I Reyes 10, 14-29

El peso del oro que ingresaba para Salomón era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro al año, aparte del de los artesanos, el de los negocios de los comerciantes, el de todos los reyes de Arabia y los gobernantes de la región. Además el rey Salomón hizo doscientos escudos de oro refinado, utilizando seiscientas minas de oro para cada escudo, y otros trescientos escudos de oro puro, habiendo utilizado trescientas minas de oro para cada escudo. Luego el rey los colocó en la casa del bosque del Líbano. Hizo también el rey un gran trono de marfil, y lo recubrió con oro de Ofir; luego le puso seis gradas al trono; la parte alta del respaldo del trono era redonda, y tenía soportes para los brazos a ambos lados del asiento, y dos leones de pie a cada lado. Además, había doce leones de pie a cada lado de las seis gradas; nunca se hizo algo parecido para ningún reino. Todos los utensilios de servicio del rey Salomón eran de oro, y todos los utensilios de la casa del bosque del Líbano eran de oro puro. La plata no tenía valor alguno en la época de Salomón, pues el rey tenía en el mar la flota de Tarsis junto con la flota de Hiram, y cada tres años la flota de Tarsis volvía transportando plata, oro, elefantes, monos y pavos reales. El rey Salomón, pues, superaba a todos los reyes de la región en riqueza y en sabiduría; y todos los reyes de la región procuraban visitar a Salomón para escuchar la sabiduría que Dios había puesto en su corazón. Y año tras año, cada uno le traía su presente: objetos de oro, artículos de plata, vestiduras, armas, perfumes, caballos, carruajes tirados por dos caballos y mulas. Así, el rey Salomón acumuló carros y jinetes; y llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes; dejó los carros en las ciudades, pero dejó algunos de ellos con el rey en Jerusalén. El rey Salomón hizo que la plata fuera tan común en Jerusalén como las piedras, e hizo que los cedros fueran tantos como los sicómoros en la llanura. La importación de caballos para Salomón era desde Egipto, y el pago que recibían los mercaderes del rey era según lo que compraran. Un carro se importaba desde Egipto por seiscientos siclos de plata, y un caballo por ciento cincuenta. De esta manera muchos eran exportados a los reyes de los heteos y a los reyes de Edom por medio de ellos.
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