Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Ultimas instrucciones de David a Salomón (2:1-9).
1
Llegaron los días de la muerte para David, y dio sus instrucciones a Salomón, su hijo, diciéndole: 2
Yo me voy por el camino de todos; esfuérzate, pues, y sé hombre. 3
Sé fiel a Yahvé, tu Dios, marchando por sus caminos, guardando sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos como están escritos en la ley de Moisés, para que seas afortunado en cuanto hicieres y dondequiera que vayas; 4
de manera que cumpla Yahvé su palabra, la que a mí me ha dado, diciendo: Si tus hijos siguen su camino ante mí en verdad y con todo su corazón y toda su alma, no te faltará jamás un descendiente sobre el trono de Israel. 5
Bien sabes también tú mismo lo que me ha hecho Joab, hijo de Sarvia; lo que hizo con los dos jefes del ejército de Israel, Abner, hijo de Ner, y Amasa, hijo de Jeter, que los mató, derramando en la paz la sangre de la guerra y manchando con la sangre inocente el cinturón que ceñía sus lomos y los zapatos que calzaban sus pies. 6
Haz, pues, con él conforme con tu sabiduría y no dejes que sus canas bajen en paz a la morada de los muertos. 7
Trata con benevolencia a los hijos de Barzilai el galadita y sean de los invitados a tu mesa, pues hicieron así bien conmigo cuando yo iba huyendo de Absa-lón, tu hermano. 8
Ahí tienes también a Semeí, hijo de Güera, benjaminita, de Bajurim, que profirió contra mí violentas maldiciones el día que iba yo a Majanaím. Cuando luego me salió al encuentro al Jordán, yo le juré por Yahvé, diciendo: No te haré morir a espada. 9
Pero tú no le dejes impune, pues, como sabio que eres, sabes cómo has de tratarle, y harás que con sangre bajen sus canas al sepulcro. David reconoce que el fin de su carrera mortal se aproxima, y quiere aprovechar los últimos momentos para aconsejar a su hijo empleando los conceptos que utilizó Moisés al hablar a Josué (
Deu_31:7-23) y recordarle la venganza de sangre y la eficacia de las maldiciones (v.8). En el v.4 se hace referencia a la promesa hecha a David mediante el profeta Natán (
2Sa_7:12-16). Le recuerda los dos homicidios de Joab (
2Sa_3:21-27;
2Sa_20:8-12), derramando sangre en época de paz, sangre que a grandes voces pedía venganza. Con estas muertes mancilló Joab el honor del rey y le hizo odioso al pueblo, dándole pie para creer que fue David el instigador de las mismas. El rey o sus descendientes deben vengar tales muertes. No habla de la de Absalón por haberle matado Joab en pleno combate. De Barzilai y de sus buenos servicios al rey hablamos en otro lugar (
2Sa_17:27-29;
2Sa_19:32). En cuanto a Semeí (
2Sa_16:555;
2Sa_19:1755), no quiere David faltar a su juramento; pero encarga a su hijo que anule los efectos de las maldiciones proferidas por él (
2Sa_16:555).
Muerte de David (2Sa_2:10-12).
10
Durmióse David con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David. 11
El tiempo que reinó David sobre Israel fue de cuarenta años: siete años reinó en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. 12
Sentóse Salomón en el trono de David, su padre, y su reino quedó muy firme.
Murió David y fue sepultado en la ciudad que lleva su nombre. Tradiciones recientes colocaban el sepulcro de David en Belén o en una dependencia del Cenáculo (Benjamín De Tudela); pero era natural que sus restos mortales descansaran en un mausoleo levantado en la ciudad que arrebató a los jebuseos, En las excavaciones hechas por R. Weill durante los años 1913-1914 creyóse haberse encontrado el sepulcro de los trece primeros reyes de la dinastía davídica cerca de la piscina de Siloé; pero su optimismo no encontró eco entre los historiadores y exegetas l .
Según los cómputos, murió David a los setenta años de edad (
2Sa_5:4), después de un reinado de cuarenta, en cifras redondas. Con su muerte desaparecía el que ha sido llamado modelo de reyes y tipo del Mesías. Son pocos los datos que la historia ha dejado para poder dar un juicio certero y cabal de su obra. La Biblia ha puesto de relieve que Yahvé estaba con él, que le asistía en todo momento y que le colmó de bienes.
Dios escogió a David por rey de Israel; lo tomó de la majada, de detrás de las ovejas, para ser príncipe en Israel (
1Sa_7:8-9).
