Judith 8 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 36 versitos |
1
III. Judit
Presentación de Judit.
Se enteró entonces de ello Judit, hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de José, hijo de Oziel, hijo de Elcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón, hijo de Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jilquías, hijo de Eliab, hijo de Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Sarasaday, hijo de Israel.
2 Su marido Manasés, de la misma tribu y familia que ella, había muerto durante la recolección de la cebada.
3 Mientras estaba en el campo vigilando a los que ataban las gavillas, le dio una insolación a la cabeza, cayó en cama y vino a morir en su ciudad de Betulia. Fue sepultado junto a sus padres, en el campo que hay entre Dotán y Balamón.
4 Judit llevaba ya tres años y cuatro meses viuda, recogida en su casa.
5 Se había hecho construir un aposento sobre el terrado de la casa, se había ceñido de sayal y vestía ropas de viuda; ayunaba
6 desde que había enviudado, a excepción de los sábados y las vigilias de los sábados, los novilunios y sus vigilias, las solemnidades y los días de regocijo de la casa de Israel.
7 Era muy bella y muy bien parecida. Su marido Manasés le había dejado oro y plata, siervos y siervas, ganados y campos, de los que ella era dueña,
8 y no había nadie que pudiera decir de ella una palabra maliciosa, porque era muy temerosa de Dios.
9
Judit y los ancianos.
Oyó, pues, Judit las amargas palabras que el pueblo había dicho contra el jefe de la ciudad, pues habían perdido el ánimo ante la escasez de agua. Supo también todo cuanto Ozías les había respondido y cómo les había jurado que entregaría la ciudad a los asirios al cabo de cinco días.
10 Entonces, mandó llamar a Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad, por medio de la sierva que tenía al frente de su hacienda.
11 Vinieron y ella les dijo:
«Escuchadme, jefes de los vecinos de Betulia. No están bien las palabras que habéis pronunciado hoy ante el pueblo, cuando habéis interpuesto entre Dios y vosotros un juramento, asegurando que entregaríais la ciudad a nuestros enemigos si en el plazo convenido no os enviaba socorro el Señor.
12 ¿Quiénes sois vosotros para permitiros hoy poner a Dios a prueba y suplantar a Dios entre los hombres?
13 ¡Así tentáis al Señor Omnipotente, vosotros que nunca llegaréis a comprender nada!
14 Nunca llegaréis a sondear el fondo del corazón humano, ni podréis apoderaros de los pensamientos de su inteligencia, pues ¿cómo vais a escrutar a Dios que hizo todas las cosas, conocer su inteligencia y comprender sus pensamientos? No, hermanos, no provoquéis la cólera del Señor, Dios nuestro.
15 Si no quiere socorrernos en el plazo de cinco días, tiene poder para protegernos en cualquier otro momento, como lo tiene para aniquilarnos en presencia de nuestros enemigos.
16 Pero vosotros no exijáis garantías a los designios del Señor nuestro Dios, porque Dios no se somete a las amenazas, como un hombre, ni se le marca, como a cualquier mortal, una línea de conducta.
17 Pidámosle más bien que nos socorra, mientras esperamos confiadamente que nos salve. Y él escuchará nuestra súplica, si le place hacerlo.
18 «Verdad es que no hay en nuestro tiempo ni en nuestros días tribu, familia, pueblo o ciudad de las nuestras que se postre ante dioses hechos por mano de hombre, como sucedió en otros tiempos,
19 en castigo de lo cual fueron nuestros padres entregados a la espada y al saqueo, y sucumbieron desastradamente ante sus enemigos.
20 Pero nosotros no conocemos otro Dios que él, y en esto estriba nuestra esperanza de que no nos mirará con desdén ni a nosotros ni a ninguno de nuestra raza.
21 «Porque si de hecho se apoderan de nosotros, caerá toda Judea; nuestro santuario será saqueado y nosotros tendremos que responder de esta profanación con nuestra propia sangre.
22 La muerte de nuestros hermanos, la deportación de esta tierra y la devastación de nuestra heredad caerá sobre nuestras cabezas, en medio de las naciones en que estemos como esclavos, y seremos para nuestros amos escarnio y mofa,
23 ya que nuestra esclavitud no concluiría en benevolencia, sino que el Señor nuestro Dios la convertiría en deshonra.
24 Ahora, pues, hermanos, mostremos a nuestros hermanos que su vida depende de nosotros y que sobre nosotros se apoyan las cosas sagradas, el templo y el altar.
25 «Por todo esto, debemos dar gracias al Señor, nuestro Dios, que ha querido probarnos como a nuestros padres.
26 Recordad lo que hizo con Abrahán, las pruebas por que hizo pasar a Isaac, lo que aconteció a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando pastoreaba los rebaños de Labán, el hermano de su madre.
27 Como los puso a ellos en el crisol para sondear sus corazones, así el Señor nos hiere a nosotros, los que nos acercamos a él, no para castigarnos, sino para amonestarnos.»
28 Ozías respondió: «En todo cuanto has dicho, has hablado con recto juicio y nadie podrá oponerse a tus razones,
29 ya que no has empezado hoy a dar muestras de tu sabiduría, sino que de antiguo conoce todo el pueblo tu inteligencia y la bondad de los pensamientos que brotan de tu mente.
30 Pero el pueblo padecía gran sed y nos obligaron a pronunciar aquellas palabras, y a comprometernos con un juramento que no podemos violar.
31 Ahora, pues, tú que eres una mujer piadosa, pide por nosotros al Señor que envíe lluvia para llenar nuestras cisternas, y así no nos veamos acabados.»
32 Respondió Judit: «Escuchadme. Voy a hacer algo que se transmitirá de generación en generación entre los hijos de nuestra raza.
33 Estad esta noche a la puerta de la ciudad. Yo saldré con mi sierva y antes del plazo que os habéis fijado para entregar la ciudad a nuestros enemigos, vendrá el Señor en defensa de Israel a través de mi acción.
34 No intentéis averiguar lo que quiero hacer, pues no lo diré hasta no haberlo cumplido.»
35 Ozías y los jefes le dijeron: «Vete en paz y que el Señor Dios te preceda para tomar venganza de nuestros enemigos.»
36 Y, dejando el aposento, regresaron a sus puestos.

