Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 50 (Vg 49): El Culto Aceptable a Dios.
E sta composición salmódica es, por su contenido, muy afín al de la predicación profética: se rechaza el formalismo externo del culto cuando va desprovisto de un espíritu de compunción y de fidelidad a la Ley,
con sus preceptos relativos a los derechos de Dios y del prójimo 1. El salmo se divide en tres partes:
a) preludio: el poeta describe una teofanía de Yahvé, que se manifiesta en su majestad aterradora para destacar más la urgencia de cumplir lo que va a comunicar (1-6);
b) el culto formalista externo no tiene valor si no va acompañado de sentimientos religiosos internos,
respetando los derechos de Dios (7-15);
c) deben guardarse, ante todo,
los preceptos de justicia y caridad con el prójimo (16-23).
El estilo es el de los oráculos profetices,
haciendo hablar al propio Dios. La introducción recuerda la teofanías del Sinaí, que quedaron como modelo literario estereotipado para describir las terroríficas apariciones del Dios de Israel 2. Se apostrofa a los cielos y a la tierra, se interroga, amenaza, todo lo cual está dentro del estilo característico de los profetas. Es, pues, este salmo una composición didáctico-profética. El salmo anterior, 49, era un eco del sabio, mientras que éste lo es de los profetas; conforme al método característico sapiencial, el autor se dirige a todos los pueblos; aquí, según el característico método profético,
se dirige al pueblo de Yahvé 3. La doctrina versa sobre los
deberes hacia Dios y hacia el prójimo, conforme a la distribución general del Decálogo. Ya a Samuel se había dicho que Dios prefiere la bondad a los sacrificios, y la obediencia a los holocaustos.4 La doctrina del salmo se relaciona con lo expuesto en
Isa_1:11s y
Miq_6:6s. Esta verdad aparece después en la literatura sapiencial5.
El valor de los sacrificios es inferior a los deberes morales, y, sobre todo, aquéllos no tienen valor sin el cumplimiento de éstos. En el título el salmo se atribuye a Asa/, que era músico de David 6. Como hay cierta dependencia literaria respecto de los grandes profetas, hemos de suponer que es posterior al rey-poeta; así, puede ser eco cíe la predicación profética del siglo VIII al VI a.C. No pocos críticos prefieren rebajar la época de composición a los tiempos posteriores al destierro babilónico en razón de algunos supuestos arameísmos7.
Introducción: teofanía de Yahvé, que viene a juzgar. a Israel (1-6)
1
Salmo de Asaf. El Dios de dioses, Yahvé, habla, convoca a la tierra desde el levante al poniente. 2
Desde Sión, dechado de hermosura, Dios se mostró esplendoroso. 3
Viene nuestro Dios, y no en silencio; le precede un fuego devorador, en su derredor cruje furiosa tempestad, 4
Convoca desde arriba a los cielos y a la tierra para juzgar a su pueblo: 5
¡Reunid a mis piadosos, que sellaron con un sacrificio mi alianza! 6
Que los cielos promulguen su justicia, porque es Dios el que juzga. En esta teofanía de Yahvé se le presenta viniendo del centro de la teocracia, Sión, y mostrándose en su majestad fulgurante como en el Sinaí 8. Es presentado a los lectores de modo sobrecogedor para conseguir un efecto psicológico de temblor: la misma
tierra es invitada a comparecer ante el Juez soberano,
Yahvé, Dios de dioses. Los nombres de la divinidad se acumulan para impresionar más a los destinatarios:
Yahvé es, bajo este nombre, el Dios vinculado a los destinos de Israel como colectividad nacional; con su nombre de
Elohim, que traducimos por el genérico de Dios, dice relación a toda la obra de la creación y a toda la humanidad. El mismo Dios de la alianza-
Yahvé- es el Creador y Soberano de la historia humana 9. Como tal, está por encima de todos los supuestos
dioses de las gentes. Para el salmista,
el Dios nacional Yahvé es la realidad suprema de las cosas, que ahora se le manifiesta para juzgar al pueblo elegido por sus infidelidades. Su morada oficial en la tierra es
Sión, a la que se califica como
aechada de hermosura, es la delicia de toda la tierra de
Sal_48:3 10. En
1Ma_2:12, el templo es llamado nuestra beldad y nuestra gloria. Yahvé habita en el templo, sobre los querubines 11, y de esa morada oficial sale ahora, revestido de majestad y fulgor, a juzgar a su pueblo prevaricador. Y convoca a toda la
tierra en toda su latitud
desde el levante al poniente para que sea testigo de este juicio que va a hacer sobre el pueblo elegido.
