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Porque ¿quién conoció la mente del Señor para instruirle? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo.
(I Corintios 2, 16) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 2

c) Ejemplo de Pablo (1Co/02/01-05).

1 Yo, hermanos, cuando llegué a vosotros, no llegué anunciándoos el misterio de Dios con excelencia de palabra o de sabiduría; 2 pues me propuse no saber entre vosotros otra cosa que a Jesucristo, y a éste crucificado. 3 Y me presenté ante vosotros débil y con mucho temor y temblor. 4 Mi palabra y mi predicación no consistían en hábiles discursos de sabiduría, sino en demostración de espíritu y de poder; 5 de suerte que vuestra fe se base, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.

Los corintios pueden ver confirmada esta ley de la gracia, que contradice todas las esperanzas y estimaciones humanas, no sólo en sí mismos, es decir, viendo de qué miembros se compone su comunidad. La primera actuación de Pablo en Corinto les ofrece una excelente lección directa y palpable sobre este extremo, si es que quieren recordar ahora su conducta. Cuando abrazaron la fe a través de Pablo acaso no tuvieron conciencia exacta de este hecho. Iluminados por la fe, pudieron quedar deslumbrados ante la maravilla del mensaje de salvación del Hijo de Dios crucificado. Pero ahora, al despertarles el recuerdo de aquellas semanas, tendrán que convenir con él en que su presencia, su predicación y su conducta entera era todo menos imponente o dominadora. A partir de la experiencia ateniense se negó, a ciencia y conciencia, a conceder valor a la retórica humana, para hacer más sabroso su mensaje. Además, el mismo Dios se había cuidado de su situación de flaqueza corporal (2Co_12:9 s), que corría paralela a las tribulaciones -más dolorosas aún- del espíritu (2Co_11:29). Se advierte claramente que en aquella ocasión Dios le animó con una extraordinaria promesa de consuelo. La narración de Act 18,1 recuerda la escena del huerto de los Olivos de Jesús y algunas experiencias de los profetas; por eso aparece también aquí la expresión veterotestamentaria de temor y temblor.

Pablo acepta todo esto de corazón. El mensaiero de aquel que nos ha salvado en la cruz debe hacer también entrega de su propia existencia. ¿Por qué? Pablo apunta aquí sólo una razón: para que la fe de aquellos a quienes ha ganado para Cristo no se apegue, falta de previsión, a aquel por quien la han recibido, ya sea debido a su poderosa personalidad o a lo atrayente de su exposición. La persona del mensajero debe ser incluida y hacerse eficaz, pero no en razón de sí misma, de sus cualidades, de su sabiduría humana -lo que daría como resultado una convicción de tipo humano- sino en un contexto más profundo. El misterio de la cruz se repite en estos servidores e incluye su existencia total. Si en su ministerio demuestran tener «espíritu», no se debe a un espíritu humano dominante, sino al Espíritu Santo, a la fuerza sobrenatural de Dios. Las expresiones «poder» y «espíritu» están tan íntimamente vinculadas entre sí que casi siempre significan lo mismo y, en todo caso, se iluminan y aclaran mutuamente. El Espíritu es el poder de Dios y el poder de Dios se ejerce en el Espíritu. Por tanto, es perfectamente posible que esta expresión se refiera a los milagros que acompañaban con frecuencia la evangelización apostólica y de los que se habla en algunos viajes misionales (Act_16:16-26). Pero también es posible que se quieran indicar los milagros más espirituales de las conversiones. Dentro del contexto total parece que para la comunidad de Corinto debe preferirse este segundo significado. Que haya hombres que se abran a este mensaje con todas las consecuencias es siempre, en el fondo, un milagro. Cuando el hombre moderno quiere que sólo sea milagro lo que de una manera evidente y tajante supera las leyes de la naturaleza, se priva de la posibilidad de conocer las maravillas que Dios realiza sin cesar y que, preferentemente, acontecen en un mundo de silencio.

3. LA VERDADERA SABIDURA SOBRENATURAL (,4).

En principio, no es reprobable el deseo de un más alto conocimiento y de una más profunda contemplación. Es Dios mismo quien lo despierta. Si es de Dios mismo de donde proviene el impulso de crecimiento ya en las formas más elementales de la vida ¿cómo no habría de tender a mayor plenitud y perfección el espíritu humano que, en razón de su misma esencia está orientado hacia lo infinito. Para designar esta meta se acude a la palabra «sabiduría», que no contiene en sí una nota peyorativa. En la misma historia de la salvación de la antigua alianza existe toda una época que lleva este calificativo. De ella proceden los libros sapienciales. Pero así como esta sabiduría tiene como base y fundamento inalienable la revelación de Dios a Moisés y a los profetas, y, en el fondo, toda ella se reduce a una constante investigación, iluminación y confrontación de la misma con las experiencias humanas, así también una sabiduría cristiana sólo puede darse sobre la base de la fe, que comienza por exigir la renuncia a una sabiduría propia. Después de declarar que esta sabiduría divina es propia de los «perfectos» (Act_2:6-9) muestra el Apóstol la conexión de la misma con el don del espiritu (Act_2:10-16).

a) La verdadera sabiduría es propia de los «perfectos» (1Co/02/06-16).

6 Sin embargo, entre los ya perfectos, usamos un lenguaje de sabiduría; pero no de la sabiduría de este mundo ni de las fuerzas rectoras de este mundo que están en vías de perecer; 7 sino un lenguaje de sabiduría de Dios en el misterio, la que estaba oculta, y que Dios destinó desde el principio para nuestra gloria; 8 la que ninguna de las fuerzas rectoras de este mundo conoció; porque si la hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria. 9 Pues, según está escrito: «Lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni el corazón humano imaginó, eso preparó Dios para los que le aman.»

¿Un giro de 180 grados? Desde luego sorprende este cambio de rumbo hacia una posición positiva, según la cual existe una verdadera sabiduría, y la afirmación de que el Apóstol -y los demás maestros cristianos- pueden introducir en ella. Pablo quiere alentar el celo de los corintios y decirles, al mismo tiempo, que esta sabiduría de Dios está reservada a los perfectos. Es indudable que el Apóstol no se refiere aquí a un círculo exclusivo de iniciados como el que procuraban tener las religiones mistéricas y algunas escuelas filosóficas, de las que se ha tomado la expresión. Pero tampoco puede sostenerse que todos los cristianos pertenezzan ya a este grupo, aunque hayan sido introducidos por el bautismo en el misterio de Cristo. Ciertamente lo que Pablo dice en la sección siguiente a propósito de la comunicación del Espíritu podría interpretarse en favor de esta opinión; pero la sección subsiguiente (Act_3:1 ss) muestra de nuevo, claramente, que no admite que la totalidad de los corintios se encuentren en este estadio. Estaremos en lo justo si sustituimos la expresión «los perfectos» por otra más matizada, como por ejemplo los «cristianos avanzados» o «más formados». Esto nos permite trazar unas fronteras menos rígidas, tanto respecto de las personas que pertenecen a este círculo como respecto del lenguaje sapiencial propio de ellas. El mismo Pablo ofrece en estas dos perícopas un ejemplo de este lenguaje, aunque más tarde afirma que los corintios no están aún capacitados para él.

Esta sabiduría de Dios no se encuentra en el ámbito del mundo ávido de curiosidad. En todo tiempo se han hecho a los hombres ofertas que les permitirían ver lo que hay detrás de las cortinas. En los tiempos primitivos se trataba de prácticas mágicas, sustituidas más tarde por métodos ilustrados, como la psicología o la astrología. ¿No estamos acercándonos así a las fuerzas que Pablo menciona en este pasaje? Cuando se habla de las fuerzas rectoras de este mundo (Act_2:6-8) no se piensa en principio en las pequeñas figuras, como Herodes, el sumo sacerdote y Pilatos, que condenaron a muerte a Jesús, sino en poderes supraterrenales que actúan detrás del telón en la escena de la historia del mundo. Nos resulta difícil localizar y dar un nombre exacto a estos agentes. No podemos llamarlos ángeles, porque no se trata ni de los ángeles buenos ni de los demonios. Estos tales siguen existiendo, mientras que las fuerzas de que aquí se habla han perdido su eficacia en el estado de salvación creado por Cristo. Debemos partir de la concepción del universo de los hombres de aquel tiempo, tanto los de lengua griega como los de lengua semita. Todos ellos estaban convencidos de la existencia y de la intervención en el mundo de estos poderes intermedios.

