Eclesiástico 38 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 34 versitos |
1
El médico y la enfermedad.
Honra al médico por los servicios que presta,
que también a él lo creó el Señor.
2 Del Altísimo viene la curación,
del rey se reciben las dádivas.
3 La ciencia del médico le hace caminar con la cabeza alta,
y es admirado por los poderosos.
4 El Señor ha creado medicinas en la tierra,
y el hombre prudente no las desprecia.
5 ¿Acaso no endulzó el agua con un leño,
para que se conociera su poder?
6 Él es quien da a los hombres la ciencia,
para que lo glorifiquen por sus maravillas.
7 Con las medicinas el médico cura y elimina el sufrimiento,
con ellas el farmacéutico prepara sus mezclas.
8 Y así nunca se acaban sus obras,
y de él procede la paz sobre toda la tierra.
9 Hijo, en tu enfermedad, no te desanimes,
sino ruega al Señor, que él te curará.
10 Aparta tus faltas, corrige tus acciones,
y purifica tu corazón de todo pecado.
11 Ofrece incienso, un memorial de flor de harina
y ofrendas generosas según tus medios.
12 Luego recurre al médico, pues el Señor también lo ha creado;
que no se aparte de tu lado, pues lo necesitas,
13 hay momentos en que la solución está en sus manos.
14 También ellos rezan al Señor,
para que les conceda poder aliviar el dolor,
curar la enfermedad y salvar tu vida.
15 El que peca contra su Hacedor
¡que caiga en manos del médico!
16
El duelo.
Hijo, por un muerto derrama lágrimas,
y como quien sufre cruelmente, entona un lamento;
entierra su cadáver según el ritual,
y no seas descuidado con su sepultura.
17 Llora amargamente, date fuertes golpes de pecho,
hazle el duelo según su dignidad,
un día o dos, para evitar murmuraciones,
pero luego consuélate de tu tristeza.
18 Porque la tristeza lleva a la muerte,
y la pena del corazón consume las fuerzas.
19 En la adversidad se prolonga la tristeza,
una vida de miseria aflige el corazón.
20 No te abandones a la tristeza,
evítala, acordándote del final.
21 No olvides que no hay retorno,
al difunto no le aprovecha tu tristeza, y te harás daño a ti mismo.
22 «Recuerda mi sentencia, que será también la tuya:
a mí me tocó ayer, a ti te toca hoy.»
23 Cuando un muerto descansa, deja que descanse su memoria,
consuélate de él, porque ha dejado de existir.
24
Oficios manuales.
La sabiduría del escriba se adquiere en los ratos de ocio,
el que se libera de los negocios se hará sabio.
25 ¿Cómo podrá llegar a sabio el que empuña el arado,
y alardea de tener por lanza el aguijón,
el que conduce bueyes, los arrea mientras trabajan,
y no sabe hablar más que de novillos?
26 Se dedica con empeño a abrir surcos,
y se desvela cebando terneras.
27 De igual modo el obrero o artesano,
que trabaja noche y día;
los que graban las efigies de los sellos,
y se afanan por variar los detalles,
ponen todo su empeño en igualar el modelo,
y pasan las noches rematando la obra.
28 También el herrero sentado junto al yunque,
atento a los trabajos del hierro;
el vapor del fuego le requema la carne,
y en el calor de la fragua se fatiga,
el ruido del martillo le ensordece,
y sus ojos están fijos en el modelo del objeto;
se esfuerza por concluir su obra,
y pasa sus noches puliendo todos los detalles.
29 Igualmente el alfarero sentado a su tarea,
haciendo girar el torno con sus pies,
continuamente preocupado por su trabajo,
y ocupado en producir un buen número de piezas;
30 con su brazo moldea la arcilla,
con sus pies ablanda su dureza;
se esfuerza por acabar el barnizado,
y pasa sus noches limpiando el horno.
31 Todos éstos confían en sus manos,
y cada uno es sabio en su oficio.
32 Sin ellos no se podría construir una ciudad,
ni se podría habitar ni circular por ella.
33 Pero no se les busca para el consejo del pueblo,
ni ocupan puestos de honor en la asamblea.
No se sientan en el sitial del juez,
ni comprenden las disposiciones del derecho.
34 No son capaces de enseñar ni de juzgar,
ni se cuentan entre los que dicen máximas.
Pero ellos aseguran la creación eterna,
y su oración tiene por objeto las tareas de su oficio.

