I Reyes 3, 11-18

y Dios le dijo: “Por haberme pedido esto y no haber pedido para ti ni vida larga, ni muchas riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino haberme pedido entendimiento para hacer justicia, yo te concedo lo que me has pedido y te doy un corazón sabio e inteligente, tal como antes de ti no ha habido otro ni lo habrá en adelante después de ti. Y aún te añado lo que no has pedido: riquezas y gloria tales, que no habrá en tus días rey alguno como tú;" y si andas por mis caminos, guardando mis leyes y mis mandamientos, como lo hizo David, tu padre, prolongaré tus días.” Despertóse Salomón de su sueño, y, de vuelta a Jerusalén, se presentó ante el arca de la alianza de Yahvé y ofreció holocaustos y sacrificios eucarísticos y dio un banquete a todos sus servidores. Vinieron por entonces al rey y se presentaron ante él dos mujeres de mala vida. Dijo una de ellas: “Escucha, mi señor: Yo moraba con esta mujer en la misma casa y allí di a luz a un niño. A los tres días dio también ella a luz un niño. Habitábamos juntas, y ningún extraño había entrado en la casa, no había allí más que las dos.
Ver contexto