Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Segunda parte: Las visiones proféticas sobre el futuro, 4:1-22:5.
E sta segunda parte del Apocalipsis anuncia
las cosas que han de suceder después de esto l, y abarca casi todo el cuerpo del libro. La idea central de esta segunda parte es el misterio del reino de Dios, que se manifestará al toque de la séptima trompeta 2. Cuando comienza a realizarse este misterio, el diablo prepara una gran persecución, que terminará con el juicio de los perseguidores (c.18-19) y la venida del reinado de mil años (20:1-6). Acabado el período de mil años, el diablo vuelve de nuevo a hacer la guerra a los santos. Pero es vencido por Cristo, y entonces tiene lugar el juicio final y las bodas del Cordero (20:7-22:5). Los capítulos 4-11 pueden considerarse como una especie de introducción a la gran profecía de toda la segunda parte, que comienza propiamente en el capítulo 12. El profeta nos presenta primeramente, en los capítulos 4-5, el escenario, o sea la corte del cielo, desde donde Dios Padre y el Cordero redentor dominan todos los sucesos de la historia que va a narrar. Después viene la apertura de los siete sellos por el Cordero (c.6-7), que prepara las escenas de las siete trompetas (c.8-11), las cuales dan principio a la realización del misterio de Dios.
Visiones Introductorias a la Parte Profética, c. 4-5.
San Juan, antes de comenzar a hablar de las cosas futuras, tiene una visión, en la cual ve el cielo. Y en el cielo ve un trono sobre el cual estaba sentado el Señor omnipotente rodeado de toda su corte celeste (4:1-11). Después ve también en el mismo cielo al Cordero redentor, que toma en su mano la guía de la historia, que va a ser revelada a Juan (5:1-14). Las descripciones de San Juan están inspiradas en otras descripciones, bastante parecidas, que se encuentran en muchos apócrifos. Sin embargo, San Juan ha transformado lo que él copiaba: ha simplificado y ha dado mayor firmeza a las descripciones apocalípticas, dándoles una majestad y un sentido religioso que no poseían 3.
1 Tácito, Arma/
Est_2:47;
Est_4:55. 2 Herodoto, 1:55; Esquilo, Los persas 45. Cf. H. Butler,
Sardis (Princeton 1922-1930); G. Hanfmann,
Sardis: Illustrated London News 234 Ü959) 924; Basor 154 (1959) 5-35- 3
Rev_1:20. 4 Cf.
Rev_1:4. 5
Hec_2:33;
Jua_16:14; E- B. Allo, o.c. p.47. 6
Jua_16:7.143. 7
Jua_14:16.26. 8
Tob_12:15. 9 Algunos autores creen que se da aquí un juego de palabras:
tiene nombre de vivo (üôé æñ5), que pudiera hacer referencia al nombre del obispo, llamado tal vez
Zósimo, el que vive. Cf. S. Bartina, o.c. p.643. 10
Mat_24:42-51;
Mat_25:13;
Mar_13:35;
Lev_12:39ss; cf.
1Te_5:2;
2Pe_3:10. 11 Cf. E. B. Allo, o.c. p.47. 12
Rev_19:14;
Rev_15:6;
Rev_1:12-17. 13 Cf.
1Jn_2:133;
1Jn_5:4s. 14
Rev_7:9.135. 15
Exo_32:32-33;
Sal_69:29. 16 C f .
Isa_4:3. 17
Dan_12:1. Cf. J. Bonsirven,
Le Judaísme palestinien I p.iSgss. 18 Cf.
Mat_10:32;
Luc_10:20;
Flp_4:3;
Rev_20:11-15;
Rev_21:27. 19 Cf.
Luc_9:26. 20 San Ignacio De Ant., Ad Phil. 3:5:10. Véanse W. Ramsay, Histórica! Geography of Asia Minor (Londres 1890) p.121; V. Tshrerikower, Die hellenistischen Stddtengründungen von Alexander der Gross bis auf die Romerzeit (Lipsias 1927) p.17955; Dictionnairede la Bible de Vigouroux, art. Philadelphia 5:261. 21 Gf.