Esta concepción del mundo y esta idea de la salvación es en cierto modo extraña a nosotros. Nos hemos acostumbrado a entender la salvación desde categorías casi exclusivamente morales. Siguiendo esta estela, debe estructurarse, sin duda, el factor esencial sobre la relación entre pecado y satisfacción expiatoria. Pero también esta intelección tiene sus límites. No deberíamos pasar por alto y sin análisis el misterioso lenguaje cifrado del relato del pecado original. La Iglesia lo sabe así cuando hace que en el prefacio celebremos la liberación de la cruz como una victoria sobre aquel que había vencido en el árbol; en el pregón pascual contempla conjuntamente el misterio de esta noche verdaderamente dichosa y los grandes hechos de Dios de la antigua alianza, y toma impulso y aliento de ellos para celebrar el acontecimiento de Cristo como la plenitud de todos los caminos de la salvación. Pueden considerarse igualmente como ejemplos de este conocimiento de la sabiduría grandes secciones de la carta a los Efesios, entre ellas las referentes a la recapitulación de todas las cosas en Cristo, o las que presentan a la Iglesia como nueva Eva, ofrecida al nuevo Adán.

En nuestro contexto, el versículo 7 contiene una indicación positiva de esta suprema sabiduría. Pero la palabra clave que debería aportar más luz viene inmediatamente acompañada por otra que parece volver a sumirla en sombras: sabiduría en el misterio. Ambas forman parte esencial de lo que Pablo entiende por misterio. Es algo que desborda radicalmente la capacidad de comprensión humana, y, con todo, el hombre puede comprender que no es algo totalmente incomprensible, sino sólo que rebasa su capacidad cognoscitiva. Puede determinar también, más en concreto, la zona en que se encuentra esta ampliación de las dimensiones hasta el infinito. Cuando Pablo habla de que esta sabiduría, esto es, lo que Dios ha dado a conocer a los hombres, había estado escondida hasta entonces, pero añade que la revelación de estas cosas estaba planeada y prevista, ya desde el principio, para un momento determinado, y que esta disposición salvífica tiende a nuestra glorificación, es decir, a nuestra participación en la gloria de Dios, hace que esta sabiduría de Dios -que se distingue de todas las sabidurías humanas del paganismo que pretenden desvelar el más allá- quede totalmente determinada por la historia de la salvación. Este misterio incluye en sí todos los indecibles tesoros que acontecen en el presente de la historia salvífica -al que Pablo y nosotros pertenecemos por igual-, de tal modo que sólo pueden comprenderse exactamente en conexión con el pasado que supera todo tiempo anterior y con el futuro que desborda todos los tiempos. Pero ya ahora, en este presente -del que Pablo y nosotros formamos parte por igual- puede hablarse de ellos. Nada extraño, pues, que todo lenguaje humano pueda ser sólo un puro balbuceo que no dice nada a los que no están introducidos en este círculo, pero que acelera los latidos del corazón de los «perfectos», como Pablo acaba de decir a los Corintios.

«Lo que el ojo no vio...» Este versículo, tan repetidamente citado, es introducido aquí por Pablo también como una cita. La verdad es que, exactamente hablando, no está tomada de ninguno de los libros del Antiguo Testamento. Se ha pensado que puede proceder de uno de los apocalipsis apócrifos de Elías, pero, por razón del contenido, se puede reconocer aquí, en términos equivalentes, el texto de Isa_64:3 : «Ningún oído oyó, ningún ojo vio a un Dios, sino a ti, que tal hiciera con los que en ti esperan.» La mayoría de los que citan este versículo lo refieren a la futura felicidad celeste, pero aquí Pablo lo aplica de una manera destacada al estado presente del cristiano, siempre que se trate de aquellos cristianos que poseen el auténtico conocimiento de la sabiduría.

10 Pero a nosotros nos lo ha revelado Dios por el espíritu; porque el Espíritu lo explora todo, aun las profundidades de Dios. 11 Entre los hombres ¿quién es el que sabe lo que hay en el hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? De la misma manera, sólo el Espíritu de Dios sabe lo que hay en Dios. 12 Ahora bien, nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos las gracias que Dios nos ha concedido.

¿Quiénes son estos «nosotros» de los que Pablo reconoce enfáticamente que Dios se lo ha revelado? Ha dicho tantas y tan magníficas cosas del estado de los bautizados (1,4-7.26-31) que podría responderse: lo dice de todos cuantos han recibido el bautismo. Pero, por otra parte, en 2,6 ha indicado que se reserva algo a los «perfectos» y más adelante (3,1) parece negar a los corintios las condiciones previas para participar de estas cosas. La imprecisión, la aparente contradicción, se resuelve teniendo en cuenta algo que Pablo testifica de continuo. Su «nosotros» es casi siempre abierto, y abarca en principio a todos los cristianos, aun cuando de hecho no se encuentren, o todavía no, o ya no, en este grupo. Aquel que, al hacerse cristiano, ha recibido el Espíritu, ha recibido también, en principio, esta revelación, esta comunicación de Dios. Pero, de otro lado, se trata de gracias que sólo florecen y prosperan en aquellos que viven conforme al Espíritu, que llevan una vida espiritual en el sentido de que se preocupan por estar en contacto con Dios, que aman la oración y se sumergen en las Sagradas Escrituras y contemplan por tanto todo el universo a la luz de Dios.

Esta apertura de Dios aconteció y acontece mediante su Espíritu, e inversamente cabe decir que el Espíritu no es otra cosa sino la posibilidad y el hecho de esta apertura y manifestación de Dios. A su vez, podríamos afirmar que sólo el yo del hombre que recibe puede ser el lugar adonde llega y donde es recibida la manifestación de Dios. Existe un conocer del hombre acerca de su yo. Gracias a la comprensión de este yo sabe qué resulta posible en el hombre tanto en sí mismo, como en los demás. No se trata sólo de aquel conocimiento de sí mismo que distingue al hombre de los animales, sino del conocimiento de los demás, es decir, de la psicología, y también de las ciencias históricas y de todas las demás ciencias del espíritu. ¿Cómo podríamos entender la música y la poesía, las acciones heroicas o indignas del pasado y del presente, si no es en virtud de aquello que nosotros podemos realizar en nosotros mismos, es decir, con términos paulinos, en nuestro espíritu? Lo que es válido en el ámbito de lo humano lo es también, salvadas las distancias, en el divino. El hombre sólo puede entender a Dios y lo divino si ha sido elevado a esta co-realización desde el conocimiento que Dios tiene de sí mismo.

«Conocer las gracias que Dios nos ha concedido», podríamos decir también nosotros, es conocer lo que somos en la gracia. La gracia es entitativa y, por lo mismo, se hunde en las raíces de nuestro ser más profundamente aún que nuestro propio conocimiento. Esta razón justifica que hasta un niño puede ser bautizado. En quien posee la gracia es ésta más de lo que puede conocer él. Pero también forma parte de la esencia de la gracia -que es una participación en la vida y el amor de Dios- que aquel que la posee sepa que, con sus fuerzas personales, alcanza cada vez más aquello que él es, pues en definitiva «es» él también realmente. La felicidad de Dios consiste en que el conocimiento que tiene de sí mismo y su ser coinciden en la infinitud y tienen el mismo alcance. Y la gracia consiste en que el hombre pueda hacerse semejante a Dios.

Que hayamos recibido realmente el Espíritu de Dios, en el que el mismo Dios se comunica, es algo que se advierte en el hecho de que nosotros nos conocemos en aquello en que nos hemos convertido mediante este Espíritu. No es ciertamente fortuito que Pablo formule la frase de una manera final, no consecutiva. No dice, pues: de tal modo que hemos conocido, sino: para que conozcamos las gracias que Dios nos ha concedido. Lo cual significa que la gracia es siempre una tarea. El don divino no es nunca algo cerrado y concluido. El hombre no llega nunca aquí a un final. Cuamto más conoce, mejor sabe que sólo ha conocido un poco. Lo que tiene que conocer como don de la gracia es, en último término, el mismo Dios. Y a Dios sólo puede conocerle reconociendo cada vez más que Dios sobrepasa todo conocimiento.

13 Este es también nuestro lenguaje, que no consiste en palabras enseñadas por la humana sabiduría, sino en palabras enseñadas por el Espíritu, expresando las cosas del Espíritu con lenguaje espiritual. 14 El hombre psíquico no capta las cosas del Espíritu de Dios, porque son para él necedad, y no puede conocerlas, porque sólo pueden ser examinadas con criterios del Espíritu. 15 Por el contrario, el hombre espiritual puede examinar todas las cosas, pero él no puede ser examinado por nadie. 16 «Pues ¿quién conoció la mente del Señor, de modo que pueda aconsejarle?» (Isa_40:13). Pero nosotros realmente poseemos la mente de Cristo.

