Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
18. Organizaciones Religiosas.
Los Sacerdotes Levíticos (1-8).
1
Los sacerdotes levíticos, toda la tribu de Leví, no tendrán parte y heredad en Israel; se mantendrán de los sacrificios de combustión a Yahvé y de la heredad de éste. 2
No tendrán heredad en medio de sus hermanos; Yahvé es su heredad, como él se lo ha dicho. 3
Estos serán los derechos de los sacerdotes sobre el pueblo, sobre aquellos que ofrezcan en sacrificio un buey o una oveja: se dará al sacerdote el brazuelo, las mandíbulas y el cuajar. 4
También le darás las primicias de tu trigo, de tu mosto y de tu aceite, y las primicias del esquileo de tus ovejas; 5
porque a él le ha elegido Yahvé, tu Dios, de entre todas las tribus de Israel para estar ante El y ministrar en nombre de Yahvé, él y sus hijos, por siempre. 6
Si un levita sale de alguna de tus ciudades de todo Israel, donde peregrinó para venir con todo el deseo de su alma al lugar que Yahvé elegirá, 7
ministrará en nombre de Yahvé, tu Dios, como todos sus hermanos los levitas que allí estén delante de Yahvé, 8
y comerá una porción igual a la de los otros, excluyendo a los sacerdotes de los ídolos y a los magos.
Esta perícopa nos plantea con más viveza el problema del origen del sacerdocio, del cual hemos hablado comentando
Num_18:20. Ya hemos visto cómo la tribu de Leví no tuvo parte en la distribución de Canaán, y por eso se le asignan ciertos derechos sobre las oblaciones y sacrificios del culto1. Aquí sólo se enumera la parte que les corresponde de los
sacrificios de combustión (v.1). Nada se dice de los primogénitos, aunque se mencionan las primicias del mosto, aceite y el esquileo de las ovejas (v.4). Todo esto era suficiente para el sustento de los sacerdotes levíticos que moraban en el santuario nacional, pero no en los otros lugares. Por eso el Deuteronomio habla siempre de los levitas como clase necesitada, encomendada a la caridad de los fieles. Aquí se les invita a ir al santuario nacional, dejando otros lugares de culto en los altos (
bamot),
en los que no faltaban prácticas supersticiosas. Cuando Josías hizo efectiva la ley de la unidad del santuario, destruyendo los otros lugares de culto, hizo venir a Jerusalén de las ciudades de Judá a todos los sacerdotes desde Gueba hasta Bersabé, es decir, todo el territorio del reino de Judá2. Sin embargo, los sacerdotes de los altos (
bamot)
no subían al altar de Yahvé en Jerusalén, sino que comían los panes ácimos de sus hermanos. No se les consideraba dignos de ejercer plenamente las funciones sacerdotales. El profeta Ezequiel, en la descripción ideal que nos hace en los días de la futura restauración, dice que aquellos levitas que se apartaron de Yahvé cuando Israel se alejó de Dios, yéndose tras los ídolos, llevarán su iniquidad, sirviendo en mi santuario de guardias de las puertas de las casas...; degollarán los holocaustos y las víctimas... y estarán ante él para servirle.
Sólo los que fueron fieles a Yahvé ejercerán funciones sacerdotales3. Es la división entre
sacerdotes y
levitas.
La denominación aquí de
sacerdotes levíticos se ha de entender en el sentido de pertenecientes a la tribu de Leví, en contraposición a otros falsos sacerdotes que no eran de ésta. En el contexto parece que se distinguen los derechos de
sacerdotes y levitas; los v.1-2 se refieren a los derechos de los pertenecientes a la tribu de Leví en general; los v.3-5, en cambio, aluden a los derechos de los
sacerdotes propiamente tales, y los v.6-8, a los de los simples
levitas que se acercan
al santuario único para ejercer su ministerio. La expresión
sacerdotes levíticos se encuentra también en
Neh_10:28;
Neh_10:35, cuando estaban bien distinguidas las dos clases de
sacerdotes y
levitas. El deuteronomista, al hablar de los derechos de los pertenecientes a la tribu de Leví, distingue
sacrificios y su heredad (v.1). Entre los primeros entran toda clase de sacrificios (holocaustos pacíficos, etc.) y oblaciones4, y bajo el nombre de
heredad se alude a las
primicias del campo, que pertenecen a Yahvé, quien los otorga, a su vez, a los que le sirven en el santuario.
