Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
16. La Fiesta Anual de la Expiación.
B abilonia celebraba cada año una fiesta de
expiación a fin de ponerse en buenas relaciones con sus dioses; igual se hacía en Atenas, y en Roma se verificaba cada íustro (cinco años) la
lustración de la ciudad. Israel estaba ligado con Yahvé con un pacto, que imponía la observancia de la Ley de Dios. Particularmente la morada de Yahvé, santo, en medio de su pueblo, implicaba para éste la obligación de una vida santa y pura en conformidad con las prescripciones impuestas por Dios. Eran estas observancias en gran número, y, por tanto, era fácil traspasarlas por inadvertencia. Y fuera consciente o inconscientemente el quebrantamiento de las prescripciones rituales, llevaba consigo una impureza, algo que comprometía las buenas relaciones entre Yahvé y su pueblo. De aquí la necesidad de esta fiesta de
expiación y la importancia de la misma. Se celebraba el día diez del mes séptimo, o sea, cinco días antes de la fiesta de los Tabernáculos, a principios del otoño.
Este capítulo sigue por su contenido al c.10, donde se habla de la muerte de los dos hijos de Aarón. El rito del día de la
expiación aparece descrito de nuevo en Lev 23.26-32 y
Num_29:7-11. La crítica independiente ha supuesto que este c.16 es el resultado de pequeños fragmentos legislativos que se han ido yuxtaponiendo (v.6-11); el v.26 parece unirse al v.22. Por otra parte está el problema histórico: en la historia de Israel no se menciona antes del exilio la fiesta del día de la
expiación. Por eso estos autores suponen que es una creación de la época del exilio bajo la inspiración de Ezequiel, el cual en su plan de la restauración de Israel detalla un programa de
expiación similar al de Lev 16, si bien más conciso. Pero se ha hecho notar que no se puede explicar fácilmente el hecho de que un autor postexiliano haya creado un rito de expiación transportado a los días mosaicos, en el que lo esencial es la aspersión del
arca de la alianza y el
propiciatorio, que había desaparecido hacía tiempo. Por otra parte está el hecho de que Esdras, en la enumeración de las fiestas solemnes con motivo de la nueva alianza en 444 a.C., no menciona la fiesta de la
expiación, que es la fundamental, pues es el día de la reconciliación de Israel con su Dios, por lo que tenía derecho a sus bendiciones.
1
Después de la muerte de los dos hijos de Aarón, heridos al acercarse ante Yahvé, 2
dijo Yahvé a Moisés: Di a tu hermano Aarón que no entre nunca en el santuario a la parte interior del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, no sea que muera, pues yo me muestro en la nube sobre el propiciatorio, 3
He aquí el rito según el cual entrará Aarón en el santuario: tomará un novillo para el sacrificio por el pecado y un carnero para el holocausto. 4
Se revestirá de la túnica santa de lino y se pondrá sobre sus carnes el calzón de lino; se ceñirá un cinturón de lino y cubrirá su cabeza con la tiara de lino, vistiéndoselos después de haberse lavado en el agua. 5
Recibirá de la asamblea de los hijos de Israel dos machos cabríos para el sacrificio por el pecado y un carnero para el holocausto. 6
Aarón ofrecerá su novillo por el pecado, y hará la expiación por sí y por su casa. 7
Tomará después los dos machos cabríos y, presentándolos ante Yahvé a la entrada del tabernáculo de la reunión, 8
echará sobre ellos las suertes, una la de Yahvé y otra la de Azazel. 9
Aarón hará acercar el macho cabrío sobre que recayó la suerte de Yahvé y le ofrecerá en sacrificio por el pecado; 10
el macho cabrío sobre el que cayó la suerte de Azazel, le presentará vivo ante Yahvé, para hacer la expiación y soltarle después a Azazel. 11
Aarón ofrecerá el novillo del sacrificio por el pecado, haciendo la expiación por sí y por su casa. Después de degollar su novillo por el pecado, 12