La manifestación de Dios no es en silencio, sino ruidosa en extremo, pues lleva por escolta el
fuego abrasador y la furiosa
tempestad, sembrando el terror por doquier 12 y barriendo con sus rayos a todos los que se opongan a su paso. El profeta Habacuc describe así la teofanía de Yahvé: Su majestad cubre los cielos, y la tierra se llena de su gloria. Su resplandor es como la luz: de sus manos salen rayos, con que vela su poder. Delante de él va la mortandad, y a su zaga el azote. Si se detiene, hace temblar la tierra, y si mira, conmueve las naciones. Los montes eternos se resquebrajan, se abajan los eternos collados, sus antiguos caminos13. Pero el salmista no hace venir a Yahvé del Sinaí, como es ley en esta literatura cíe teofanías,
sino del propio templo de Jerusalén, para mostrar que, si bien mora en medio de ellos y los gobierna plácidamente, como mansamente descienden las aguas de Siloé 14, cuando
llega el momento de la justicia, sale de su templo a castigar a los transgresores.
Por exigencias de su naturaleza tiene que vivir en una atmósfera de santidad, y por ser el Santo de Israel no puede tolerar habitar en medio de un ambiente de infidelidad religiosa 15. Los
cielos y la
tierra deben ser testigos de su intervención judicial, pues toda la creación debe apercibirse de las exigencias de su justicia ultrajada; y, en concreto, los
cielos y la
tierra han sido testigos de las defecciones de Israel a través de la historia 16. El poeta, en un arranque oratorio,
invita a la naturaleza muda a asistir al juicio contra el pueblo pecador. En el cántico de Moisés 17 se toma a los
cielos y a la
tierra como testigos de las acusaciones que el profeta va a lanzar. Isaías invita también a los cielos y a la tierra a escuchar las palabras de Yahvé, ya que su pueblo no quiere escuchar 1S. El salmista da a los
cielos y a la
tierra.categoría de jueces, pues cita a los acusados ante ellos
y les pide que den sentencia conforme a las exigencias de Dios (v.6).
Como a jueces, pide a los
cielos y a la
tierra que hagan comparecer a los
piadosos que sellaron con un sacrificio la alianza (v.5), es decir, a los israelitas, que, como tales, están teóricamente vinculados
a Dios y son objeto de su especial providencia y protección. Desde los tiempos del Sinaí, Israel quedó obligado a su Dios, y sus deberes quedaron sancionados por el
sacrificio de la alianza 19. Esta práctica se repitió a través de las nuevas generaciones: los sacrificios del templo eran como una reiteración implícita de la alianza y de sus obligaciones. En el Libro de la alianza se sancionó la práctica ritual de los sacrificios como
expresión de reconocimiento de la soberanía del Dios de Israel 2°. Yahvé aquí, en el salmo, recuerda este rito para hacer ver la obligación que tienen los israelitas de cumplir sus preceptos, que formaban parte esencial de la
alianza sellada con el sacrificio. El poeta pone de nuevo por testigos a los ciélos para que den su veredicto (
promulguen su justicia...)
sobre la conducta infiel de los que se habían comprometido con una
alianza solemne sellada con sacrificios.
Los cielos son la morada por excelencia de la divinidad, y, por tanto, aparecen asociados al Dios que juzga, el único que en realidad puede dar un veredicto de justicia (v.6).