Patrocinio

 
 

Introducción a Eclesiástico

ECLESIÁSTICO
Introducción
Este libro forma parte de la Biblia griega, pero no figura en el canon judío. Es, pues, uno de los libros deuterocanónicos admitidos por la Iglesia cristiana. Sin embargo, fue compuesto en hebreo. San Jerónimo lo conoció en su lengua original y los rabinos lo citaron. Cerca de dos tercios de este texto hebreo fueron encontrados en 1896 en los restos de varios manuscritos de la Edad Media procedentes de una antigua sinagoga de El Cairo. Pequeños fragmentos han aparecido más recientemente en una cueva de Qumrán y en 1964 se ha descubierto en Masada un largo texto que contiene 39:27-44:17 en escritura de comienzos del siglo I a. C. Por último, en 1982, se ha encontrado un nuevo folio que contiene 31:24-32:7 y 32:12-33:8. Las variantes de estos testigos entre sí y en relación con las traducciones griega y siríaca indican que el libro circuló muy pronto en diversas recensiones.

Dado el estado fragmentario del texto hebreo, nuestra traducción se ha hecho sobre el texto griego (más exactamente, sobre los tres principales manuscritos, Sinaítico, Alejandrino y Vaticano, que forman lo que se llama «texto recibido»), indicando en nota determinadas variantes del hebreo.

Su título latino, Ecclesiasticus (liber), es una denominación reciente (San Cipriano), que sin duda subraya el uso oficial que de él hacía la Iglesia, en contraposición con la Sinagoga. En griego, ver la firma, Sir_51:30 , el libro se llamaba «Sabiduría de Jesús Ben Sirá» y el autor es también nombrado en Sir_50:27 . Actualmente los estudiosos le llaman Ben Sirá o el Sirácida (según la forma griega Sirac). El nieto del autor explica en un prólogo, vv. 1-34, que tradujo el libro cuando vino a residir en Egipto el año 38 del rey Evergetes, v.27. No puede tratarse más que de Tolomeo VII Evergetes, y la fecha corresponde al año 132 a. C. Su abuelo, Ben Sirá, vivió, pues, y escribió hacia el 190-180. Un argumento interno confirma esta fecha: Ben Sirá hace del sumo sacerdote Simón un elogio basado en recuerdos personales, Sir_50:1-21 . Se trata de Simón II, que no murió antes del 200.

Palestina acababa de entrar bajo la dominación de los Seléucidas, el 198. La adopción de costumbres extranjeras, la helenización, era favorecida por una parte de la clase dirigente, y pronto pretendería imponerla por la fuerza Antíoco Epífanes (175-163). Ben Sirá opone a estas amenazadoras novedades toda la fuerza de la tradición. Él es un escriba que une el amor de la Sabiduría al de la Ley. Está lleno de fervor por el Templo y sus ceremonias, lleno de respeto por el sacerdocio, pero también conoce a fondo los libros sagrados, los Profetas y, sobre todo, los escritos sapienciales. Y él mismo ha querido ofrecer la instrucción de la sabiduría para todos los que la buscan, Sir_33:18 ; Sir_50:27 , ver el prólogo del traductor, vv. 7-14.

Por su forma, el libro está claramente en la línea de sus predecesores y de sus modelos. Si exceptuamos la parte que celebra la gloria de Dios en la naturaleza, 42:15-43:33, y en la historia, 44:1-50:29, el libro no es menos heterogéneo que las colecciones de los Proverbios o que el Eclesiastés. Los temas más diversos son abordados sin orden y con reiteraciones; son tratados como pequeños cuadros que, sin mucha trabazón, agrupan breves máximas. Se añaden al libro dos apéndices: un himno de acción de gracias, Sir_51:1-12 , y un poema sobre la búsqueda de la sabiduría, Sir_51:13-30 . El texto hebreo de este último trozo se ha encontrado en una cueva de Qumrán, incluido en un manuscrito del Salterio; este descubrimiento confirma que al principio existió por separado antes de su agregación al Eclesiástico.