Mar_1:24;
Luc_1:35;
Luc_4:34;
Jua_6:69;
Hec_3:14 22 Mt 24:35. 23 Cf.
Jua_1:9;
Jua_4:23;
Jua_7:28;
Jua_15:1;
Jua_17:3;
1Jn_2:8;
1Jn_5:20;
Rev_3:14;
Rev_6:10;
Rev_16:7;
Rev_19:2.9.11; 21,5s. 24
Mat_16:19. 24
Mat_16:19. 25
1Co_16:9;
2Co_2:12;
Col_4:3. 26 AdPhilad.3,i. 27
Isa_43:4. Cf. C. spicq,
ágape III p.iao. 28
Rom_11:25-27. 29 Cf.
Rev_21:22. 30 Gf.
Efe_2:21. 31 Gf.
1Re_7:15-21;
2Cr_3:15-17. 32 7:3; 14:1; 22:4. 33
Ant. lud. 14:10:20. 34 Cf. Tácito, ármales 14:29. 35 Cf. W. M. Ramsay,
The Cities and Bishoprics ofPhrygia (Oxford 1895) I 1-83.34235; II 512ss.542ss.785ss; E. Beurlier,
Laodicée, en
Dict. de la Bible 4:86. 36 E. B. Allo, o.c. p.57. 37
Col_2:1;
Col_4:13-16; cf.
Hec_19:10. 38 El 'Amen hebreo vale tanto como firme, fiel, que inspira confianza. 39
Jua_1:3 40
Rev_1:18. 41 Col 1:15.16.18. 42 Col 4:16. 43 A propósito de la tibieza de los laodicenses se pueden consultar J. Alonso, El sentido de tibieza en la recriminación de la iglesia de Laodicea: Miscelánea Comillas 19 (1953) 121-130; El estado de tibieza espiritual en relación con el mensaje del Señor a Laodicea (Comillas 1955) 94; J. B. Bauer, Salvator nihil médium amat (
Rev_3:15;
Mat_25:29;
Heb_4:12): VD 34 (1956) 352-355- 44 Cf.
Col_1:27;
Col_2:3. De los polvos frigios empleados como colino nos hablan varios autores antiguos: Horacio, Satir. 1:5.30; Juvenal, 6.579; Celso, 6.7; 7:74. 45
Pro_3:12. 46 Cf.
Pro_13:24;
Job_5:17; véase
1Co_11:32;
Heb_12:6ss. 47 Cf.
Can_5:2. 48 Cf.
Lev_24:13-35. 49 Cf.
Lev_14:15;
Isa_25:6. 50 E. B. Allo, o.c. p.s6. 51
1Jn_41:16. 52
Rev_20:4. 5
3Jn_1:5 :27 54
Mat_19:28.
Capítulo 4.
El Dios omnipotente y su corte,Mat_4:1-11.
