I Crónicas 4 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 43 versitos |
1
4. LAS TRIBUS MERIDIONALES
Judá. Sobal.
Hijos de Judá: Peres, Jesrón, Carmí, Jur y Sobal.
2 Reayas, hijo de Sobal, engendró a Yájat. Yájat engendró a Ajumay y a Lahad. Éstas son familias de los soraítas.
3
Jur.
Éstos son los hijos de Jur, padre de Etán: Yizreel, Yismá y Yibdás. Su hermana se llamaba Haslelponí.
4 Penuel fue el padre de Guedor, y Ézer padre de Jusá.
Éstos son los hijos de Jur, primogénito de Efratá, padre de Belén.
5
Asjur.
Asjur, padre de Técoa, tuvo dos mujeres: Jelá y Naará.
6 Naará dio a luz a Ajuzán, Jéfer, los timnitas y los ajastaritas. Éstos son los hijos de Naará.
7 Hijos de Jelá: Séret, Sójar, Etnán.
8 Cos engendró a Anub, a Sobebá y a las familias de Ajarjel, hijo de Harún.
9 Pero Yabés fue más ilustre que sus hermanos, y su madre le dio el nombre de Yabés, diciendo: «Di a luz con dolor.»
10 Yabés invocó al Dios de Israel, exclamando: «Si de verdad me bendices, ensancharás mis términos, tu mano estará conmigo y alejarás el mal para que no padezca aflicción.» Y Dios escuchó su petición.
11
Descendencia de Caleb.
Quelub, hermano de Sujá, engendró a Mejir, que fue padre de Estón.
12 Estón engendró a Bet Rafá, Paséaj y Tejiná, padre de Ir Najás. Éstos son los hombres de Recal.
13 Hijos de Quenaz: Otniel y Serayas. Hijos de Otniel: Jatat y Meonotay.
14 Meonotay engendró a Ofrá, y Serayas engendró a Joab, padre de Gue Jarasín, pues eran artesanos.
15 Hijos de Caleb, hijo de Jefoné: Ir, Elá y Naán; hijo de Elá: Quenaz.
16 Hijos de Jalelel: Zif, Zifá, Tiryá y Asarel.
17 Hijos de Ezrá: Yéter, Méred, Éfer y Yalón. Ella concibió a María, Samay y Yisbaj, padre de Estemoa.
18 Su mujer, la de Judá, dio a luz a Yéred, padre de Guedor, a Héber, padre de Socó, y a Yecutiel, padre de Zanóaj. Éstos son los hijos de Bitía, hija del faraón, que Méred había tomado por esposa.
19 Hijos de la mujer de Hodías, hermana de Naján, padre de Queilá el garmita y Estemoa el maacatita.
20 Hijos de Simón: Amnón y Riná, Ben Janán y Tilón.
Hijos de Yisí: Zójet y Ben Zójet.
21
Hijos de Selá.
Hijos de Selá, hijo de Judá: Er, padre de Lecá, y Ladá, padre de Maresá, y las familias de los que trabajan el lino en Bet Asbea.
22 Yoquín, los hombres de Cozebá; y Joás y Saraf, que se casaron en Moab, antes de volver a Belén. Éstas son cosas muy antiguas.
23 Ellos eran alfareros y habitaban en Netaín y Guederá; moraban allí con el rey, trabajando a su servicio.
24
Descendientes de Simeón.
Hijos de Simeón: Yemuel, Yamín, Yarib, Zéraj y Saúl.
25 Salún, su hijo; Mibsán, su hijo; Mismá, su hijo.
26 Hijos de Mismá: Jamuel, hijo suyo; Zacur, hijo suyo; Semeí, hijo suyo.
27 Semeí tuvo dieciséis hijos y seis hijas, pero sus hermanos no tuvieron muchos hijos, ni todas sus familias se multiplicaron como los hijos de Judá.
28 Habitaban en Berseba, Moladá, Jasar-Sual,
29 Balá, Esen y Tolad,
30 Betuel, Jormá, Sicelag,
31 Bet Marcabot, Jasar Susá, Bet Birí y Saaráin. Éstas fueron sus ciudades hasta el reino de David.
32 También sus aldeas: Etán, Ayin, Rimón, Toquén y Asán, cinco ciudades,
33 y todas sus aldeas que están en torno a aquellas ciudades, hasta Baalat. Aquí habitaron y éste fue su registro genealógico.
34 Mesobab, Yamlec, Yocsá, hijo de Amasías,
35 Joel, Jehú, hijo de Josibías, hijo de Serayas, hijo de Asiel;
36 Eljoenay, Jacobá, Yesojaías, Asayas, Adiel, Yesimiel y Benaías,
37 Zizá, hijo de Sifí, hijo de Alón, hijo de Yedaías, hijo de Simrí, hijo de Semaías.
38 Éstos que han sido citados por sus nombres, fueron jefes en sus familias y en sus casas paternas, y se multiplicaron sobremanera.
39 Se dirigieron a la entrada de Guerar, hasta el oriente del valle, buscando pastos para sus ganados.
40 Y hallaron pastos pingües y buenos, y una tierra espaciosa, tranquila y segura, pues antes habían morado allí los descendientes de Cam.
41 Éstos que se han citados por sus nombres vinieron en tiempos de Ezequías, rey de Judá, y destruyeron las tiendas de aquellos y los refugios que allí se encontraban, entregándolos al anatema hasta el día de hoy; y habitaron en lugar de ellos, ya que había allí pastos para sus ganados.
42 Algunos de los hijos de Simeón, en número de quinientos hombres, se fueron a la montaña de Seír; sus jefes eran Pelatías, Nearías, Refayas, Uziel, hijos de Yisí:
43 derrotaron a los restos de Amalec que habían escapado, y habitaron allí hasta el día de hoy.

