Salmos 51, 1-17

Al maestro del coro. Salmo de David. Cuando fue a él el profeta Natán después que pecó con Betsabé. Apiádate de mí, ¡oh Dios! según tu benignidad. Por vuestra gran misericordia borra mi iniquidad7. Lávame enteramente de mi iniquidad y limpíame de mi pecado. Pues reconozco mi transgresión, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti sólo he pecado, he hecho lo malo a tus ojos, para que seas reconocido justo en tu sentencia y seas irreprochable en tu juicio. He aquí que en maldad fui formado y en pecado me concibió mi madre. Puesto que amas la verdad en lo íntimo, ¡instruyeme en el secreto de la sabiduría! ¡Rocíame con hisopo, y seré puro; lávame, y seré más blanco que la nieve!" ¡Hazme escuchar el gozo y la alegría, y saltarán de gozo los huesos que trituraste! ¡Aparta tu faz de mis pecados y borra todas mis iniquidades! Crea en mí, ¡oh Dios! un corazón puro y renueva dentro de mí un espíritu recto. No me arrojes de tu presencia y no quites de mí tu santo espíritu. Devuélveme el gozo de tu salvación, sosténgame un espíritu generoso. Yo enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti. Líbrame de la sangre, Elohirn, Dios de mi salvación, y cantará mi lengua tu justicia. Abre tú, Señor, mis labios, y cantará mi boca tus alabanzas.
Ver contexto