Los sacrificios externos solos no son aceptos a. Dios (7-15)
7
¡Oye, pueblo mío, que te hablo yo; que testimonio contra ti, oh Israel! Yo soy Elohim, tu Dios. 8
No te reprendo por tus sacrificios ni por tus holocaustos, que están siempre ante mí. 9
No tomaré becerros de tu casa, n1 Machos cabríos de tus apriscos; 10
porque mías son todas las bestias de la selva y los miles de animales de los montes. 11
Yo conozco todas las aves de los cielos 21
, y todo lo que en el campo se mueve me pertenece. 12
Si tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el mundo y cuanto lo llena. 13
¿Como yo acaso la carne de los toros? ¿Bebo acaso la sangre de los cabritos? 14
Ofrece a Dios sacrificios de alabanza y cumple tus votos al Altísimo. 15
E invócame en el día de la angustia; yo te libraré y tú me glorificarás. Como en los oráculos proféticos, Yahvé pide aquí atención a sus palabras, enunciando su contenido general 22.
Dios es aquí el acusador y el juez, como en el exordio anterior los
cielos y la
tierra eran a la vez testigos y jueces. En los esquemas literarios son posibles estas aparentes anomalías jurídicas, porque los autores juegan con diversos planes de enfoque del tema, y según el matiz de cada uno dramatizan el desarrollo de las ideas. Así, enfáticamente,
Yahvé se presenta como el Dios nacional de Israel, con lo que insinúa sus derechos a ser atendido,
no sólo como Creador, sino como plasmador en la historia de la conciencia nacional israelita dentro
de una organización teocrática solemnemente sancionada con una alianza. Yahvé habla aquí a
Israel como colectividad histórica, como pueblo elegido con una misión concreta. Por eso
testimonia contra su conducta;
Yahvé es, pues, a la vez testigo, acusador, fiscal y juez 23.
Su requisitoria empieza con la declaración de que no se queja por la falta de sacrificios ofrecidos, que diariamente están
ante El (v.8). En la legislación se imponían ciertos sacrificios
como homenaje a Yahvé, pero en el supuesto de que estos actos de culto externo incluyeran la obediencia a sus mandatos. Ahora los israelitas cumplen sólo la primera parte: la ofrenda de
sacrificios. Por ello no les
reprende bajo este aspecto, sino por la falta de religión interior y de moral. Mañana y tarde se ofrecían sacrificios en el templo 24, y esta práctica subsistió hasta la destrucción del recinto sagrado y aun después de su reconstrucción.
Pero este cumplimiento de la Ley en lo referente a los sacrificios es lo menos importante en la apreciación divina,
ya que Yahvé no tiene necesidad de nada, pues de El son todas las bestias y animales del campo. Los
sacrificios, unos eran públicos y otros de devoción privada. En los
holocaustos se quemaba toda la víctima en el altar, y por ello eran los más perfectos 25. Al lado de éstos estaban los
pacíficos y los expiatorios por el
delito y por el
pecado 26. Los israelitas, por su cuenta, hacían sacrificios de diversa índole según las circunstancias lo reclamaran. Aquí Yahvé supone que los israelitas cumplen normalmente con sus obligaciones sacrificiales particulares, aparte cíe los sacrificios públicos el cotidiano por la mañana y por la tarde, y otros en los novilunios y fiestas de Pascua, Pentecostés y Tabernáculos , que ofrecía oficialmente la clase sacerdotal en nombre de la nación 27. El salmista no concreta el tipo de
sacrificios a que alude, pero no interesa para resaltar
la idea general de que Dios no se queja del incumplimiento de la obligación de ofrecer sacrificios (v.8).
Los v.9-13 insisten
sobre el hecho de que Dios no necesita víctimas sacrificiales, pues suyos son todos los vivientes que pueden servir para el altar. No se quiere condenar los sacrificios culturales del templo en el v.5 se afirma el valor de la alianza santificada por los sacrificios, y en los v.14 y 23 se recomiendan los sacrificios eucarísticos , sino destacar que son algo accesorio en comparación a las exigencias del código religioso y moral del Decálogo. La sustancia de la
alianza del pueblo con Yahvé radica en el cumplimiento de las cláusulas de la misma en sus líneas esenciales ético-religiosas. Los israelitas creían que Yahvé estaba irritado con ellos porque no le ofrecían suficientes sacrificios que tuvieran la virtud de aplacarle,
pero Dios sale al paso de esta conjetura, diciendo que no está irritado con ellos por falta de sacrificios, pues no los
reprende sino por la falta de la entrega íntima y sincera del corazón 28.
