II Macabeos 6, 30-31

Estando para morir de los azotes, exhaló un gemido y dijo: “El Señor santísimo ve bien que, pudiendo librarme de la muerte, doy mi cuerpo a los crueles azotes; pero mi alma los sufre gozosa por el temor de Dios.” Así acabó la vida, dejando con su muerte, no sólo a los jóvenes, sino a todos los de su nación, un ejemplo de nobleza y una memoria de virtud.
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