Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Elías, Arrebatado al Cielo.
Esta narracion es considerada como perteneciente al ciclo de Elíseo, con la finalidad de probar que éste era su legítimo sucesor, o como parte integrante de la historia de Elías, admitiendo que se formó a su muerte. El ciclo de Elíseo se caracteriza por referir algunos episodios aislados de la vida privada de Elíseo sin datos cronológicos ni detalles sobre lugares y personas. Pudo esta perícopa haber sido redactada durante la primera mitad del siglo VIII a.C. (De Vaux).
De Caígala a Jericó (2:1-8).
1
Aconteció que, cuando quiso Yahvé arrebatar al cielo a Elías en un torbellino, salió Elías de Caígala con Elíseo, 2
y dijo a Elíseo: Quédate aquí, te ruego, pues Yahvé me manda ir a Betel. Elíseo respondió: Vive Yahvé, y vives tú, que no te dejaré. Y bajaron ambos a Betel. 3
Los hijos de los profetas que había en Betel salieron al encuentro de Elíseo y le dijeron: ¿Sabes tú que Yahvé alzará hoy a tu señor sobre tu cabeza? El respondió: Sí, lo sé; callad. 4
Elías le dijo: Elíseo, quédate aquí, te lo ruego, pues Yahvé me manda ir a Jericó. El le respondió: Por la vida de Yahvé y por tu vida que no te dejaré. Y llegaron a Jericó. 5
Los hijos de los profetas que había en Jericó se acercaron a Elíseo y le dijeron: ¿Sabes tú que hoy ya a elevar Yahvé a tu señor sobre tu cabeza? Y él les respondió: Sí, lo sé; callad. 6
Elías le dijo: Quédate aquí, te lo ruego, pues Yahvé me manda ir al Jordán. Y él le respondió: Por la vida de Yahvé y por tu vida que no te dejaré. Y siguieron ambos su camino. 7
Vinieron cincuenta hombres de los hijos de los profetas y se pararon enfrente, a distancia, y ellos dos siguieron, parándose a la orilla del Jordán. 8
Tomo entonces Elías su manto, lo dobló y golpeó con él las aguas, que se partieron de un lado y de otro, pasando los dos a pie enjuto. Discípulo y maestro salieron de Caígala y, a través de Betel y desierto de Judá, marcharon en dirección a Jericó. Se encontraba Caígala sobre una colina escarpada, a doce kilómetros al norte de Betel, en el lugar conocido hoy por
Gilgilia. Desde este lugar a Jericó se calcula una distancia de veintisiete kilómetros. El relato da a entender que el momento era solemne, patético y sublime, cargado de misterio. Todos los círculos proféticos barruntaban que algo muy importante se avecinaba, pero ignoraban cuándo, cómo y de qué se trataba. Elías forcejea para deshacerse de la compañía de su discípulo, significándole implícitamente que su presencia le era embarazosa. La primera vez pide le permita marchar a Betel, adonde Dios le manda. Elías no le revelaba el término del viaje; solamente le habla de las diversas etapas. Al llegar a Betel, los hijos de los profetas comunicaron a Elíseo el rumor que circulaba acerca de la desaparición próxima de Elías. Bajo la denominación de hijos de los profetas se puede entender, o bien los profetas en cuanto formaban parte de una cofradía o colectividad, o de discípulos que se formaban bajo la dirección de un maestro para llegar a ser profeta (
1Sa_10:5-12;
1Sa_19:20-24;
1Re_20:35). Debía de ser Betel sede de muchos celadores fervorosos de la casa de Yahvé, sobre los que veremos a Elíseo ejercer mucha influencia.
Paso del Jordán (1Re_2:9-10).
9
Cuando hubieron pasado, dijo Elías a Elíseo: Pídeme lo que quieras que haga por ti antes que sea apartado de ti. Y Elíseo le dijo: Que tenga yo dos partes en tu espíritu. 10
Elías le dijo: Difícil cosa has pedido. Si cuando yo sea arrebatado de ti me vieres, así será; si no, no. Las aguas del Jordán interceptaron el paso de los dos misteriosos viajeros; pero Elías, con naturalidad, se despojó de su manto, doblóle y golpeó con él las aguas, que se partieron para dejarles paso libre.
El manto es símbolo de la personalidad. A la muerte de Elías pasará en posesión de Elíseo, que realizará con él el mismo milagro que su maestro. Las aguas se dividieron como en tiempos de Moisés hicieron las del mar Rojo (
Exo_14:21) y las del Jordán en los días de Josué (
Jos_3:13). Llegados a la otra orilla, manifestó Elías a Elíseo que había llegado el momento de separarse; pero, en prueba de afección y estima, quiere dejarle un recuerdo, invitándole a que pida lo que quiera. A lo que respondió Elíseo: Que venga sobre mí una doble parte de tu espíritu (literalmente: una parte de dos). La frase de explica rectamente en caso de relacionarla con
Deu_21:17, en donde se dice que los bienes que deja el padre de familia se dividen en tres partes, recibiendo el primogénito dos partes del todo. La iconografía cristiana ha representado este doble espíritu por el águila a dos cabezas, que es el emblema de Elíseo. Elías responde que no está en su mano concederle lo que pide; pero no se lo niega.
