Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Introducción, 1:1-9.
Saludo Epistolar, 1:1-3.
1
Pablo, por la voluntad de Dios llamado a ser apóstol de Cristo Jesús, y Sostenes, hermano, 2
a la iglesia de Dios en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar, suyo y nuestro: 3
La gracia y la paz de parte de nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Es el saludo habitual con que San Pablo suele comenzar sus cartas (cf.
Rom_1:1-7), aunque matizándolo de diversa manera, según las circunstancias, como es obvio. Aquí, en esta carta a los Corintios, recalca su condición de apóstol (v.1; cf. 9:1; 15:5-11), lo mismo que hará, y más enérgicamente todavía, en
Gal_1:1, pues en una y otra ocasión sus enemigos querían despojarle de ese título. A su nombre une el de Sostenes (v.1), personaje de quien no tenemos más noticias. Creen muchos que se trata del archisinagogo de Corinto, a que se alude en
Hec_18:17, y que, convertido a la fe, se habría unido al Apóstol como colaborador. Ello es posible, pero nada puede asegurarse con certeza, tanto más que el nombre de Sostenes era bastante corriente.
La carta va dirigida a la
iglesia de Dios en Corinto (v.2), expresión favorita de San Pablo cuando habla de la comunidad cristiana, como ya hicimos notar al comentar
Hec_20:28. En oposición con
iglesia de Dios van otras dos expresiones, santificados en Cristo Jesús (??????????? ?? ?????? ????? ) y llamados santos (?????? ocyíois, v.2). Evidentemente el Apóstol está refiriéndose a los cristianos de Corinto, en general, de quienes dice santificados en Cristo Jesús en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, con lo que, muertos al pecado, entran a participar de la vida y santidad de Cristo (cf.
Rom_6:2-11). Lo de llamados santos, expresión usada también en
Rom_1:7, no indica simplemente que eran así designados los cristianos (cf. 6:1; 16:1;
Hec_11:26), sino que equivale a santos por vocación, o lo que es lo mismo, llamados a ser santos, con todo lo que ese término santos lleva consigo (cf.
Hec_9:13).
Más difícil de explicar resulta la expresión: . con todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar, suyo y nuestro (v.2). Hay quienes (Cornely, Bover) consideran esta frase como paralela a la de
2Co_1:1 : . con todos los santos de toda la Acaya, y el Apóstol no haría sino incluir en el saludo también a los cristianos de Acaya, aunque no perteneciesen a Corinto, la capital. El que a la región toda de Acaya llame suya y nuestra (de los los corintios y de Pablo) podría explicarse en el sentido de que eran tierras dependientes de Corinto, la capital, y, por tanto, los corintos podían considerarlas como suyas en cierto sentido; y, de otra parte, Pablo tendría interés en recalcar que también él podía considerar esa región como suya, pues se trataba de comunidades cristianas fundadas por él, donde trabajó cerca de dos años. No cabe duda, sin embargo, que, si tal era la intención de San Pablo, la expresión que empleó no tiene nada de clara. Por eso otros muchos autores (Alio, Huby, Ricciotti) juzgan más probable que el Apóstol esté refiriéndose, no específicamente a los fieles de Acaya, sino a los fieles cristianos en general, en cualquier lugar que se encuentren. Su intención sería la de recalcar la universalidad de la Iglesia, asociando con los corintios a los fieles todos de cualquier lugar del mundo. Lo de suyo y nuestro aludiría no a lugar, sino a nuestro Señor Jesucristo, como corrigiéndose de la expresión: he dicho
muestro Señor Jesucristo, pero en realidad no he dicho bien, pues es suyo y nuestro. Esta interpretación, que juzgamos la más fundada, estaría muy en consonancia con el tema de los partidos, preocupación que bullía en la mente de Pablo ya desde las primeras líneas (cf. 1:12). Era como un echar en cara a los corintios su falta de consistencia para las divisiones y partidos, apuntando, quizá, sobre todo al partido de Cristo, como diciendo: ¡qué absurdo!, ¿es que no somos todos de Cristo?
Acción de gracias a Dios, 1:4-9.
4
Doy continuamente gracias a Dios por la gracia que os ha sido otorgada en Cristo Jesús, 5
porque en El habéis sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en todo conocimiento, 6
en la medida en que el testimonio de Cristo se consolidó entre vosotros, 7
de modo que no escaseéis en don alguno, mientras llega para vosotros la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, 8
que a su vez os confirmará plenamente, para que seáis hallados irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. 9
Pues fiel es Dios, por quien habéis sido llamados a participar con su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. Después del saludo epistolar, la acción de gracias a Dios por los beneficios concedidos a los destinatarios. Es el modo como San Pablo suele proceder en sus cartas, y que era como una especie de
captatio benevolentiae para entrar en materia (cf.
