Cantares  1 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 17 versitos |
1
Título y prólogo
Cantar de los cantares, de Salomón.
2
LA NOVIA.

¡Que me bese con besos de su boca!
Mejores son que el vino tus amores,
3 qué suave el olor de tus perfumes;
tu nombre es aroma penetrante,
por eso te aman las doncellas.
4 Llévame en pos de ti: ¡Corramos!
Méteme, rey mío, en tu alcoba,
disfrutemos juntos y gocemos,
alabemos tus amores más que el vino.
¡Con razón eres amado!
5
Primer poema

LA NOVIA.
Soy morena, pero hermosa,
muchachas de Jerusalén,
como las tiendas de Quedar,
como las lonas de Salmá.
6 No miréis que estoy morena:
es que me ha quemado el sol.
Mis hermanos se enfadaron conmigo,
me pusieron a guardar las viñas,
¡y mi viña no supe guardar!
7 Indícame, amor de mi alma,
dónde apacientas el rebaño,
dónde sestea a mediodía,
para que no ande así perdida
tras los rebaños de tus compañeros.
8
EL CORO.
Si tú no lo sabes,
¡hermosa entre las mujeres!,
sigue las huellas del rebaño,
lleva a pacer tus cabritas
junto al jacal de los pastores.
9
EL NOVIO.
Amor mío, te comparo a la yegua
que tira del carro del faraón.
10 ¡Qué hermosura tu cara entre zarcillos,
tu cuello entre collares!
11 Zarcillos te haremos de oro,
con engastes y cuentas de plata.
12
DÚO.

—Mientras el rey descansa en su diván,
mi nardo exhala su fragancia.
13 Bolsita de mirra es mi amado para mí,
que reposa entre mis senos.
14 Racimo de alheña es mi amado para mí,
en las viñas de Engadí.
15 —¡Qué bella eres, amor mío,
qué bella eres!
¡Palomas son tus ojos!
16 —¡Qué hermoso eres, amor mío,
eres pura delicia!
Nuestro lecho está hecho de fronda,
17 las vigas de nuestra casa, de cedro,
nuestros artesonados, de ciprés.

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Introducción a Cantares 

CANTAR DE LOS CANTARES

Introducción
El Cantar de los Cantares, es decir, el Cantar por excelencia, el Cantar más bello, canta en una serie de poemas el amor mutuo de una pareja de amantes, que se juntan y se pierden, se buscan y se encuentran. Al amado se le llama «Rey», Cnt_1:4 y Cnt_1:12 , y «Salomón», Cnt_3:7 y Cnt_3:9 ; a la amada se la llama «Sulamita», Cnt_7:1 [ Cnt_6:13 ], nombre en el que se ha querido ver reflejado fonéticamente el nombre de Salomón o el de la Sunamita que aparece en la historia de David y de Salomón, 1Re_1:3 ; 1Re_2:21-22 . Como la tradición sabía que Salomón había compuesto canciones, 1Re_5:12 [ 1Re_4:32 ], se le atribuyó este cántico por antonomasia (de ahí el título del libro Cnt_1:1 ). Y del mismo modo, dada su fama de sabio, se le atribuyeron Proverbios, Eclesiastés y Sabiduría. A causa del título, se clasificó al Cantar entre los libros sapienciales, en la Biblia griega después del Eclesiastés, en la Vulgata entre el Eclesiástico y la Sabiduría, precisamente dos libros «salomónicos». En la Biblia hebrea, el Cantar está colocado entre los «escritos» que forman la tercera y más reciente parte del canon judío. Posteriormente al siglo VIII de nuestra era, cuando el Cantar fue utilizado en la liturgia pascual, se convirtió en uno de los cinco «meguil·lot» o rollos que se leían en las grandes fiestas.