Con el auxilio de Dios y su propio valor y constancia fue venciendo los obstáculos que cerraban sus pasos al trono, llevando una vida arriesgada y errante, con la mirada fija en la meta que debía alcanzar. Muerto Saúl, fue requerido para que reinara sobre Judá (
2Sa_2:4), ejemplo que siguieron poco después las tribus del Norte (
2Sa_5:1-3). Con este acto, el rey, con poder personal, se convierte en monarca de Judá y de Israel, es decir, de un reino unido bajo el imperio de su persona. Durante toda su vida demuestra David fe y piedad, celo por el arca y por el culto. Quiso edificar un templo a Yahvé, sirviendo de modelo el palacio que había levantado en la ciudad de David para él y su familia; pero si no tuvo este honor, fue él quien adquirió los terrenos y construyó un altar en la era de Areuna (
2Sa_24:2255), donde más tarde levantará Salomón el edificio. Pero, a pesar de su piedad, cayó en el pecado, cometiendo un adulterio y un homicidio (
2Sa_11:1ss). Si pecó, como puede hacerlo cualquier rey humano, se arrepintió sinceramente de su falta tan pronto
como el profeta Natán le echó en cara sus crímenes, en lo que no suelen imitarlo los reyes de este mundo.
Durante su vida vivió oprimido por su culpa y recibió con resignación los castigos que le mandó Dios. Menos conocido es el aspecto profano del reinado de David. Sabemos que con su diplomacia supo mantener el equilibrio entre Judá e Israel, turbado más de una vez. Bastaba cualquier pretexto, como el que invocaba Seba (
2Sa_20:1), para que se manifestasen las susceptibilidades de ambos reinos. En lo exterior tuvo a raya a los enemigos tradicionales del pueblo hebreo: filisteos, amonitas, moabitas, amalecitas, árameos, etc. A los jebuseos arrebató la ciudad de Jerusalén, que, dadas sus condiciones geográficas, convirtió en capital de su reino. Para llevar a término tantas guerras contaba principalmente con una legión extranjera y tropas mercenarias. A la paz entre las tribus, al menos aparente, acompañó la tranquilidad en las fronteras, dominando a cananeos y jebuseos, sometiendo a tributo a otros pueblos e imponiéndose por su prestigio a todas las naciones colindantes hasta el
Introitus Hamat 2. El reino de pavid tuvo atisbos de imperio. Murió David en la brecha, luchando por
la grandeza y unidad del reino.
Al desgaste físico se unió el drama de su familia, que aceleró su marcha hacia el sepulcro. En su umbral
salvó a Israel de una lucha civil para ocupar su trono vacante. De no ser la imprudencia de Adonías, acaso David hubiera muerto sin arreglar el problema de su descendencia. Murió David hacia el año 970 a.C.
Muerte de Adonías (2Sa_2:13-25).
13
Adonías, hijo de Jaguit, fue en busca de Betsabé, madre de Salomón. Ella le dijo: ¿Vienes de paz? Y él respondió: De paz. 14
El añadió: Quisiera decirte una palabra. Habla, le dijo ella. 15
Y él dijo: Tú sabes que el reino era mío y que todo Israel había puesto en mí los ojos para hacerme rey; pero el reino ha sido traspasado y dado a mi hermano, porque Yahvé se lo había destinado. 16
Una sola cosa te pido ahora; no me la niegues. Ella respondió: Di. 17
Y él prosiguió: Te pido que digas a Salomón, porque él no te lo negará, que me dé por mujer a Abisag la sunamita. 18
Betsabé dijo: Bien; yo hablaré por ti al rey. 19
Betsabé fue a hablar a Salomón por Adonías, y el rey se levantó para salir a su encuentro, la besó, y, sentándose sobre su trono, hizo poner otro para de madre del rey y la sentó a su derecha. 20
Ella le dijo entonces: Tengo una cosita que pedirte; no me la niegues. Y el rey la dijo: Pide, madre mía, que yo no te negaré nada. 21
Ella le dijo: Que le des por mujer a Adonías, tu hermano, Abisag la sunamita. 22
El rey Salomón preguntó a su madre: ¿Por qué pides tú para Adonías a Abisag la sunamita? Pide ya el reino para él, pues que es mi hermano mayor y tiene con él a Abiatar, sacerdote, y a Joab, hijo de Sarvia. 23
Y juró por Yahvé, diciendo: Así me haga Yahvé y así me añada si no ha sido pronunciada contra su vida esta palabra de Adonías. 24
Ahora, pues, vive Yahvé, que me ha confirmado y me ha establecido sobre el trono de David, mi padre, y me ha edificado mi casa, según su promesa, que hoy mismo morirá Adonías. 25
El rey Salomón mandó a Banayas, hijo de Jo-yada, que le hirió, y Adonías murió. A Adonías había Salomón perdonado la vida, imponiéndole, sin embargo, la orden de marcharse a su casa y conducirse lealmente (
2Sa_1:52). Enamorado de Abisag la sunamita (
2Sa_1:3), quiso desposarla. Sabido es que, a la muerte del rey, el harén pasaba a su sucesor.