Rom_1:8). Aquí, en la presente carta, da gracias a Dios por la riqueza de dones con que ha favorecido a los corintios (v.4-6), dones que deben a la benevolencia de Dios, sobre cuya fidelidad hay que contar para conseguir la salud en el gran día del retorno glorioso de Jesucristo (v.7-9). Se ve que desde el principio orienta San Pablo su exposición a hacer ver a los corintios que no es en la suficiencia o industria humana, sino en la gracia o favor divino, donde debemos poner nuestra ilusión y confianza.
Habla primero de la gracia (? ????? ??? ???? ) que os ha sido otorgada en Cristo Jesús (v.4). Evidentemente, bajo la expresión gracia de Dios incluye San Pablo todo el conjunto de dones sobrenaturales que los corintios han recibido al convertirse, dones que les han sido otorgados en Cristo Jesús, es decir, por su incorporación a Jesucristo (cf.
Rom_6:2-11), que es, además, quien se los ha merecido (cf.
Rom_3:24-25). Luego (v.5) concreta esos dones particularmente en dos: palabra y conocimiento (Aóyos ??? ?????? ). No es fácil determinar qué quiera incluir el Apóstol bajo esos dos términos. Hay autores (Cornely, Fillión, M. Sales) que interpretan el término palabra, al igual que en otros pasajes paulinos (cf.
Gal_6:6;
Efe_1:13;
1Te_1:6), como equivalente de doctrina evangélica; y en cuanto al término conocimiento, no haría sino recalcar la misma idea, aludiendo a que los corintios (no necesariamente cada individuo, sino la iglesia de Corinto en general) habían sido enriquecidos con un conocimiento hondo de esa doctrina, dado que (v.6)
la predicación evangélica o testimonio de Cristo había sido firmemente consolidado entre ellos. Sin embargo, otros autores (Alio, Spicq, Bover), y creemos que con fundamento, juzgan más probable que San Pablo esté refiriéndose a los
carismas de carácter literario y de carácter intelectual (cf. 12:8) con que los corintios habían sido favorecidos (cf. 14:26), y que sustituían con ventaja a las glorias literarias y filosóficas, que tanto entusiasmaban a algunos (cf. 3:4). Esos carismas, añadirá el Apóstol en una especie de paréntesis explicativo, han sido otorgados a los corintios en la medida en que el testimonio de Cristo había arraigado entre ellos, es decir,
en proporción a su fe o entrega al Evangelio (v.6). También escribiendo a los gálatas Pablo les dice que han sido favorecidos por Dios con dones extraordinarios (
Gal_3:2-5).
El que San Pablo conmemore de modo particular los carismas de palabra y de inteligencia no quiere decir que su perspectiva no sea mucho más general, como lo indican las expresiones habéis sido enriquecidos
en iodo., de modo que no escaseéis
en don alguno (v-5-?)· Supuesta esta riqueza de dones con que los corintios han sido favorecidos, el Apóstol hace una alusión al juicio final o victoria definitiva de los buenos, momento que los corintios deben esperar confiados, pues Dios es fiel, y si es El quien los ha llamado a la fe y favorecido con tantos dones, ciertamente no dejará de completar su obra, llevándolos hasta la glorificación final (v.7-9). Este recordar la
parusía en sus exhortaciones es frecuente en San Pablo (cf. 13, 11-12), y lo mismo su insistencia en pedir que seamos hallados irreprensibles (cf.
Flp_1:1? ;
1Te_3:13;
1Te_5:23) y en advertir que Dios es fiel (cf. 10:13;
1Te_5:24;
2Te_3:3). En cuanto a la expresión llamados a participar con su Hijo (. ??? ????????? ??? ???? ????? ), ninguna definición mejor de lo que es el cristiano: el llamado a participar de la filiación del Hijo,
en íntima comunión de vida con El (cf.
Rom_6:3-11;
Rom_8:17;
Gal_3:26-28).
124 Hay autores (Hópfl-Gut, Ricciotti) que ordenan las cosas de otra manera. Dicen que el viaje de Timoteo aludido en
1Co_4:17 y 16:10 no es el de
Hec_19:22. sino otro anterior, realizado expresamente para reforzar la carta e informar luego al Apóstol del resultado de la misma. Vuelto Timoteo a Efeso con la consiguiente información (cf.
1Co_16:11), el Apóstol habría cambiado sus planes, anteriormente manifestados, de ir en seguida a Corinto a través de Macedonia (
1Co_16:5), haciendo un rápido viaje por mar a Corinto y volviendo luego a Efeso, donde aún se detuvo bastante tiempo, enviando por delante a Macedonia dos de sus auxiliares, Timoteo y Erasto, conforme se indica en
Hec_19:22. Ello lleva consigo, claro está, que la carta primera a los Corintios no puede estar escrita el año 57, sino al menos un año antes.
Creemos que son demasiadas conjeturas, muchas de ellas sin necesidad. Lo del viaje rápido del Apóstol a Corinto después de esta primera carta, también lo admitimos nosotros, conforme indicaremos a su tiempo; pero ello es independiente de la cuestión de identificar o no identificar el viaje de Timoteo en
1Co_4:17 y
Hec_19:22.