Lo anteriormente dicho se aplica a algo que, al menos en principio, pertenece a todos cuantos están incluidos en el círculo de los iniciados en el misterio de Cristo. Esta realidad posee también su correspondiente lenguaje, al menos en aquellos que, como Pablo, han sido encargados del ministerio de la palabra. El Apóstol llega, pues, a un punto que ya había tocado de pasada en otras ocasiones: nada más comenzar (Isa_1:5) había reconocido algo de esto en los corintios, aunque más adelante (Isa_2:1.14) manifiesta ciertas reservas. El lenguaje humano sigue siendo indispensable para transmitir las cosas divinas; pero existe el peligro de que el mensaje divino sea medido según las normas del lenguaje humano. Y muchos corintios han caído en este peligro. Partiendo de estos mismos principios, Agustín tuvo en poco aprecio, durante mucho tiempo, las Sagradas Escrituras, hasta que advirtió que este ropaje linguístico es mucho más adecuado a la humildad salvífica de Dios que cualquier obra poética y artística. El lenguaje adecuado a esta predicación no puede ser tratado como una técnica cualquiera. Es preciso ser espiritual para poder hablar espiritualmente. Y es preciso, también, ser espiritual para poder oír espiritualmente. El lenguaje espiritual recorre, pues, un círculo. Para recibir el Espíritu es preciso antes escuchar el mensaje; pero para percibir el mensaje es preciso tener ya el Espíritu.

La última frase del versículo 13 admite traducciones muy diferentes: «...expresando, como (hombres) espirituales, las cosas del Espíritu». O bien: «...expresando las cosas del Espíritu con (lenguaje) espiritual» 8. La primera traducción responde mejor a la línea del pensamiento precedente, la segunda está más acorde con el contexto de lo que sigue. En última instancia, apenas si hay alguna diferencia objetiva. Pablo quiere decir a los corintios que son hombres no espirituales y que, por eso mismo, conceden excesivo valor a las bellas palabras.

En el versículo 13 Pablo habla inequívocamente de sí mismo, de su modo de predicar, que contrapone a aquel otro por el que los corintios se dejan arrastrar en demasía. En el 14 se refiere expresamente al otro aspecto de la cuestión, a la recepción y comprensión del mensaje. Y niega lisa y llanamente que tales gentes lo hayan recibido y comprendido. Pero, una vez más, se expresa con tacto y precaución, recurriendo a una fórmula general y dejando en suspenso la cuestión de cuánto debe aplicarse a cada persona concreta. Al contraponer el «hombre psíquico» y el «hombre espiritual» recurre a una distinción muy conocida por los corintios, procedente de la mística de aquel tiempo. E,l hombre psíquico es aquel que, a través de su psykhe, es decir, a través de su mente y de su espíritu, tiene todas las capacidades naturales y normales propias del hombre. Pero no tiene nada más mientras no sea introducido en el mundo de Dios mediante la participación del Espíritu propioa de Dios, de modo que pueda pensar y amar al modo divino. Este hombre psíquico se figura fácilmente que puede emitir juicios sobre todas las cosas, porque no advierte sus propias limitaciones. En cuanto al hombre espiritual, el psíquico opina que no conoce nada de la vida, pues en caso contrario se comportaría lo mismo que él.

La realidad es que el hombre espiritual va mucho más allá que el hombre natural y puede juzgar a éste en lo que vale, mientras que el caso contrario es imposible; camina y avanza hacia lo alto, cumpliendo algo que vemos acontecer en todos los grados estructurales del universo: que lo superior incluye lo inferior, pero no al revés. La vida orgánica incluye los procesos químicos, pero no a la inversa. La vida animal tiene en sí procesos orgánicos, pero no al contrario. El hombre tiene todo cuanto constituye la vida animal, pero de una manera superior, transida de consciencia, dirigida por la mente. Y, avanzando un paso más, existe un peldaño superior: aquellos hombres de tal modo determinados por la gracia, por Dios, que de ninguna manera dejan de ser hombres, que pueden comprender y llevar en sí todo lo humano, pero que, al mismo tiempo, tienen una visión, una perspectiva superior de todo lo terreno, que el hombre natural no posee,

La manera más sencilla de ilustrar cuanto hemos dicho es recurrir al ejemplo de los santos. Son hombres realmente espirituales, que todo lo ven y lo juzgan desde Dios. Comprenden a los pecadores, pero no los pecadores a ellos. Son tenidos por sus contemporáneos como hombres insensatos o, en todo caso, exagerados. Algunas de sus prácticas, tales como la pobreza o el celibato voluntario, aparecen a los ojos de los hombres naturales como cosas sin sentido.

Algo inesperadamente, Pablo concluye con una cita veterotestamentaria que, a primera vista, parece excluir a los hombres de todo cuanto él ha predicado, utilizando esta sentencia como premisa para un giro sumamente osado. En efecto, cabría esperar que a la pregunta: «¿Quién conoció la mente del Señor...?», se debería responder que nadie. Pero Pablo contesta sorprendentemente con un triunfal «nosotros» en Cristo. Nosotros tenemos este sentido, esta mente, porque tenemos el Espíritu de Cristo. El Kyrios del Antiguo Testamento es siempre, para Pablo, Cristo. Y esta convicción se justifica por el hecho de que el Dios de la antigua alianza se nos ha revelado y participado en Cristo.

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8. Se da incluso la posibilidad de una tercera traducción por lo menos: «...uniendo (cosas) espirituales con (cosas) espirituales», donde la palabra unir tendría el sentido de comparar, de establecer relaciones o comparaciones. También esta traducción tiene sentido. Las cosas de la revelación, que como procedentes de Dios, son espirituales, están por eso mismo y por así decirlo emparentadas entre sí. Resulta muy interesante y con frecuencia sorprendente trabar entre sí y vincular, desde diversas perspectivas, estas cosas espirituales: las instituciones veterotestamentarias con las del Nuevo Testamento; las profecías y su cumplimiento; las palabras del Señor y su vida; cosas que se refieren ciertamente a Cristo, pero que también pueden referirse a la Iglesia. etc.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Cómo fue la predicación de Pablo en Corinto, 2:1-5.
1 Yo, hermanos, llegué a anunciaros el testimonio de Dios no con sublimidad de elocuencia o de sabiduría, 2 que nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. 3 Y me presenté a vosotros en debilidad, temor y mucho temblor; 4 mi palabra y mi predicación no fue en discursos de sabiduría, sino en manifestación de Espíritu y de poder, 5 para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Continúa San Pablo desarrollando el tema de la sabiduría humana y de la sabiduría de Dios. Apela en esta perícopa al ejemplo de su propia predicación en Corinto 150.
En efecto, bien saben los corintios que, cuando por primera vez se presentó ante ellos, no se valió para nada de artificios retóricos, sino que predicaba sencilla y llanamente a Cristo crucificado (v.1-2). Ni fue eso sólo. Deben saber también que se presentó en debilidad, temor y mucho temblor (v.3), estado de ánimo muy poco a propósito para realizar grandes conversiones. De este estado de ánimo del Apóstol al llegar a Corinto ya hablamos al comentar Hec_18:1-11. Sin embargo, a pesar de todo eso, el resultado fue bueno (cf. Hec_18:8-10); y todo, concluye el Apóstol, merced únicamente a que fue una predicación en manifestación de Espíritu y de poder, a fin de que quedase bien claro que nuestra fe no se apoya en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios (v.4-5). Dicho de otra manera: para que la gloria sea toda de Dios (cf. 1:29.31).
La expresión en manifestación de Espíritu y de poder (?? ????????? ?????????? ??? ????????) no es del todo clara. Lo más probable es que los dos genitivos de espíritu y de poder constituyan una especie de hendíadis, pudiendo traducirse simplemente por poder del Espíritu. Aludiría el Apóstol a la acción o fuerza divina que acompañaba su predicación, operando eficazmente en la conversión de los corintios, y que fácilmente podía ser apreciada por todos. De suyo, la expresión no exige necesariamente suponer que dicha predicación en Corinto estuviese acompañada de milagros, pues basta a darle sentido el hecho mismo de tantas conversiones; sin embargo, la cosa resulta aún más clara si suponemos esos milagros y abundancia de carismas, como parece deducirse de la carta (cf. 1:4-7), no obstante el silencio del libro de los Hechos.