1
Después de estas cosas tuve una visión, y vi una puerta abierta en el cielo, y la voz, aquella primera que había oído como de trompeta, me hablaba y decía: Sube acá y te mostraré las cosas que han de acaecer después de éstas* 2
Al instante fui arrebatado en espíritu y vi un trono colocado en medio del cielo, y sobre el trono, uno sentado. 3
El que estaba sentado parecía semejante a la piedra de jaspe y a la sardónica, y el arco iris que rodeaba el trono parecía semejante a una esmeralda.4
Alrededor del trono vi otros veinticuatro tronos, y sobre los tronos estaban sentados veinticuatro ancianos, vestidos de vestiduras blancas y con coronas de oro sobre sus cabezas. 5
Salían del trono relámpagos, y voces, y truenos, y siete lámparas de fuego ardían delante del trono, que eran los siete espíritus de Dios. 6
Delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal, y en medio del trono y en rededor de él, cuatro vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. 7
El primer viviente era semejante a un león, el segundo viviente, semejante a un toro, el tercero tenía semblante como de hombre y el cuarto era semejante a un águila voladora. 8
Los cuatro vivientes tenían cada uno de ellos seis alas, y todos en torno y dentro estaban llenos de ojos, y no se daban reposo día y noche, diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que viene. 9
Siempre que los vivientes daban gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos, 10
los veinticuatro ancianos caían delante del que está sentado en el trono, y se postraban ante el que vive por los siglos de los siglos, y arrojaban sus coronas delante del trono, diciendo: 11
Digno eres, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas. San Juan es transportado en espíritu al cielo4, en donde permanecerá hasta el capítulo 10. Allí contemplará las cosas celestiales y el anuncio de los sucesos futuros que tendrían lugar sobre la tierra. El cielo es considerado siguiendo la concepción de los antiguos babilonios como una bóveda sólida, en la cual se abren puertas de acceso 5. Por una de ellas entra San Juan en el cielo, en donde Dios habita con su corte celestial. Pero antes de entrar oye una
voz, que era la misma que había oído antes 6. Era la voz de Cristo revelador que aquí va a hacer de guía de Juan. Hasta ahora Jesucristo le ha mostrado cosas que son 7; mas en adelante le va a mostrar
las cosas que han de acaecer en el futuro (v.1). Estas serán de grande importancia para la Iglesia y para el mundo. Por eso, el vidente de Patmos ha de poner la mayor atención posible a lo que viere y oyere. Esta es una especie de introducción muy propia de los escritos apocalípticos judíos.
Al entrar en el cielo, lo primero que ve Juan es
un trono, y a
uno que esta sentado en ese trono (v.2), rodeado de sus asistentes. La descripción que nos ofrece San Juan de la corte de Dios está inspirada en las visiones de los profetas Isaías, Ezequiel y Daniel, y tiene también puntos de contacto con las descripciones de la apocalíptica judía. Pero es más original que ésta. Es, además, relativamente sobria y llena de grandeza y de significación. Dios aparece como el Señor del universo y de los siglos. En el cielo, desde donde son dirigidos todos los sucesos del universo, Juan verá cómo el Señor Dios omnipotente confiere al Cordero el poder de su reino 8. Sin embargo, San Juan evita el nombrar y el describir en forma humana a aquel que está sentado sobre el trono, el cual habita en una luz inaccesible, y al que nadie ha visto ni puede ver 9. El autor sagrado tiene conciencia de ver solamente figuras de realidades invisibles. Por eso evita, más todavía que Ezequiel en el que se inspira especialmente nuestro autor , toda descripción antropomórfica de la divinidad. De ahí que no diga como Ezequiel: sobre el trono había una figura
semejante a un hombre que se erguía sobre él; y lo que de él aparecía, de cintura arriba, era como el fulgor de un metal resplandeciente, y de cintura abajo, como el resplandor del fuego, y todo en derredor suyo resplandecía10. San Juan, para indicar misteriosamente la divina presencia, recurre al resplandor de piedras preciosas y del arco iris (v.3). También el profeta Ezequiel representa el trono de Dios rodeado de un resplandor como el del arco iris n. Probablemente el
jaspe sería translúcido, como un cristal; la
sardónica debía de ser de color rojizo muy intenso y, finalmente, el
arco iris aparecía con color esmeralda en sus diversos matices. Los autores bíblicos imaginaban la Divinidad rodeada por un halo de luz verde que la cubría como si fuera un manto 12. San Juan muestra un gusto especial por los colores vivos 13; manifestándose, al mismo tiempo, como un maravilloso colorista.