Después determina las partes concretas de la víctima que corresponden a los
sacerdotes, que son
el brazuelo, las mandíbulas y el cuajar (v.3), lo que no coincide exactamente con la legislación levítica5. Algunos autores han propuesto que aquí el deuteronomista se refiere a las víctimas no ofrecidas en el santuario, sino sacrificadas en las casas de los dueños6; otros, en cambio, creen que se trata de partes de verdaderos sacrificios sagrados y que la nueva legislación es una exigencia más en favor de la clase sacerdotal. El deuteronomista añade un nuevo ingreso a favor de los sacerdotes: las
primicias del esquileo de las ovejas además de las del trigo, mosto y aceite, previsto en
Num_18:12. Estas exigencias eran un reconocimiento de la elección de la clase sacerdotal para servir a Yahvé (v.5). Como este v.8 aparece casi igual en 10:8, no pocos autores lo consideran como adición de un glosista que quiere destacar la elección divina de los hijos de Aarón.
En los v.6-8 se habla
del derecho del levita a ministrar en el santuario elegido por Yahvé. Algunos autores creen que son los
sacerdotes en general, que, al ser destruidos los santuarios locales por la reforma de Josías (722 a.C.), tuvieron que refugiarse en Jerusalén, y en ese supuesto el legislador les permite los mismos derechos en el templo de Jerusalén que a los que eran sacerdotes habituales del mismo. Pero, según
2Re_23:8-9, a estos sacerdotes advenedizos, procedentes de los santuarios locales destruidos, no se les permitió subir al altar de Yahvé, sino sólo comer panes ácimos en medio de sus hermanos. Lo que sí es claro es que el deuteronomista no alude para nada a las 48 ciudades destinadas a residencia de los levitas7. De esta asimilación de los levitas en derechos a los de Jerusalén quedan excluidos los sacerdotes de los ídolos y los magos, es decir, los que han tomado parte en cultos idolátricos8.
Los Profetas (9-22).
9
Cuando hayas entrado en la tierra que Yahvé, tu Dios, te dará, no imites las abominaciones de esas naciones, 10
y no haya en medio de ti quien haga pasar por el fuego a su hijo o a su hija, ni quien se dé a la adivinación, ni a la magia, ni a las hechicerías 11
y encantamientos; ni quien consulte a encantadores, ni a espíritus, ni a adivinos, ni pregunte a los muertos. 12
Es abominación ante Yahvé cualquiera que esto hace, y precisamente por tales abominaciones arrojará Yahvé, tu Dios, de delante de ti a esas gentes. 13
Sé puro ante Yahvé, tu Dios. 14
Esas gentes que vas a desposeer consultan a hechiceros y adivinos; pero a ti nada de eso te permite Yahvé, tu Dios. 15
Yahvé, tu Dios, te suscitará de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta como yo; a él le oirás, 16
precisamente como a Yahvé, tu Dios, pediste en Horeb el día de la asamblea, diciendo: Que no oiga yo la voz de Yahvé, mi Dios, y no vea este gran fuego para no morir. 17
Entonces me dijo Yahvé: Dicen bien hablando así. 18
Yo les suscitaré de en medio de sus hermanos un profeta como tú; pondré en su boca mis palabras, y él les comunicará cuanto yo le mande. 19
A quien no escuchare las palabras que él dirá en mi nombre, yo le pediré cuenta. 20
Pero el profeta que ose decir en nombre mío lo que yo le haya mandado decir o hable en nombre de otros dioses, debe morir. 21
Y si te dices en tu corazón: ¿Cómo voy a conocer yo la palabra que no ha dicho Yahvé? 22
Cuando un profeta te hable en nombre de Yahvé, si lo que dijo no se cumple, no se realiza, es cosa que no ha dicho Yahvé; en su presunción habló el profeta; no le temas.