Rapto de Elías (Deu_2:11-14).
11
Siguieron andando y hablando, y he aquí que un carro de fuego con caballos de fuego separó a uno de otro, y Elías subía al cielo en el torbellino. 12
Elíseo miraba y clamaba: ¡Padre mío! ¡Carro de Israel y auriga suyo! Y no le vio más, y, cogiendo sus vestidos, los rasgó en dos trozos, 13
y cogió el manto de Elías, que éste había dejado caer. Volvióse después, y, parándose a la orilla del Jordán, 14
tomo el manto que Elías había dejado caer, golpeó con él las aguas, diciendo: ¿Dónde está ahora Yahvé, el Dios de Elías? Y en cuanto golpeó las aguas, se partieron éstas de un lado y de otro y pasó Elíseo. Mientras hablaban, un carro de fuego y dos caballos también de fuego se interpusieron entre los dos, y Elías subió al cielo en un torbellino. Caballos y carro de fuego aparecen en la visión de Elíseo (
Deu_6:17). Según
Eze_1:15, el fuego, el torbellino y el carro son elementos de la majestad de Yahvé, que apareció para llevarse consigo a Elías. Este rapto de Elías se recuerda en
1Ma_2:58;
Ecl_48:9. Elíseo pudo seguir con la vista lo que a los ojos humanos profanos no era dado ver (
Ecl_6:17). Una vez desapareció Elías de su vista, en señal de duelo rasgó Elíseo sus vestiduras (
1Sa_4:12;
2Sa_1:2); o también podemos entender la acción en el sentido de que Elíseo vestirá en adelante el manto de Elías. El lugar donde se produjo este acontecimiento se coloca en una colina al este del Jordán, junto al
wadi kharrar 1.
Por los detalles que da el texto, comparados con los que aparecen en otros lugares bíblicos (
Ecl_48:9;
1Ma_2:58), se deduce que Elías fue arrebatado violentamente en alas de un torbellino; el carro y los caballos sirvieron únicamente para separar a los dos profetas. Elíseo fue el único que contempló la desaparición misteriosa de su maestro.
Podemos buscar, dice Steinmann, los orígenes psicológicos de esta visión de Elíseo, como se hace con la de Amos o de Isaías. A los ojos de los profetas como de sus contemporáneos, Yahvé, maestro del universo, habita en los cielos. Tiene a su disposición ejércitos concebidos a imagen de los de la tierra, con caballos de fuego y carros de guerra. Es posible que el hombre encuentre a Yahvé sobre la tierra, sobre el Horeb, como fue el caso de Moisés Y del mismo Elías, o en Betel, donde lo encontró Amos (
1Ma_9:1), o en el templo de Jerusalén, como Isaías. Pero, en este caso extremo, Yahvé convoca cerca de sí, en pleno cielo, a un profeta, con el que se quiere comunicar directamente. En este sentido, el rapto de Elías es como la teofanía de Horeb. Es una visita, un
rendezvous del profeta a la corte celestial, en cuyas deliberaciones asistió en visión Miqueas (
1Re_22:19-22). Con palabras modernas, diríamos hoy que Elías, en presencia de su discípulo Elíseo, tuvo un transporte extático 2.
Sin embargo, es preciso admitir un milagro, al menos
quoad modum, en la desaparición de Elías. ¿Adonde fue trasladado? Esta cuestión se relaciona con la de su muerte. Del texto que examinamos no podemos deducir si Elías murió o no; el testimonio dudoso de
Ecl_48:11 de que Elías vive todavía se basa en una reconstrucción hipotética de un texto mutilado. Elíseo prohíbe a los hijos de los profetas que lo busquen (v. 16-17); pero no se pronuncia abiertamente en pro o en contra de su muerte. Aunque el texto sagrado, escribe Garofalo, da la impresión de que Elías no murió, no se puede, sin embargo, concluir que lo afirme. De todos modos no puede apelarse al hecho de que, si Elías hubiese muerto, no habría su cuerpo recibido sepultura, lo que era considerado por los hebreos como castigo grave y una desgracia. También la sepultura de Moisés está envuelta en un misterio (
Deu_34:6). La tradición cristiana, con la hebraica no siendo posible determinar en qué medida aquélla depende de ésta , habla de que Elías no murió, pero no consta que el mencionado hecho esté en conexión explícita con la fe en tanto que la Iglesia no se pronuncie sobre este punto.