tomará del altar un incensario lleno de brasas encendidas, de ante Yahvé, y dos puñados de perfume oloroso pulverizado, y lo llevará todo detrás de la cortina; 13
echará el perfume oloroso en el fuego ante Yahvé, para que la nube de incienso cubra el propiciatorio que está sobre el testimonio y no muera. 14
Tomando luego la sangre del novillo, asperjará con su dedo el frente del propiciatorio, haciendo con el dedo siete aspersiones. 15
Degollará el macho cabrío expiatorio del pueblo y, llevando su sangre detrás del velo, hará como con la sangre del novillo, asperjándola sobre el propiciatorio y delante de él, 16
y así purificará el santuario de las impurezas de los hijos de Israel y de todas las transgresiones con que hayan pecado. Lo mismo hará con el tabernáculo de la reunión, que está entre ellos en medio de impurezas. 17
Que no haya nadie en el tabernáculo de la reunión desde que él entre para hacer la expiación del santuario hasta que salga, hecha la expiación por sí y por su casa y por toda la asamblea de Israel. 18
Después irá al altar que está ante Yahvé y hará la expiación de él, y, tomando sangre del novillo y sangre del macho cabrío, untará de ellas los cuernos del altar todo en torno; 19
hará con su dedo siete veces la aspersión de sangre y le santificará y le purificará de las impurezas de los hijos de Israel. 20
Hecha la expiación del santuario, del tabernáculo de la reunión y del altar, presentará el macho cabrío vivo; 21
pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, confesará sobre él todas sus culpas, todas las iniquidades de los hijos de Israel y todas las transgresiones con que han pecado, y los echará sobre la cabeza del macho cabrío, y lo mandará al desierto por medio de un hombre designado para ello. 22
El macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada, y el que lo lleve lo dejará en el desierto. 23
Después Aarón entrará en el tabernáculo de la reunión y se desnudará de las vestiduras de lino, que se vistió para entrar en el santuario; 24
y, quitadas, se lavará su cuerpo con agua en lugar santo, y se pondrá sus vestiduras. Saldrá luego, ofrecerá su holocausto y el del pueblo, hará la expiación por sí y por el pueblo, 25
y quemará en el altar el sebo del sacrificio por el pecado. 26
El que hubiere ido a soltar el macho cabrío a Azazel, lavará sus vestidos y bañará en agua su cuerpo, después de lo cual podrá entrar en el campamento. 27
Serán llevados fuera del campamento el novillo y el macho cabrío inmolados por el pecado, cuya sangre se introdujo en el santuario para hacer la expiación, y se consumirán por el fuego sus pieles, sus carnes y sus excrementos. 28
El que los queme lavará luego sus vestidos, bañará en agua su cuerpo, y después podrá entrar en el campamento. 29
Esta será para todos ley perpetua; el séptimo mes, el día diez del mes, mortificaréis vuestras personas y no haréis trabajo alguno, ni el indígena ni el extranjero que habita en medio de vosotros; 30porque en ese día se hará la expiación por vosotros, para que os purifiquéis y seáis purificados ante Yahvé de todos vuestros pecados. 31
Será para vosotros día de descanso, sábado, y mortificaréis vuestras personas. Es ley perpetua. 32
La expiación la hará el sacerdote que haya sido ungido y haya sido iniciado para ejercer las funciones sacerdotales en lugar de su padre. Se revestirá de las vestiduras de lino, las vestiduras sagradas, 33
y hará la expiación del santuario de la santidad, del tabernáculo de la reunión y del altar, la de los sacerdotes y la de todo el pueblo de la asamblea. 34
Será para vosotros ley perpetua, y se hará la expiación una vez por año para los hijos de Israel por sus pecados. Hízose lo que Yahvé había mandado a Moisés.