Este libro, que no habla de Dios y que usa un lenguaje de amor apasionado, ha resultado chocante. En el siglo I de nuestra era surgieron dudas sobre su canonicidad en los medios judíos y se resolvieron apelando a la tradición. Y fundándose en ésta lo ha aceptado siempre la Iglesia cristiana como Escritura Sagrada.

No hay libro del Antiguo Testamento que haya recibido interpretaciones más dispares.

La más reciente rastrea el origen del Cantar en el culto de Istar y de Tamuz, y en los ritos del matrimonio divino (hierogamia) que se supone realizaba el rey en representación del dios. Un ritual así, tomado de los cananeos, se habría practicado antiguamente en el culto de Yahvé, y el Cantar sería el librito, expurgado y revisado, de esa liturgia. No puede demostrarse esta teoría cultual y mitológica; resulta improbable. No es posible imaginarse a un creyente israelita plagiando estas representaciones de una religión de la fecundidad simplemente para obtener de ella cantares de amor. Si hay coincidencias de expresión entre los himnos a Istar o a Tamuz y los poemas del Cantar, será porque uno y otros hablan el lenguaje del amor.

La interpretación alegórica es mucho más antigua. Llegó a ser común entre los judíos a partir del siglo II de nuestra era: el amor de Dios por Israel y el del pueblo por su Dios son representados como las relaciones entre dos esposos; es el mismo tema del matrimonio que los profetas desarrollan desde Oseas. Los autores cristianos, sobre todo bajo la influencia de Orígenes y a pesar de la oposición individual de Teodoro de Mopsuestia, siguieron la misma línea que la exégesis judía, pero la alegoría se convierte en ellos en la de las bodas de Cristo con la Iglesia, o en la de la unión mística del alma con Dios. Son ya muy pocos los comentaristas católicos modernos que defienden alguna de las variantes de esta interpretación alegórica. Se atienen al tema general de Yahvé, esposo de Israel, o bien tratan de encontrar en el conjunto del Cantar la historia de las conversiones de Israel, de sus desilusiones y de sus esperanzas. El carácter inspirado y canónico del Cantar exige, a su parecer, que cante a algo distinto al amor profano. Pero las justificaciones exegéticas que dan del sentido alegórico, acumulando los paralelos verbales con el resto de la Biblia, aparecen artificiales y forzadas.

En consecuencia, la mayor parte de los exegetas católicos se adhiere a la interpretación literal, que hoy reúne la casi totalidad de los votos. Reanudan así la tradición más antigua. No existe ningún indicio de una interpretación alegórica del Cantar antes de nuestra era, y en los escritos de Qumrán no se descubre ningún vestigio; el Nuevo Testamento, por más que se haya dicho, no aporta ningún testimonio; los judíos del siglo I cantaban el Cantar en las fiestas profanas de matrimonio y siguieron haciéndolo a pesar de la prohibición lanzada por Rabí Aquiba. El Cantar mismo no manifiesta ninguna intención alegorizante, contrariamente a los profetas que, cuando recurren a la alegoría, lo dicen explícitamente y ofrecen la clave, Isa_5:7 ; Eze_16:2 ; Eze_17:12 ; Eze_23:4 ; Eze_31:2 ; Eze_32:2 , etc. Nada nos indica que haya de aplicarse sobre el Cantar un papel perforado para traducir su código y leer en él algo distinto al sentido que brota naturalmente del texto: una colección de cantares que celebran el amor mutuo y fiel que sella el matrimonio. Proclama la legitimidad y celebra el valor del amor humano, y el tema no es sólo profano, puesto que Dios ha bendecido el matrimonio, considerado no tanto como medio de procreación cuanto como la asociación afectiva y estable del hombre y de la mujer, Gn 2. Bajo la influencia del Yahvismo, la vida sexual, que el medio ambiente cananeo concebía a imagen de las relaciones entre divinidades de la fecundidad, queda aquí desmitologizada y es considerada con un sano realismo. El mismo amor humano es incidentalmente el tema de otros libros del Antiguo Testamento, por ejemplo en algunos relatos antiguos del Génesis, en la historia de David, en los Proverbios y el Eclesiástico, donde se le trata de la misma manera y a veces con expresiones que recuerdan las del Cantar, y su honestidad justifica la trasposición que los profetas hacen de él a las relaciones de Yahvé con Israel. No hay, pues, dificultad en que se le haya dedicado un libro, y en que éste haya sido admitido en el Canon. No nos toca a nosotros fijar límites a la inspiración de Dios.

