Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
9. Respuesta de Job a Bildad.
L as argumentaciones de Bildad son reconocidas en parte por el paciente Job, y éste sabe muy bien que no puede justificarse ante su Dios, que es omnipotente, y el hombre no puede encontrar valedor ni abogado contra lo que El determine. Domina las fuerzas de la naturaleza y decide la suerte de los hombres, la de los justos y la de los pecadores. Al que sufre no le queda sino suplicar que aparte el flagelo que sobre él pesa.
La omnipotencia de Dios es absoluta, y, por tanto, el hombre no es quién para pedirle cuentas de su actuar. Los módulos de su oculta sabiduría están sobre los cálculos puramente humanos.
La omnipotencia divina (1-13).
1
Respondió Job, diciendo: 2
En verdad, yo sé que es así: ¿Cómo justificarse un hombre frente a Dios? 3
Si quisiera contender con El, de mil cargos no podría responder a uno. 4
El es sabio de corazón y robusto de fuerza: ¿Quién se le opondrá y saldrá ileso? 5
El desplaza los montes sin que se den cuenta, y en su ira los trastorna. 6
El sacude la tierra en su sitio, estremécense sus columnas. 7
El manda al sol, y éste no brilla, y guarda bajo sello las estrellas. 8
El solo tiende los cielos y camina sobre las crestas del mar. 9
El creó la Osa, el Orion y las Pléyades y las cámaras del cielo austral. 10
El obra cosas grandes e insondables, maravillas sin cuento. 11
Si pasa ante mí, yo no le veo; se desliza, y yo no lo advierto. 12
Si coge una presa, ¿quién se la arrebatará? ¿Quién podrá decirle: ¿Qué es lo que haces? 13
Dios no reprime su cólera: bajo El se encorvaron los auxiliares de Rahab. Job sabe muy bien todo lo que le dicen, y particularmente reconoce lo que la visión nocturna le comunicó a Elifaz 1, ya que Dios es santísimo, y nadie puede medirse con El. En plan jurídico, el hombre no tiene defensa posible, pues de mil cargos que se le hagan, no sabrá responder a ninguno.
Dios es el más fuerte, y el ser humano no puede justificarse ni conseguir abogado defensor que pueda medirse con el que todo lo puede y lo sabe (v.4) 2.
En el v.5 se inicia una verdadera doxología en la que se canta la omnipotencia divina, manifestada sobre las fuerzas de la naturaleza. Los montes inconmovibles son desplazados tan de repente y con tal facilidad, que ellos no se dan cuenta. Los terremotos son una prueba manifiesta del poder omnímodo divino. El hombre no puede hacer nada cuando la tierra se conmueve en sus cimientos. La misma tierra concebida como un edificio asentado sobre columnas se estremece y conmueve en los cataclismos sísmicos, como una casa que se viene abajo cuando se mueven sus basamentos 3. Incluso en los cielos existen trastornos periódicos. El mismo sol, destinado a alumbrar a los hombres, a una orden divina se eclipsa o oculta bajo las nubes 4, y también su voluntad pone un sello a las estrellas para que no brillen 5. Los astros, pues, lejos de estar fuera de la órbita divina, son plegados y sellados con la facilidad con que el escriba sella y pliega un libro (v.7).
Dios tiende los cielos como la tela de una tienda 6, y camina sobre las crestas del mar, las olas del océano. Su dominio se extiende no sólo a los cielos, sino también a los tenebrosos mares. Su poder llegó hasta crear las constelaciones astrales: la Osa, el Orion, las Pléyades y las cámaras o constelaciones del cielo austral (v.9) 7. Estas según la mentalidad de la antigüedad sostienen la bóveda celeste. Las maravillas y portentos de Dios no pueden contarse; por eso al hombre no le queda sino reconocer su ignorancia y adorar el misterio.
Pero el poder y presencia del Omnipotente no se extienden sólo a las fuerzas del cosmos,
sino que intervienen misteriosamente en la vida de los seres humanos sin que se les perciba: si pasa ante mí, yo no le veo... (v.11). Es impenetrable en sus designios misteriosos, y por ello nadie puede decirle: ¿qué es lo que haces? (v.12). Bajo su cólera se encorvan hasta las fuerzas caóticas, los auxiliares de Rahab, el monstruo marino. Quizá en esta expresión aluda a los monstruos legendarios creados por Tiamat símbolo del caos para luchar contra el ejército de Marduk, según se narra en el poema de la creación babilónico 8. Rahab en la Biblia aparece formando trilogía con los monstruos marinos Leviatán y Tanin 9. Simboliza el mar, sobre todo el mar Rojo, y por ello designa a Egipto 10.