Siguiendo la enumeración de las instituciones que han de dirigir la vida religiosa y civil de Israel (monarquía, judicatura), el deuteronomista añade una nueva, que ha de tener gran importancia en determinadas épocas de la vida de Israel:
el profetismo. Es uno de los grandes regalos que Dios hizo al pueblo elegido. Los antiguos eran sobremanera supersticiosos, y entre los cananeos pululaban magos, hechiceros y adivinos, que pretendían predecir el futuro. El legislador hebraico quiere evitar el contagio de estas costumbres gentílicas en su pueblo, y enumera las prácticas abominables e incompatibles con el espíritu de la religión: el sacrificio de niños a Moloc, la adivinación, la magia, los encantamientos y la consulta a los muertos (v.10-11). Todo ello es
abominación para Yahvé. La práctica de quemar niños a Moloc iba unida a los augurios y adivinaciones9, y bajo este aspecto la considera ahora el hagiógraíb. Parece se atribuía al sacrificio del hijo un poder mágico especial para adivinar el futuro10. El autor sagrado sale al paso de toda práctica adivinatoria,
pues sólo Yahvé puede comunicar el futuro a los hombres. Pero, conociendo el legislador hebreo el flaco de su pueblo, propenso a estas prácticas y ansioso de conocer el porvenir, le había dado la práctica del
urim y el tummim para consultar a Dios por medio de suertes, de que se valieron Saúl y David por el ministerio de los sacerdotes11. Pero de este método no se vuelve a hacer mención en todo el curso de la historia posterior. En vez de este procedimiento primitivo, David, cuando fue rey en Jerusalén, tuvo por consejero y
profeta a Natán. Esta práctica se generaliza,
y así es frecuente que los reyes consulten a los profetas. David consulta a Natán sobre la conveniencia de levantar un templo a Yahvé12, Josafat busca un profeta para consultarle sobre la empresa guerrera contra Ramot de Galaad13, Ezequías consulta a Isaías cuando recibió la intimación del representante de Senaquerib14 y Sedecías consulta a Jeremías sobre la suerte de Jerusalén, cercada por los babilonios15. El deuteronomista se hace eco de la presencia de esta benemérita institución y busca sus orígenes en los tiempos mosaicos. La finalidad principal de ella
según el legislador deuteronómico es sustituir a los adivinos y hechiceros, de forma que el pueblo fiel puede también conocer la voluntad de Dios en determinadas circunstancias y la conducta
a seguir conforme a las exigencias del futuro. La predicción del futuro estaba muy en boga entre los babilonios. El
baru era el encargado de descubrirlo con prácticas mágicas y adivinatorias16. Los filisteos tenían también sus adivinos17. En Egipto, el dios Tot era el inventor de la magia y de la hechicería18. También era corriente la consulta a los muertos o necromancía19. Todas estas prácticas estuvieron de moda en la aristocracia judaica en tiempos del impío rey Manasés (s.VII a.C.)20. El deuteronomista reacciona contra ellas, presentando la institución profética como único medio de conocer el futuro revelado por el mismo Dios. Todas esas prácticas adivinatorias están impregnadas de idolatría, y, por tanto, son
abominación a Yahvé. Por ello, los cananeos van a ser arrojados de su tierra, para ser suplantados por los israelitas (v.14). Israel, si ha de permanecer en esta tierra, tiene que evitarlas; de lo contrario, sufrirá la misma suerte.
La institución profética, pues, se ordena a encauzar y a sustituir la práctica de las consultas adivinatorias. Después de Moisés, Dios suscitará un
profeta como él, al que se ha de acudir como
intermediario entre Dios y el pueblo, como Moisés lo había sido en el monte Horeb (v.16). Los fulgores del Sinaí tenían aterrados a los israelitas, y éstos pidieron a Dios que no les hablara directamente,
sino a través de Moisés, su profeta. En adelante, los israelitas tendrán también un profeta que les responda en nombre de Dios. El contexto, pues, sugiere que
profeta se ha de entender en sentido
colectivo, como institución permanente, ya que se trata de llenar un vacío en la sociedad israelita. Es, pues, una
institución, como la monarquía y la judicatura, de las que se habló antes, las cuales constituyen el armazón de la sociedad israelita teocrática.
Estos
profetas deben surgir del pueblo israelita, a diferencia de los adivinos, que solían ser de procedencia extranjera21.
Serán semejantes a Moisés, en el sentido de que serán intermediarios entre Yahvé y el pueblo22. Recibirán comunicaciones y revelaciones divinas directamente, de suerte que puede transmitir las
palabras de Yahvé al pueblo (v.18). En este sentido, se equiparan al propio Moisés23. Por eso se les ha de escuchar como al propio Yahvé; de lo contrario, el pueblo será castigado como rebelde y contumaz (v.19). Por otra parte, se establece la muerte para el falso profeta que transmitiera palabras de parte de Dios sin haberlas recibido (v.20). Los falsos profetas pululaban en tiempos de la monarquía, explotando la credulidad del pueblo y halagando las pasiones políticas del mismo y de los reyes24. Su calidad de profeta verdadero se ha de conocer por la altura y moralidad de sus oráculos y, sobre todo, por el cumplimiento de los mismos (v.22).
