detenga o retarde el paso del caminante; pero el escándalo, o sea, el golpe mismo, es con algo que determina la caída. Así es que no debemos ponerle al hermano un tropiezo por hacer nosotros algo por lo que se aparte al prójimo de la senda de la justicia (Apartad los estorbos del camino de mi pueblo: 1s 57,14); ni tampoco debemos escandalizar al prójimo haciendo algo por lo que él mismo se incline al pecado. ¡Ay del hombre por el que viene el escándalo! (Mt 18,7).Segundo, enseña aquello por lo que se estimaba que había escándalo según su naturaleza o en sí mismo lícito. Acerca de lo cual se debe saber que, como arriba se dijo, entre los Romanos había algunos de los judíos convertidos a la fe de Cristo que hacían distinción de alimentos conforme a la Ley; y otros que por tener su fe perfecta indistintamente comían de todos los alimentos, lo cual en sí mismo ciertamente era lícito. Por lo cual dice: Yo bien sé, y estoy seguro en el Señor Jesús, que ninguna cosa es de suyo inmunda. Acerca de lo cual se debe notar, como dice Jerónimo sobre San Mateo, que el pueblo de los Judíos jactándose de tener por padre a Dios, llama comunes aquellos alimentos de los que todos los hombres comen, por ejemplo la carne de cerdo, la liebre y otros semejantes: y el resto de las gentes que de tales alimentos comían no tenían qué ver con Dios, por lo cual tales alimentos se llamaban inmundos. Esto que dice: Nada es común, es lo mismo que si dijera: nada es inmundo. Y el Apóstol dice que esto lo sabe primeramente porque así es conforme a la naturaleza de las cosas, según 1 Tim 4,4: Todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada hay desecha ble, con tal que se tome con acción de gracias. Dice además que está seguro en Cristo Jesús, porque de suyo nada es inmundo, porque los alimentos según su naturaleza nunca fueron inmundos, aunque se evitaban en un tiempo como inmundos conforme al precepto de la Ley como figura, pero que esto Cristo lo quitó cumpliendo y realizando todas las figuras. Y por eso el Apóstol, por la seguridad que tiene en el Señor Jesús, asegura que nada hay común o inmundo por sí mismo, esto es, por el hecho de comerlo. Lo que Dios ha purificado no lo declares tú común (Hch 10,15).Lo tercero que muestra es cómo puede esto ser ilícito per accidens, en cuanto sea contra la conciencia del que come. Por lo cual dice: Se ha dicho que nada hay común. Pero esto se debe entender exceptuando al que con errónea conciencia tiene por común o inmundo alguno de los alimentos, y así para él está prohibido como si fuese por sí mismo inmundo (Para los limpios todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio, pues su mente y conciencia están manchados: Tito 1,15), y de esta manera se ve que algo que en sí mismo es lícito se hace ilícito para aquel que lo hace contra su conciencia, aun cuando su conciencia sea errónea, lo cual ocurre sin que esto sea contra la razón. Porque si los actos se juzgan conforme a la voluntad del agente, la voluntad por su parte se mueve por la cosa aprehendida. Por lo cual la voluntad tiende a aquello que le representa la facutad aprehensiva, y conforme a esto se califica o especifica la acción. Por lo tanto, si la razón de alguien juzga que tal cosa es pecado, y la voluntad se mueve a hacerlo, es claro que el sujeto tiene la voluntad de cometer el pecado; y así su acción exterior, informada por la voluntad, es pecado. Y por la misma razón si alguien cree que es pecado mortal lo que es pecado venial, y mientras así juzga hace eso, claro es que elige el pecar mortalmente,. y así su acción, en virtud de su elección, es pecado mortal. Pero si alguien después de la acción tiene conciencia errónea por la cual cree que lo que es lícito y hecho por él fue pecado, o que lo que es venial es mortal, no por eso lo primero se hace o pecado o mortal, porque la voluntad y la acción no son informadas por' la aprehensión posterior sino por la presente. No hay duda en las cosas ya dichas. Pero puede haber duda sobre si teniendo alguien la conciencia errónea de creer que sea necesario para la salvación algo que es pecado mortal -por ejemplo que crea que peca mortalmente si no roba o fornica- lo ligue tal conciencia, de modo que si contra ella obra peque mortalmente. Pero parece que no.Primero, porque la Ley de Dios, que prohibe la