Se puede buscar el origen del Cantar en las fiestas que acompañaban a la celebración del matrimonio, ver Jer_7:24 ; Jer_16:9 ; Sal 45, y se han establecido comparaciones útiles con las ceremonias y los cantos de las bodas de los árabes de Siria y Palestina. Pero el Cantar no es una colección de cantos populares. Sean cuales fueren los modelos que haya podido conocer, el autor del Cantar es un poeta original y un hábil literato. Los mejores paralelos se encuentran en los cantos de amor del antiguo Egipto, que son obras literarias, pero no es posible afirmar que se haya inspirado en ellos. Israel hubo de tener como sus vecinos una poesía amorosa y, en un ambiente semejante, el lenguaje del amor ha empleado las mismas imágenes y las mismas hipérboles.

El Cantar no sigue ningún plan definido. Es una colección de cantos, a los que sólo les une su tema común, que es el amor. Los «cinco» poemas entre los cuales se distribuye la traducción solamente sugieren agrupamientos posibles de unidades más cortas, y no debemos buscar del uno al otro ningún progreso ni del pensamiento ni de la acción. Las colecciones de cantos egipcios que han llegado a nosotros tienen la misma disposición. Se trata de repertorios en los que se podía escoger un espécimen según la circunstancia o el auditorio, y ello explica que las piezas sean variaciones sobre los mismos temas y que existan numerosos duplicados. No estaban destinados a ser cantados o recitados todos ellos seguidos. Si se renuncia a la ayuda de la alegoría para descubrir en el Cantar alusiones a acontecimientos históricos, su fecha es de difícil precisión. Algunos le hacen remontarse hasta el reinado de Salomón, pero los aramaísmos de su lenguaje y el préstamo de una palabra persa, Cnt_4:13 , y de otra griega, Cnt_3:9 , imponen una fecha posterior al Destierro, en el siglo V o IV a. C. El lugar de composición es ciertamente Palestina.

Independientemente de la atribución que se hizo a Salomón, el gran Sabio, la interpretación literaria del Cantar legitima su clasificación entre los libros sapienciales: como ellos, se preocupa de la condición humana y considera uno de sus aspectos vitales. Enseña a su manera la bondad y la dignidad del amor que acerca al hombre y a la mujer, destruye los mitos que se le adherían entonces y lo libera de las ataduras del puritanismo como también de las licencias del erotismo. No debe perderse esta lección para nuestra época. Por lo demás, es lícito, por encima del sentido literal, aplicar el Cantar a las relaciones de Cristo con su Iglesia, lo cual, sin embargo, no lo hizo San Pablo en Ef 5, o a la unión de las almas con el Dios de amor, y esto justifica el uso admirable que de él hicieron místicos como San Juan de la Cruz.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

Cantares  1,1
NOTAS

1:1 Sobre la atribución a Salomón, ver la Introducción.


Cantares  1,2
NOTAS

1:2 Los vv. Cnt_1:2-4 son como un prólogo, que da el tema general de los poemas que vienen detrás y que tiene ya el tono de ternura apasionada que dominará toda la colección. Los bruscos pasajes de la tercera a la segunda persona son característicos también de los cantos de amor egipcios. El novio está ausente, pero sigue presente en el corazón de su amada, a la que se unen sus compañeras, Cnt_1:4 b, que son las hijas de Jerusalén de Cnt_1:5. El conjunto tiene paralelos en el epitalamio real de Sal_45:8-9 [Sal_45:7-8], Sal_45:15-16 [Sal_45:14-15].