125 Cf. L. cerfaux,
El cristiano en San Pablo (Madrid 1965) p.13.
126
Hay autores, como W. Schmithals y U. Wilckens, que ven ya un verdadero gnosticismo en estos corintios con quienes se enfrenta San Pablo. Ese desprecio de la cruz, de la resurrección corporal, de la debilidad carnal de Pablo. serían típicas concepciones gnósticas. Igualmente la sabiduría del mundo, aludida por Pablo en los c.i-2 de su carta, no sería simplemente la sabiduría racional de la filosofía griega, sino la sabiduría de los gnósticos, especie de emanación del pleroma divino, que desciende sobre la tierra para salvar a los hombres de la dominación de los archontes o potestades extramundanas. Sin embargo, en todas estas conclusiones parece haber mucho de artificial. De hecho, la gran mayoría de los exegetas, más que de gnosticismo prefieren hablar de pregnosti-cismo, reservando el término gnosticismo para esos sistemas gnósticos ya perfilados del siglo ii. En este sentido, escribe Cerfaux: Los corintios, dígase hoy día lo que se quiera, no eran gnósticos; sin embargo, sus tendencias dejan ya presentir los sistemas posteriores de gnosis (L. Cerfaux,
Itinerario espiritual de San Pablo, Barcelona 1968, p.92).
127 Eso no quiere decir que San Pablo lance anatema general contra la razón humana. Cuando habla de que la sabiduría humana no ha llegado a conocer a Dios y lo único que ha engendrado es la idolatría y el pecado (1:21; cf
Rom_1:18-32), se trata evidentemente de
generalización literaria, que no impide que el mismo Pablo deje entender que hay excepciones (cf.
Rom_2:7-16). Además, en
Rom_1:20-21 expresamente está suponiendo que el hombre tiene capacidad para llegar al conocimiento de Dios; de ahí que lo haga responsable de haber caído en la idolatría y el pecado. Lo que Pablo trata de acentuar es que la actividad de la inteligencia no puede situarse en el mismo plano que la revelación y el mensaje de Dios, e insiste en que de hecho lo que ha engendrado es la idolatría. Pero sería llevar las cosas demasiado lejos afirmar que, para Pablo, la filosofía en sí, como expresión de las verdades naturales, es algo que los cristianos debemos evitar.
128 En las cartas Pastorales se hablará de depósito que hay que custodiar (cf.
1Ti_6:20;
2Ti_1:14), doctrina que coincide plenamente con lo que aquí expone San Pablo, y que está ya apuntada en sus primeros escritos (cf.
1Te_2:13;
1Te_4:15;
2Te_2:15).
129 Dejamos de lado la cuestión de terminología: Como es sabido, Pablo no usa nunca el término de
eucaristía, sino el de cena del Señor (cf. 11:20). Parece que, en los primeros años cristianos, la expresión más corriente para designar la eucaristía fue la de fracción del pan, como da a entender el libro de los Hechos (cf.
Hec_2:42;
Hec_20:7), y también la
Didaché (cf. 14:1) y San Ignacio de Antioquía
(Ad, Eph. 202). Sin embargo, pronto comenzó a usarse también el nombre de eucaristía (cf.
Didaché, 9:1-5); ign. ant.,
Ad Philad. 4), expresión derivada de ese dar gracias (??????????? ) que precedía a la fracción y que luego se generalizó, prevaleciendo la idea de alabanza y agradecimiento
(eucaristía) sobre la de convite
(fracción del pan). 130 por citar sólo un ejemplo, mientras en
Gal_1:1 dice que es apóstol no de hombres (???? ), en
Gal_1:12 dice que su evangelio no lo.recibió de hombres (???? ).
131 Cf. T. De Orbiso,
La eucaristía en San Pablo: Est. Bibl. 5 (1946) 189-210; E. B. Allo,
La synthése du dogme eucharistique chez S.
Paul: Rev. Bibl. 30 (1921) 321-343; ? . ??????,
Les récits de l'Institution et leur portee: Lum. et Vie, 31 (1957) 49-76; M. E. Boismard,
L'Eucharistie selon S. Paul: Lum. et Vie, 31 (1957) 93-106; G. Da Cruz Fernandes,
Calicis eucharistici formula paulina: Verb. Dom. 47 (1959) 232-236; G. S. Slogan, Primitiue
und Pauh'ne
Concepts of the Eucharistie: Cath. Bibl. Quart. 23 (1961) 1-13.
132 Cf.
Cañones HippoL can. 164-185; Tert.,
Apol. 39:
Mal_1:468; San Agustín, Con/
2Cr_6:2 y Eptsí. 22:
Mal_32:719 Y 33:90.
133 Gf. P. Batiffol, art.
ágapes: Dict. Theol. Cath., I, 001.551-556; P. Ladeuze, Pus
d'ágape dans la premiére építre aux
Corinthiens: Rev. Bibl. (1904) 78-81; J. Coppens, art.
eucha-ristie: Dict. Bibl. Supl., II, col.1174.
