II Crónicas  18 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 34 versitos |
1
Alianza con Ajab e intervención los profetas.
Josafat tuvo grandes riquezas y honores; emparentó con Ajab,
2 y al cabo de algunos años bajó a visitarle a Samaría. Ajab sacrificó gran número de ovejas y de bueyes para él y la gente que le acompañaba; y le incitó a que subiese con él contra Ramot de Galaad.
3 Dijo Ajab, rey de Israel, a Josafat, rey de Judá: «¿Vas a venir conmigo a Ramot de Galaad?» Le contestó: «Yo haré como tú, mi pueblo como tu pueblo, mis caballos como tus caballos. Contigo estaremos en la batalla.»
4 Josafat dijo al rey de Israel: «Consulta en este día la palabra de Yahvé.»
5 El rey de Israel reunió a los profetas, unos cuatrocientos hombres, y les dijo: «¿He de ir a guerrear contra Ramot de Galaad o debo desistir?» Le respondieron: «Sube, porque Dios la entregará en manos del rey.»
6 Pero Josafat dijo: «¿No hay aquí todavía otro profeta de Yahvé al que consultar?»
7 Dijo el rey de Israel a Josafat: «Hay todavía un hombre para consultar a Yahvé por su medio, pero yo le odio, pues no me profetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.» Dijo Josafat: «No hable el rey de esta manera.»
8 Llamó el rey de Israel a un eunuco y le dijo: «Trae enseguida a Miqueas, hijo de Yimlá.»
9 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados en sus tronos, vestidos con sus galas, en la era que se encuentra a la entrada de la puerta de Samaría, mientras todos los profetas estaban en trance ante ellos.
10 Sedecías, hijo de Quenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro, y decía: «Así dice Yahvé: Con éstos acornearás a Aram hasta acabar con ellos.»
11 Todos los profetas profetizaban del mismo modo diciendo: «¡Sube contra Ramot de Galaad! Tendrás éxito. Yahvé la entregará en manos del rey.»
12 El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le habló diciendo: «Los oráculos de los profetas a una voz son favorables al rey. Que tu oráculo sea como el de cualquiera de ellos y sea favorable lo que anuncies.»
13 Respondió Miqueas: «¡Vive Yahvé, que lo que mi Dios me diga, eso anunciaré!»
14 Cuando llegó ante el rey, éste le preguntó: «Miqueas, ¿Hemos de marchar en guerra contra Ramot de Galaad o debemos desistir?» Le respondió: «Sube, tendrás éxito. Yahvé la entregará en manos del rey.»
15 Pero el rey le dijo: «¿Cuántas veces he de hacerte jurar que no me digas sino sólo la verdad en nombre de Yahvé?»
16 Entonces él dijo:
«He visto a todo Israel en desbandada por los montes,
como rebaño sin pastor.
Yahvé ha dicho: “No tienen señor.
Vuelva cada cual en paz a su casa”.»
17 El rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que nunca me profetiza el bien, sino el mal?»
18 Miqueas dijo:
«Por todo ello, escuchad la palabra de Yahvé. He visto a Yahvé sentado en su trono, con todo el ejército de los cielos a su lado, a derecha e izquierda.
19 Preguntó Yahvé: “¿Quién engañará a Ajab, rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?” Entonces unos decían una cosa y otros otra.
20 Entonces se adelantó el Espíritu, se puso ante Yahvé y dijo: “Yo le engañaré.” Le preguntó Yahvé: “¿De qué modo?”
21 Respondió: “Iré y me haré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas.” Y Yahvé dijo: “Lo engañarás y vencerás. Ve y haz lo que dices”.
22 Así, pues, Yahvé ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos estos profetas tuyos, porque Yahvé ha predicho el mal contra ti.»
23 Entonces Sedecías, hijo de Quenaaná, se acercó y dio una bofetada a Miqueas en la mejilla, diciendo: «¿Por qué camino se ha ido de mí el espíritu de Yahvé para hablar contigo?»
24 Miqueas replicó: «Tú mismo lo verás en el día aquel, cuando trates de esconderte en la habitación más oculta.»
25 El rey de Israel sentenció: «Prended a Miqueas y entregádselo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey;
26 y les diréis: “Así habla el rey: Meted a éste en la cárcel y alimentadle a pan y agua hasta que yo vuelva victorioso.”»
27 Miqueas replicó: «Si vuelves sano, es que no ha hablado Yahvé por mí.»
28
El combate. Intervención de un profeta.
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad.
29 El rey de Israel dijo a Josafat: «Yo voy a disfrazarme para entrar en combate. Pero tú ponte tus vestiduras.» El rey de Israel se disfrazó, y así entraron en combate.
30 Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de sus carros: «No ataquéis ni a chicos ni a grandes, sino tan sólo al rey de Israel.»
31 Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Seguro que éste es el rey de Israel», y le rodearon para cargar sobre él. Pero Josafat dio el grito y Yahvé lo socorrió, alejándolos Dios de él.
32 Viendo los jefes de los carros que no era el rey de Israel, dieron vuelta en su persecución.
33 Entonces un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las placas de la coraza; el rey dijo al auriga: «Da vuelta a los caballos y sácame de la batalla, porque me siento mal.»
34 Aquel día el combate se prolongó y el rey de Israel tuvo que ser sostenido en pie en su carro frente a los arameos hasta la tarde; y a la caída del sol murió.

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Introducción a II Crónicas 

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Crónicas  18,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |1Re_22:1-35

NOTAS

18 El Cronista, que no se ocupa del reino del Norte y que omite todo el ciclo de Elías, 1 R 17-18, y el de Eliseo, 2 R 2-8, porque no guardan relación alguna con Judá, reproduce casi textualmente este relato que, sin embargo, concierne principalmente al reino de Israel. Lo hace porque su héroe, Josafat, se hallaba estrechamente implicado en él, y también porque interviene un verdadero profeta de Yahvé que se opone a los falsos profetas a su sueldo de Ajab.

18:1 Su hijo Jorán se casó con Atalía, hija o hermana de Ajab, ver 2Re_8:18+.


II Crónicas  18,2
NOTAS

18:2 Este sacrificio, que no se menciona en Reyes, será funesto por haberse ofrecido lejos del santuario legítimo.

II Crónicas  18,27
NOTAS

18:27 El hebr. añade: «Y dijo: Oíd, todos vosotros, pueblos»; es el comienzo del libro del profeta canónico Miqueas, que también añadió un glosador en 1Re_22:28.

II Crónicas  18,29
NOTAS

18:29 «Yo voy a disfrazarme para entrar» griego; «Disfrázate y entra» hebr., pero ver la continuación.

II Crónicas  18,33
NOTAS

18:33 «de la batalla» griego; «del campamento» hebr.

II Crónicas  18,34
NOTAS

18:34 El Cronista, que únicamente se interesa por Josafat y Judá, omite los detalles de 1Re_22:35-38 sobre la muerte de Ajab.