Si alguien lograba casarse con alguna mujer o concubina del rey, adquiría un título que le daba derecho a la sucesión (
2Sa_3:8). De ahí que Absalón abusó de las concubinas de su padre ante todo el pueblo para
confirmar sus pretensiones al trono (
2Sa_16:22). Abisag no era propiamente del harén de David, pero el pueblo opinaba lo contrario. El monarca comprendió las intenciones malignas de Adonías al pedir la mano de Abisag, y así se lo da a entender a su madre.
Con el apoyo de un gran sector, por su condición de hermano mayor, con la sunamita por esposa tenía Adonías en sus manos títulos suficientes para derrocar a Salomón y ocupar el trono de Judá y de Israel. ¿Había en las palabras de Adonías indicios de una conjura en gran escala? Puede ser. Salomón, con su juramento (
1Sa_3:17;
1Sa_14:44), afirma que la mano de Adonías mueve turbiamente a Betsabé a hacerle tal petición, y con igual firmeza decreta su muerte. ¿Puede
Salomón proceder con guante blanco en unos momentos decisivos para el trono? ¿No ha manifestado su padre su voluntad?
¿No es manifiesta la voluntad de Dios de que sea él el sucesor de David? En pocas palabras refiere el texto la ejecución de Adonías.
Abiatar, desterrado (1Sa_2:26-27).
26
Luego dijo el rey al sacerdote Abiatar: Vete a tus tierras de Anatot. Tú merecías la muerte, pero yo no quiero hacerte morir ahora, por haber llevado el arca de Yahvé delante de David, mi padre, y porque participaste en los trabajos de mi padre. 27
Echó, pues, Salomón a Abiatar para que no fuese sacerdote de Yahvé, cumpliéndose así la palabra que había pronunciado Yahvé contra la casa de Helí en Silo. Entre bastidores apoyaba Abiatar la causa de Adonías. Por haber llevado el arca de Yahvé (
2Sa_15:24-29) y por haber compartido las penalidades de su padre, David, desde que escapó de la matanza de Nob (
1Sa_22:18-23), Salomón le perdonó la vida, desterrándole a Anatot, ciudad levítica (
Jos_21:18), a cuatro kilómetros al nordeste de Jerusalén, famosa por haber nacido allí el profeta Jeremías. Este castigo es, además, el epílogo de la amenaza divina contra la casa de Helí (
1Sa_2:30-36;
1Sa_3:10-18).
Muerte de Joab (1Sa_2:28-35).
28
Llegaron estas noticias a Joab, que había seguido el partido de Adonías, aunque no había seguido el de Absalón, y se refugió en el tabernáculo de Yahvé, cogiéndose a los cuernos del altar. 29
Dijeron a Salomón que Joab se había refugiado en el tabernáculo de Yahvé y estaba agarrado a los cuernos del altar; y Salomón mandó decir a Joab: ¿Qué sucedió para que huyeses al altar? Y contestó Joab: Es que he temido de ti y me he refugiado cerca del Señor. Y Salomón mandó a Banayas, hijo de Joyada, diciendo: Ve y hiérele. 30
Llegado al tabernáculo de Yahvé, Banayas dijo a Joab: Así habla el rey: Sal. Pero él respondió: No; quiero morir aquí. Banayas llevó al rey esta respuesta, diciendo: Esto he dicho a Joab y esto me ha contestado. 31
El rey dijo a Banayas: Haz como él dice: Hiérele y sepúltale, y quita hoy de sobre mí y de sobre la casa de mi padre la sangre inocente que Joab ha derramado. 32
Haga caer Yahvé esa sangre sobre su cabeza, pues mató a dos hombres más rectos y mejores que él, dándoles la muerte con la espada, sin que nada supiera mi padre, David: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasa, hijo de Jeter, jefe del ejército de Judá. 33
Su sangre caerá sobre la cabeza de Joab y sobre la de sus descendientes por siempre, mientras que sobre David y su descendencia, sobre su casa y su trono, dará siempre Yahvé su paz. 34
Subió entonces Banayas, hijo de Joyada, y le hirió, matándole, y Joab fue sepultado en su sepulcro en el desierto. 35
Puso el rey en su lugar, por jefe del ejército, a Banayas, hijo de Joyada, y al sacerdote Sadoe en el lugar de Abiatar. Joab temió correr la misma suerte que los otros jefes de la conjuración y trató de salvar su vida buscando asilo en los cuernos del altar del tabernáculo de Yahvé. Pero, conforme a la Ley (
Exo_21:14), debía morir. A sangre fría, y por temor a que le suplantara, no temió matar a Abner (
2Sa_3:27), aduciendo las leyes de la venganza de sangre por la muerte de su hermano Azael (
2Sa_2:22). Mientras besaba a Amasa, le introdujo la espada en sus entrañas, desplomándose (
2Sa_20:9). Tanta sangre inocente derramada en tiempo de paz (v.5)
debía ser vengada. Por los
favores que hizo a su padre, David, se autorizó fuera sepultado en el mausoleo familiar, que se encontraba en las afueras de Belén, al descampado, donde estaba también sepultado su hermano Azael (
2Sa_2:32). Banayas le sustituyó en la jefatura del ejército; Sadoc quedó único sumo sacerdote, descendiente de la rama de Eleazar.