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Introducción a I Crónicas

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

I Crónicas 4,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_2:3

NOTAS

4 Las reseñas acerca de Judá, Jur y Caleb son paralelas a las del cap. 2, pero con nombres en gran parte diferentes. Se añaden nuevos datos acerca de Asjur y Selá. Es posible que también esta sección sea adicional, aunque por lo demás utilice recuerdos antiguos y aunque el libro primitivo haya pasado de la noticia acerca de Judá, 1Cr_2:1-17, a la de Simeón, 1Cr_4:24 s.


I Crónicas 4,3
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_2:50+

NOTAS

4:3 «Éstos son los hijos de Jur» restituido según 1Cr_4:4.

I Crónicas 4,9
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_2:55; Gén_35:18

NOTAS

4:9 Juego de palabras entre Yabes y oseb «dolor».

I Crónicas 4,11
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_14:6+; 1Cr_2:18 s; 1Cr_2:42 s; 1Cr_2:9+

I Crónicas 4,13
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Jue_1:13

I Crónicas 4,14
NOTAS

4:14 Este nombre significa «Valle de los Artesanos» (en madera y hierro), ver Neh_11:35.

I Crónicas 4,15
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Neh_11:35; |Núm_13:6

I Crónicas 4,17
NOTAS

4:17 Bitía, 1Cr_4:18.

I Crónicas 4,21
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_2:3

NOTAS

4:21 Esta reseña corta las listas precedentes. Las relaciones de familia entre Belén y Moab quedan también subrayadas en 1Sa_22:3 y en el libro de Rut. -El artesanado era empresa familiar y hereditaria, ver ya 1Cr_4:14; la elección de residencia dependía de las condiciones geográficas y económicas.

I Crónicas 4,22
NOTAS

4:22 (a) Ver Rt 1. -Otra traducción: «dominaron en Moab».

4:22 (b) «(antes) de volver a Belén» (wayyasubû bêt lejem) conj.; wayyasubê lajem hebr. corrompido.

I Crónicas 4,24
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Gén_46:10; |Núm_26:12 s

NOTAS

4:24 Esta reseña comprende: una genealogía, 1Cr_4:24-27; una lista de ciudades, 1Cr_4:28-33; los movimientos de los clanes, 1Cr_4:34-43. 1Cr_4:31 b da, como fecha de la integración de Simeón a Judá, el reinado de David, ver Jos 15, donde se cuenta a esas ciudades entre las de Judá. Los simeonitas conservaron por mucho tiempo su género de vida seminómada, ver 1Cr_4:39 s.

I Crónicas 4,25
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_1:29-30; Gén_25:13-14

I Crónicas 4,28
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |Jos_19:1-8

I Crónicas 4,38
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Núm_1:2

I Crónicas 4,39
NOTAS

4:39 «Guerar» griego; «Guedor» hebr.

I Crónicas 4,40
NOTAS

4:40 Según 1Cr_1:8, los hijos de Cam son a la vez los habitantes de Canaán y de África. Aquí simplemente designan a los no israelitas.

I Crónicas 4,41
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jos_6:17+

NOTAS

4:41 Otra traducción: «y los meunitas», ver 2Cr_20:1.

I Crónicas 4,43
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_17:8+