Los reyes de la tierra solían tener un consejo de ancianos 14 que les asistían en el gobierno del reino. Pues bien, al rey del cielo y de la tierra no le podía faltar este elemento de ornato aunque en realidad como Dios sapientísimo no necesite de su consejo para dar realce a la majestad de su corte. Los
veinticuatro ancianos del v.4 forman como un senado de honor que rodea el trono de Dios. Se discute entre los autores quiénes sean estos ancianos. Para unos serían hombres glorificados o santos del Antiguo Testamento 15. Para otros habría que identificarlos con los doce patriarcas y los doce apóstoles, que simbolizarían al Antiguo y Nuevo Testamento. Otros ven en el número
veinticuatro un número simbólico, que estaría inspirado en las veinticuatro clases sacerdotales que servían en el templo. Sin embargo, teniendo en cuenta que en esta primera parte de la visión Dios se presenta simplemente como Creador (cf. v.6-8.n), creemos más conforme con el contexto ver en los veinticuatro ancianos
angeles a quienes Dios ha confiado el gobierno de los tiempos. Son dice el P. Alio como ángeles custodios universales.16 Están sentados en sus tronos,
vestidos de blanco y con una
corona de oro sobre sus cabezas. Todo esto simboliza su poder y su gran dignidad. Las vestiduras blancas significan el triunfo y la pureza. Las coronas simbolizan su autoridad y la parte que toman en el gobierno del mundo. Y son
ancianos por su gobierno secular. Pero no sólo reinan, sino que también ejercen oficios sacerdotales en la liturgia celeste 17. Están como dice el P. Alio a la cabeza de la iglesia celeste, y por eso representan idealmente a la humanidad rescatada, cuyas oraciones ellos ofrecen a Dios 18. Se los verá asociarse sin cesar a los sucesos de la tierra y al progreso del reino de Dios 19. También pudiera suceder que San Juan los llamara
ancianos, ðñåóâýôåñïé, por este motivo. El número de
veinticuatro corresponde a las doce horas del día, sumadas a las doce de la noche. En las ruinas de algunas sinagogas antiguas se han encontrado representaciones del tiempo, bajo el símbolo de los doce signos del Zodíaco, de los doce meses y de las cuatro estaciones del año. Por donde se ve que la idea de que el tiempo toma también parte en la glorificación del Rey de los siglos no era extraña al pensamiento judío 20. Hay también algunos autores que ven en este número una alusión a las veinticuatro divinidades estelares de la astronomía babilónica.
No sólo los veinticuatro ancianos dan realce a la majestad de Dios, sino que también la naturaleza contribuía a esto con
truenos y relámpagos (v.5), como en la teofanía del Sinaí 21. Los truenos y relámpagos son la imagen tradicional de la voz y de la acción
ad extra de Dios, sobre todo en las teofanías. Simbolizan, al mismo tiempo, el poder terrible que Dios tiene, y que manifestará castigando a los transgresores de su ley y a sus enemigos. Las
siete lámparas de fuego., que eran los siete espíritus de Dios (v.5), creemos que son expresiones para designar al Espíritu Santo. De este modo, San Juan contemplaría a la Trinidad beatísima: junto al Padre, sentado sobre el trono, estarían Jesucristo, el Cordero y el Espíritu Santo. Este, que es único, se presenta como múltiple por la abundancia de sus dones. Las siete lámparas y los siete espíritus simbolizan los siete dones del Espíritu Santo, que comunica a los hombres y por medio de ellos se da a conocer 22. La imagen empleada por San Juan procede del candelabro de siete brazos 23, que ardía noche y día en el templo de Jerusalén, y que el profeta Zacarías recuerda en una de sus visiones 24. También puede tener relación con el oráculo de Isaías referente al Espíritu septiforme que había de reposar sobre el Mesías 25.