134 Cf. J. Brosch, Charismen und Amter in der Urkirche (Bonn 1951); K. Wennemer, Die charismatische Begabung der Kirche nach dem heilige Paulus: Scholastik, 34 (1959) 503-525; L. Cerfaux, El cristiano en San Pablo (Madrid 1965) p.202-217; K. Rahner, Lo dinámico en la Iglesia (Barcelona 1964).
135 Esta distinción entre la terminología tradicional y la de Pablo está señalada expresamente en el Concilio
Vaticano II, el cual sigue con la terminología tradicional. Basten estas dos citas de la Const.
Lumen gentium: El Espíritu. guía a la Iglesia., la provee y gobierna con diversos dones
jerárquicos y carismáticos (n.4); y, de modo aún más explícito, algo más adelante: El Espíritu Santo no sólo santifica y dirige al pueblo de Dios mediante los
sacramentos y los
ministerios., sino que también distribuye gracias
especiales entre los fieles de cualquier condición.; los cuales carismas. (n.12). Y es de notar que el Concilio recoge esa noción tradicional de carisma, y no la de Pablo, a fin de evitar ambigüedades sobre el carácter jerárquico de la Iglesia. Así se deduce claramente de las respuestas del
Relator a algunos Padres conciliares, que pedían se delimitase el significado del término carisma con más claridad de lo que se hacía en el texto primitivo. Dice el
Relator, de parte de la Comisión doctrinal: Commissio statuit charisma pressius definiré per verba non tantum per sacramenta et ministeria. sed. gratiae speciales. Charisma apud Paulum est appellatio latissima, quae etiam vel immo praecipue ministeria comprehendit; cf.
Rom_12:6-13; 1 Cor 12, 7-ii et 28-31;
Efe_4:11-12. (Cf. Sacrosanctum Oecumenicum Concilium Vaticanum II.
Schema Constitutionis De Edesia. Typis polygl. Vaticanis, 1964, p.47).
136 Cf. J. Héring, La premiare építre de S. Paulaux Corinthiens (Neuchatel 1959) p.132.
137 Cf. E. Rohde, Psyché. Le cuite de I'ame chez les grecs et la croyance a iinmortalité (París 1928); A. J. Festugiére, L'ideal religieux des Grecs et l'Evangile (París 1932); B. Allo, Sí. Paul et la double resurrection corporelle: Rev. Bibl. 41 (1932) 188-209; A. Feuillet, Le mystére pascal et la resurrection des chrétiens d'aprés les építres pauliniennes: Nouv. Rev
. Theol. 79 (1957) 337-354; J. Daniélou, La Resurrection (París 1969); P. De Surgy-P. Grelot., La resurrection du Christ et l'exégése moderne (París 1969); J. kremer, La resurrección de Jesús, fundamento y modelo de nuestra resurrección según San Pablo: Concil. 1970, IV, p.7ó-87; F. Mussner, La resurrección de Jesús (Santander 1971); X. Lépn-Dupour, Resurrection de Jesús et message pascal (París 1971); B. Rigaux, Dieu ?? ressuscité (Gembloux 1973).
138 Cf. O. Cullmann,
Inmortalité de I'ame ou Resurrection
des morts? (Neuchatel 1956).
139 Este proceder de Pablo, apoyando nuestra resurrección en el hecho de nuestra incorporación a Cristo y en la voluntad todopoderosa de Dios (cf.
1Co_15:12-23.38;
1Ts_4:13-14;
Rom_8:11;
Flp_3:21), está totalmente dentro de la línea bíblica, tan distinta en este punto de la filosofía griega. Mientras para los filósofos griegos la supervivencia* después de la muerte surge como una
necesidad del hombre, para los autores bíblicos surge como una
necesidad divina, es decir, no porque el hombre es hombre, dotado de alma espiritual, sino porque Dios es Dios y no puede permitir que los justos, a quienes ama, se separen de El. Un reflejo bien claro de esta concepción lo tenemos en el modo de hablar de Cristo, al argüir a los saduceos de lo equivocados que andaban negando la resurrección: Por lo que toca a la resurrección , no es Dios de muertos, sino de vivos (
Mar_12:26-27). Que es lo mismo que decir: Dios es inseparable de los patriarcas a causa de su
fidelidad hacia ellos; ahora bien, Dios es viviente y fuente de vida, luego los Patriarcas están vivos.
140 Cf. R. Bultmann, Kerygma und Mythos. Das Problem der Entmythologisierung der neutestamentlichen Verkündigung (Hamburg 1960).
