INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA

CARTA A LOS CORINTIOS

    Después de escribir la primera carta a los corintios, el Apóstol los visita de nuevo. Es un viaje rápido, forzado por una crisis abierta entre aquellos fieles (2Co 1:23-24; 2Co 2:1; 2Co 13:1-2). Al marcharse les promete volver pronto y con más sosiego (2Co 1:15-16). En seguida, sin embargo, estalla un nuevo incidente: esta vez es atacada la autoridad de Pablo en uno de sus representantes (2Co 2:5-10; 2Co 7:12). Lo cual hace cambiar sus planes y sustituye la anunciada visita por una carta en tono fuerte y severo, la conocida como la «carta de las lágrimas» (2Co 2:3-9). Tuvo esta la virtud de producir entre aquellos fieles un efecto positivo, aun cuando quedaban cuestiones por aclarar. De todo ello se entera el Apóstol por Tito, ya en Macedonia (2Co 1:12 ss; 2Co 7:5-6).

    Para corregir estos errores y preparar su prometido viaje, escribe el Apóstol esta segunda carta, poco después de la primera, seguramente a finales del año 57 o principios del 58. Se excusa por no haber podido ir a verles, y se presenta ante ellos seguro y confiado por haber procedido en todo momento como ministro de Cristo. Apela a su propia conciencia, pues no se ha comportado con ellos al modo humano, sino buscando en todo la santidad y sinceridad ante Dios (2Co 1:12). En definitiva -dice-, no vive para sí, ya que «estamos de continuo entregados a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal» (2Co 4:11). Pablo se identifica con Cristo, y con él sufre la incomprensión de aquellos corintios que se mostraban rebeldes a sus enseñanzas. Todo le parece poco comparado con lo que Cristo tuvo que sufrir por nosotros; y tanto es su amor por ellos, que deja para el final la dura reprensión que debe hacerles por fidelidad a su Señor.

    Pablo hubiera querido desaparecer unido a Cristo. Por eso siente una profunda repugnancia a alabarse a sí mismo, aunque sea para desenmascarar a los falsos apóstoles. Sin embargo, actúa con fortaleza y prontitud en defensa del ministerio apostólico que ha recibido: no puede callar ni tolerar que merme el contenido de la fe, por lo que les recuerda en una breve exposición las exigencias del compromiso cristiano.

    No resulta fácil encontrar en ningún otro escrito de San Pablo una síntesis tan perfecta y patente de su personalidad. A un corazón grande y en extremo comprensivo unía una fortaleza de carácter decidida y pronta. Esto explica que fuera prudente y paciente cuando le atacaban personalmente, y en cambio respondiera con toda la fuerza de su autoridad de apóstol cuando estaba en juego el honor de Dios y el bien del prójimo.