Delante del trono ve el profeta
como un mar de vidrio semejante al cristal (v.6). Es evidentemente el firmamento tal como se lo imaginaban los hebreos 26, y particularmente la literatura apocalíptica. Según las ideas cosmológicas de los antiguos, sobre el firmamento sólido estaban las
aguas superiores o el océano celeste del
Testamento de Leví 27. Pues bien, este mar sobre el firmamento forma como el alfombrado del templo celeste sobre el cual reposa el trono de Dios. Y este asombroso alfombrado del cielo era como de vidrio, material muy estimado en la antigüedad. También el profeta Ezequiel concibe el piso del cielo como si fuera de cristal, y sobre él está colocado el trono de Dios 28. San Juan ve, además,
en medio del trono y en rededor de él cuatro vivientes. La posición de estos seres vivientes
no resulta fácil de explicar. Sin embargo, creemos que la mejor explicación en analogía con la visión de Ezequiel 29, de la que evidentemente depende es la que coloca cada uno de los cuatro vivientes al pie de cada una de las cuatro caras del trono, mirando hacia los cuatro puntos cardinales. Para el profeta que mira el trono desde la parte delantera, uno de los vivientes está en medio y los otros en rededor. La descripción de los cuatro vivientes es parecida a la de Ezequiel 30, aunque más sencilla y con algunos puntos de contacto con Isaías 31. En lugar de los cuatro aspectos
(panim) de los
Kerub de Ezequiel, aquí cada animal sólo tiene uno. Estos cuatro vivientes del Apocalipsis están tomados sin duda de
Eze_1:10, y representan los cuatro reyes del reino animal: el león, rey de las fieras; el toro, rey de los ganados; el águila, rey de las aves, y el hombre, rey de la creación. La figura bajo la cual se presentan sugiere que representan lo que hay de más noble, de más fuerte, de más sabio y de más rápido en el conjunto de la creación.
La tradición cristiana se ha servido de estos cuatro vivientes, que sostienen y transportan el trono de Dios para simbolizar a los cuatro evangelistas, que forman la cuadriga de Jesucristo. San Mateo es designado por el hombre, por empezar su evangelio con la genealogía
humana de Cristo. San Marcos es representado por el león, ya que empieza su evangelio con aquella frase: Voz de quien grita en el desierto 32; y en el desierto es el león el que ruge. San Lucas es simbolizado por el toro, porque su evangelio empieza con la historia del sacerdote Zacarías 33. Y el sacerdote del Antiguo Testamento era el que sacrificaba los toros para los sacrificios del templo de Jerusalén. Y, finalmente, San Juan es significado por el águila. La razón de esto está en que desde el prólogo de su evangelio se remonta con vuelo de águila hasta las alturas de la misma Divinidad 34.
Los cuatro vivientes estaban
llenos de ojos por delante y por detrás. Ezequiel, en cambio, pone los ojos sobre las ruedas del carro de Dios 35. Los ojos son para ver, luego estos vivientes deben de tener algún oficio en el
gobierno del mundo. Por otra parte, el número cuatro responde a las cuatro partes del mundo, como sucede frecuentemente en el Apocalipsis 36. Además, todo el contexto nos inclina a creer que los cuatro vivientes son seres de los cuales Dios se sirve para el gobierno de la creación y que le dan gloria en nombre de ella. Según el libro apócrifo de las
Parábolas de Henoc 37, está encomendado a tres clases de ángeles el guardar el trono de la gloria del Señor, sin dormir jamás: los
Serafim, los
Kerubim y los
Ofanim 38. Los
Ofanim 39 tenían innumerables ojos para indicar que eran los ministros de Dios en el gobierno del mundo y que debían atender a todo lo que sucedía en las diversas partes del orbe40. Al mismo tiempo, los
Serafim, los
Kerubim y los
Ofanim eran los encargados de cantar el
Trisagion: Santo, santo, santo es el Señor de los Espíritus. El llena la tierra con espíritus41. Los vivientes de San Juan reúnen las características de estas tres clases de ángeles: tienen las seis alas de los
Serafim42, los numerosos ojos de los
Ofanim43, y están debajo del trono de Dios como los
Kerubim de Ezequiel.
