«Nosotros, siervos del gran rey Nabucodonosor, nos postramos ante ti. Trátanos como mejor te parezca. (Judith 3, 2) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)
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Rendiciones en masa (3:1-5).
1 Y le enviaron mensajeros con propuestas de paz, diciendo: 2 Mira, nosotros somos siervos del gran Nabucodonosor, nos postraremos en tu presencia para que hagas con nosotros según tu arbitrio. 3 Nuestras majadas, con todo nuestro territorio, y todos nuestros trigales, nuestros rebaños y vacadas, y los apriscos de nuestros ganados, todo está a tu disposición; dispon de todo según te plazca. 4 Y nuestras ciudades con sus moradores, siervos tuyos son; ven y haz con ellos como bien te parezca. 5 Llegados los hombres a Holofernes, le hablaron en esta forma.
Los pueblos de Fenicia y los del litoral de Palestina prefirieron ser esclavos de Nabucodonosor a perder la vida. De ahí que mandaran mensajeros con el ruego implícito de que se les perdonara la vida. Los delegados ponen a disposición de Holofernes las majadas (epauleis), los campos de trigo, ganado mayor y menor, los apriscos, las ciudades con sus habitantes. Por tres veces consecutivas expresan ellos su total entrega (v.2; 3-4). El autor hace hincapié en el temor y servilismo de los pueblos gentiles. Esta disposición de ánimo contrasta con la actitud valiente y confiada de Israel, que, puesta su confianza en Dios, resiste al invasor en defensa de sus valores espirituales y nacionales.
Duro trato de los vencidos (3:6-8).
6 Descendió él con su ejército a la costa y puso guardianes en las ciudades fuertes, y de ellas enroló en su ejército gente escogida. 7 Toda la región le recibió con coronas, danzas y panderos. 8 Devastó todo su territorio y taló sus bosques sagrados, y ordenó destruir todos los dioses de aquella tierra para que sólo a Nabucodonosor adorasen todas las naciones y le invocaran como a Dios todas las lenguas y todas las tribus.
Descendió (katébe) Holofernes de las llanuras de Damasco a la costa fenicia acompañado por tropas de choque. A pesar de tantas muestras de sumisión, no pudieron los mencionados pueblos aplacar la ira del general persa. Los pueblos salíanle a recibir con cánticos y danzas. Estas muchedumbres, que se adornaban con coronas y danzaban al son del tambor, no parecen inspirarse en costumbres orientales. En la Biblia se habla de estas manifestaciones de alborozo en la época griega (Ecl_32:1; Sab_2:8). Véanse, sin embargo, tales manifestaciones en Jdt_11:34; 1Sa_18:6. Aparece que Holofernes no dañó a los pueblos en sus bienes materiales. El castigo se reduce a talar los bosques sagrados que crecían alrededor de los santuarios y hacer añicos las imágenes de Baal y Astarté y de cuantos dioses tenían, para entronizar en su lugar a Nabucodonosor. La conducta de Holofernes se ajusta a las concepciones antiguas orientales en lo referente a las relaciones entre la divinidad, el rey y el pueblo. Dios conquista el país y a él se someten los dioses locales, que deben retirarse ante el vencedor y cederle el puesto.
Solían los reyes asirios llevar en sus triunfantes campañas las efigies de los dioses del país vencido, que eran sustituidas por las divinidades del vencedor. Al destruir Holofernes los símbolos locales, pretendía obligar a que sólo a Nabucodonosor adorasen todas las naciones y le invocaran como a Dios todas las lenguas y todas las tribus. ¿Se arrogaron los reyes asirio-babilónicos el título de dios? Muchos monarcas se gloriaban de ser los representantes de Dios en la tierra, sus vicarios y lugartenientes, pero no llegaron nunca a proclamarse a sí mismos dioses. Los reyes asirios, dice Barucq, no manifestaron nunca esta pretensión. En Dan_3:1-5 no se dice que la estatua representara al rey divinizado. Nuestro texto puede ser una crítica de las exigencias de Antíoco IV. Los seléucidas, a ejemplo de Alejandro Magno, fueron los primeros en arrogarse honores divinos y obligar a que se les llamara oficialmente dioses. Antíoco Epifanes hizo acuñar monedas con el título Antíoco Rey Dios Epifanes Nicéforo. Se reserva para este lugar la declaración blasfema de Holofernes con el fin de enfrentar al más poderoso monarca de la tierra con el Dios de los hebreos.
Holofernes en Esdrelón (Dan_3:9-10).
9 Llegado al llano de Esdrelón, cerca de Dotan, frente a la gran llanura de Judá, 10 asentó su campo entre Gaba y Escitópolis, donde permaneció un mes esperando toda la impedimenta de su ejército.
Holofernes impuso sus condiciones de paz a las ciudades de Fenicia y de Filistea que se la habían rendido. Desde las ciudades de la Filistea (Gaza, Ascalón, Asdod) podía Holofernes marchar hacia el este y atacar a Jerusalén, pero determinó volver sobre sus pasos en dirección noroeste, alcanzar la llanura de Esdrelón en un punto cercano a Dotáin e ir a acampar en un lugar entre Gaba y Escitó-polis. Era Dotáin una población cananea situada al norte de Siquem, a 40 kilómetros al sur de Nazaret y junto a la actual carretera que une esta última ciudad con Jerusalén. El campamento de Holofernes estaba entre Gaba y Escitópolis. La primera de estas ciudades puede corresponder a Gibleam, Gelboé, al sur de Beisán. Escitópolis era el nombre que recibió en el período helenístico la antiquísima ciudad de Betsán. Aquí esperó Holofernes los servicios auxiliares del ejército antes de aventurarse a su lucha contra los judíos. En las luchas que van a comenzar entre Holofernes e Israel se enfrentan dos potencias: la del mal, en cuyo ejército militan todos los enemigos del yahvismo, y la del bien, o sea la del Dios de los judíos. De Judea no ha recibido Holofernes propuesta de rendición, y sospecha que será dura la campaña para reducir aquel país. La llanura de Esdrelón formaba parte de Israel, pero su ocupación por Holofernes no exacerba el orgullo judío. Los judíos, dice el texto, se turbaron cuando el enviado de Nabucodonosor apuntó hacia Jerusalén y su templo (Dan_4:2).