Cantares  1,3
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Cnt_6:8

NOTAS

1:3 Simple juego poético de aliteración con semen, «aceite», «ungüento» y sem, «nombre»; el aceite ha sido sugerido por los perfumes del v. precedente.

Cantares  1,4
NOTAS

1:4 El rey no es Yahvé, como dice la interpretación alegórica, ni Salomón en el poema primitivo. En los cantos de matrimonio sirios se llama «rey» y «reina» al novio y a la novia. Tal vez aquí todo el v. sea simplemente una reminiscencia de Sal_45:15 [Sal_45:14].

Cantares  1,5
NOTAS

1:5 (a) Tiene la tez bronceada por los trabajos campestres a los que se la ha obligado, Cnt_1:6; se compara a las tiendas negras de los beduinos, tejidas con pelo de cabra. Los antiguos poetas árabes contraponen el cutis claro de las jóvenes de buena cuna (aquí las hijas de Jerusalén) al de los esclavos y esclavas ocupados en los trabajos exteriores.

1:5 (b) Las muchachas de Jerusalén, o las muchachas de Sión, Cnt_3:11, representan un cortejo al que los enamorados interpelan, aquí y en Cnt_2:7; Cnt_3:5, Cnt_3:11; Cnt_5:8, Cnt_5:16; Cnt_8:4, o que interviene para introducir o dar pie a un desarrollo poético, Cnt_1:8; Cnt_5:9; Cnt_6:1; Cnt_7:1 [Cnt_6:13].

1:5 (c) «Salmá» conj.; «Salomón» hebr. -Salmá y Quedar son dos tribus nómadas árabes.

Cantares  1,6
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Isa_5:1+

NOTAS

1:6 Ella ha dado su corazón a su amado.

Cantares  1,7
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_37:16; Eze_34:1+; Sal_23:1-3; Jua_10:1-16

NOTAS

1:7 Posible reminiscencia de Gén_37:16. El tema de la separación y la búsqueda es, en toda la literatura amorosa, tanto o más frecuente que el de la presencia y posesión feliz. En el Cantar este tema reaparece en Cnt_3:1-4; Cnt_4:8; Cnt_5:2-8; Cnt_6:1. El marco es aquí el de un idilio pastoril, ver Jacob y Raquel, Gén_29:1-12. En Cnt_5:2-8, el marco será diferente: no se trata de situaciones reales.

Cantares  1,8
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jer_31:21

Cantares  1,9
NOTAS

1:9 Comparar la novia a una yegua, digna de un tiro real, nos puede parecer de poco gusto. Pero entre los antiguos poetas árabes y Teócrito, por ejemplo, era uno de los elogios preferidos de la belleza femenina.

Cantares  1,12
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Cnt_1:3+

NOTAS

1:12 (a) Los enamorados están juntos, y los perfumes raros y embriagantes, nardo, mirra, alheña, significan el placer que experimentan con este encuentro, Cnt_1:12-14, y producen una avalancha de piropos, Cnt_1:15-16; Cnt_2:1-3. El lugar del encuentro es vago, un lecho de verdor, Cnt_1:16, un palacio, Cnt_1:17, una bodega, Cnt_2:4, pero ver la nota. En cambio, el desenlace es claro: están abrazados, Cnt_2:6, y el novio pide que no se despierte a su amada, Cnt_2:7, frase que se repetirá como un estribillo en Cnt_3:5 y Cnt_8:3-4. Esto no debe sorprender, si se considera al Cantar como una colección de cantos de matrimonio y no se busca una situación que se desarrolle de un poema al otro, ver la Introducción.

1:12 (b) ver Cnt_1:4.

Cantares  1,14
NOTAS

1:14 La «Fuente del Cabrito», en la orilla oeste del mar Muerto, con un oasis fértil en el que también crecían, según otros textos, el árbol de bálsamo y la palmera.