Es inútil luchar con Dios (14-21).
14
¡Cuánto menos podría yo responderle y rebuscar razones contra El! 15
Aun teniendo razón, no podría responderle, y habría de implorar gracia para mi causa. 16
Y aunque le hablara yo y El me respondiese, no osaría creer que había oído mi voz. 17
El es quien por un cabello me aplasta ? y multiplica sin motivo mis heridas; 18
que ni respirar me deja y me harta de amarguras. 19
Si quisiera acudir a la fuerza, el robusto es El; si al juicio, ¿quién podrá emplazarle? 20
Si soy justo, mi boca me condena; si me creo inocente, me declara perverso. 21
Si me declaro inocente, es que no me conozco. Yo desprecio mi vida.
Si las fuerzas cósmicas tienen que plegarse ante el poder divino, resulta ridículo que un hombre como Job pretendiera medirse con El. Es inútil buscar razones para justificarse ante el que todo lo sabe. Es necio oponerse a la cólera divina. Aunque se sintiera totalmente justo, no podría contender con Dios, pues aun entonces habría de implorar su gracia (v.15). Y Dios es tan trascendente y elevado, que, aunque le respondiese favorablemente, Job no osaría creer que le había oído.
Por otra parte,
no sabe qué pensar de las razones que tenga Dios para castigarle y probarle por un cabello, es decir, por cosas que Job estima nimias; de ahí que las heridas recibidas de El las estima sin justificación posible (v.17). Está tan agobiado bajo el peso duro de la mano de Dios, que ni le deja respirar; las amarguras son su pan cotidiano.
Pero no tiene posibilidad de defensa, ni por la fuerza ni en el juicio,
porque Dios es el más fuerte, y nadie puede emplazarle a juicio (v.19). Aunque él personalmente se considera justo, sin embargo, ante el tribunal divino no puede justificarse, y entonces más vale declarar de antemano
la propia culpabilidad: mi boca me condena (v.20). En realidad, al declararse a sí mismo inocente, prueba que no se conoce a sí mismo. Por eso su í ida es un enigma, y por ello la desprecia.
El dolor es patrimonio de justos y pecadores (22-31).
22
¡Todo es uno! Por eso digo: ¡Consume al íntegro y al culpable! 23
Guando de repente una plaga trae la muerte, El se ríe de la desesperación de los inocentes. 24
La tierra es entregada a las manos de los impíos, y vela el rostro de sus jueces. Si no es El, ¿quién va a ser? 25
Mis días pasaron más veloces que un correo, huyeron sin ver la felicidad. 26
Se han deslizado como lancha de papiro, como águila que se lanza sobre la presa. 27
Si me digo: Voy a olvidar mis cuitas, cambiaré mi semblante y me pondré alegre, 28
temo todos mis dolores, sabiendo que tú no me declaras inocente. 29
Si soy culpable, ¿a qué fatigarme en vano? 30
Aunque me lavase con agua de nieve y purificase mis manos con lejía, 31
todavía me hundirás en el lodo 12
, y mis vestidos me aborrecerían. Apesadumbrado por el dolor, Job declara que no hay en esta vida trato diverso para el justo y el pecador: ¡todo es uno! Frente a las teorías de sus amigos, que suponen que los impíos no pueden prosperar en esta vida y que los justos son rehabilitados, está la realidad de su trágica existencia: en esta vida los premios y los castigos no dependen de los valores morales del sujeto, como pretendía la tesis tradicional sobre la retribución. Cuando llega un flagelo, se lleva por delante a todos, buenos y malos. Esta afirmación responde a las argumentaciones de Elifaz de que
el justo se ríe de la devastación y del hambre y que los inocentes no perecen 13. Dios, en los momentos de exterminio, parece reírse de la desesperación de los inocentes, pues no sale en su favor (v.23). Las expresiones son duras, rayando con la blasfemia; pero expresan bien la situación amargada del desesperado Job, que no se aviene a admitir teorías que están en contradicción con hechos flagrantes.
Dios permite que los impíos se apoderen de la tierra, y parece como si velara el rostro de los jueces para que no vean sus demasías, Tantos son los atropellos que se cometen a diario en la sociedad impunemente! Job no distingue entre voluntad positiva y permisiva de Dios, y por eso todo lo que ocurre lo atribuye al que puede evitarlo: Sí no es El, ¿quién va a ser? (v.24). En definitiva,
siendo Dios omnipotente, todo lo que sucede tiene su última razón en El.