141 Gf. W. Marxsen, Die Auferstehung Jesu von Nazareth (Gütersloh 1968).
142 Para una exposición más amplia, con referencia también a las teorías de Bultmann y de Marxsen, cf. G. de rossa, U cristiano di oggi di fronte alia risurrezione di Cristo: Ciy. Catt. 121 (1970, III) 365-377 y 122 (1971, II) 3-17. En este artículo se da una copiosa bibliografía de las últimas publicaciones sobre el tema (p.36s), y se recogen las principales conclusiones del Symposium internacional sobre la Resurrección, celebrado en Roma, del 31 de marzo al 6 de abril de 1970. Según el articulista, los participantes al Symposium (Coppens, Vógtle, Dupont, Mollat, Jeremías.) han estado de acuerdo en que 'la Resurrección es un hecho objetivo, real, independiente de la fe de los discípulos y que precede a ella. La Resurrección significa que el Padre ha glorificado la entera humanidad santa de Jesús, comunicándole una vida nueva y trascendente* (p.369).
143 F. godet, Commentaire sur la i et 2 Epítre aux Corinthiens (Neuchátel
144 Gf. J. Héring,
La premiére épitre de S.
Paul aux Corinthiens (Neuchátel 1959) p.140-141.
145 Cf. R. Bultmann, art. ?????? s: Theol. Wórt. zum N. T., III, p.17.
I. Corrección de Abusos, 1:10-6:20.
Los bandos o partidos entre los fieles, 1:10-16.
10
Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos habléis igualmente, y no haya entre vosotros cismas, antes seáis concordes en el mismo pensar y en el mismo sentir, 11 Esto, hermanos, os lo digo porque he sabido por los de Cloe que hay entre vosotros discordias, 12
y cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo. 13
¿Está dividido Cristo? ¿O ha sido Pablo crucificado por vosotros, o habéis sido bautizados en su nombre? 14
Doy gracias a Dios de no haber bautizado a ninguno de vosotros, si no es a Crispo y a Gayo, 15
para que nadie pueda decir que habéis sido bautizados en mi nombre. 16
También bauticé a la casa de Estéfanas, mas fuera de éstos no sé de ningún otro. Después del saludo y acción de gracias, San Pablo entra ya en materia. Lo primero que va a tratar es la cuestión de los bandos o partidos en que se hallaba dividida la comunidad de Corinto, vicio el más visible, y uno de los más peligrosos para la comunidad. Ese espíritu de partido era el que había llevado a la ruina a las pequeñas repúblicas de la antigua Grecia, y parece que seguía aún vivo en Corinto. No se trataba propiamente de cismas o diferencias en la fe, no obstante el término empleado (???????? , ? .10), sino de simples partidos o grupos rivales, formados según las preferencias por este o aquel predicador. El hecho de que San Pablo dirija su carta a la iglesia de Dios en Corinto (v.2), prueba que la unidad de fe no estaba rota. Parece que los corintios, con ideas poco claras aún sobre la naturaleza de la nueva religión, consideraban a los predicadores evangélicos algo así como jefes de escuelas filosóficas, con derecho a agrupar seguidores en torno a sí. San Pablo reprueba enérgicamente esa manera de ver las cosas, exponiendo
cuál es la verdadera naturaleza del Evangelio y del ministerio apostólico. Los principales partidos o bandos parece ser que eran cuatro: de Pablo, de Apolo, de Cefas, de Cristo (v.12). De ello había sido informado Pablo por los de Cloe (v.11), mujer conocida en Corinto, sobre la que no tenemos más datos, y ni siquiera sabemos con seguridad si era cristiana, pero que debía de tener relaciones comerciales con Efeso, a cuya ciudad acudían con frecuencia sus empleados. La existencia de los partidos de Pablo y de Apolo se explica fácilmente, pues ambos personajes habían predicado en Corinto (cf.
Hec_18:1;
Hec_19:1), y, dado el espíritu pendenciero de los corintios, era fácil que hubieran surgido grupos rivales, atendiendo más a la persona que a las ideas del predicador. Parece que los del partido de Apolo, el orador elocuente y perito en las Escrituras (
Hec_18:24), se consideraban con cierta superioridad cultural sobre los del partido de Pablo, quien se había presentado en Corinto no con sublimidad de elocuencia o de sabiduría., sino en debilidad, temor y mucho temblor (
Hec_2:1-3). Tampoco es difícil de explicar la existencia del partido de Cefas. Este Cefas es evidentemente el apóstol Pedro (cf. 15, 5;
Mat_16:17-18;
Jua_1:42). Desde luego, ello está completamente en el terreno de lo posible; tenemos, además, la afirmación explícita en este sentido de San Dionisio, obispo de Corinto, hacia el año 170 146. Difícil de explicar resulta la existencia del partido de Cristo. Hay autores (Cornely, M. Sales, Leal) que niegan que se trate de un verdadero partido, y suponen que el Apóstol alude más bien a todos aquellos fieles que, disgustados de las divisiones y ajenos a toda disputa sobre personas, decían con toda razón que pertenecían a Jesucristo. Incluso hay quien supone que las palabras yo de Cristo están dichas por Pablo en nombre propio contra los tres partidos precedentes. Sin embargo, la manera de expresarse del Apóstol, hablando de los que son de Cristo en la misma forma con que habla de los partidos anteriores: yo de Pablo., yo de Cristo, da la impresión de que se trata de un verdadero partido y que también a ellos los consideraba reprensibles. De hecho, ésta es la opinión que cada día se va haciendo más general entre los exegetas. Probablemente se trata o de cristianos que se decían iluminados directamente por Cristo y no querían saber nada de intermediarios humanos (cf. 14:37); o quizás mejor de judaizantes, llegados muchos de ellos de Palestina, que habían conocido a Cristo personalmente (cf.