En este día solemne, el sumo sacerdote, con los hábitos ordinarios de los sacerdotes, se presentaba ante el tabernáculo llevando un novillo y un carnero, el primero por el
pecado y el segundo en
holocausto. Con la sangre del novillo haría la expiación por sí y por su familia. Degollado el novillo, entraba con un incensario en el
santísimo para ofrecer el incienso delante del
arca de la alianza y el
propiciatorio que la recubría; luego los rociaba siete veces con la sangre del novillo. Lo mismo hacía con el tabernáculo y el altar de los holocaustos. Con esto quedaba hecha la purificación del santuario, que podía haber sido profanado por los sacerdotes o el pueblo. Luego presenta dos machos cabríos, que han de ser echados a suerte, uno para ser sacrificado a Yahvé y otro para ser enviado al desierto con los pecados del pueblo a
Azazel (v.5-11). El sacerdote imponía las manos confesando los pecados del pueblo sobre el destinado a
Azazel (v.21). ¿Qué significa este misterioso nombre
Azazel? Las versiones antiguas han entendido el vocablo como un adjetivo. Así los LXX: el que es arrojado (ÜðïðïìðáÀïò, åúò ôçí ÜðïðïìðÞí, åéò áöåóéí). Aquila traduce: el que es soltado (ÜðïëÝëõìåíïò), y Símaco: el que se va (áðåñ÷üìåíïò). La Vg, emissarius. Orígenes, siguiendo a una tradición rabínica, cree que se trata de un
demonio que habita en el desierto1. Parece que en el contexto hay oposición entre dos
personas: Yahvé y
Azazel. En este supuesto, los modernos han buscado la etimología de un posible genio maléfico que habita en el desierto2. De hecho, en muchos textos bíblicos se indica que los demonios habitan en terrenos desérticos3. Los que sostienen esta opinión consideran a este
Azazel como la versión hebrea del
Set-Tifón egipcio, el saqueador y destructor, cuyo furor reclamaba víctimas, o el
Averruncus de los romanos, al que había que aplacar para evitar los males. Contra una interpretación similar ya protestaba San Cirilo de Alejandría: el macho cabrío que no se inmolaba no era
enviado a un ÜðïðïìðáÀïò (arrojado), es decir, a un demonio que se llamara así, sino que
era llamado ???????????? (enviado, arrojado)4. Los autores que admiten que se trata, en efecto, de un ser diabólico que habita en el desierto como el
Asmodeo del libro de Tobías5, suponen que aquí el legislador hebreo no ha hecho más que acomodarse a la mentalidad popular de entonces, como en otros casos legislativos que hemos visto, sin que ello insinúe un homenaje al demonio del desierto; al contrario, al cargar los pecados del pueblo sobre ese macho cabrío y enviarlo al espíritu maligno que mora en los desiertos, implícitamente era un desprecio, pues se le dedicaba una presa deshonrada por el pecado. No obstante, la mayor parte de los autores mantienen la antigua versión de los LXX, de Símaco, Aquila y la Vg, y, conforme a ella, piensan que no se trata aquí de una
persona llamada Azazel, sino simplemente de un epíteto (el enviado, el arrojado) que describiera su condición de macho cabrío arrojado con los pecados del pueblo al desierto, para que se llevara los pecados; era un modo de simbolizar que la comunidad israelita se había visto libre de sus pecados. Ya hemos visto cómo en el caso de la purificación del leproso y de la casa leprosa se sacrificaba un pichón y se soltaba otro mojado en la sangre del primero, dando a entender con el vuelo del ave que la lepra había desaparecido6. Algo similar parece que hay que ver en el
Azazel que es arrojado al desierto con los pecados del pueblo. En tiempos tardíos del judaismo, el macho cabrío
emisario era despeñado en el desierto7, para evitar que volviera a los lugares habitados y contaminara así a sus habitantes8.
La ceremonia termina con la combustión del novillo y del macho cabrío fuera del campamento. El sumo sacerdote, revestido de sus ornamentos sacerdotales más preciosos, ofrece dos carneros en holocausto, uno por sí y otro por el pueblo (v.24), quemando sobre el altar las partes grasas del novillo y del macho cabrío, inmolados por el pecado (v. 11-15). Las carnes restantes de estas víctimas deben ser quemadas fuera del campamento, y el que las haya quemado debe purificarse lo mismo que el que hubiera llevado al desierto el macho cabrío
emisario9. En el primer caso, porque las carnes eran
sagradas, y, por tanto, el que hubiera estado en contacto con ellas debía purificarse, evitando toda profanación involuntaria, y en el segundo, para librarse del contacto de la víctima cargada con los pecados.
El día de la expiación debía ser en el 1 o de
tisri (sept oct.) (v.29). Debían abstenerse de todo trabajo y dedicarse al ayuno expiatorio, lo que se requería para conseguir el verdadero perdón ante Dios. En tiempos de Cristo se llama al día de la expiación
día de ayuno10. Los extranjeros estaban obligados a abstenerse de trabajo, si bien no se les exigían prácticas de penitencia.
