Salmos 132, 8-11

Levántate, Yahvé, y ven a tu morada, tú y el arca de tu majestad. Vístanse tus sacerdotes de justicia y exulten tus piadosos. Por amor de David, tu siervo, no rechaces la faz de tu ungido. Juró Yahvé a David una verdad que no retractará: “Del fruto de tus entrañas pondré sobre tu trono.”
Ver contexto