Amplia descripción de la sabiduría de Dios, 2:6-16.
6 Hablamos, sin embargo, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, abocados a la destrucción; 7 sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria; 8 que no conoció ninguno de los príncipes de este siglo; pues si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. 9 Pero, según escrito está: Ni el ojo vio, y ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman. 10 Pues Dios nos la ha revelado por su Espíritu, que el espíritu todo lo escudriña, hasta las profundidades de Dios. 11 ¿Pues qué hombre conoce lo que en el hombre hay, sino el espíritu del hombre, que en él está? Así también las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que Dios nos ha concedido. 13 De éstos hablamos, y no con estudiadas palabras de humana sabiduría, sino con palabras aprendidas del Espíritu, adaptando a los espirituales las cosas espirituales. 14 Pero el hombre animal no percibe las cosas del Espíritu de Dios; son para él locura y no puede entenderlas, porque hay que juzgarlas espi-ritualmente.15 Al contrario, el espiritual juzga de todo, pero a él nadie puede juzgarle. 16 Porque ¿quién conocióla mente del Señor para poder enseñarle? Mas nosotros tenemos el pensamiento de Cristo.

Es esta perícopa una como réplica o complemento aclaratorio del mismo Apóstol a sus afirmaciones anteriores. Había insistido en que Dios rechazó la sabiduría humana de rétores y filósofos para la difusión del Evangelio (1:17-31), y que él no se había valido de ella para la predicación en Corinto (2:1-5); ahora completa su pensamiento, añadiendo que en el Evangelio hay, sin embargo, verdadera sabiduría, sabiduría que no lograron comprender los sabios del mundo (v.6-9), pero que el Espíritu Santo ha revelado a quienes tienen la misión de predicar el Evangelio (v.10-16). No es sabiduría a lo humano, sino sabiduría divina, pues se adentra en los planes mismos de Dios y sólo se alcanza con las luces que vienen de Dios. Con esto, parece decir San Pablo, el cristianismo ofrece también campo donde satisfacer esas ansias de sabiduría, tan propias del espíritu griego.
Lo primero que el Apóstol recalca es el lado negativo de esa sabiduría, diciendo que no es de este siglo ni de los príncipes de este siglo (v.6). La última expresión no es clara. Hay autores que, siguiendo la interpretación de Orígenes, creen que hay ahí una alusión a los ángeles caídos o espíritus del mal, conforme al sentido de expresiones parecidas en otros lugares (cf. 15:24-25; Rom_8:38; Efe_2:2; Efe_6:12; Col_2:15; Luc_4:6; Jua_12:31); otros, sin embargo, siguiendo al Crisóstomo, suponen más bien que el Apóstol alude a los grandes de la tierra, como parece desprenderse del v.8, en que vuelve a repetirse la misma expresión, aplicándola a los que crucificaron a Cristo (sanedrín, Herodes, Pilato). Lo más probable, opinión que hoy siguen muchos (Cornely, Alio, Spicq, Ricciotti), es que San Pablo tenga en el pensamiento ambas cosas: los espíritus del mal o potencias perversas extramundanas y sus representantes visibles en el mundo. Ni es obstáculo el v.8, pues en la crucifixión de Cristo no sólo intervinieron los hombres, sino también los espíritus extramundanos que los movían (cf. Lev_4:13; Lev_22:3.53; Jua_13:2.27); y, si éstos hubieran conocido el plan de salud de Dios, no habrían inducido a la crucifixión, pues por ella precisamente se lograba lo que a todo trance querían evitar; es, a saber, la salvación de los hombres. Tampoco conocían ese plan los hombres, pues, si lo hubieran conocido, aunque por motivo distinto que el de los demonios, tampoco ellos hubieran crucificado a Cristo (cf. Hch_3:17; Lev_13:27). Lo de abocados a la destrucción (v.6) habría de matizarse de diversa manera, según que se refiera a los hombres o a los demonios; por lo que toca a los demonios, indica que su imperio está para ser destruido por el Mesías (cf. 15:24-25; Lev_10:18; Jua_12:31; Hec_26:18; Gal_1:4; Efe_2:1-5; Gol 1:13); y por lo que toca a los hombres, indica que su concepción de la sabiduría, como valor humano en orden a la salud del hombre, está para ser destruida por la sabiduría de la cruz.
Descrito así el lado negativo, pasa el Apóstol a explicar más en concreto cuál es esa sabiduría que él predica, de la que dice que es sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada. para nuestra gloria (v.7). Evidentemente, está aludiendo al plan divino de salud mediante nuestra incorporación a la muerte y resurrección de Cristo (cf. Rom_6:3-11), participando así de la vida misma divina, comenzando ya esa participación aquí abajo en la tierra mediante la gracia, para tener luego su remate en el cielo con la gloria. Hay, pues, una sabiduría propiamente cristiana; es, a saber, una doctrina que tiene coherencia interna y da una explicación religiosa de la historia de la humanidad y del plan de Dios sobre ella. Notemos la expresión Señor de la gloria (v.8), con que el Apóstol designa a Jesucristo. En el Antiguo Testamento este atributo se presenta como exclusivo de Yahvé (cf. Exo_24:16; Exo_40:34; Isa_42:8), y si Pablo ahora lo atribuye a Cristo, ello es señal de que implícitamente le coloca en el rango de Yahvé, volviendo aquí a aparecer la equivalencia Cristo-Yahvé, de que ya hemos hablado en otras ocasiones (cf. Rom_10:13; Hec_2:21).
Para mejor ponderar cuan oculto estaba a los hombres ese plan divino de salud o sabiduría, San Pablo se vale de unas palabras (v.g) que, según Orígenes, provienen del libro apócrifo Apocalipsis de Elias, hoy conservado sólo fragmentariamente. Sin embargo, la fórmula según está escrito, con que se introduce la cita, parece estar exigiendo la referencia a la Sagrada Escritura; ni es fácil probar que el apócrifo sea anterior a San Pablo. Lo más probable es que se trate de una cita de Isa_64:3, hecha bastante libremente, y quizás a través de alguna hagadah o tradición rabínica basada en el texto del profeta, y en uso en la liturgia sinagogal151.
Mas, continúa el Apóstol, esa sabiduría o plan divino de salud, que estaba tan oculto, Dios nos lo ha revelado ahora por su Espíritu (v.10; cf. Rom_16:25; Efe_3:2-5). Al tratar de desarrollar esta afirmación (v. 10-12), San Pablo enuncia tres verdades fundamentales respecto del Espíritu Santo: su divinidad, puesto que posee la omnisciencia, que es atributo divino; su consustancialidad con el Padre, siendo para Dios lo que el espíritu del hombre es para el hombre; su procesión u origen, pues viene del Padre Cuando el Apóstol dice que nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo (v.12), parece tomar esa expresión espíritu del mundo como equivalente más o menos de sabiduría humana o modo de sentir propio de los mundanos, en contraposición al modo de sentir que tienen los que reciben el Espíritu que viene de Dios . Y en cuanto al pronombre nosotros, aunque de suyo podría referirse a todos los cristianos (cf. Rom_8:9; 1Co_6:11.19; 2Co_1:22; Gal_4:6; Efe_1:13; Efe_5:8; 1Te_5:5; Tit_3:5), parece, dado el contexto, que San Pablo en este lugar está pensando sobre todo en los apóstoles, a quienes Dios revela de modo particular sus secretos para que los anuncien a los fieles (cf. 4:1-2; Efe_3:2-11; Jua_14:16).
Estos secretos o sabiduría divina, sin embargo, no son predicados a todos indistintamente, sino sólo a los perfectos o ya avanzados en la fe (v.6). No que entre los cristianos, a imitación de las religiones de los misterios, haya dos categorías: los iniciados o perfectos, a los que esté reservado este conocimiento o sabiduría, y el común de fieles; eso chocaría contra la esencia misma de la doctrina de San Pablo, que a todos intenta llevar hasta el pleno conocimiento e imitación de Cristo (cf. Efe_4:13). Lo que sucede es que ese ideal no se consigue sino gradualmente, y es necesario que la predicación se acomode a la capacidad de los oyentes. Evidentemente, hay ocasiones en que no podrá darse sino una enseñanza cristiana elemental, predicación pura y simple de la salvación por la cruz, sin entrar en profundidades (cf. Heb_5:11-14). Es de notar el término espirituales (??????????? ), con que el Apóstol designa (v.13-15) a estos cristianos perfectos o ya maduros en la fe. Los llama así, en contraposición a los animales (??????? ), en cuanto que aquéllos son guiados por el espíritu (?????? ), mientras que éstos se guían únicamente por el alma o facultades naturales (???? ). En otro lugar explicamos (cf. 1Te_5:23) la diferencia que pone San Pablo entre ?????? y ???? , que no son dos almas distintas, sino una sola, llamada ???? en cuanto principio de la vida natural, y llamada ?????? en cuanto adornada con la gracia y campo de acción del Espíritu Santo. En conformidad con esta concepción han de entenderse los adjetivos ??????????? y ??????? , aquí empleados: el hombre animal o psíquico es el hombre que tiene a su disposición la sola luz de la razón natural; el espiritual o pneumático es el que no sólo dispone de esa luz, sino que sobre ella posee la luz sobrenatural que proviene del Espíritu. En el plano del hombre animal (no precisamente el sensual, en el sentido en que hoy suele tomarse esta palabra) están los griegos y los judíos, que tienen la cruz por locura y por escándalo (cf. 1:22). A los animales o psíquicos se equiparan los carnales (???????? ) poco después (3:1-3; cf. Rom_8:1-11).
Conforme a lo expuesto, está claro que el hombre animal no puede juzgar del espiritual, pues con su razón ni comprende ni acepta el plan divino de salud, que tiene por locura; al contrario, el espiritual puede juzgar de todo, es decir, de cuanto entra en el ámbito del hombre animal y de cuanto lo supera. Es lo que dice el Apóstol en los v.14-15, con probable alusión a su caso concreto, dado que los corintios, que eran carnales (cf. 3:1-3), le juzgaban a él y a los predicadores del Evangelio, que eran espirituales (cf. 4.12). En el v.16, valiéndose de unas palabras de Isa_40:13 (cf. Rom_11:34), recalca que sólo el hombre espiritual puede juzgar del espiritual, pues sólo él conoce el pensamiento de Cristo, que no es otro que el pensamiento o plan de Dios que nos ha revelado el Espíritu (cf. v.100). La frase del v.13: adaptando a los espirituales las cosas espirituales (???????????? ?????????? ??? -????????? ), parece tener el sentido de que los apóstoles deben al Espíritu Santo no sólo el conocer la sabiduría o dones que Dios nos ha concedido (v. 10-12), sino también el saber hablar de ellos a los espirituales o perfectos (cf. v.6) con terminología apropiada, sin necesidad de aprenderla en rétores y filósofos. Advirtamos, sin embargo, que el texto griego es oscuro, y se presta también a otras interpretaciones. Damos la interpretación que nos parece más probable 152.

