II Crónicas  23 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 21 versitos |
1
El clero contra Atalía.
Proclamación de Joás.
El año séptimo, Joadá cobró ánimo y envió a buscar a los jefes de cien, a Azarías, hijo de Yeroján; a Ismael, hijo de Juan; a Azarías, hijo de Obed; a Maasías, hijo de Adaías, y a Elisafat, hijo de Zicrí; concertando un pacto con ellos,
2 recorrieron Judá y reunieron a los levitas de todas las ciudades de Judá y a los cabezas de familia de Israel, que vinieron a Jerusalén.
3 Toda la asamblea hizo alianza con el rey en el templo de Dios. Joadá les dijo: «Aquí tenéis al hijo del rey que ha de reinar, como dijo Yahvé de los hijos de David.
4 Esto habéis de hacer: Un tercio de vosotros, así sacerdotes como levitas, los que entráis el sábado, se quedarán de porteros en las entradas;
5 otro tercio en el palacio real y otro tercio se situará en la Puerta de la Fundación, mientras que todo el pueblo estará en los atrios del templo de Yahvé.
6 Nadie podrá entrar en el templo de Yahvé fuera de los sacerdotes y los levitas que estén de servicio; éstos podrán entrar por estar consagrados, pero todo el pueblo tiene que guardar el precepto de Yahvé.
7 Los levitas rodearán al rey por todos lados, arma en mano. Cualquiera que penetre en el palacio morirá. Sólo ellos acompañarán al rey en su ir y venir.»
8 Los levitas y todo Judá hicieron cuanto les había mandado el sacerdote Joadá. Cada uno tomó sus hombres, los que entraban y los que salían de servicio el sábado, pues el sacerdote Joadá no exceptuó a ninguna de las secciones.
9 El sacerdote Joadá entregó a los jefes de cien las lanzas y los escudos, grandes y pequeños, del rey David depositados en el templo de Yahvé,
10 y apostó a todo el pueblo, arma en mano, desde el extremo oriental del templo hasta el extremo occidental, entre el altar y el templo, rodeando al rey.
11 Hicieron salir entonces al hijo del rey y le pusieron la diadema y las insignias. Le proclamaron rey. Joadá y sus hijos le ungieron y gritaron: «¡Viva el rey!»
12 Cuando Atalía oyó el griterío del pueblo que corría y aclamaba al rey, se fue hacia la muchedumbre que estaba en el templo de Yahvé.
13 Miró y vio al rey en pie junto a la columna, a la entrada, a los jefes con sus trompetas junto al rey, a todo el pueblo de la tierra en júbilo y tocando las trompetas, y a los cantores que, con instrumentos de música, dirigían los cánticos de alabanza. Atalía rasgó sus vestiduras y gritó: «¡Traición, traición!»
14 Entonces el sacerdote Joadá dio esta orden a los jefes de las tropas: «Hacedla salir de las filas. Quien la siga será pasado a espada», pues el sacerdote se decía: «No debe ser ejecutada en el templo de Yahvé.»
15 Le abrieron paso y, cuando entró en el palacio real por la Puerta de los Caballos, allí fue ejecutada.
16
La reforma de Joadá.
Entonces Joadá celebró alianza con todo el pueblo y el rey, por la que el pueblo se convertía en pueblo de Yahvé.
17 Acudió después todo el pueblo al templo de Baal. Lo derribaron, hicieron pedazos sus altares e imágenes, y a Matán, sacerdote de Baal, lo mataron frente a los altares.
18 Joadá puso centinelas en el templo de Yahvé, a las órdenes de los sacerdotes y levitas que David había distribuido en el templo de Yahvé, conforme a lo escrito en la Ley de Moisés, para ofrecer los holocaustos con alegría y cánticos, según las disposiciones de David.
19 Puso porteros junto a las puertas del templo de Yahvé para que no entrase ninguno que por cualquier causa fuese inmundo.
20 Tomó después a los centuriones, a los notables, a los dirigentes del pueblo y al pueblo entero del país, y escoltaron al rey desde el templo de Yahvé, haciendo entrada por la puerta superior del palacio real, y lo entronizaron en el trono del reino.
21 Todo el pueblo del país exultaba de júbilo y la ciudad quedó tranquila. En cuanto a Atalía, había muerto a espada.

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Introducción a II Crónicas 

LOS LIBROS DE LAS CRÓNICAS DE ESDRAS Y NEHEMÍAS

Introducción
El AT comprende un segundo grupo de libros históricos que en gran parte reiteran y luego prosiguen la historia deuteronomista que abarca de Josué al fin de los Reyes. Se trata de los dos libros de las Crónicas, y además del libro de Esdras y, según la opinión común, del libro de Nehemías. Los dos libros de las Crónicas formaban primitivamente uno solo, y los libros de Esdras y Nehemías integraban el mismo conjunto, obra de un solo autor. No sólo encontramos en ellos el mismo estilo y las mismas ideas fundamentales, sino que la repetición, al comienzo de Esd 1, de los versículos con que concluye 2 Cro 36, certifica la unidad de composición.