En la Epístola a los Hebreos, el Apóstol nos muestra en todo este ceremonial la figura de
la obra expiatoria de Jesucristo. En Israel, esta ceremonia debía practicarse todos los años; Jesucristo lo realizó una sola vez y para siempre. En esto se muestra la eficacia de su sacrificio sobre los sacrificios mosaicos. Aarón tiene que hacer la expiación de sus pecados antes de hacer la del pueblo;
Cristo, santo, no necesitó ofrecer víctimas por pecados que no tenía. Aarón entró a hacer la expiación en el tabernáculo de la tierra;
Cristo entró en el tabernáculo del cielo, en la morada del Padre, para interceder por nosotros. Aarón entró en el tabernáculo por la virtud de la sangre de un novillo; Jesucristo, por la virtud de su propia sangre. Las víctimas ofrecidas por Aarón hacen la expiación de impurezas legales, que afectan sólo al cuerpo; Jesucristo con su sacrificio limpia nuestras conciencias de los pecados del alma. De donde se infiere cuánto aventaja la expiación llevada por Cristo a la que cada año hacía el sumo sacerdote de la religión mosaica, que con sus ritos preparaba y figuraba el sacrificio de Jesucristo11.
1 Orígenes,
Cont. Cels. VI 43: PG 11,1264. 2
'Aza' zél provendría de
Azaz-él (Dios fuerte), de
'Az'azul (el fuerte caído), de
'Az-azel (el velludo) o
Aza-el (dios-cabra). Todas estas suposiciones parecen muy rebuscadas. Gesenius prefiere ver en
Aza' zel una forma intensiva de
azal: el alejado. Así,
Azaz-el estaría por
'azalzél, lo que coincide con las antiguas versiones griegas que hemos visto. 3 Cf.
Isa_13:21;
Isa_34:14;
Tob_8:3;
Mat_12:43;
Mat_4:1;
Mar_1:13. 4 San Cirilo De Alejandría,
Cont. Iulian. VI t.76 col. 964. 5
Tob_8:3. 6 Cf.
Lev_14:4-7;
Lev_14:49-53. 7 Mischná,
Yoma VI-I. 8 Véase art. de H. Lesétre,
Bouc émissaire: DBV 1-2 col. 1871-1876. 9 Cf. Lev 4:11-12:21. 10 Cf.
Hec_27:9; Fl. Josefo,
Ant. Jud. XIV 16,4. 11
Heb_9:11-14.
El Código de Santidad.
A quí comienza aquella sección del código que los autors apellidan
código de santidad (17-26). Abarca una verdadera miscelánea de preceptos morales y rituales, muchos de ellos contenidos ya en otros códigos, pero que en éste se hallan informados más particularmente por el principio de la santidad de Dios.
Este principio se halla expresado por ciertas sentencias que o no se encuentran en los otros códigos del Pentateuco o son en ellos muy raras. Tales son: Yo Yahvé1; Yo Yahvé, vuestro Dios;2 Sed santos, porque santo soy yo, Yahvé, vuestro Dios; 3 Yo Yahvé, que os santifico.4 Estas expresiones, puestas al fin de los preceptos, vienen a contener la razón de los mismos.
Se echa de ver una afinidad especial entre este código y el profeta Ezequiel, acaso porque éste era sacerdote y debía mirar más a la santidad del santuario de Dios y de su culto.
Para la debida inteligencia de lo que constituye la nota característica de este código, será bien que anticipemos una exposición más completa que las indicaciones hechas ocasionalmente en las páginas precedentes sobre el atributo divino de la santidad, que tanto resalta en el Antiguo Testamento.
La Santidad de Dios. Por la santidad el hombre aplica su mente y todos sus actos a Dios; y la religión presta a Dios el servicio que le es debido mediante el culto divino5
. En la Ley, el concepto de santidad es bastante amplio.