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 3: 1Co 2,13-16
Si San Pablo habla de sabiduría propia de gente perfecta, es porque al hombre animal no se le alcanza ni jota de cosas de espiritu.13. las cuales por eso tratamos no con palabras estudiadas de humana ciencia, sino conforme nos enseña el Espíritu de Dios, acomodando lo espiritual a lo espiritual.14. Porque el hombre animal no puede hacerse capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios, pues para él todas son una necedad, y no puede entenderlas, puesto que se han de discernir con una luz espiritual que no tiene.15. El hombre espiritual discierne o juzga de todo, y nadie que no tenga esta luz puede a él discernirle.16. ¿Porque quién conoce la mente del Señor, para darle instrucciones? Mas nosotros tenemos el Espíritu de Cristo.Ya había dicho mas arriba el Apóstol que enseñaba sabiduría entre los perfectos. Así que, luego de haber puesto a buena luz qué especie de sabiduría fuese ésta, desconocida para los mundanos y familiar a los santos, ahora aclara por qué los santos tratan de esta sabiduría entre perfectos; propone su intento y da la explicación: "porque el hombre animal no es capaz de ella". Acerca de lo primero, propone la manifestación de las cosas reveladas, diciendo: declarado esta que recibimos el Espíritu de Dios, para conocer los dones que nos ha comunicado, de los cuales, es a saber, lo que nos ha revelado por su espiritu, por eso tratamos; pues para eso nos han sido revelados, para provecho de la gente. De ahí que digan los Hechos: "llenaronse todos del Espíritu y empezaron a hablar".Lo segundo se refiere al modo de declarar las cosas, "no con palabras estudiadas de humana ciencia", esto es, no nos apoyamos, para demostrar nuestra doctrina, en palabras artificiosamente compuestas del saber humano, ora se. atienda al ornato o a la sútileza del raciocinio; "sino conforme nos enseña el Espíritu de Dios", esto es, según que el Espíritu Santo nos dicta por dentro lo que hemos de hablar, e ilumina los corazónes de los oyentes para que entiendan (Jn 16).Lo tercero, señala la gente que compone su auditorio, diciendo: "acomodando lo espiritual, a lo espiritual", como si dijera: muy a propósito damos documentos espirituales a quienes convienen, que son los varones espirituales. "Las cosas que de mi has oído confialas a hombres fieles, que sean idoneos para enseñarlas también a otros" (2Ti 2,2); a quienes llama aquí espirituales, y arriba perfectos, pues por el Espíritu Santo los hombres se hacen perfectos en la virtud, según el Salmo: "por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, y por el aliento de su boca todo el ejército (la virtud) de ellos11 (32,6).Indica luego la razón de lo antedicho, al decir: "porque el hombre animal... "; y muestra por qué a los hombres bozales no ha de darse lo espiritual, y si a los espirituales. Acerca de lo primero da por asentado que el hombre animal no es capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios, y la razón es porque para él "todas son una necedad". De modo que el raciocinio es de este tenor: a nadie hay que dar enseñanzas que no pueda captar; es así que los hombres animales no pueden captar enseñanzas espirituales; luego no hay que darselas. Esto es lo que en resumidas cuentas quiere decir: "el hombre animal no es capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios". Por tanto, con toda razón, no ha de darseles. Donde lo primero que hay que considerar es a quién se llama hombre animal y, por consiguiente, que el alma es forma del cuerpo; donde por almas propiamente se entienden aquellas fuerzas que son actos de los organos del cuerpo, es a saber: las fuerzas sensitivas. Así que hombres animales son los que por tales fuerzas se gobiernan, entre las cuales están la aprehensiva y la apetitiva; de arte que, según esto, puede llamarse el hombre animal por doble motivo: uno, por lo que mira a la fuerza aprehensiva, y este tal llamase animal respecto del sentido, que -como dice la Glosa- juzga de Dios conforme a la fantasia corporea, o la letra de la ley, o la razón filosofica, que aquí se toman según las fuerzas sensitivas. Otra manera de llamarse el hombre animal es respecto de la fuerza apetitiva, quiere decir, aquel cuyas aficiones están puestas solamente en lo que le pide el apetito sensitivo, el cual, por la vida que lleva, llamase con toda propiedad animal, el cual -como dice la Glosa- vase al hilo de la disoluta lascivia de su alma, que, al parecer, no hay Espíritu rector que la contenga dentro de los términos que piden la naturaleza y la razón. De éstos dice San Judas que "son los que separán a si mismos de la grey de Jesucristo, hombres sensuales, que no tienen el Espíritu de Dios".Lo segundo que hay que considerar es por qué tales hombres "no pueden hacerse capaces de las cosas que son dei Espíritu de Dios"; y la razón es obvia, tanto por lo que hace al sentido animal, como a la vida sensual; porque las cosas sobre que el Espíritu Santo ilustra la mente están por encima del sentido y la razón humana, según aquello del Eclesiastico: "porque muchas cosas se te han enseñado que sobrepujan la humana inteligencia" (3,25); por consiguiente, quien solo estriba en el conocimiento sensitivo no puede captarlas. También el Espíritu Santo enciende el afecto para despreciar los bienes sensibles y amar los espirituales, por cuya razón el hombre de vida animal no puede hacerse capaz de estos bienes espirituales, ya que, como dice el Filosofo, cual es cada uno tal parece el fin que se propone. "El insensato no recibe los avisos de la prudencia, si no se le habla al gusto de su corazón" (Pr 18 Si 22).-"pues para él todas son una necedad"; indicación que da por razón de lo que había dicho; porque es señal que no alcanza, reprobar por necedad, lo que dicho sabiamente supera su cortedad. Así que porque el hombre animal da por necio y sin razón lo de Dios espiritual, con eso nos da a entender que no cabe en su saber; que es lo que quiere decir: "pues para él, es a sataer, animal, todas esas cosas son una necedad"; ya que juzga sin sentido lo que es de Dios conducido y encaminado a su fin. "El necio que va siguiendo su camino, como él es un insensato, tiene por tales a todos los demás" (Eccles. 10,3). Pero el hecho de parecerle un disparate lo que es según el Espíritu no dimana en el hombre animal de un recto modo de juzgar las cosas; así como a los sabios paréceles necedad lo que a los necios sabiduría, por su corto entendimiento; puesto que el hombre sensual lo que esta sobre el sentido no es capaz de entenderlo, y el cebado en lo carnal no tiene por bueno sino lo que es placentero según la carne, que es lo que dice a continuación: "y no puede entenderlas" (Sal 81). ¿Y por qué no puede entenderlas? "puesto que se han de discernir con una luz espiritual que no tiene", esto es, el examen de las cosas espirituales ha de hacerse de modo espiritual; pues no toca al inferior las cosas del superior examinar y juzgar; como tampoco al sentido del hombre y a su razón terciar en jurisdicción del Espíritu de Dios. Así que el discernimiento -y ésta sea la conclusión- toca al Espíritu Santo, y a El solo, según aquello: "la palabra del Señor, acendrada al fuego" (Sal 17,31), es a saber, puesta a prueba por el Espíritu Santo. Pues porque el hombre animal no tiene dentro de si al que es Espíritu Santo, de ahí que lo espiritual no lo pueda ni discernir ni entender.Al decir luego: "pero el hombre espiritual discierne y juzga de todo" indica por qué hay que dar, entregar lo espiritual al varón espiritual; e indicada la razón, manifiesta en pos la causa: "¿porque quién conoce la mente del Señor para darle instrucciones?" El raciocinio que hace es éste: según aquello de Job: "el oído es el que discierne las palabras" (12,2), lo espiritual ha de darse al que puede discernir; tal es el espiritual; luego a él hase de dar; que es lo que quiere decir: "pero el hombre espiritual discierne y juzga de todo, y nadie a él lo discierne". Donde primero hay que ver quién se llama espiritual, pero con esta advertencia: que ya es costumbre llamarse con este nombre de espiritual las substancias incorpóreas. Así que, teniendo el alma una parte que no es acto de algún órgano corpóreo, es a saber, la que abarca voluntad y entendimiento, esta parte del alma, la intelectiva, dicese Espíritu humano, que, con todo, es ilustrado, del Espíritu de Dios, según el entendimiento, e inflamado según el afecto y la voluntad.De suerte que espiritual llamase el hombre de dos maneras: de una por parte del entendimiento, que ilustra Dios con su espiritu; de otra por parte de la voluntad, que inflama Dios con su espiritu; y de este modo dice la Glosa que por vida espiritual ha de entenderse la que, teniendo por guia al Espíritu de Dios, rige al alma, es a saber, las fuerzas animales (Ga 5); así también como dice que por hombre espiritual se ha de entender el que, estando sometido al Espíritu de Dios, conoce lo espiritual con certidumbre y cual es.Hay que considerar, en segundo lugar, por qué el hombre espiritual discierne y juzga de todo, pero a él nadie lo discierne; donde lo que hay que advertir es que el que en todo se porta rectamente cual conviene, recto juicio también tiene en cada cosa por si. Al revés, quien de lo recto, aunque poco, se desvia, otro tanto tiene tacha en lo que al juicio confia. Así, por ejemplo, el que esta despierto juzga con toda verdad que él esta en vela y el otro dormido; mas quien duerme del que vela ni de si no se forma un recto juicio. De donde las cosas son no tales cuales parecen al que duerme, sino tales cuales parecen al que despierto esta en vela. Valga la misma razón, acerca de los sabores, para el sano y el enfermo, y para el fuerte y el débil en lo tocante a las cargas si mas o menos pesadas; para el virtuoso y el vicioso acerca de lo hacedero. De ahí que diga el Filosofo que la regla y la medida de las cosas en lo humano es el virtuoso, y la razón es porque las cosas tales son en si y por si cuales las juzga el virtuoso. A este tenor el Apóstol dice aquí que "el hombre espiritual discierne y juzga de todo", es a saber, por tener entendimiento y afecto ilustrado y puesto en orden por el Espíritu Santo, por lo cual de cada cosa tocante a su salvación juzga conforme a razón. Al contrario, el no espiritual en cosas espirituales entendimiento y afecto tiene, el uno obscurecido, y el otro desordenado, y he aquí por qué no puede el varón espiritual del que no es espiritual ser juzgado, como tampoco el que en vela esta y despierto ser juzgado del que duerme. De ambos respectivamente dice la Escritura: "los justos juzgarán a las naciones" (Sg 3); "por lo que a mi toca muv poco se me da de vuestro juicio, o de cualquier juicio humano" (1Co 4).Cuando dice después: "porque ¿quién conoce la mente del Señor...?" manifiesta la razón traida, y alega una autoridad, que adapta a su propósito: "mas nosotros tenemos el Espíritu de Cristo". Pero es de considerar que para poder juzgar un hombre de otro dos cosas son requeridas: que el que juzga bien conozca lo que al juzgado concierne, y sea superior a él; pues, como dice el Filosofo: "cada uno juzga bien de lo que conoce bien, de lo cual es mejor juez". De donde es claro, y se ve, que nadie pueda juzgar la mente de Dios, esto es, su grande sabiduría que, al juzgar, lo abarca todo; por lo cual dice: "porque ¿quién conocio \a mente del Señor?", como si dijera: ninguno; pues, por mucho que se exceda de los hombres la codicia, de Dios la sabiduría se aventaja mucho mas: "la sabiduría de Dios, que precede a todas las cosas, ¿quién es el que la ha comprendido?" (Eccii. 1,3); "¿quién podra conocer tus designios, si Tu no les das sabiduría?" (Sg 9,17).De lo segundo se sigue que el amo juzgue al siervo y el maestro al discipulo; e igualmente esta claro que nadie puede sujetar a juicio la mentede Dios, por cuya razón se añade: "¿o quién le dio instrucciones?", como si dijera: ninguno; ya que no recibe de otro la ciencia que tiene, sino mas bien es la fuente de toda ella. Estas palabras parecen tomadas de las que dice Is : "pues ¿quién ayudo al Señor, o quién fue su consejero?" y le dio instrucciones. Acomoda luego lo dicho a su propósito y dice: "pero nosotros, varones espirituales, tenemos el Espíritu de Cristo", esto es, recibimos para juzgar, en nosotros, la sabiduría de Cristo. "Crio en ellos la ciencia del espiritu, llenoles el corazón de discernimiento" (Eccii. 17,6). En el capitulo 24 de San Lucas se lee que "abrio el entendimiento a los discipulos para que entendiesen las Escrituras"; y así, pues no puede discernirse lo que Cristo tiene adentro, esta muy puesto en razón que el varón espiritual, que tiene en si el Espíritu de Cristo, no sea de nadie juzgado.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)