Son, pues, los libros de las Crónicas (según el título hebreo; la Biblia griega y la Vulgata los llaman «Paralipómenos», es decir, los libros que refieren las «cosas omitidas», que añaden un complemento) obra del Judaísmo postexílico, de una época en que el pueblo, privado de su independencia política, gozaba con todo de una especie de autonomía reconocida por los dueños del Oriente: vivía bajo la dirección de sus sacerdotes, según las reglas de su ley religiosa. El Templo y sus ceremonias eran el centro de la vida nacional. Pero este marco legalista y ritual recibe vida de una corriente de piedad personal, de las doctrinas sapienciales, del recuerdo de las glorias o de las debilidades del pasado y de la confianza en las promesas de los profetas.

El autor de las Crónicas, un levita de Jerusalén, es profundamente adicto a este medio.

Escribe después de Esdras y Nehemías, bastante tiempo después, puesto que puede combinar a su gusto las fuentes que a aquéllos se refieren. La fecha más probable parece ser el comienzo de la época griega, antes del año 300 a. C. El libro recibió después adiciones procedentes de una o de varias manos. En especial fueron ampliados los cuadros genealógicos de 1 Cro 2-9 y se añadieron listas de nombres, probablemente las de los partidarios de David, 1 Cro 12, las de sacerdotes y levitas, 1 Cro 15, y la larga adición de 23:3-27:34, que es un recuento del personal cultual y administrativo de David.

Estos complementos, que posiblemente utilizaron excelentes documentos, siguen la línea de pensamiento del Cronista.

Muestra gran interés por el Templo. El clero desempeña en su obra un papel preeminente: no sólo los sacerdotes y los levitas, según el espíritu del Deuteronomio y de los textos sacerdotales del Pentateuco, sino también las clases inferiores del clero, los porteros y los cantores, equiparados en adelante a los levitas. La santificación del clero se extiende a los seglares mediante la participación de éstos en los sacrificios de comunión, que ante el Cronista recuperan su antigua importancia. Esta comunidad santa no se restringe exclusivamente a los de Judá: por encima de la apostasía del reino de Israel, del que habla lo menos posible, se imagina a las Doce Tribus unidas bajo el cetro de David y, por encima de las circunstancias del momento, espera la reunión de todos los hijos de Israel. Ni aun los mismos paganos quedan excluidos de la oración del Templo. «Israel» es para él todo el pueblo fiel, con el que Dios había concertado en otro tiempo una alianza y con el que ha renovado aquella alianza en la persona de David. Bajo David se realizaron mejor que nunca las condiciones de la teocracia del reino de Dios sobre la tierra; y en el espíritu de David debe vivir la comunidad, con un afán constante de reforma que es una vuelta a las tradiciones, para que Dios le conserve su favor y cumpla sus promesas.

El centro de interés permanente de esta larga historia es el Templo de Jerusalén y su culto, desde los preparativos bajo David hasta la restauración llevada a cabo por la comunidad vuelta del Destierro.

Estos grandes pensamientos del Cronista explican la composición de su obra. Los primeros caps., 1 Cro 1-9, ofrecen listas genealógicas que se detienen más en la tribu de Judá y la descendencia de David, en los levitas y en los habitantes de Jerusalén. Esto sirve de introducción a la historia de David, que ocupa todo el final del primer libro, 10-29. Se omiten las desavenencias con Saúl, así como el pecado con Betsabé, los dramas de familia y las rebeliones, pero se da relieve a la profecía de Natán, 17, y se concede una importancia considerable a las instituciones religiosas: traslado del arca y organización del culto en Jerusalén, 13, 15-16, preparativos para la construcción del Templo, 21-29. David ha levantado el plano, reunido los materiales, ha organizado las funciones del clero hasta en los detalles, y ha dejado la realización a su hijo Salomón. En la historia de éste, 2 Cro 1-9, la construcción del Templo, la oración del rey en la dedicación y las promesas con que Dios corresponde, ocupan la mayor parte. A partir del cisma, el Cronista sólo se preocupa del reino de Judá y de la dinastía davídica. A los reyes se les juzga conforme a su fidelidad o infidelidad a los principios de la alianza, según se aproximen o se aparten del modelo dado por David, 2 Cro 10-36. A los desórdenes siguen las reformas, y las más profundas de éstas son las de Ezequías y Josías; este último rey tiene sucesores impíos que precipitan el desastre, pero las Crónicas concluyen con la autorización dada por Ciro para reconstruir el Templo. Continuación de estas Crónicas, como hemos dicho, son los libros de Esdras y Nehemías.