2Co_5:16) y se preciaban de conocer mejor que nadie su auténtico pensamiento. Es probable que estos judaizantes, más extremistas que los del partido de Cefas, sean los mismos con que luego se encarará directamente San Pablo en su segunda carta a los Corintios (cf. 10:7; 11:13.22-23; 12:11).
La condena de Pablo contra todas esas divisiones es tajante: ¿Es que está dividido Cristo ? ¿O ha sido Pablo crucificado por vosotros, o habéis sido bautizados en su nombre? (v.13). Es decir, es absurdo andar con divisiones y banderías, cuando no hay más que un Jesucristo, que nos redimió con su pasión y muerte, y en cuyo nombre hemos sido bautizados; somos todos pertenencia de Cristo (cf. 3:23), y querer sustituir a Cristo por Pablo, Cefas o Apolo equivaldría a admitir muchos salvadores y muchos bautismos. Sobre esta incorporación a Cristo, con quien nos unimos por medio del bautismo, entrando a formar parte de su haber o propiedad, habla con frecuencia San Pablo (cf.
Rom_6:3-11;
1Co_12:13;
Gal_3:26-28;
Efe_5:25-27;
Col_2:12). Con singular delicadeza, sin mencionar a los partidarios de Apolo o de Cefas, el Apóstol habla sólo de los de su partido y dice que no es Pablo el que ha sido crucificado por ellos o en cuyo nombre han sido bautizados (v.13). A él, pues, nada le deben. Lo mismo podía haber dicho de Apolo o de Cefas, pero era más noble callar esos respetables nombres, que no tenían culpa ni responsabilidad alguna en que hubieran surgido partidos, y concretar todo en sí mismo. Y aún añade, como recalcando ante sus partidarios la falta de fundamento para que se llamen de Pablo, que en Corinto no ha bautizado sino a Crispo (cf.
Hec_18:8) y a Gayo (cf.
Rom_16:23), con lo Que se quita toda base, aun la más remota, para que puedan decir que han sido bautizados en su nombre y mantengan esa especie de superstición hacia su persona (v.14-15). Escrito lo anterior, se acuerda, advertido quizás por el mismo Estéfanas, allí presente (cf. 16:17), que también había bautizado a la familia de Estéfanas, y así lo consigna (v.16). Es interesante esta rectificación del Apóstol. Ella nos revela que San Pablo no solía borrar lo escrito, aunque sí rectificaba cuando era necesario.
La sabiduría del mundo y la de Dios, 1:17-31.
17
Que no me envió Cristo a bautizar, sino a evangelizar, y no con sabiduría de lenguaje, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo; 18
porque la doctrina de la cruz de Cristo es necedad para los que se pierden, pero es poder de Dios para los que se salvan. 19
Según que está escrito: Perderé la sabiduría de los sabios y reprobaré la prudencia de los prudentes. 20
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el disputador de las cosas de este mundo? ¿No ha hecho Dios necedad la sabiduría de este mundo? 21
Pues por no haber conocido el mundo a Dios en la sabiduría de Dios por la humana sabiduría, plugo a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 22
Porque los judíos piden señales, los griegos buscan sabiduría, 23
mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los gentiles, 24
mas poder y sabiduría de Dios para los llamados, ya judíos, ya griegos. 25
Porque la locura de Dios es más sabia que los hombres, y la flaqueza de Dios más poderosa que los hombres. 26
Y si no, mirad, hermanos, vuestra vocación; pues no hay entre vosotros muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. 27
Antes eligió Dios la necedad del mundo para confundir a los sabios y eligió Dios la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes; 28
y lo plebeyo, el desecho del mundo, lo que no es nada, lo eligió Dios para destruir lo que es, 29
para que nadie pueda gloriarse ante Dios. 30
Por El sois en Cristo Jesús, que ha venido a seros, de parte de Dios, sabiduría, justicia y santificación, y redención, 31
para que, según está escrito, el que se gloríe, se gloríe en el Señor. Entiende San Pablo que la última raíz de las divisiones y partidos entre los corintios está en que no atienden como es debido a cuál sea la verdadera naturaleza del mensaje evangélico. Por eso, a lo largo de toda esta sección (1:17-4:21), evitando descender a crítica menuda y de detalle, cosa siempre enojosa y no propia de espíritus elevados, va hasta la raíz, haciéndoles ver que el Evangelio recibe su fuerza, no de la cultura y artificios retóricos del predicador, que a Dios no interesan, sino única y exclusivamente de la cruz de Cristo. De ahí la contraposición entre sabiduría
humana y sabiduría
divina, que aflora constantemente en todos sus razonamientos (cf. 1:17.19.20.21.22.24.26.27.30; 2:1.4.5.6.7.13; 3, 18, 19; 4,10). Por sabiduría humana entiende el Apóstol, como se deduce del cotejo de los textos, todo ese conjunto de conocimientos en ciencias o letras, que hace podamos decir de uno que es sabio o letrado o disputador (cf. v.20). Dado su modo de predicación entre los corintios (cf. 2:1-4), éstos juzgaban que Pablo no tenía derecho a tal título, ni como filósofo ni como retórico, siendo esto causa de que muchos le tuvieran en poco aprecio. Bastante distinta debía de ser la situación de Apolo (cf.