Según una interpretación propuesta ya por San Ireneo y Andrés de Cesárea, estos
vivientes serían los cuatro ángeles que están al frente del gobierno del mundo material. Su número corresponde al número simbólico del cosmos, pues existen cuatro regiones del mundo en que estamos, como se expresa San Ireneo44. Sus ojos simbolizan la ciencia universal y la providencia divina. Y dan gloria a Dios sin cesar por su obra creadora45. También San Ireneo ve simbolizados en estos cuatro animales a los cuatro evangelistas, como ya dejamos explicado.
Los cuatro vivientes tenían seis
alas (v.8), como los serafines de Isaías 46. No sabemos por qué tienen seis alas y no cuatro los cuatro vientos , que eran las que tenían los querubines de Ezequiel47. Y al abrir las alas aparecían sus cuerpos llenos de ojos todo en derredor. De igual modo que los serafines de Isaías, no cesan ni de día ni de noche de ensalzar la santidad del Señor Dios todopoderoso. La triple aclamación el trisagio48 a la santidad divina quiere poner de relieve la trascendencia divina, separada de todo lo contaminado y de toda maldad. La triple repetición de Santo es una manera de expresar el superlativo, muy propia de la lengua hebrea. Santo, santo, santo equivale, por lo tanto, a santísimo o
supersantísimo. Los misteriosos vivientes aclaman, pues, la santidad de Dios y, al mismo tiempo, su omnipotencia y eternidad. Por eso no cesaban de repetir:
Sanio, santo, santo es el Señor Dios todopoderoso, el que era, el que es y el que viene (v.8). Tenemos aquí una magnífica alabanza a la divinidad, a la omnipotencia y a la eternidad de Dios 49. Esta hermosa doxología se inspira en
Isa_6:3, y corresponde al Sanctus que nosotros cantamos en la misa. La liturgia de la Iglesia es, en efecto, una participación terrestre de la liturgia celeste.
Siempre que los cuatro
vivientes daban gloria, honor y acción de gracias. al que vive por los siglos de los siglos (v.9), los veinticuatro ancianos se asociaban a esta liturgia celestial
postrándose de rodillas e inclinándose hasta tocar la tierra, según la costumbre oriental 50. Tomando luego sus coronas, que simbolizan el poder de gobernar el mundo, las
arrojaban delante del trono de Dios (v.10). El deponer sus coronas es un signo de sumisión y vasallaje, que estaba de uso en la antigüedad. Del rey de Armenia Tiritadas se narra que arrojó también su corona delante de la estatua de Nerón 51. A estos signos de respeto y adoración añaden los ancianos su propio himno litúrgico:
Digno eres, Señor., de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas (v.11). Esta doxología desarrolla el tema de la gloria de Dios en las obras de la creación. En el protocolo áulico de aquella época y en el culto imperial también se deseaba al emperador la
gloria, el honor y el
poder 52. Sin embargo, San Juan probablemente se inspira en la piedad y en la literatura judía, que solían emplear estos términos principalmente en las oraciones litúrgicas de las sinagogas. Dios es digno de que le alabemos, porque posee todas las perfecciones posibles y su bondad se extiende al universo entero. Ha
creado todas las cosas y por su voluntad existen, de ahí que sea justo que le den
gloria y
honor y reconozcan su
dominio soberano sobre toda la creación.
En resumen, los ángeles del cielo, en quienes debe estar representada la creación entera, aclaman al Dios creador y conservador de todas las cosas 53.
1
Rev_1:19. 2
Rev_11:15; cf. 10:7. 3 Cf. L. Mowry, Revelation IV-V and Early Christian Liturgical Usage: LBTh 71 (1952) 75-84; A. Ruó, Gottesbild una Gottesverehrung in Ap 4 und 5:6-14: BiLi 24 (1956) 326-331; J. Giblet, De visione Templi caelestis in Ap 4: Collectanea Mechlinensia 43 (1958) 593-597 4 Cf. 2 Cor 12:2SS. 5 Cf.