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Introducción a Judith

El libro de Judit es la historia de una victoria del pueblo elegido contra sus enemigos, merced a la intervención de una mujer. La pequeña nación judía se enfrenta con el imponente ejército de Holofernes, que quiere someter el mundo al rey Nabucodonosor y destruir todo culto que no sea el de Nabucodonosor endiosado. Los judíos son sitiados en Betulia. Privados de agua, están a punto de rendirse. Aparece entonces Judit, viuda joven, hermosa, prudente, piadosa y decidida que triunfará sobre la apatía de sus compatriotas y luego sobre el ejército asirio. Echa en cara a los jefes de la ciudad su falta de confianza en Dios. Después ora, se acicala, sale de Betulia y se hace presentar a Holofernes. Echa mano contra él de la seducción y de la astucia y, una vez a solas con aquel militarote ebrio, le corta la cabeza. Los asirios huyen presa del pánico y su campamento es entregado al saqueo. El pueblo ensalza a Judit y se dirige a Jerusalén para una solemne acción de gracias.

Parece como si el autor hubiese multiplicado adrede los dislates de la historia para distraer la atención de cualquier contexto histórico concreto y llevarla por entero al drama religioso y a su desenlace. Es una narración hábilmente compuesta, que guarda estrecho parentesco con los apocalipsis. Holofernes, servidor de Nabucodonosor, es una síntesis de las potencias del mal; Judit, cuyo nombre significa «la Judía», representa la causa de Dios, identificada con la de la nación. Esta causa parece condenada al exterminio, pero Dios cuida de su triunfo por medio de las débiles manos de una mujer, y el pueblo santo sube a Jerusalén. El libro tiene contactos ciertos con Daniel, Ezequiel y Joel: la escena tiene lugar en la llanura de Esdrelón, cerca de la llanura de Harmaguedón, donde San Juan situará la batalla escatológica de Apo_16:16 ; la victoria de Judit es el premio de su oración, de su observancia escrupulosa de las normas de pureza legal, y, sin embargo, la perspectiva del libro es universalista: la salvación de Jerusalén queda asegurada en Betulia, en aquella Samaría odiosa para los «ortodoxos» del Judaísmo rígido; Ajior es quien da con el sentido religioso del conflicto, y Ajior es un amonita, Jdt_5:5-21 , que se convierte al Dios verdadero, Jdt_14:5-10 .

El libro fue escrito en Palestina, hacia mediados del siglo II antes de nuestra era, en una atmósfera de fervor nacional y religioso que la sublevación de los Macabeos había creado.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

Judith 8,1
NOTAS

8:1 (a) El nombre de Judit (ver Gén_26:34) parece haberse elegido aquí por su significación: «la Judía». Judit, émula de Yael, Jue_4:17-22, es el tipo de la verdadera israelita. En su canto triunfal, Jdt_16:2, Jdt_16:4, etc., hablará como la nación personificada.

8:1 (b) Esta genealogía omite el nombre de Simeón (que se encuentra en algunos mss y versiones), ver Jdt_9:2. Pero Jdt_8:2 supone un nombre de tribu.


Judith 8,4
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Re_4:10; Jue_3:20

Judith 8,12
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Job_38:2; Job_40:2 s; Job_40:7 s; Job_42:3

Judith 8,13
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Pro_14:10; 1Co_2:11

Judith 8,14
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_139:16-17; Rom_11:33-34 [Rom_11:33-35]

Judith 8,17
NOTAS

8:17 Como Job, Job_38:2, etc., los ancianos de Betulia hacen mal en discutir los designios de Dios. Como él, deben humillarse y callar. Pero el autor de Jdt invita a una confianza más filial que la de Job. Su concepto de la eficacia de la oración es ya cristiano.

Judith 8,18
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Jdt_5:10-21; Jdt_11:10

Judith 8,19
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sal_78:56 s; Sal_106:13 s; Eze_16:15-58; Jer_7:17-20; Jer 14:7—15:9+

Judith 8,20
NOTAS

8:20 Tesis afirmada por Ajior y que Judit repetirá ante Holofernes. Judit hace con sus compatriotas un examen de conciencia nacional: tal examen demuestra que el pueblo está libre de la idolatría antaño denunciada por los profetas (como efectivamente lo estuvo al final de la época del segundo Templo).

Judith 8,25
NOTAS

8:25 Lección de la historia patriarcal (que el autor de Jb no había deducido): la desgracia del justo no es un castigo, sino una prueba.

Judith 8,26
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_22:1-19; Gén_28:5; Gén_29:22-30; Gén 31

Judith 8,27
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Deu_4:7