Hec_18:24). Parece que en un principio también San Pablo había ido algo por ese camino, y así en Listra lo toman por Hermes, el gran mensajero de los dioses (cf.
Hec_14:12), y en Atenas pronuncia un hermoso discurso, al que nada falta bajo el aspecto filosófico ni literario (cf.
Hec_17:22-31); pero, después del fracaso de Atenas, vio claro que Dios no quería salvar al mundo por ese camino. En ningún otro lugar de las cartas de Pablo encontramos una repulsa tan tajante e incluso burlona (cf. 4:8-13) de la filosofía y retórica griegas, como aquí. Por sabiduría divina entiende, según se desprende de esos mismos textos,
el modo inefable como Dios llevó a cabo nuestra redención, incorporándonos a Cristo su Hijo, cabeza de la humanidad regenerada y fuente única de salud. Prácticamente viene a equivaler al término misterio, de que habla en Colosenses y Efesios (cf.
Col_1:26;
Col_2:2;
Col_4:3;
Efe_1:9;
Efe_3:3;
Efe_6:19).
En el v.17, que sirve como de transición, al mismo tiempo que indica la causa de por qué ha bautizado a tan pocos en Corinto, dado que su misión era la de evangelizar, no la de bautizar, deja ya entrever claramente la tesis fundamental de toda la perícopa: el Evangelio no necesita de la sabiduría humana; es más, Dios ha querido prescindir de ella, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo. Lo de que no ha sido enviado a bautizar, sino a evangelizar, no significa, ni mucho menos, que el Apóstol tenga en poco aprecio el bautismo (cf.
Rom_6:3-4;
Efe_5:26;
Col_2:12;
Tit_3:5), sino que indica simplemente cuál era su misión primordial, lo mismo que la de los Doce (cf.
Mar_3:14;
Hec_1:22;
Hec_6:4). Para el bautismo y catequesis aneja preparatoria, fácilmente podían servirse de auxiliares; no así para evangelizar o roturación primera del terreno. En cuanto a la contraposición entre Evangelio y sabiduría humana (lit. = sabiduría
en el hablar),
notemos la razón alegada: para que no se desvirtúe la cruz de Cristo. Dicho de otra manera: para que quede bien claro que la cruz de Cristo es verdaderamente poder de Dios (v.18.24; cf.
Rom_1:16), pues sin necesidad de tales recursos ha vencido al mundo. Y, desde luego, si Dios hubiera elegido para difundir el Evangelio a grandes filósofos y literatos, fácilmente se hubiera podido creer que la cruz sola no bastaba o, al menos, se le hubiera impedido que demostrara toda su eficacia.
En los v.18-19 no hace sino recalcar y declarar más la idea anterior. Insiste
en que la cruz es poder de Dios, aunque añadiendo que lo es sólo para los que se salvan (tois ?????????? ), no para los que se pierden (tois ????????????? ); para éstos, la doctrina de un Dios que se hace hombre y muere en un patíbulo para salvar a los hombres es más bien necedad (????? ). Conviene advertir que los participios oí ????????? (los que se salvan) y oí ??????????? (los que se pierden) tienen sentido ingresivo, no necesariamente de consumación, y vienen a equivaler prácticamente a creyentes e incrédulos, como aparece claramente en los v.23-24. Supone San Pablo que la salvación o perdición comienza ya aquí abajo en la tierra, según que se acepte o se rechace la cruz de Cristo, que Dios puso como medio único de salud. En confirmación de su doctrina aduce el texto de
Isa_29:14, cuyo sentido literal alude a la liberación de Jerusalén en tiempo de Senaquerib. Dios había prometido ayuda a la ciudad cercada, pero los políticos y directores de la nación confiaban más en el auxilio de Egipto que en esas promesas, y Dios manda decirles por medio de su profeta que librará a Jerusalén prescindiendo de esos medios sugeridos por la prudencia humana. ¿En qué sentido aplica San Pablo la cita? ¿Es mera acomodación? Parece que ese según que está escrito exige algo más. Probablemente San Pablo trae aquí a colación el texto de Isaías en cuanto que ve claramente anunciada en él una de las reglas constantes de la providencia divina, que, con frecuencia, realiza sus planes al margen completamente de los medios humanos.