Para escribir esta historia, el autor se ha valido, en primer lugar, de los libros canónicos: Génesis y Números para las listas del comienzo, y sobre todo Samuel y Reyes. Los utiliza con libertad, elige lo que cuadra a su propósito, añade y corta. Con todo, jamás cita estas fuentes esenciales que nosotros podemos verificar. En cambio, se refiere a cierto número de otras obras, «libros» de los reyes de Israel o de los reyes de Israel y de Judá, un «midrás» del libro de los Reyes, «palabras» o «visiones» de tal o cual profeta, etc. Estos escritos son desconocidos para nosotros y se discute respecto a su contenido y sus mutuas relaciones. Probablemente describían los diversos reinos a la luz de las intervenciones proféticas. Es dudoso que el Cronista se haya valido también de tradiciones orales.

Puesto que el Cronista ha dispuesto de fuentes que nosotros ignoramos y que podían ser dignas de fe, no hay razón para desconfiar, en principio, de todo lo que añade a los libros canónicos que nosotros conocemos. Se ha de examinar cada caso en sí, e investigaciones recientes han vindicado en diversos puntos al Cronista del descrédito en que le tenían muchos exegetas. Pero también se da el caso de que presente noticias incompatibles con el cuadro que trazan Samuel o los Reyes, o bien que modifique a sabiendas lo que dicen estos últimos libros. Este procedimiento —que no tendría excusa en ningún historiador moderno, cuya misión es narrar y explicar la sucesión de los hechos— se justifica por la intención del autor; él no es un historiador, es un teólogo que, a la luz de las experiencias antiguas y, sobre todo, de la experiencia davídica, «medita» sobre las condiciones del reino ideal; hace que el pasado, el presente y el futuro confluyan en una síntesis: proyecta sobre la época de David toda la organización cultual que tiene ante sus ojos, omite todo lo que pudiera empequeñecer a su héroe. Fuera de los datos nuevos que contiene y cuyo valor se puede verificar, su obra no vale tanto para reconstruir el pasado como para ofrecernos un cuadro del estado y de las preocupaciones de su época.

Porque el Cronista escribe para sus contemporáneos. Les recuerda que la vida de la nación depende de su fidelidad a Dios y que esta fidelidad se expresa mediante la obediencia a la ley y a la regularidad de un culto animado por la verdadera piedad. Quiere hacer de su pueblo una comunidad santa, en cuyo favor se realizarán las promesas hechas a David. Los hombres religiosos del Judaísmo contemporáneo de Cristo vivirán en este espíritu, a veces con desviaciones que él no había previsto. Su enseñanza sobre la primacía de lo espiritual y sobre el gobierno divino de todos los acontecimientos del mundo tiene un valor permanente; deberíamos meditarlo en una época como la nuestra, en que la invasión de lo profano parece retrasar indefinidamente el establecimiento del reino de Dios.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Crónicas  23,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_11:4-16

NOTAS

23 Algunas modificaciones y adiciones al paralelo de Reyes reflejan los puntos de vista del Cronista: sustituye a los mercenarios extranjeros al servicio del rey por israelitas; el pueblo permanece en su sitio en el atrio; dirigen la acción los levitas, de quienes se supone que responden de la guardia del Templo; todo se hace según el «precepto de Yahvé», 2Cr_23:6, es decir, según la legislación sacerdotal. Esto da a este golpe de Estado político el aspecto de una función litúrgica, conforme a un tema del agrado del Cronista. Otro de sus temas, la preocupación por la descendencia davídica, se subraya en 2Cr_23:3.


II Crónicas  23,8
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_24:19

II Crónicas  23,11
NOTAS

23:11 El texto antiguo no precisaba que la unción hubiera sido hecha por los sacerdotes.

II Crónicas  23,13
NOTAS

23:13 Nueva indicación propia del Cronista.

II Crónicas  23,16
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] |2Re_11:17-20

II Crónicas  23,18
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr_23:13

[2] 1Cr 25

NOTAS

23:18 Al parecer, tenemos aquí y en 2Cr_30:16 el empleo más antiguo del término «Ley de Moisés» para designar no ya sólo al Deuteronomio, ver Jos_8:31; Jos_23:6, etc., sino al conjunto de los cinco libros que llamamos Pentateuco, ver Si prol.; Sir_24:23. El reconocimiento del papel decisivo desempeñado por Moisés se une a la conciencia del vínculo creado por Yahvé entre él mismo y el pueblo de la Alianza, ver Deu_4:8+.

II Crónicas  23,19
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Cr 26

NOTAS

23:19 En 2Cr_23:18-19, el Cronista presenta la reforma de Joadá como una restauración de las instituciones davídicas, a las que ha transferido los usos del Templo postexílico.