Después de hacer estas afirmaciones generales sobre hechos que están al alcance de todos, Job vuelve al caso concreto de su existencia personal. Sus días pasan velozmente como el correo, pero no ha podido gustar de la felicidad. Con dos bellos símiles expresa la rapidez con que transcurren sus días sin felicidad: la de la lancha de papiro en el libro de Job hay muchas alusiones a los medios ambientales egipcios , que se desliza suavemente por el Nilo, y la del águila, que con toda celeridad se lanza sobre la presa.
Aunque quisiera cambiar de semblante y ponerse alegre, una pena interior le corroe, ya que sabe
que Dios no le declara inocente (v.28). Y si realmente es culpable, ¿para qué fatigarse en vano buscando aparecer alegre, cuando el pesar domina su interior? Ante Dios no puede aparecer limpio, aunque se lavara con agua de nieve y se purificara con salitre o lejía; para Dios estaría aún sórdido, como si se hundiese en el lodo, en una situación que hasta sus mismos vestidos le aborrecerían para no contaminarse con la inmundicia.
No hay arbitro entre Dios y Job (32-35).
32
Que no es hombre como yo para responderle: ¡Vamos juntos a juicio! 33
No hay entre nosotros arbitro que ponga su mano entre ambos. 34
Que retire su vara de sobre mí, que no me espante su terror. 35
Yo hablaré sin temor, porque no soy tal a mis ojos 14
. No es posible entrar en litigio con Dios, ya que no hay proporción entre él y su Hacedor, que no es hombre. El ser humano
no puede emplazarle ante un juicio por la superioridad divina y porque no hay arbitro posible a quien apelar,
pues Dios no puede someterse a nadie fuera de El mismo; nadie tiene jurisdicción sobre el que todo lo puede. No queda sino que Dios, por su iniciativa, retire la í ara de castigo que pesa sobre el infortunado varón de Hus, víctima del terror punitivo de la divinidad (v.34). Quizá en una situación más desahogada de su espíritu pudiera encontrar el paciente argumentos para justificar la intervención justiciera de Dios. Job, pues, pide un alto el fuego en sus propios sufrimientos, para, en una especie de tregua con Dios, reconsiderar su triste situación y entonces reconocer su culpabilidad. Pero, mientras tanto, quiere hablar sin temor, seguro de que ante su conciencia ante sus ojos es inocente mientras no se le demuestre lo contrario. En esta situación de disgusto, sus desahogos destemplados tienen una justificación muy humana.
1 Job 4:17. 2 La expresión sabio de corazón se explica en el supuesto de que el corazón es la sede de la sabiduría según los hebreos. La frase es corriente en la literatura sapiencial (cf.
Job_8:10;
Job_37:24). 3 Cf.
Job_38:4-6. 4 Cf.
Exo_10:21-23. La palabra para designar sol es heres, que se relaciona con Horus, hijo de Ra, dios solar egipcio. Cf. E. drioton y J. vandier, Les peuples de l'Orient méditerra-néen: II. L'Egype (París 1028) p.ó3. 5 Cf.
Isa_34:3. 6 Cf.
Isa_40:22. 7 La identificación de las constelaciones está generalmente admitida según la nomenclatura expuesta: la Osa es la gran constelación septentrional. Orion, en heb. kasil (loco). Las Pléyades; algunas versiones traducen Arcturus. Algunos autores, como Driver-Gray lo identifican con Sirio. Las cámaras del sur parecen ser un grupo de estrellas: Argo, el Centauro y la Cruz del Sur. Véase P. dhorme, o.c., p.iiq; S. R. driver-g. B. gray, A critica! and exegetical Commentary on the book of Job (Edimburgo 1921) p.86-8g. 8 He aquí el texto del poema de la creación, llamado Enuma elish: (Tiamat) creó la hidra, el dragón-rojo, el gran león, el lobo espumante, el hombre-escorpión, las tempestades furiosas, el hombre-pez, el Capricornio; portadores todos de armas inexorables y sin miedo al combate. Sus órdenes son poderosas: son irresistibles. En total, creó once monstruos (tableta I, v. 140-145). Véase R. Labat, Le poéme babylonien de la création (París 1935). 9 Cf.
Job_3:8 (véase coment.);
Job_7:12. 10 Cf.
Sal_74:13; Is30:7- 11 Así según la corrección de Dhorme. Lit. el TM: en la tormenta aplasta. 12 Así según los LXX y Vg ("leyendo beshuiot en lugar del TM, bashajat: en la fosa). 13 Cf.
Job_4:7;
Job_5:22. 14 La última frase es algo enigmática y diversamente traducida. Nuestra versión sigue a la de la Bib. de Jér.