Se habla de la vuelta de Elías antes del día del Señor en Mal 3;
Deu_1:23-24;
Ecl_48:10. En tiempos de Cristo se esperaba la vuelta de Elías (
Mat_11:14;
Mat_16:14;
Mar_6:15;
Mar_8:28;
Mar_9:11;
Luc_9:9-19;
Jua_1:21).
Cristo definio la cuestión diciendo que Elías ha venido ya (
Mar_9:13). Es Elías el que revive
en la persona del Bautista para preparar los caminos del Mesías; es Elías el que aparece también en el momento del tránsito de la Antigua a la Nueva Alianza, como si quisiera retransmitir a las nuevas generaciones la antorcha de la profecía, eterna como el Espíritu de Dios 3.
Búsqueda inútil (Mar_2:15-25).
15
Los hijos de los profetas que había en Jericó frente por frente, habiéndole visto, dijeron: El espíritu de Elías reposa sobre Elíseo. Y le salieron al encuentro y se prosternaron ante él rostro a tierra, 16
diciendo: Hay entre tus siervos cincuenta hombres fuertes que, si quieres, irán en busca de tu señor; quizá el espíritu de Yahvé le ha llevado y le ha echado contra algún monte o algún valle. El les respondió: No, no los mandéis. 17
Pero ellos le importunaron, hasta que por fin dijo: Mandadlos. Mandaron ellos a los cincuenta, que estuvieron durante tres días buscando a Elías, pero no lo hallaron.18
Cuando estuvieron de vuelta, Elíseo, que continuaba en Jericó, les dijo: ¿No os decía yo que no fuerais? 19
Las gentes de la ciudad dijeron a Elíseo: El sitio de la ciudad es bueno, como lo ve mi señor; pero las aguas son malas, y la tierra, estéril. 20 £1 les dijo: Traedme un plato nuevo y poned sal en él. Trajé-ronselo ellos, 21
y yendo a la fuente de las aguas, echó en ella la sal, diciendo: Así dice Yahvé: Yo saneo estas aguas y no saldrá de ellas en adelante ni muerte ni esterilidad; 22
y las aguas quedaron saneadas hasta el día de hoy, como lo había dicho Elíseo. 23
De allí subió a Betel, y, según iba por la pendiente, salieron de la ciudad unos muchachos y se burlaban de él, diciéndole: ¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo! 24
Volvióse él a mirarlos y los maldijo en nombre de Yahvé; y saliendo del bosque dos osos, destrozaron a cuarenta y dos de los muchachos. 25
De allí subió al monte Carmel, desde donde se volvió a Samaría. De regreso tomó Elíseo el manto de Elías, golpeó con él las aguas del Jordán, que se abrieron, pasando al otro lado. Con este milagro demostraba Dios que el poder taumatúrgico de Elías lo había heredado Elíseo. Los cincuenta profetas que habían seguido sus pasos (v.7) le reconocieron inmediatamente por maestro suyo, postrándose en tierra en señal de acatamiento a sus órdenes. Dado que Elías aparecía y desaparecía como un meteoro, los discípulos de los profetas propusieron a Elíseo organizar una búsqueda a fondo, a lo que se opuso éste. ¿Dónde estaba Elías? No creían ellos que su desaparición fuese definitiva, ni tampoco Elíseo les dio una respuesta categórica sobre su paradero; su destino era un misterio. Los hijos de los profetas no soñaban siquiera en la posibilidad de que Elías hubiese sido arrebatado al cielo.
Con otro milagro prueba Elíseo que es el heredero del espíritu de Elías. Las aguas de Jericó eran malas tanto para beber como para el regadío. Pide un plato nuevo con un poco de sal. Para que la sal conserve su virtud de purificar, debe colocarse en una escudilla que no haya servido para ningún uso profano.
Un tercer hecho extraordinario atestigua la virtud que poseía Elíseo. Al llegar a Betel fue recibido entusiásticamente por la corporación de los profetas, pero su presencia despertó la hostilidad de los partidarios del becerro de oro, que instigaron a un nutrido grupo de niños a que se mofaran del profeta, gritándole: ¡Sube, calvo! (
ale, quereah),
aludiendo quizá al cerquillo o tonsura que denotaba su carácter profético (
1Re_20:41). Pero es posible que Elíseo fuera calvo del todo (
Lev_13:40-41). Dos osos destrozaron a cuarenta y dos de aquellos insolentes burlones. Se pretende disminuir el estrago diciendo que los osos limitáronse a sembrar el pánico entre la muchachada, que huyó a la desbandada. Como anota Dhorme, ni Elías ni Elíseo son modelos de mansedumbre. Su conducta contrasta con la que recomienda Jesús: Dejad que los niños se acerquen a mí (,
Mat_19:14;
Mar_10:14;
Luc_18:16). Elíseo fijó su residencia en el monte Carmelo, desde donde encaminábase con frecuencia a Samaría.