17 (C) El poder de la predicación de Pablo (2,1-5). Pablo demuestra su fidelidad al principio enunciado en la última sección am(-)pliando lo dicho en 1,17. 1. testimonio de Dios: La lectura martyrion, «testimonio», es más probable que la igualmente bien atestiguada mystérion, «misterio» (Barrett). El testimonio dado por Dios, o el secreto revelado por Dios, es Cristo. Pablo se negaba a adornarlo con ar(-)tificios retóricos o argumentos ingeniosos. 2. no estimé conveniente saber: Toda la atención de Pablo estaba centrada en Cristo crucifica(-)do, que no era el tipo de salvador que espera(-)ban ni judíos ni gentiles. 3. El comportamien(-)to de Pablo era la antítesis del de los filósofos itinerantes que se ganaban bien la vida con la credulidad de los ingenuos. 4. en persuasivos discursos de sabiduría: Algunos testigos inser(-)tan el adj. «humana» delante de «sabiduría» para subrayar que este término tiene aquí una connotación peyorativa, en una demostración de espíritu y poder: Pablo argumenta de nuevo del efecto a la causa. El poder del Espíritu (endíadis) es la única explicación plausible del convencimiento que se apoderó de los corin(-)tios cuando Pablo habló. 5. Una fe basada en una presentación persuasiva está a merced de argumentos mejores, el poder de Dios: El obje(-)to de la fe cristiana no es Dios in se, sino en cuanto activo en la historia.
18 (D) La verdadera sabiduría y el len(-)guaje del amor (2,6-3,4). La teoría de que 2,6-16 es una interpolación (M. Widman, ZNW 70 [1979] 44-53) resulta menos probable que la opinión de que en estos versículos Pablo vuelve contra sus adversarios las ideas y terminología de éstos. No estaban influenciados por el gnos(-)ticismo (por el contrario, W. Schmithals, Gnosticism in Corinth [Nueva York 1971]), sino por la especulación helenístico-judía sobre la sabi(-)duría, especulación que se relacionaba con Fi(-)lón y que tal vez Apolo (Hch 18,24-28) introdu(-)jera en Corinto. Algunos cristianos creían po(-)seer una «sabiduría» que los hacía «maduros» o «perfectos» y les daba el derecho a mirar a los demás por encima del hombro considerándo(-)los «niños». Estos eran «psíquicos» interesados sólo por el cuerpo y sus necesidades, mientras que los perfectos eran «espirituales» que espe(-)culaban sobre Cristo como «el Señor de la glo(-)ria» y tenían en gran estima la elocuencia.
(Davis, J. A., Wisdom and Spirit [Lanham 1984], Horsley, R. A., «Pneumatikos versus Psychikos: Distinctions of Status among the Corinthians», HTR 69 [1976] 269-88; «Wisdom of Word and Words of Wis(-)dom in Corinth», CBQ 39 [1977] 224-39. Pearson, B. , The Pneumatikos-Psychikos Terminology in I Co(-)rinthians [SBLDS 12, Missoula 1973]. Winter, M., Pneumaíiker und Psychiker in Korinth [MarTS i 2, Marburgo 1975].)
19 6. Las primeras palabras son pura iro(-)nía, sólo inteligible a la luz de 3,1; entre los creyentes no existen distinciones basadas en un conocimiento reservado a unas pocas al(-)mas escogidas, sabiduría: El significado pauli(-)no aparece en el versículo siguiente. El juicio de Pablo sobre la especulación que atraía a los corintios aparece en las dos matizaciones que siguen, de este mundo: Véase el comentario a Gál 1,4. de los jefes de este mundo: De las tres interpretaciones habituales -gobernantes hu(-)manos, poderes demoníacos y gobernantes humanos como instrumentos de poderes de(-)moníacos-, la primera es la más probable (véase M. Pesce, Paolo e gli arconti a Corinto [Testi e ricerche di scienze religiose 13, Brescia 1977]). Las opiniones de la humanidad caí(-)da se reflejan en la estructura de una sociedad corrupta cuyo paradero sólo puede ser la des(-)trucción. 7. sabiduría de Dios: El plan de sal(-)vación de Dios es la única sabiduría auténtica, que resulta inaccesible a la especulación racional (2,11-12). para nuestra gloría: Con la caída en el pecado, la humanidad perdió la fa(-)cultad de glorificar a Dios (ApMo 20,1-2; 21,6; Rom 3,23). Cristo tenía esa capacidad, y quie(-)nes pertenecen a él van creciendo gradual(-)mente en ella (2 Cor 3,18). En este sentido, la gloria es la meta del plan de salvación (véase J. Coppens, ETL 46 [1970] 389-92). 8. que: El an(-)tecedente inmediato es gloria, pero el sentido común indica que a lo que se hace referencia es al plan de salvación. Si las arrogantes auto(-)ridades hubieran sabido que se llevaría a cabo mediante la muerte humillante de Jesús, ha(-)brían intentado frustrarlo dejando que éste viviera. Señor de la gloria: Este aparece como título divino en 1 Hen 63,2 y de manera equi(-)valente en Sal 24,8, pero en el texto que nos ocupa indica el aspecto de Cristo sobre el cual preferían concentrarse los «espirituales» de Corinto. Jesús crucificado es, sin embargo, la verdad de Cristo resucitado (Ef 4,21; véase I. de la Potterie, SPC 2. 45-57).
20 9. como está escrito: En este caso, a di(-)ferencia de lo que es habitual en Pablo (1,31; 2 Cor 8,15; 9,9; Rom passim), esta fórmula no in(-)troduce una cita del AT. El testimonio más an(-)tiguo de la primera parte es Pseudo-Filón, AntBib 26.13 (para versiones posteriores, véase K. Berger, NTS 24 [1977-78] 271-83), que tal vez esté inspirado por Is 64,3. La combinación de las dos partes quizá refleje una complicada evo(-)lución (véase H. Ponsot, RB 90 [1983] 229-42), pero lo inoportuno de hosa, el pron. rel. del v. 9b, indica más bien que la segunda parte no pertenece a la cita, sino que es el comentario de Pablo. Convertir el amor en el criterio responde perfectamente a su intención (Rom 8,28; véase J. B. Bauer, ZNW 50 [1959] 106-12). 10. ha re(-)velado Dios: El objeto queda expresado en el v. 9. 11. El argumento se basa en la condición se(-)parada del ser humano. En cada persona exis(-)ten ámbitos donde ningún extraño puede pene(-)trar. Sólo la autoconciencia de cada uno puede ponerlos de manifiesto. Del mismo modo, sólo la autoconciencia divina (Espíritu de Dios) pue(-)de penetrar la profundidad de Dios. 12. el espí(-)ritu del mundo: Si éste es la mentalidad de una sociedad corrupta, «el Espíritu que viene de Dios» sólo puede ser la mentalidad de una au(-)téntica comunidad cristiana. Los misterios úni(-)camente se captan mediante una entrega. 13. Los medios de la comunicación concuerdan con la modalidad del conocimiento, palabras enseñadas por el Espíritu: El nuevo ser de los creyentes (1,30) se debe a la iniciativa de Dios; de ahí que, tanto el conocimiento instintivo da(-)do con él, como el lenguaje en que se expresa, se deba atribuir a él. pneumatikois pneumatika synkrinontes: Caben diferentes combinaciones de significados (véase Robertson-Plummer, First Epistle 47), pero el contexto aconseja «in(-)terpretando las verdades espirituales desde un punto de vista espiritual» (así Barrett, Conzel(-)mann). 14. Pablo vuelve contra los corintios la distinción de éstos (® 18 supra). Si los «espiri(-)tuales» no le entienden, son ellos los que son «psíquicos». El principio subyacente a esta dis(-)tinción lo explica Filón en Quod det. 86. 15. Dentro del presente contexto, este principio co(-)rintio (Filón, Leg. alleg. 1.94), que ha tenido una influencia muy perniciosa en la historia de la Iglesia, viene a decir que Pablo es inmune a los juicios de sus adversarios; véase el comentario a 4,3-5. 16. La fuerza de Is 40,13 LXX sólo lle(-)ga a ser clara si se tienen presentes los vv. 10 y 12. Si los adversarios de Pablo no han conocido a Dios, ¿cómo podrán entender sus obras, a sa(-)ber, lo espiritualmente perfecto? la mente de Cristo: Dios sólo es conocido a través de Cristo, cuya mente no se ocupa de la especulación, si(-)no de la obediencia y el servicio (Flp 2,5-7).