Job_37:18. Véase
Libro de Henoc 33:1; 34:2s; 35; 36:1-3. 6
Rev_1:10-11. 7
Rev_1:19. 8 dom Guiu M. Camps,
Apocalipsi, en La
Biblia de Montserrat XXII p.266. 9
Jua_1:18; 1Til 10
Eze_1:26-27. 11
Eze_1:28. 12 Cf.
Sal_104:2. 13 Cf.
Rev_21:18-21. 14 Cf.
1Re_12:6;
2Re_6:32. 15 J. Michl,
Die 24 Atiesten in der Apok. des hl Johannes (München 1938) p.ioSss.!6 E. B. allo, o.c. p.yo. 17
Rev_4:10-11;
Rev_5:9;
Rev_11:16. 18
Rev_5:8. 19 E. B. Allo, ibíd., p.vo. 20 Cf. dom Guiu M. Camps, o.c. p.aóy; A. Feuillet,
Les vingt-quatre vieillards de l'Apo-calypse: RB 65 (1958) 5-32; A. Skrinjar,
Vingintújuatuor séniores: VD 16 (1936) 333-338. 361-368; N. B. Stonehouse,
The Elders and the Living Beings in the Apocalypse. Arcana reveíala (Kampen 1951) 135-148. 21
éxo_19:16ss; cf.
Sal_18:8-16. 22 cf.
1Co_12:4. 23 Ex 25:37- 24
Zac_4:2. 25 Is n.i-2. 26
Exo_24:10;
Eze_1:22. 27 Test,
de Leví 2:7; cf.
Gen_1:7;
Sal_104:3. 28
Eze_1:22.26. 29 Ez I.4SS. 30
Eze_1:4-25. 31
Isa_6:1-3. 32 Mc 1:3. 33 Lc
1:5. 34 Cf. S. Bartina, Apocalipsis de San Juan. La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento III p.655 nt. 4; San Ireneo, Adv. haer. 3:11:8; San Agustín, De consensu evangelistarum 1:6. 35
Eze_1:18. 36
Rev_5:13;
Rev_7:1;
Rev_8:7-12;
Rev_16:2-9;
Rev_21:13. 37 En el
Libro de Henoc suelen designarse con el título
Las Parábolas de Henoc los capítulos 37-71. 38 Libro de Henoc etiópico 71:7. 39 El profeta Ezequiel afirma que los innumerables ojos estaban en derredor de las
llantas de las ruedas del carro de Dios. Ahora bien, el término que emplea para designar las
ruedas es el de
Ofanim, que es el vocablo empleado por el
Libro de Henoc para designar a una clase de ángeles. 40 M. garcía cordero, El libro de los siete sellos ñ.âæ. 41 Libro de Henoc 39:12. 42
Isa_6:2. 43
Eze_1:18. 44 Adv. haer. 3:11:8. 45
Rev_4:9. Cf. M. E. Boismard,
Apocalypse, en
La Bible de Jérusalem p.39 46
Isa_6:2. 47
Eze_1:6. 48 Cf. N. Walker,
TheOriginofthe Thrice-Holy, Rev_4:8 : NTSt 5 (19585) 1325; B. M. Leiser,
The Trisagion of Isaiah's Vision: NTSt 6 (1960) 261-263. 49 A propósito de la expresión
el que era, el que es y el que viene, se puede consultar la explicación que dimos de dicha frase en
Rev_1:4. 50 Cf.
Eco_50:17.21. 51 Tácito,
Annales 15:29. Cicerón
(Pro P. Sestio 27) también refiere que Pompeyo devolvió, en un gesto de magnanimidad, la corona real a un reyezuelo que se la había dado en signo de sumisión. 52 Cf. P. Touilleux,
L'Apocalypse et les cuites de Domitien et de Cybéle (París 1935) P-102. 53 Cf.
Sal_8:2.