La doctrina es tan tradicional como la forma. La sabiduría que predica Ben Sirá viene del Señor, su principio es el temor de Dios, forma a la juventud y procura la felicidad. Tiene las mismas incertidumbres que Job y el Eclesiastés sobre el destino humano y el problema de las sanciones. Tiene fe en la retribución, siente la importancia trágica de la hora de la muerte, pero no sabe aún cómo pagará Dios a cada uno según sus obras. Sobre la naturaleza misma de la Sabiduría divina, Sir_24:1-22 , prolonga las intuiciones de los Proverbios y de Job.

Pero Ben Sirá es un innovador cuando identifica a la Sabiduría con la Ley proclamada por Moisés, Sir_24:23-24 , como también lo hará el poema sapiencial de Baruc, Bar_3:9-4:4; a diferencia, pues, de sus predecesores, integra la sabiduría en la corriente legalista. Más aún, ve la observancia de la Ley en una práctica del culto, Sir_35:1-10 ; es un fervoroso ritualista.

Y también, a diferencia de los antiguos sabios, Ben Sirá medita sobre la Historia de Salvación, 44:1-49:16. Hace desfilar a las grandes figuras del Antiguo Testamento, desde Henoc hasta Nehemías. De tres de ellos, Salomón (a pesar de ser el primer sabio), Roboán y Jeroboán, emite el mismo severo juicio que la historia deuteronómica y, como ésta, condena en bloque a todos los reyes, excepto a David, Ezequías y Josías. Pero se siente orgulloso del pasado de su pueblo, se detiene sobre todo en los santos y recuerda los prodigios que Dios realizó por medio de ellos. Dios hizo con Noé, Abrahán, Jacob, Moisés, Aarón, Pinjás y David una alianza, que sin duda abarca a todo el pueblo, pero que asegura privilegios duraderos a ciertas familias, sobre todo sacerdotales. Porque siente hondamente el honor del sacerdocio, en su galería de antepasados concede un rasgo excepcional a Aarón y Pinjás, y concluye con el entusiasta elogio de un contemporáneo, el sumo sacerdote Simón. Evoca las glorias pasadas con cierta melancolía pensando en el presente, y a propósito de los Jueces y de los Profetas Menores, desea que «reflorezcan sus huesos en su tumba», Sir_46:12 ; Sir_49:10 , que tengan sucesores. Escribe en vísperas de la sublevación de los Macabeos, y si la ha vivido, ha podido pensar que sus deseos han sido escuchados.

En esta Historia de Salvación, Ben Sirá, que pone de relieve la noción de Alianza, no deja, por decirlo así, ningún resquicio para la esperanza en una salvación futura. Es verdad que en su oración de Sir_36:1-17 recuerda a Dios sus promesas y le pide que tenga misericordia de Sión y reúna las tribus de Jacob. Pero esta expresión de un nacionalismo profético es excepcional en el Sirácida. Como auténtico sabio, parece haberse resignado a la situación, humillante, pero apacible, a la que su pueblo se veía reducido. Confía en que llegará la liberación, pero ésta será el premio de la fidelidad a la Ley, no la obra de un Mesías salvador. Ben Sirá es el último testigo canónico de la sabiduría judía en Palestina. Es el representante por excelencia de aquellos jasidim, los «piadosos» del Judaísmo, ver 1Ma_2:42 *, que pronto defenderán su fe contra la persecución de Antíoco Epífanes y que mantendrán en Israel islotes fieles en los que germinará la predicación de Cristo. Aunque no fue aceptado en el canon hebreo, el Eclesiástico aparece frecuentemente citado en los escritos rabínicos; en el Nuevo Testamento, la epístola de Santiago toma de él muchas expresiones, el evangelio de San Mateo se refiere a él varias veces, y, hoy todavía, la liturgia se hace eco de esta antigua tradición de sabiduría.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

Patrocinio

Notas

Eclesiástico 38,1
NOTAS

38 Quizá algunos judíos piadosos consideraban el recurso al médico como una falta de fe en Yahvé, ver 2Cr_16:12. Ben Sirá va a corregir esta opinión.

38:1 Acaso simplemente los «honorarios». Hebr.: «Sé el amigo del médico.»