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Sabiduría revelada por el Espíritu

Aquí Pablo hace un contraste entre la sabiduría divina y la admirada sabiduría de la clase gobernante. Dios se ha complacido en revelar su sabiduría por medio de su Espíritu a los apóstoles, a nosotros (10). El nosotros que se implica en los vv. 6, 7, 13 y 16 no se refiere a los cristianos de Corinto cuyo comportamiento, según se describe en esta carta, muestra que no son de los que tienen la mente de Cristo (16, cf. 5:1, 6:1, 11:1). Tampoco se refiere a los cristianos en general, sino antes bien al ministerio especial de los apóstoles.

6-8 Pablo declara que él habla no sólo el evangelio, sino la sabiduría de Dios. Esta se habla entre los que han alcanzado madurez. Los virtuosos y aclamados oradores de la época utilizaban esta expresión relacionándola con ellos mismos, y sostenían que hacían que sus alumnos también lo fueran. Ellos serían los futuros regidores de ciudades y estados. Es muy posible que Pablo tuviera esto en mente, cuando dice lo que su sabiduría no es: no es la sabiduría de la edad presente, ni la de los príncipes de esta edad, que perecen. Luego define lo que sí es (7). Es la sabiduría oculta de Dios que estuvo escondida anteriormente pero ahora ha sido revelada, y que fue destinada para nuestra gloria antes del principio de los tiempos. A pesar de su so fisticada educación, los gobernadores de esta edad nunca la comprendieron; de otra manera jamás habrían participado en la crucifixión de Jesús, llamado aquí el Señor de la gloria (cf. Hech. 13:27).

9 Aquí cita Isa. 64:4 para atraer la atención hacia la gracia de Dios que en forma totalmente inesperada él imparte a quienes lo aman. 10a El versículo de Isa. no es una referencia a lo que en el futuro descubriremos como propósitos individuales de Dios para su pueblo, ni a dones no anticipados, porque Pablo usa el tiempo pasado al declarar que a nosotros (a los apóstoles) Dios nos las reveló a través de la actividad del Espíritu Santo (cf. 1 Ped. 1:12). 10b, 11 Así como sólo cada persona sabe lo que realmente piensa, de la misma manera sólo el Espíritu de Dios conoce las cosas profundas de Dios. 12 Los apóstoles no razonan en base a los principios de la sabiduría secular, porque han recibido este mismo Espíritu, a fin de que puedan entender aquello que tan generosamente Dios nos ha dado gratuitamente en su Hijo. 13 Los apóstoles no utilizan la sabiduría secular para transmitir su verdad, sino palabras enseñadas por el Espíritu, interpretando lo espiritual por medios espirituales. No recurren a las técnicas de retórica utilizadas por los oradores.