Santo, en hebreo
qados, es igual que limpio, puro; lo mismo que brillante, en hebreo
tahor. Se distingue de lo profano, que diremos laico, neutro, en hebreo
jol, y se contrapone a lo impuro, inmundo, en hebreo
tame. Entre los semitas, santo es el calificativo específico de los dioses, así como entre los griegos y romanos lo era el de
inmortal. Yahvé en la Biblia es el Santo, el Santo de Israel6. Como ante la claridad del sol todas las luces resultan oscuras, así ante la santidad de Yahvé todas las cosas resultan impuras. En los mismos ángeles halla El manchas, se dice en Job7. él Dios Santo es por esto mismo
excelso sobre todas las cosas;
excelso, no por el lugar que ocupa, sino por la excelsitud de su naturaleza. De aquí que la santidad viene a ser igual a
trascendencia. De este concepto de la santidad nace el de reservado,
prohibido en árabe, y, por lo mismo,
terrible para quienes no se hallen en condiciones de acercarse a ello. Así se dice en el salmo: Santo y terrible es su nombre.8
El hombre concibe las cosas divinas mediante las humanas. Para entender la majestad de Dios se fija en la majestad de los soberanos. Un pasaje de la Biblia nos ayudará a entender esto. Es la visita de Ester al rey Asuero. Nadie sin ser llamado podía presentarse ante el soberano. Ester, que goza de la dignidad de reina, no está excluida de esa ley. Pero la necesidad le obliga a aventurarse. Para ello se adorna de todas las galas que pudieran cautivar el corazón del soberano. Atravesando todas las puertas, se detuvo delante del rey. Hallábase éste sentado en su trono, revestido de todo el aparato de su majestad, cubierto de oro y piedras preciosas, y aparecía en gran manera
terrible. Levantando el rostro radiante de majestad, en el colmo de su ira, dirigió su mirada, y al punto la reina se desmayó y, demudado el rostro, se dejó caer sobre la sierva que la acompañaba9.
Otra página de la Sagrada Escritura nos declarará ahora la majestad de Dios, Rey soberano del cielo y de la tierra. Es el capítulo sexto de Isaías, en que el profeta cuenta su vocación al ministerio profético. Contempla el profeta al Señor en su palacio como un gran rey, sentado en su trono alto y sublime, cubierto de rico manto, cuyas haldas llenan el templo. En torno de El están los serafines, cada uno de los cuales tiene seis alas, y cubren con dos su rostro para no sentirse ofuscados por la majestad de Yahvé; con otras dos cubren sus pies, indignos de parecer ante la gloria del Señor, y con otras dos vuelan, mostrándose prontos para cumplir la voluntad de su Soberano. Y entretanto le aclaman a coros: ¡Santo, Santo, Santo, Yahvé Sebaot! ¡Toda la tierra está llena de su gloria! A esta aclamación de la santidad divina, el templo mismo se estremece en sus cimientos, y el profeta exclama aterrado: ¡Ay de mí! ¡Perdido soy!, pues siendo un hombre de impuros labios y que habita en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Yahvé Sebaot. Santidad terrible es la majestad del Rey soberano del cielo y de la tierra, a quien los mismos servidores de su casa no pueden mirar cara a cara. Pero delante del templo está el altar que participa de la santidad de Dios, y lo mismo el fuego que perpetuamente arde sobre él. Un serafín toma con unas tenazas una brasa encendida y, tocando con ella los labios impuros del profeta, los purifica, capacitándolo para proclamar ante el pueblo la santidad de Yahvé. Esto nos dará a entender lo que significa la santidad del Señor, santidad que es a la vez su majestad terrible.
La Santidad De Las Cosas Creadas. Como Dios es el principio de las cosas, así lo es de la santidad que se complace en comunicar a sus criaturas. Y por esto son santos los ángeles que forman su corte10, es santa su morada del cielo11, son santos los sacerdotes que aquí en la tierra se allegan a El para servirle12; es santo el templo, su morada terrestre13; lo es también el altar, en que se le ofrecen sacrificios14; santos son todos los enseres del culto, las ofrendas que a Dios se hacen15; santos los días que le están reservados16, y santas otras cosas, v.61., los primogénitos o los primeros frutos, que El se ha reservado para que sean sus soberanos derechos sobre todas las criaturas17, y santo ha de ser el pueblo que El se eligió para que le sirva18.
El principio supremo de la religión es que Dios habita en medio de su pueblo19. El Dios santo santifica su tierra y, sobre todo, santifica a su pueblo. Por eso exige de él la observancia de ciertas normas de vida en consonancia con esa santidad que de Yahvé le es comunicada. Yahvé habló a Moisés, diciendo: Habla a toda la asamblea de los hijos de Israel y diles: Sed santos, porque santo soy yo, Yahvé, vuestro Dios.20 Y en otra parte: Sed santos para mí, porque yo, Yahvé, soy santo, y os he separado de las gentes para que seáis míos21. Especialmente se dice que Dios santifica a los sacerdotes, consagrados a su servicio22. Y como El los santifica, haciéndolos participantes de su propia santidad, ellos deben santificarle a El, respetando en sí mismos la santidad recibida y viviendo conforme a las exigencias de la misma. Obrar de otro modo sería
profanar el nombre santo del Señor23, que los ha santificado.