fornicación y el hurto, liga más fuertemente que la conciencia. Segundo, porque eso supuesto, estaría aquél perplejo y confundido, porque pecaría lo mismo fornicando que no fornicando.Pero débese decir que aun en lo malo en sí mismo liga la conciencia errónea. Porque, como está dicho, en tanto la conciencia liga en cuanto que por obrar alguien contra su conciencia se sigue que tiene la voluntad de pecar; y así, si alguien cree que el no fornicar sea pecado mortal, mientras elija el no fornicar elige pecar mortalmente, y así peca mortalmente. Y a esto también se aplica lo que aquí dice el Apóstol. Poraue manifiesto es que el distinguir entre los alimentos como algo necesario para la salvación era ilícito, porque a los Judíos conversos ni siquiera antes de la divulgación del Evangelio les era lícito el guardar las observancias legales poniendo la esperanza en ellas, como si fuesen necesarias para la salvación, como dice Agustín. Y sin embargo aquí dice el Apóstol que si alguien con la conciencia de que debe distinguir entre los alimentos, lo cual es juzgar que hay algunos comunes, no los distingue absteniéndose de ellos, peca como si comiera algo inmundo. Y así también en las cosas de suyo ilícitas liga la conciencia errónea. Ni obsta lo que primero se objeta de la ley de Dios, porque es uno mismo el ligamen de la conciencia, lo mismo el de la errónea que el de la ley de Dios. Porque la conciencia no ordena que algo se haga o se evite sino porque cree que eso es en contra o según la ley de Dios. Porque la ley no se aplica a nuestros actos sino mediante nuestra conciencia. De la misma manera tampoco obsta lo que en segundo lugar se objeta. Porque nada hay que prohiba el estar uno perplejo o confundido en determinado supuesto, aun cuando nadie se ponga perplejo de manera absoluta, como el sacerdote fornicario, que ora celebre la misa, ora no la celebre cuando debe hacerlo ex officio, peca mortalmente; y sin embargo no está perplejo de manera absoluta, porque podría dejar el pecado y celebrar. Y de manera semejante, puede uno dejar la conciencia errónea y abstenerse del pecado.Mas todavía hay otra duda. Porque no se dice que escandaliza quien hace una obra recta, aun cuando también de eso alguien tome materia de escándalo. Porque se lee en San Mateo (15,12) que habiendo oído a Cristo se escandalizaron los fariseos; es así que no hacer distinción entre los alimentos es una obra recta; luego no hay por qué dejar de hacerlo por el escándalo del que tenga una conciencia defectuosa errando en la fe. Porque según eso los Católicos deberían abstenerse de las carnes y del matrimonio, no vaya a ser que los herejes se escandalicen conforme a su conciencia errónea.Pero se debe decir que alguien puede escandalizar a otro no sólo haciendo algo malo sino también haciendo algo que tiene apariencia de mal, según aquello de 1 Tes 5,22: Absteneos de toda apariencia de mal. Ahora bien, de dos maneras se dice que algo tiene apariencia de mal. Primero, según la opinión de los que están separados de la 1glesia; segundo, según la opinión de los que todavía son tolerados por la 1glesia. Porque los débiles en la fe, que juzgaban que las observancias legales debían guardarse, eran todavía tolerados por la 1glesia antes de la divulgación del Evangelio. Y por eso no se debía comer de los alimentos prohibidos por la Ley si era con escándalo de ellos. Pero los herejes no son tolerados por la 1glesia, por lo cual no reza con ellos una razón semejante.En seguida, cuando dice: Mas si por lo que comes, etc., explica lo que dijera. Y desde luego lo primero, que no se les debe dar escándalo a los hermanos; luego, lo segundo y lo tercero, de qué modo sea algo común: Todo en verdad es limpio, etc. (Rm 14,21). Acerca de lo primero da cuatro razones, de las cuales la primera se toma de parte de la caridad, diciendo: Mas si tu hermano se contrista por lo que piensa que tú pecas, por lo que comes, que según él es inmundo, tu proceder no es ya conforme a la caridad, en virtud de la cual ama uno a su prójimo como a sí mismo. Y por lo mismo evita tú su tristeza y no prefieras el alimento a la tranquilidad de tu hermano, porque como se dice en 1Co 13,5, la caridad no busca lo suyo. Su segunda razón es ésta: No quieras por tu manjar, etc., la cual se toma de parte de la muerte de