14, 15 La persona que no tiene al Espíritu, lit. el hombre natural, rechaza lo que el Espíritu enseña, porque esto requiere ser examinado espiritualmente. Por otra parte, el hombre espiritual investiga to das las cosas, es decir, lo que el Espíritu enseña. Si la referencia aquí es hacia los apóstoles, entonces está claro por qué Pablo dice que la persona espiritual no es juzgada por nadie. Si se refiere al cristiano de mentalidad espiritual, podría significar que no es el juicio del hombre el que determina su condición, sino el examen realizado por la Palabra de Dios. 16 Pablo cita Isa. 40:13, que pregunta si alguien puede comprender la mente del Señor, como para instruirlo. Afirma que los apóstoles tienen la mente de Cristo, que es el Señor. ¿Significa esto que Pablo descarta a aquellos corintios que podrían examinarlo y juzgarlo (cf. 4:3)?

El pasaje ha tratado el tema de que Dios es un Dios que habla (cf. Deut. 4:33-36) y que ha elegido revelar su corazón y su mente por medio de sus siervos, los apóstoles. El atribuir las palabras de los apóstoles hablamos y estamos hablando (ambas en tiempo presente, vv. 6, 13) a la sabiduría de Dios que ha sido revelada, señala al hecho de que ellos hablaban la palabra de Dios; y esto explica por qué la iglesia, a través de la historia, ha sostenido el punto de vista de que lo que los apóstoles dijeron es lo que Dios dice.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter II.

Hee declareth that his preaching, 1 though it bring not excellency of speech, or of 4 humane wisedome: yet consisteth in the 4.5 power of God: and so farre excelleth 6 the wisedome of this world, and 9 humane sense, as that 14 the naturall man cannot vnderstand it.
1 And I, brethren, when I came to you, [ Wis_1:17.] came not with excellencie of speech, or of wisedome, declaring vnto you the testimony of God.

[Gods wisdome.]

2 For I determined not to know any thing amog you, saue Iesus Christ, and him crucified.
3 And I was with you in weakenesse, and in feare, and in much trembling.
4 And my speech, and my preaching [ 2Pe_1:10 .] was not with [ Or, perswasible.] entising words of mans wisedome, but in demonstration of the Spirit, and of power:
5 That your faith should not stand in the wisdome of men, but in the power of God. [ Greek: be.]

6 Howbeit wee speake wisedome among them that are perfect: yet not the wisedome of this worlde, nor of the Princes of this worlde, that come to nought:
7 But wee speake the wisedome of God in a mysterie, euen the hidden wisedome which God ordeined before the world, vnto our glory.
8 Which none of the princes of this world knewe: for had they knowen it, they would not haue crucified the Lord of glory.
9 But as it is written, [ Isa_64:4 .] Eye hath not seene, nor eare heard, neither haue entred into the heart of man, the things which God hath prepared for them that loue him.
10 But God hath reueiled them vnto vs by his Spirit: for the Spirit searcheth all things, yea, the deepe things of God.
11 For what man knoweth the things of a man, saue the spirit of man which is in him? Euen so the things of God knoweth no man, but the Spirit of God.
12 Now wee haue receiued, not the spirit of the world, but the Spirit which is of God, that wee might know the things that are freely giuen to vs of God.
13 [ 2Pe_1:16 .] Which things also we speake, not in the words which mans wisedome teacheth, but which the holy Ghost teacheth, comparing spiritual things with spirituall.
14 But the naturall man receiueth not the things of the Spirit of God, for they are foolishnesse vnto him: neither can he know them, because they are spiritually discerned.
15 [ Pro_27:19 .] But he that is spirituall, [ Or, discerneth.] iudgeth all things, yet he himselfe is [ Or, discerned.] iudged of no man.
16 [ Rom_11:34 ; Isa_40:13 .] For who hath knowen the mind

[Paul planteth.]

of the Lord that he [ Greek: shall.] may instruct him? But we haue the mind of Christ.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Revelada por el Espíritu. Pablo continúa ahondando en el tema con una comparación. Viene a decir lo siguiente: nadie conoce en profundidad a otra persona si ésta no revela su propia intimidad. La intimidad secreta de una persona la conoce únicamente la persona misma (cfr. Pro_14:10; Pro_20:27) y sólo ésta puede comunicarla. Para que se realice esta comunicación debe existir sintonía entre la persona que abre las puertas de su intimidad y la persona que es invitada a entrar en este misterio humano ofrecido. De modo semejante, dice Pablo, sólo el Espíritu conoce la intimidad de Dios y a Él toca revelarlo y hacerlo comprender.
A Pablo, como intermediario, le toca comunicar oportunamente a otros lo que él ha recibido por revelación. Por su parte, los corintios tienen que sintonizar con el Espíritu para que la comunicación se realice. Esta sintonía, para el Apóstol, es poseer «el pensamiento de Cristo» (16). Sin esta sintonía y horizonte cristiano, todo lo que provenga del Espíritu aparecerá como una incomprensible locura. ¿No es locura toda la vida de Jesús, su opción por los pobres y marginados, el perdón ofrecido a sus enemigos, su misma muerte en la cruz? ¿No han sido tachados de locos, utópicos e idealistas todos los hombres y mujeres que han intentado e intentan seguir a Jesús hasta sus más radicales consecuencias? Pablo insiste una y otra vez en el protagonismo del Espíritu de Cristo como revelador del misterio de Dios.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



6. "Dominadores de este mundo": esta expresión designa a las potencias demoníacas invisibles, que según la concepción de los judíos, se valían de las autoridades humanas para ejercer su dominación sobre el mundo. Ver 15. 24-25.

9. Resulta difícil identificar el texto citado. Según una hipótesis muy verosímil, Pablo transcribe una libre combinación de textos proféticos ( Isa_52:15; Isa_64:3), que se usaba en la liturgia de la Sinagoga. Como en muchos otros aspectos de su pensamiento, también aquí Pablo depende de la tradición rabínica.

10. Ver Sal. 139.

12. Ver Rom_8:15; Gal_4:6.

14. El "hombre natural" es el que cuenta únicamente con las fuerzas de su naturaleza humana y está privado de los dones del Espíritu Santo. Por eso es incapaz de comprender el misterioso designio de Dios, realizado en la cruz de Cristo.

16. Isa_40:13. Ver Rom_11:34.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

La sabiduría divina, de la que los hombres estamos llamados a participar, coincide con el designio divino de salvación revelado por el mismo Dios, transmitido por el Espíritu Santo. Las palabras de Is 64,2-3 (v. 9) resumen el contenido de la sabiduría divina: el conjunto de dones que sobrepasan toda capacidad humana (cfr Ef 3,19) y que Dios ha preparado desde toda la eternidad para los que le aman. Estos dones no son sino el amor que Dios tiene a los hombres. La tradición cristiana, basándose en que tales dádivas se alcanzan plenamente en la otra vida, ha considerado estas palabras como descripción del Cielo.


Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Isa_40:13; Rom_11:34 [Rom_11:35]

[2] 1Co_7:40

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Isa_40:13; Rom_11:34 [Rom_11:35]

[2] 1Co_7:40

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*2:6-3:4 El comienzo de la segunda unidad de la sección (1Co 2:6 s) parece contradecir lo dicho anteriormente; su sentido se entiende, sin embargo, desde lo que sigue (1Co 2:8 ss).

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 2.6 Parece referirse a potencias espirituales malignas (cf. Ef 6.12; 1 Jn 5.19). Otros lo refieren a los gobernantes humanos que, como instrumentos de aquellas, habían condenado y crucificado a Jesús (v. 8).

[2] 2.7 Ro 16.25; Col 1.26.

[3] 2.9 Cita de Is 64.4 combinado con Jer 3.16. Cf. Eclo 1.10.

[4] 2.16 Is 40.13.

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Isa 40:13; Rom 11:34.

Reina Valera (Sociedades Bíblicas Unidas, 1960)

Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá?c Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.

c Isa 40:13.

Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)



EL PENSAMIENTO DEL SEÑOR. Al sustituir a continuación esta expresión por la otra, EL PENSAMIENTO DE CRISTO, como equivalente, atribuye Pablo a Cristo la divinidad y la consubstandalidad con el Padre, que antes ha atribuido al Espíritu Santo.

Torres Amat (1825)



[9] Is 64, 4.

[11] Y aquel a quien éste las revela.

[13] Adaptando las palabras a las cosas que tratamos y exponiendo nuestra doctrina, con las palabras y de la manera que nos sugiere el Espíritu de Dios.

[16] Sab 9, 13; Is 40, 23; Rom 11, 34.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

instruirá...Isa 40:13.

Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

Isa 40:13 (versión griega).

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Isa 40:14

Nueva Versión Internacional (SBI, 1999)

[f] Isa 40:13