Jeremías  4, 6-15

Levantad bandera hacia Sión, salvaos, no os detengáis, porque voy a hacer venir la desgracia del septentrión, una gran catástrofe. El león ha subido de su espesura, el devastador de pueblos está en marcha, ha salido de su lugar para devastar tu tierra y asolar tus ciudades hasta no dejar en ellas morador. Vestios, pues, de saco, llorad y lamentaos, porque no se ha apartado de nosotros la ira encendida de Yahvé. Y sucederá en aquel día — oráculo de Yahvé — que desfallecerá el corazón del rey y el de los magnates, se consternarán los sacerdotes, se pasmarán los profetas y exclamarán: ¡Ah Señor, Yahvé! Ciertamente has engañado a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: “Tendréis paz,” y la espada ha llegado hasta el alma. En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Un viento cálido sopla de las dunas del desierto sobre los caminos de la hija de mi pueblo; viento no de limpia ni de abaleo;" un viento impetuoso me llega. Ahora voy también yo a pronunciar castigos contra ellos. He aquí que sube como denso nublado; sus carros son como el torbellino; sus caballos, más veloces que las águilas. ¡Ay de nosotros! ¡Estamos perdidos!" Limpia de maldades tu corazón, Jerusalén, para que puedas ser salva. ¿Hasta cuándo se albergarán en tu interior tus perversos pensamientos? ¡Se anuncia una voz desde Dan y se hace oír la desventura desde el monte de Efraím!
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