Los espíritus simplistas creían que Yahvé tenía necesidad de las víctimas, como si tuviera
hambre, como los seres humanos. Si así fuera, le bastaría echar mano de los animales de la selva, que le pertenecen (y. 12). Según los pueblos gentiles, sus divinidades tenían necesidad de alimentos materiales. El salmista reacciona contra esta concepción burda, que parece tenía eco en el pueblo, contagiado por los otros cultos idolátricos: los sacrificios no son alimento de Yahvé (v.13), sino un mero reconocimiento externo de su soberanía, pero en el supuesto de que la conducta moral vaya en consonancia con esta manifestación exterior de acatamiento a la soberanía divina 29. En ese supuesto, se invita a los israelitas a ofrecer
sacrificios de alabanza o de acción de gracias, cumpliendo puntualmente los
votos hechos al
Altísimo (v.14). Esto supone en la perspectiva del salmista un reflejo de mayor interioridad del alma 30. En todo caso, aun sin sacrificios,
Yahvé está dispuesto a ayudar a los suyos cuando le invocan en los momentos de angustia31; después de ser liberado de esa situación, debe
glorificar a Yahvé, reconociendo sus beneficios. La panorámica del salmista es muy espiritualista, y, sin rechazar los sacrificios cruentos, no les otorga un valor talismánico para aplacar a Dios; al contrario,
cree que hay otras manifestaciones religiosas más íntimas y aceptas al Altísimo.
Contra la hipocresía religiosa (16-23).
16
Pero al impío di cele Dios: ¿Quién eres tú para enumerar mis mandamientos y tomar en tu boca mi alianza, 17
tú que aborreces la disciplina y echas a la espalda mis palabras? 8
Si ves a un ladrón, corres con él, y tienes tu parte con el adúltero. 19
Abandonas tu boca al mal, y tu lengua urde el engaño. 20
Sentado hablas contra tu hermano, y contra el hijo de tu madre esparces la calumnia. 2
l Esto haces, y ¿voy a callarme? ¿Creíste que era yo como tú? Yo quisiera corregirte, poniendo esto ante tus ojos. 22
Entended, pues, los que os olvidáis de Dios, no sea que os destroce, sin que haya quien os libre. 23
El que me ofrece sacrificios de alabanza me glorifica; y a quien sigue el camino, le mostraré la salvación de Dios.
En esta sección segunda, el salmista considera las relaciones con el prójimo, como en la anterior se hablaba de las relaciones del israelita con Dios. El que hace caso omiso de los
mandamientos de Dios no tiene derecho a hacer gala de ellos, repitiéndolos con hipocresía ante los demás (v.16). Ellos
son las palabras de Dios, y la síntesis de su alianza 32. El salmista tiene en su mente a los que se dedican a estudiar la Ley divina, pero que hacen caso omiso sistemáticamente de ella; es el eterno divorcio del dogma y la moral en la vida práctica de una sociedad que padece inflación religiosa, como en la teocrática de Israel. El credo religioso
impone una disciplina y modo de obrar en consonancia con los principios teóricos aceptados. En la sección anterior se reprobaba el formulismo litúrgico externo, vaciado de vida interior; ahora se declara la inconsecuencia del que hipócritamente hace gala de su religión y hace tabla rasa de los mandamientos divinos, y se enumeran las transgresiones contra los preceptos de la segunda tabla del Decálogo, relativos a los deberes con el prójimo 33: robo, adulterio, difamación... Ni se respetan las relaciones de sangre, pues se difama al
hermano 34. ¡A tal estado de degeneración ha llegado la sociedad! Todo esto está clamando por la intervención justiciera de Yahvé, que no puede
callarse (v.21). Dios no es un juez venal, que se deja comprar por dádivas los
sacrificios , para cerrar los ojos a todos los desórdenes morales de los que hipócritamente invocan sus
palabras. Ante todo están las exigencias de su justicia insobornable, y por eso tiene que
corregir, declarando ante los ojos de los malvados su falsa conciencia. En consecuencia,
si viven olvidados de Dios, su intervención punitiva terminará por destrozarlos, sin posibilidad de salvación. Aquí Dios es comparado a una fiera salvaje, que ataca a la presa y la desgarra despiadadamente 35. El salmista termina por declarar las dos condiciones necesarias para conseguir la
salvación de parte de Dios:
ofrecer sacrificios de alabanza o de acción de gracias (los sacrificios pacíficos, que iban seguidos de un convite de comunión con la divinidad) 36, y
seguir el camino trazado por sus preceptos relativos
a los deberes para con el prójimo (v.2s).