Cristo; porque parece apreciar muy poco la muerte de Cristo quien por un alimento no rechaza el debilitar su fruto. Por lo cual dice: No quieras por tu manjar, que tú comes indiferentemente no haciendo distinción de alimentos, perder a aquel, esto es, escandalizar, por quien, esto es, por cuya salud, Cristo murió. Cristo murió una vez por los pecados, el Justo por los injustos (1Pe 3,18).Y dice que se pierde a quien se escandaliza porque no puede haber escándalo pasivo sin pecado del escandalizado. Porque se escandaliza el que toma ocasión de caída. Por tu conocimiento se pierde el débil: ¡el hermano por quien murió Cristo! (1Co 8,2). La tercera razón que da es ésta: No sea, pues, vuestro bien ocasión de blasfemia, etc. La cual se toma de parte del don espiritual de la gracia. Y primero muestra el inconveniente que contra tales dones se sigue de que escandalicemos a otros; luego, explica lo que dijera: Pues no consiste, etc.; tercero, infiere la conclusión deseada: En suma, procuremos las cosas de la paz, etc. Acerca de lo primero débese considerar que del hecho de que algunos comieran sin hacer distinción de los alimentos, en la primitiva 1glesia, con escándalo de los débiles, se seguía el inconveniente de que los débiles blasfemaban de la fe de Cristo, diciendo que aquella ansia de alimentos era contra el mandato de la Ley. Y por eso dice el Apóstol: En virtud de que por el Señor Jesús es un hecho que nada es inmundo, no sea pues nuestro bien, esto es, la fe o gracia de Cristo, por la cual habéis sido liberados de las observancias de la Ley, ocasión de blasfemia por los débiles que digan que esa fe condesciende con la gula de la gente (¿No son ellos los que blasfeman el hermoso nombre que ha sido invocado sobre vosotros?: Sant 2,7). De ese nuestro bien se dice en el Salmo 72,28: Mi bien consiste en estar unido con Dios. En seguida, cuando dice: Que no consiste, etc., explica lo que dijera, esto es, en qué consiste nuestro bien. Y primero muestra en qué no consiste, diciendo: Que no consiste el reino de Dios en el comer ni en el beber. Pues reino de Dios se le llama aquí a aquello por lo cual reina Dios en nosotros y por lo cual alcanzamos su propio reino, de lo cual se dice en San Mateo (6,10): Venga tu reino. Y en Miqueas 4,7, leemos: Sobre ellos reinará el Señor en el monte de Sion. Ahora bien, a Dios nos le unimos y sujetamos interiormente por el intelecto y por el afecto, como se dice en Jn 4,24: Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad. Por lo cual el reino de Dios se considera principalmente conforme al interior del hombre, no según su exterioridad. Por lo cual se dice en Lucas 17,21: El reino de Dios en medio de vosotros está. Porque las cosas atañederas exteriormente al cuerpo, en tanto pertenecen al reino de Dios en cuanto por ellas se ordena o desordena el afecto interior con relación a aquello en que principalmente consiste el reino de Dios. Y por eso, como el comer y el beber corresponden al cuerpo, en cuanto a sí mismas esas dos cosas no pertenecen al reino de Dios, sino según como de ellas usemos o de ellas nos abstengamos. Por lo cual se dice en 1Co 8,8: No es el alimento lo que nos recomienda con Dios; ni somos menos si no comemos, ni somos más si comemos. Sin embargo, el uso o la abstinencia de la comida y de la bebida corresponden al reino de Dios en cuanto con relación a eso se ordene o se desordene el afecto del hombre. Por lo cual dice Agustín (I de quaest. Evangelii) y leemos en la Glosa: Se comprueba la sabiduría en sus hijos que entienden que ni en abstenerse ni en comer está la justicia, sino en la ecuanimidad con que se soporte la penuria y en la templanza para no corromperse por la abundancia ni por la tiranía de la adquisición. Porque -como se dice en la Glosa- no importa qué alimentos o cuánto reciba alguien- siempre que esto lo haga por la conveniencia de las personas con las que vive y de su propia persona y en atención a las necesidades de su vejez-, sino con cuánta virtud y dignidad de alma carezca de esas cosas, o porque convenga o porque sea necesario que de ellas carezca.Lo segundo que enseña es en qué consiste nuestro bien, que llama reino de Dios diciendo: Pero el reino de Dios es justicia, y paz y gozo en el Espíritu Santo, Así la justicia se refiere a las obras exteriores con las que el