Hechos 13, 26-41

Hermanos, hijos de Abraham, y los que entre vosotros temen a Dios: a nosotros se nos envía este mensaje de salud. En efecto, los moradores de Jerusalén y sus príncipes, desconociendo a éste y también las voces de los profetas que se leen cada sábado, condenándole, las cumplieron, y sin haber hallado ninguna causa de muerte, pidieron a Pilato que le quitase la vida. Cumplido todo lo que de El estaba escrito, le bajaron del leño y le depositaron en un sepulcro, pero Dios le resucitó de entre los muertos y durante muchos días se apareció a los que con El habían subido de Galilea a Jerusalén, que son ahora sus testigos ante el pueblo. Nosotros os anunciamos el cumplimiento de la promesa hecha a nuestros padres, que Dios cumplió en nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, según está escrito en el salmo segundo: “Tú eres mi hijo, yo te engendré hoy,” pues le resucitó de entre los muertos, para no volver a la corrupción. También dijo: “Yo os cumpliré las promesas santas y firmes hechas a David.” Por lo cual, en otra parte, dice: “No permitirás que tu Santo vea la corrupción.” Pues bien, David, habiendo hecho durante su vida la voluntad de Dios, se durmió y fue a reunirse con sus padres y experimentó la corrupción;" pero aquel a quien Dios ha resucitado, ése no vio la corrupción. Sabed, pues, hermanos, que por éste se os anuncia la remisión de los pecados y de todo cuanto por la Ley de Moisés no podíais ser justificados. Todo el que en El creyere será justificado. Mirad, pues, que no se cumpla en vosotros lo dicho por los profetas: “Mirad, menospreciadores, admiraos y anonadaos, porque voy a ejecutar en vuestros días una obra tal que no la creeríais si os la contaran.”
Ver contexto