Todo lo que sigue (v.20-31) no es sino aplicación de lo dicho. Primeramente (v.20-25), por lo que se refiere a los predicadores del Evangelio, que Dios no eligió de entre los sabios y letrados 147, sino de entre gentes sencillas e incultas; ello equivalía a rechazar como necia la sabiduría de este mundo, de la que no quiso servirse para la propagación del Evangelio (v.20). La razón la indica el Apóstol en el v.21, y es una especie de castigo al mundo por no haber éste llegado por los medios naturales (por la humana sabiduría) hasta el conocimiento y glorificación de Dios, manifestado en las maravillas de la creación (en la sabiduría de Dios); es decir, no han sabido leer en el libro de la naturaleza. Es la misma idea que desarrolla en
Rom_1:19-32. Ante ese absurdo proceder de la sabiduría humana, Dios elige un nuevo camino para salvar al hombre, y es la predicación de la cruz: a la inútil sabiduría humana sustituye la sencillez de la fe evangélica. Esa doctrina de la cruz es escándalo para los judíos, locura para los gentiles, mas poder y sabiduría de Dios para los creyentes (v.23-24). Notemos el realismo de esas tres expresiones, escándalo-locura-poder y sabiduría de Dios, con que San Pablo caracteriza los sentimientos diferentes que tienen respecto de la cruz las tres categorías de hombres en que divide a la humanidad: judíos, gentiles, cristianos. Para los judíos, en efecto, que esperaban un Mesías que hiciese ruidosos milagros y acabase con el dominio extranjero, la cruz de Cristo era ante todo un escándalo, un insulto a sus esperanzas mesiánicas, algo con que necesariamente tropezaban y que no podían aceptar (cf.
Gal_5:11); para los gentiles, que buscaban una doctrina que satisficiese por completo las ansias de luz del entendimiento, la cruz era más bien una locura, algo fuera de camino, que ni siquiera merecía ser considerado (cf.
Hec_17:32); para los cristianos, en cambio, fuesen judíos o griegos, la cruz de Cristo no era escándalo ni locura, sino
poder y sabiduría de Dios, pues ella sola había tenido fuerza para librar al mundo de la esclavitud y llevar a efecto el plan sapientísimo de Dios en el negocio de la salud. Ni debe extrañar, añade el Apóstol, que una cosa tan débil y absurda en apariencia como es la muerte en una cruz,
realice efectos tan sorprendentes, pues es cosa de Dios, y lo que es de Dios, aunque al hombre aparezca como locura, supera con mucho la sabiduría de todos los hombres, y aunque aparezca como flaco, supera toda su fortaleza (v.25).
Ni es sólo para la predicación del Evangelio; también en la elección de llamados a la fe prescinde Dios de los valores humanos. Es lo que el Apóstol hace resaltar en los v.26-31, concretándolo en el caso de la comunidad de Corinto. No hay entre vosotros, les dice, muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles (v.26), tres cosas (ciencia, poder, nobleza) que tanto estima el mundo; sino que, al contrario, Dios ha elegido lo necio del mundo para confundir a los sabios, y lo flaco del mundo para confundir a los fuertes, y lo plebeyo y tenido en nada para anular a los que se tienen en algo (v.27-28). ¡Qué lección maravillosa de modestia, no sin cierto tinte de ironía, da aquí el Apóstol a los infatuados corintios, al mismo tiempo que les descubre los planes divinos de elección! Dios quiere hacer ver que todos esos bienes humanos, que tanto ansian y de que tanto se enorgullecen los hombres, no valen nada para el negocio de la salud, sino que todo es obra de su poder y de su gracia 148. Esta última idea la recalca el Apóstol sobre todo en los V.29-31, declarando expresamente a los corintios que, de nada que eran, han venido a ser algo en Cristo (v.30), es decir, mediante su incorporación a Cristo, pues, al participar de su vida misma divina (cf.
Rom_6:3-10), participan también de los bienes que de ahí derivan, y Cristo viene a serles sabiduría (pues ilumina su inteligencia), justicia y santificación (pues les limpia del pecado y les enriquece de gracia), redención (pues les libra de la esclavitud del pecado y de la Ley, pasando a la libertad de hijos: cf.
Rom_8:1-2;
Gal_4:3-7).
Tales son los frutos de la cruz de Cristo, escándalo para los judíos, locura para los gentiles, mas poder y sabiduría de Dios para los cristianos. La conclusión final de toda la perícopa es la plena gratuidad de nuestra salvación. De nada valen los valores humanos; todo es obra de Dios en Cristo. Claro es que eso no excluye el que en la propagación y defensa del Evangelio debamos usar de todos los recursos a nuestro alcance; pero no confiemos demasiado en ellos, como si de ahí dependiera totalmente el éxito, pues cuando menos lo esperemos, Dios hará el milagro por el otro lado. Y todo esto, concluye el Apóstol, para que nadie pueda gloriarse ante Dios (v.29), o dicho de modo positivo, citando a
Jer_9:24, para que el que se gloríe, se gloríe en el Señor (v.31; cf.
Rom_4:2-4) 149.