1 Cf.
Isa_1:10-20;
Jer_7:3-28; Ain 5:21. 2 Cf. Ex 9;
Deu_33:3;
Jue_5:4;
Hab_3:3-6;
Job_38:1;
Job_40:6;
Sal_18:8-13. 3 A. F. Kirkpatrick, o.c., 276. 4
Sam 15:22. 5 Cf.
Pro_21:3;
Eco_35:1-7;
Sal_40:7;
Sal_41:17s;
Sal_69:31s; 15;
Sal_24:25. 6 Cf.
2Cr_29:30 : se le considera como profeta. Los asuj'itas eran cantores y timbalistas leí templo (cf.
2Cr_35:15;
Esd_2:41;
Esd_3:10). Doce salmos se atribuyen a Asaf, de familia evítica. levítica. 7 Cf. E. Podechard, O.C., 229. 8 Cf.
Exo_13:16s. 9 En
Jos_22:22 encontramos la misma combinación de nombres divinos (cf.
Deu_4:31;
Gen_33:20;
Gen_46:3;
Deu_6:15;
Deu_7:9). 10 Cf. Lam2,rs. 11 Cf.
Sal_80:2. 12 Cf.
Deu_4:24;
Deu_9:3;
Heb_12:29;
Sal_58:10;
Isa_29:5;
Exo_19:16.18;
Sal_18:8s;
Sal_97:35. 13 Rab 3:4s. 14
Isa_8:6. 15 Cf. Is 6:2s. 16 Cf.
Deu_4:26.32;
Deu_31:28;
Deu_32:1;
Isa_1:2; Miq 1:
Sal_2:6 :1-2. 17 Cf.
Deu_31:28. i
Isa_1:2. 19 Cf.
Exo_24:53. 20 Cf.
éxo_20:245. 21 El TM dice aves de los montes. Los LXX y antiguas versiones dicen aves del cielo, lo que se adapta mejor al contexto. 22 Cf.
Isa_1:10;
Isa_28:14;
Isa_44:1;
Isa_48:1;
Isa_51:1;
Jer_2:4;
Miq_3:1;
Gen_15:7;
Exo_3:6. 23 Cf. 8
éxo_50:9. 24 Cf.
Num_28:35. 25 Cf. Lev 1:1s. 26 Cf. Lev 4:1 s. 27 Cf. Levó.is. 28 En la tradición popular se medía la piedad religiosa por el número de los sacrificios (cf.
2Sa_6:13.17;
1Re_8:5.62-65;
1Cr_15:2;
1Cr_16:1;
Esd_6:17;
Neh_10:33-40). 29
Cf.
Sal_69:305;
Ose_14:2. 30 Cf.
Lev_7:16;
Sal_61:7. 31 Cf.
Sal_20:2. 32Cf.
Exo_20:1 ;
Deu_5:19. 33 Cf.
Miq_7:6;
Jer_9:4. 34
Gen_27:29. 35 Cf.
Sal_7:3. 36 Cf.
Lev_7:19-21.