Aviso a Semeí (2Sa_2:36-46).
36
Hizo el rey llamar a Semeí y le dijo: Hazte una casa en Jerusalén y habita en ella, sin salir ni entrar para nada. El día en que salgas y pases el torrente de Cedrón, 37
sabe que con toda certeza morirás; será tu sangre sobre tu cabeza. 38
Semeí respondió al rey: La orden es buena. Como lo dice mi señor el rey, así hará tu siervo. Semeí estuvo mucho tiempo en Jerusalén; 39
pero, al cabo de tres años, dos siervos de Semeí huyeron a refugiarse junto a Aquis, hijo de Maaca, rey de Gat. Le dijeron a Semeí: Tus siervos están en Gat; 40
y, levantándose, montó en su asno y se fue a Gat, a Aquis, en busca de sus siervos, y de vuelta, se los trajo con él. 41
Informaron a Salomón de que Semeí había ido de Jerusalén a Gat y estaba ya de vuelta; 42
y mandando llamar a Semeí, le dijo: ¿No te conjuré yo por Yahvé y no te advertí que el día en que salieras acá o allá sería el de tu muerte? Y me dijiste tú: La orden es buena y la obedeceré. 43
¿Por qué, pues, no has guardado el juramento de Yahvé y la orden que yo te di ? 44
Y siguió el rey diciendo a Semeí: Bien sabes tú, tu corazón lo sabe muy bien, todo el mal que hiciste a David, mi padre. Yahvé hace recaer tu maldad sobre tu cabeza, 45
mientras que el rey Salomón será bendecido y el trono de David afirmado por siempre ante Yahvé. 46
Dio el rey orden a Banayas, hijo de Joyada, que salió e hirió a Semeí, y Semeí murió. El reino se afirmó en las manos de Salomón. Había David afirmado con juramento a Semeí que no le haría morir a espada (
2Sa_19:17); pero encargó a Salomón no le dejara impune a causa de las maldiciones que profirió contra él. Salomón buscó una ocasión propicia para cumplir con una y otra voluntad de su padre. Empezó por someterlo a una libertad vigilada, quizá por estar también comprometido con la causa de Adonías. Se le prohibe salir de Jerusalén e incluso atravesar el torrente Cedrón (
2 Sam 15:23) para ir a su casa de Bajurim, en la vertiente oriental del monte Olívete. Buena le pareció a Semeí la propuesta del rey, que se obligó conjuramento a cumplir. Según
1Sa_27:2, Aquis, rey de Gat, era hijo de Maoc. Era Gat una de las cinco grandes ciudades filisteas; dos veces habíase refugiado David allí (
1Sa_21:11-16;
1Sa_27:2ss). No atravesó Semeí el torrente Cedrón, pero hizo un recorrido superior a los cuarenta kilómetros en dirección al sudoeste de la capital. En seguida se enteró Salomón de esta salida de Semeí, que, por perjuro y para anular los efectos de sus maldiciones, fue condenado a muerte. Después de la maldición que pronuncia el rey en el v-44, añade inmediatamente una bendición para contrarrestar los efectos de aquélla. Con estas medidas se afirma el reino de Salomón. Muertos los conspiradores, nadie pensó en adelante en disputarle su derecho al trono, que en tres años quedó afianzado (v.39).