Aquí profeta se toma, pues, en el sentido de vaticinador del futuro.
La tradición judaico-cristiana ha dado a este anuncio del futuro
profeta prometido en el texto de
Deu_18:18 un sentido mesiánico. Jesucristo parece aludir a éste cuando dice a los judíos que Moisés escribió de El25. San Pedro aplica este texto a Jesús
Profeta26, y asimismo San Esteban27.
No pocos Santos Padres aplican en sentido personal el texto a Jesucristo28. La generalidad de los comentaristas modernos entienden por exigencias del contexto la palabra
profeta en sentido
colectivo, es decir, de la
institución profética paralela a la institución de la monarquía y de la judicatura, de las que se habla poco antes29. No obstante, esto no excluye un sentido
mesiánico y aun
personal, en cuanto que Cristo es la
culminación del profetismo (summum analogatum), y en este supuesto el texto puede aplicarse a El en sentido
literal pleno, salvándose
así las alusiones de Cristo y de los apóstoles al mismo30.
1 Cf.
Num_18:20;
Deu_10:9;
Deu_12:12;
Deu_14:27. 2 Cf. 2 Re 23. 3
Eze_44:10-16. 4 Cf.
Lev_1:9;
Lev_2:3;
Lev_3:3;
Lev_7:7;
Num_18:9-10. 5 Cf.
Lev_7:31-34;
Lev_10:14;
Num_6:20;
Num_6:18,
Num_6:18. 6 Así Hoonacker,
Le sacerdote lévitique p.416. 7 Cf.
Num_35:1-8. 8 El TM dice lit. excepto los frutos de la venta de su patrimonio. Esta lectura es seguida por la Bib.
de Jér. y Cantera. Nuestra versión sigue la reconstrucción de Steuernagel. 9 Cf.
2Re_21:6. 10 Cf.
2Re_21:6. 11 Cf.
1Sa_14:18;
1Sa_30:7. 12 Cf. 2 Sam 7:1s. 13 Cf. 1 Re 22:1s. 14 Cf.
2Re_19:1s. 15 Cf.
Jer_37:1s. 16 Cf. G. Contenau,
La civilisation d'Assur et de Babylone (París). p.160s. 17 Cf. I Samó. 18 Véase art.
égypte en DBS, II 843-45. 19 Cf.
1Sa_28:3.9. 20 Cf.
2Re_21:6;
2Re_23:24. 21 Cf.
Num_20:5-6;
Isa_2:6. 22 La palabra hebrea
nabi' parece tener el sentido de nuncio o
mensajero, relacionándola con la raíz árabe
naba, el etiópico
nababa y el
nabü babilónico. Los LXX la traducen por ðñïöÞôçò, que tiene el sentido de hablar
por otro, transmitir un mensaje o
interpretar las palabras de un. oráculo. Y éste es el sentido qué tiene en
Exo_4:18;
Exo_7:1 : Aarón será el
profeta de Moisés para transmitir su mensaje al faraón. 23 Cf.
Num_12:6-8;
Deu_34:10. 24 Los profetas verdaderos tienen que hacer frente a estas falacias de los falsos profetas. Véase Jer c.27-29. 25
Jua_6:14;
Jua_7:40. 26
Hec_1:21;
Hec_1:45. 27
Hec_7:37. 28 Cf. Eusebio,
Dem. Evang. 1,7: PG 22,168; San Atanasio, C
. Ar2Cr_1:54 : PG 26,125; Cirilo Hierosolimitano, Caí. 12:17: PG 33,744-45; Gregorio Niseno,
Adv. lud,: PG 46, 204; San Crisóstomo: PG 61,446.645; Agustín de Hipona: PL 42,327. 29 Así Hummelauer, Schopfer, Sanda, Van de Oudenrijn, Goppens, Tobac, Bea, Junker, Ceuppens, Clamer. 30 Véase F. Ceuppens,
De Prophetiis messianicis in AT (Roma 1935) 101-114; A. Van Den Oudenrijn,
De Prophetiae charismate (Romae 1927) 122-132; A. Bea,
De Pentateuco (Romae 1935) 216-218; E. Mangenot: DTG 4 (1911) 665-672; E. Kónig,
Die Mess. Weis-sagungen (1923) 118-128.