Genesis 27, 23-30

y no le conoció, porque estaban sus manos velludas como las de Esaú, su hermano, y se dispuso a bendecirle. Todavía le preguntó: “¿De verdad eres tú mi hijo Esaú?,” y él contestó: “Yo soy.” Díjole, pues: “Acércame la caza para que yo coma de ella, hijo mío, y te bendiga.” Acercósela Jacob y comió y bebió. Díjole después Isaac: “Acércate y bésame, hijo mío.” Acercóse él y le besó; y en cuanto olió la fragancia de sus vestidos, le bendijo, diciendo: “¡Oh, es el olor de mi hijo como el olor de un campo al que ha bendecido Yahvé!" Déte Dios el rocío del cielo y la grosura de la tierra y abundancia de trigo y mosto. Sírvante pueblos y prostérnense ante ti naciones. Sé señor de tus hermanos, y póstrense ante ti los hijos de tu madre. En cuanto acabó Isaac de bendecir a Jacob, no bien había salido éste de la presencia de Isaac, su padre, Esaú, su hermano, que venía del campo
Ver contexto