Si queremos hacernos mejor cargo de estos conceptos, no tenemos más que mirar a nuestro alrededor. También para nosotros Dios es santo, y lo es el Hijo de Dios, Jesucristo, y los bienaventurados, que gozan de su presencia en el cielo, y es santísimo el sacramento de su cuerpo y sangre y lo es su imagen clavada en la cruz y hasta la cruz sola; la Madre de Jesús, María, es santísima, y santos son también los lugares en que se desarrolló la vida terrestre del Salvador y los instrumentos del culto y todas las cosas que de modo especial se relacionan con Dios. Por eso miramos lo santo con especial reverencia y lo conservamos separado de las cosas profanas.
La Perfección Moral de Dios. Todo esto nos ofrece un concepto de la santidad que podemos decir metafísica, a la cual se junta el concepto de la santidad moral***?. Dios, santo, se muestra en irreductible oposición al pecado, a la iniquidad, a la injusticia. Esto lo proclaman sobre todo los Profetas y los Salmos. Oigamos cómo Isaías reprueba el culto que le ofrecen los hombres de Judá. Cuando alzáis vuestras manos, yo aparto mis ojos de vosotros; cuando hacéis vuestras muchas plegarias, no escucho. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, limpiaos, quitad de ante mis ojos la iniquidad de vuestras acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda24. Aquí tenemos la santidad moral de Dios, la que exige también de los hombres como la única que les permite acercarse al Señor, según nos dice el salmo:
¡Oh Yahvé! ¿Quién podrá habitar en tu tabernáculo,
residir en tu monte santo?
El que anda en integridad y obra la justicia,
el que en su corazón habla verdad;
el que con su lengua no detrae,
el que no hace mal a su prójimo
ni a su cercano infiere injuria;
el que a sus ojos se menosprecia y se humilla
y honra a los temerosos de Yahvé;
el que, aun jurando en daño suyo, no se muda;
el que no da a usura sus dineros
y no admite cohecho para condenar al
inocente. Al que tal hace, nadie jamás le hará vacilar.25
Aquí tenemos un programa de vida santa que permite al que la practica acercarse con seguridad al Dios santo y terrible. San Pablo lo resume en aquellas palabras: Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá a Dios.26
La Impureza. -Como Dios es santo, así los espíritus malos, en asirio
utukku, son impuros. Es éste el calificativo que en los evangelios se da a los demonios. Y esto no es cosa nueva. También pensaban así los antiguos, que vivían obsesionados con la idea de los espíritus malos. Estos eran impuros, como que los tenían por fuentes de impureza, engendros del
arallu el infierno, causantes de todos los males que afligen a la humanidad27.
Esto no es decir que todas las impurezas tengan su origen en los espíritus malos, aunque tal vez muchas se deban a esta preocupación de los espíritus. Las de la Biblia las reducen a tres capítulos. El principio de la impureza es alguna corrupción o tendencia a ella. Son estos tres capítulos los cadáveres, los actos sexuales y los ciertos alimentos28.
Ya se deja entender la razón de declarar impuro un cadáver, sea de hombre, sea de bestia. El cadáver, por la corrupción que lleva consigo, es un foco de infección; quien lo toca queda inficionado y, por consiguiente, inmundo. Esta inmundicia será mayor o menor según las diversas condiciones de la persona que toca. En la persona consagrada por el sacerdocio o por el voto de nazareato, la impureza es mayor que en los simples fieles, porque es mayor la obligación de una mayor santidad.
Al cadáver podemos asimilar el leproso, entendida la palabra
lepra en el amplio sentido que le da la Escritura, de toda enfermedad cutánea. Todas estas enfermedades suelen ser contagiosas, y así la declaración de impureza es muy razonable29.
La generación de la vida es un misterio, y una maravilla del Creador la fecundidad otorgada a los animales para procrear otros a ellos semejantes. Sin embargo, la generación del hombre y cuanto a ésta rodea implica un no sé qué de impuro que ha hecho que los pueblos antiguos lo considerasen como opuesto a la santidad de la religión. Algunas de estas prohibiciones se fundan en causas, sin duda, racionales; por ejemplo, la impureza de la madre durante los cuarenta o sesenta días que siguen al parto30.
