Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 99 (Vg 98): Gloria del Señor en Su Santo Monte.
E ste salmo se divide en dos partes netas, separadas por un estribillo:
a) grandeza de Yahvé, que mora en Sión (1-5);
b) la santidad del Dios de Israel (6-9). También aquí encontramos la idea de un reinado de Yahvé. El anuncio de su advenimiento debe hacer temblar a todos los que
se acerquen a El, pues ante todo es el Santo y trascendente, incompatible con el pecado. Esto exige que el que quiera vivir bajo su égida debe también
santificarse purificando sus costumbres y viviendo conforme a las normas de equidad y justicia que presidirán el nuevo orden de cosas.
Desde el punto de vista literario podemos caracterizar este salmo como un himno de alabanza, con exhortaciones a la observancia de la ley. Las expresiones son altamente líricas. Su composición data probablemente de los tiempos postexílicos. Por su contenido encuadra dentro de los salmos sobre
el reino de Dios.
Yahvé, Rey soberano, amigo de la rectitud (1-5).
1
¡Yahvé reina! ¡Tiemblen los pueblos! Se asienta entre los querubines; la tierra vacila. 2
Grande es Dios en Sión y excelso sobre todos los pueblos. 3
Que alaben tu nombre, grande y temible: es el Santo. 4
Y tú eres el Rey poderoso que ama la justicia: tú estableciste la rectitud y el derecho, tú hiciste en Jacob justicia. 5
Ensalzad a Yahvé, nuestro Dios, y postraos ante el escabel de sus pies: ¡es el Santo! En los salmos anteriores,
la idea del reinado de Dios evocaba la consiguiente exultación, ya que iba a inaugurar el triunfo de la equidad y de la justicia. Pero ahora el salmista insiste en la trascendencia y majestad divina de Yahvé, que se
asienta entre los querubines. La fórmula es estereotipada en la literatura bíblica
para ponderar la grandeza de Yahvé 1
. Desde allí domina todo el panorama del universo y preside la historia humana 2.
Supuesta la
soberanía de Yahvé sobre el Universo, el salmista indica que, a pesar de su residencia permanente en los cielos, también habita en Sión; y en la colina sagrada se muestra
grande y excelso con sus portentos a favor de su pueblo. Desde ella preside también a todos los pueblos, ya que a través de Israel lanza un mensaje de salvación a todas las gentes.
Yahvé es ante todo el Santo, con todo lo que implica este adjetivo de trascendencia e incontaminación 3. Como tal,
ama la justicia y la establece en
Jacob, su pueblo elegido. El salmista piensa en la historia de Israel y en su Ley, centro de su
vida teocrática. Bajo este aspecto, el pueblo hebreo es un faro luminoso, ante las naciones.
Yahvé escachó y protegió a sus fieles siervos (6-9).
6
Moisés y Aarón (fueron) entre sus sacerdotes, y Samuel con los que invocan su nombre; invocaban a Yahvé, y El los respondía. 7
Les hablaba en columna de nube, y guardaban sus testimonios y la Ley que les dio. 8
¡Oh Yahvé, Dios nuestro Tú los escuchabas, y fuiste para ellos un Dios indulgente, aunque castigaste sus pecados. 9
Ensalzad a Yahvé, nuestro Dios, y postraos ante su monte santo, porque Santo es Yahvé, nuestro Dios.
El salmista destaca en esta segunda parte las relaciones especiales de Yahvé con los dirigentes de la clase sacerdotal, no insistiendo sobre su calidad de oferentes de sacrificios, sino en su oficio de
mediadores4:
invocaban y les respondía. Yahvé les hablaba desde la
nube que velaba su majestad
5; a Samuel le hablaba desde el arca de la alianza, sobre la que planeaba la gloria de Dios 6. Moisés no fue sacerdote en sentido estricto, pero en nombre de Dios consagró a Aarón y a sus hijos 7, aspersionó al pueblo con la sangre de las víctimas al hacerse la alianza sinaítica 8 e intercedió por el pueblo en el monte sagrado 9. Aarón fue el verdadero sacerdote, y, como tal, intercedió por su pueblo pecador 10. Samuel fue famoso por la eficacia de su oración 11. En
Jer_15:1, Dios cita a Moisés y a Samuel como modelos de intercesión.
El salmista, pues, se hace eco de esta tradición y la recuerda para aleccionamiento de sus contemporáneos. Ellos recibieron los testimonios de Yahvé, plasmados en la
Ley, que debían
cuidadosamente guardar. No obstante, el salmista recuerda también las faltas de esos amigos de Dios, por las que les castigó severamente. Parece aludir a la falta de confianza expresada por Moisés y Aarón a propósito de las aguas milagrosas 12. Por ella fueron privados de entrar en la tierra de promisión 13. De Samuel no se narra en la Biblia ninguna falta por la que haya sido castigado ni reprendido.
El salmo se termina con una exhortación
a prestar homenaje a Yahvé, pero en su santo monte de Sión. A pesar de ser el Creador y tener su morada habitual entre los querubines en el cielo, Yahvé tiene sus preferencias por Israel, y por eso se muestra propicio especialmente en el santuario de Jerusalén. Allí está
el sacerdocio legítimo, sucesor de Aarón, y allí radicaba la
capital de la monarquía presidida por la dinastía davídica, que había sido consagrada por el propio Samuel.
1 Cf.
Sal_93:1;
Sal_18:8-10;
2Sa_6:2; Sam 4:4;
2Re_19:15;
Sal_80:2. 2 Cf. Ez i.is;
Dan_3:53-56;
Rev_4:75. 3 Véase P. van imschoot, Théologie de l'Ancien Testament (París 1954) I 4 Cf.
Exo_17:11-13;
Exo_32:11-14;
Num_14:1;
Exo_38:15; Sam 7:8-12; 12:16-125. 5 Cf.
Exo_19:9;
Exo_33:9-10;
Num_12:5. 6 Cf.
1Re_8:10-12. 7 Cf. Lev 8:1s. 8 Cf.
Exo_24:8. 9 Cf.
Exo_17:115. 10 Cf.
Num_17:1 1-15· 11 Cf. Sam 7:8-9; I2:16s;
Eco_46:16-19. 12 Cf.
Núm_20:20. 13 Cf.
Num_27:13-14;
Deu_3:23-26;
Exo_32:1-6;
Num_12:1s;
Num_20:12.24.