Eclesiástico 38,2
NOTAS

38:2 Lit. «(él) recibe»; se trata del enfermo o del médico (Sir_38:1), que no es más que un intermediario. Hebr.: «Del Altísimo recibe el médico su arte, y del rey recibe los obsequios.»

Eclesiástico 38,5
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Éxo_15:23-25

NOTAS

38:5 Posible referencia al milagro de Mará (Éxo_15:23-25).

Eclesiástico 38,7
NOTAS

38:7 «Con las medicinas» lit. «con ellas» (Sir_38:5-6 son un paréntesis).

Eclesiástico 38,8
NOTAS

38:8 Las obras de Dios, continuadas por él después de la creación, dando a los hombres y a las cosas una participación en su poder, y difundiendo así el bien sobre la tierra.

Eclesiástico 38,11
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sir_35:2-5

NOTAS

38:11 «según tus medios» hebr.; «como no siendo (?)» griego.

Eclesiástico 38,14
NOTAS

38:14 Esta exposición ha inspirado quizá a Stg_5:14 s, pero el consejo dado por Santiago tiene un alcance distinto.

Eclesiástico 38,15
NOTAS

38:15 Es decir: caiga enfermo. No parece que la expresión trate de ser una descortesía para con los médicos. Pero quizá haya que corregir según el hebr.: «Peca contra su Hacedor el que se las echa de valiente ante el médico.»

Eclesiástico 38,16
NOTAS

38:16 (a) Las ceremonias fúnebres eran espectaculares entre los judíos, como entre los orientales en general, y se hallaban sometidas a reglas precisas. Ver diversos rasgos en Jer_9:17 [Jer_9:18], Jer_9:18 [Jer_9:19]; Amó_5:16; Eze_24:15-24; Mat_9:23; Mar_5:38.

38:16 (b) Hebr.: «y no te ocultes cuando expira».

Eclesiástico 38,17
NOTAS

38:17 (a) Lit. «haz ardiente el golpe»: se golpeaban el pecho en señal de duelo. -Hebr.: «haz el duelo».

38:17 (b) Siete días según Sir_22:12. Pero pudieron existir diversos ritos según los duelos.

Eclesiástico 38,19
NOTAS

38:19 «una vida de miseria»; lit. «una vida de pobre».

Eclesiástico 38,20
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sir_30:21

NOTAS

38:20 O simplemente: «acordándote del futuro». Es difícil la traducción de la expresión ta eschata, Sir_7:36; Sir_26:6; Sir_48:24.

Eclesiástico 38,21
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Sir_7:36; Sir_28:6

Eclesiástico 38,22
NOTAS

38:22 (a) «mi sentencia» (habla el muerto), o «la sentencia», S, o «su sentencia», Vaticano, hebr. Pero cualquiera que sea la lectura adoptada, se trata de la sentencia que condena a todos los hombres a morir, Gén_2:17; Gén_3:3-4.

38:22 (b) Es decir: yo estaba vivo ayer como tú lo estás hoy. -Hebr. «a él ayer».

Eclesiástico 38,24
NOTAS

38:24 Se ha relacionado este pasaje con un antiguo texto egipcio conocido con el nombre de «Sátira de los oficios». Obsérvese que Ben Sirá limita su descripción a los oficios típicamente palestinenses.

Eclesiástico 38,28
NOTAS

38:28 «los trabajos del hierro» texto recibido; «el hierro bruto» Vaticano. -«ensordece» conj. que supone el hebr. yejeras leído por el traductor griego yejaddes (confusión frecuente del res y del dalet), «renueva».

Eclesiástico 38,29
NOTAS

38:29 Traducción dudosa, lit. «toda su actividad está controlada» o «numerada», quizá porque debe suministrar un número determinado de piezas al fin de la jornada.

Eclesiástico 38,31
NOTAS

38:31 La habilidad manual es una forma elemental de sabiduría, ver Éxo 35:30—36:1; 1Re_5:20 [1Re_5:6]; 1Re_7:13-14. Pero no se puede comparar con la del escriba, ver Sir_39:1-11.

Eclesiástico 38,33
NOTAS

38:33 Es decir: la Ley, ver Sir_45:17.

Eclesiástico 38,34
NOTAS

38:34 «los que dicen máximas» conj.; «las máximas» griego.