A la santidad moral, a la justicia, que es la perfección moral de Dios, ha de corresponder la justicia humana, obtenida por la perfecta observancia de la ley divina, y a esta justicia se opone el pecado, la iniquidad, que es un acto de rebeldía contra la voluntad de Dios, expresada en su Ley. Algunos moralistas investigan las condiciones que ha de revestir un acto para que sea pecaminoso. Y no lo es si no nace de la
voluntad libre, que a la vez exige el conocimiento. Pero para los antiguos no era así. Como en muchos casos la ley civil castiga los actos contrarios a sus preceptos sin atender a las condiciones de la infracción, así los antiguos consideraban como pecado todo acto material que fuera contra la voluntad divina expresada en la Ley31.
La Ley de Santidad y la Legislación de Ezequiel.
Toda esta legislación levítica sobre las exigencias de
santidad legal en el pueblo para que éste sea digno del Dios Santo tiene un gran paralelo con la legislación que el profeta del exilio traza para la futura organización teocrático-mesiánica ideal. Por ello, la crítica independiente sostiene que la legislación del Levítico es sustancialmente post-exílica y obra de la escuela de Ezequiel, que, como sacerdote, tenía gran preocupación por todo lo ritual y por los intereses de su casta sacerdotal. Pero, si bien hay muchas semejanzas entre ambas secciones legislativas, hay muchas desemejanzas sobre todo en lo relativo a fiestas y sacrificios. Así, en el Levítico se señala lo que en los sacrificios pertenece a los sacerdotes para que puedan subsistir, mientras que en el esquema ideal que señala Ezequiel se señalan tributos especiales en diezmos y primicias32. Nada se dice en Ezequiel, en la enumeración de fiestas, sobre la fiesta de Pentecostés. Tampoco se dice nada en éste del sacrificio vespertino, ni sobre el día de la expiación, ni del cordero pascual. Según
Lev_21:13-15, el sumo sacerdote sólo puede casarse con una virgen, mientras que los otros sacerdotes pueden casarse con viudas honestas, pero en la legislación de Ezequiel se prohibe a los simples sacerdotes casarse con viudas que no sean de otros sacerdotes difuntos. En Ezequiel no se menciona el sumo sacerdote ni el arca de la alianza. Todo esto prueba que no hay dependencia de la legislación levítica de Ezequiel y que más bien hay que suponer que éste conocía la tradicional, adaptándola en su esquema ideal a la nueva restauración mesiánica33.
1
Lev_18:5;
Lev_19:12. 2
Lev_18:4;
Lev_18:30;
Lev_19:3;
Lev_19:12. 3
Lev_19:2;
Lev_20:26. 4
Lev_20:8;
Lev_21:15;
Lev_21:23. 5 2-2 q.81a. 8. 6
Isa_1:4;
Isa_5:19;
Isa_5:24;
Isa_10:20. 7
Job_2:18. 8
Sal_99:3 9
Est_15:1-19 10
Deu_33:2. 11 Sal 10:5. 12
Lev_21:6. 13
Exo_15:13. 14
Lev_22:3.15. 15
Lev_12:4. 16
Exo_31:14;
Lev_23:2. 17
Exo_13:1;
Lev_27:28. 18
Exo_11:44. 19 Ex 29:45- 20
Lev_19:1-3. 21
Lev_20:25. 22
Lev_21:23;
Lev_22:16. 23
Lev_22:2. 24
Isa_1:15-17. 25 Sal 11. 26
Heb_12:14 27 E. Dhorme,
Religion assyro-babyloniennse 43s. 28 Cf. J. M. Lagrange,
études sur les religions sémitiques 147. 29 Lev 15. 30
Lev_12:15. Cf. Lagrange, o.c., p.144s. 31 Cf.
Lev_4:13;
Lev_4:22;
Lev_4:27;
Lev_5:14-17· 32 Cf.
Eze_44:29-30. 33 Sobre esta cuestión véase Hopfl,
Pentateuque et Hexateuque: Da III (1901); J. Couzard,
L'áme julve au temps des Perses: RB (1919) P-79; O. Boyo,
Ezechiel and the modern datyng ofthe Pentateuch: Princeton Theological Review, 6 (1908) 29-52; A. Van Hoonacker, Les
prétres et les lévites dans le livre d'Ezechiel: RB 8 (1899) 177-205; Id.,
Le sacerdote lévitique dans la loi et dans l'histoire des Hébreux (Lovaina 1899