hombre da a cada uno lo que es suyo con la voluntad de hacer tales obras, como se dice en Mateo ó,33: Buscad primero el reino de Dios y su justicia; y la paz se refiere al efecto de la justicia. Porque la paz se perturba al máximo por no darle uno a otro lo que le debe dar. Por lo cual se dice en Is 32,17: La obra de la justicia es la paz. En cuanto al gozo, hay que referirlo al modo como deben realizarse las obras de la justicia, porque, como dice el Filósofo (I Ethic), No es justo el que no goza con la obra justa. Por lo cual también en el Salmo 99,2, se dice: Servid con júbilo al Señor. Y la causa de tal júbilo la expresa el Apóstol diciendo: en el Espíritu Santo. Porque es en el Espíritu Santo en quien se difunde en nosotros la caridad de Dios, como arriba se dijo: Romanos 5,5. Porque es el gozo en el Espíritu Santo lo que la caridad engendra, por ejemplo cuando alguien se goza por los bienes de Dios y del prójimo. Por lo cual en 1Co 13,6 se dice que la caridad no se regocija en la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Y en Gálatas 5,22 se dice: El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz. Ahora bien, estas tres cosas que aquí se tocan, de manera imperfecta se tienen en esta vida, y de manera perfecta cuando los santos poseerán el reino de Dios para ellos preparado, como se dice en San Mateo 25,29. Allí habrá justicia perfecta sin sombra de pecado. El pueblo tuyo serán todos los justos (Is 60,21). Allí reinará la paz sin la menor perturbación de temor. Se asentará mi pueblo en la hermosura de la paz, en tabernáculos de seguridad (Is 32,18). Allí será el gozo. Disfrutarán de gozo y contentamiento, y huirán el dolor y el llanto (Is 35,10).Lo tercero, prueba lo que dijera: que en estas cosas consiste el reino de Dios. Porque es claro que pertenece al reino de Dios quien agrada a Dios y es aprobado por los buenos; es así que esto ocurre en aquellos en quienes se hallan la justicia, la paz y el gozo; luego en ellos está el reino de Dios. Así es que dice: Se ha dicho que el reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Luego quien así sirve a Cristo, que es el rey de tal reino, según Col 1,13: El nos ha trasladado al reino del hi¡o de su amor, para vivir en justicia, paz y gozo espiritual, agrada a Dios, quien es el agente de este reino (Porque agradó a Dios fue amado de El: Sab 4,10), y tiene la aprobación de los hombres, o sea, que es aprobado por quienes son partícipes de este reino. El fue probado por medio del oro, y hallado perfecto (Eccli 31,10).En seguida, cuando dice: En suma, etc., infiere la admonición intentada, diciendo: Por el hecho de que el reino de Dios consiste en la justicia, la paz y el gozo espiritual, y, en suma, para que podamos llegar al reino de Dios, procuremos las cosas de la paz, o sea, tratemos cuidadosamente de realizar las cosas por las que conservemos la paz de los cristianos (Procurad tener paz con todos y la santidad: Hebr 12,14). Observemos las que son de mutua edificación, o sea, aquellas por las que mutuamente nos edifiquemos, esto es, que conservemos lo bueno y nos estimulemos a lo mejor. Los dones espirituales procurad tenerlos abundantemente para edificación de la 1glesia (1Co 14,12). Lo cual será si vivimos en la justicia y en el gozo espiritual. La cuarta razón la indica así: No queráis por una comida, etc. La cual esta tomada del respeto de las obras divinas, a las que tal respeto debemos que las que obra Dios no debemos destruirlas por algo de utilidad corporal. Y esto lo expresa así: No queráis por una comida, que corresponde a la utilidad del cuerpo, destruir la obra de Dios. Lo cual no se entiende ciertamente de cualquier obra de Dios. Porque todas las cosas que vienen a ser comida del hombre son obras de Dios, como las que produce la tierra y las carnes de los animales, que le han sido concedidas como alimento al hombre por Dios, como consta en el Génesis, capítulos 1 y 9. Sino que se entiende de la obra de la gracia que en nosotros mismos obra de manera especial. Dios es el que, por su benevolencia, obra en nosotros tanto el querer como el hacer (Fil 2,13). Así es que esta obra de Dios no debemos destruirla en el prójimo por nuestra comida, como parecían hacer aquellos que con desorden y escándalo de los prójimos comían sin hacer distinción de alimentos.