Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
12. La Purificación de la Mujer.
1
Yahvé habló a Moisés, diciendo: 2
Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando dé a luz una mujer y tenga un hijo, será impura durante siete días; será impura como en el tiempo de la menstruación. 3
El octavo día será circuncidado el hijo, 4
pero ella quedará todavía en casa durante treinta y tres días en la sangre de su purificación; no tocará nada santo ni irá al santuario hasta que se cumplan los días de su purificación. 5
Si da a luz hija, será impura durante dos semanas, como al tiempo de su menstruación, y se quedará en casa durante sesenta y seis días en la sangre de su purificación. 6
Cuando se cumplan los días de su purificación, según que haya tenido hijo o hija, se presentará ante el sacerdote, a la entrada del tabernáculo de la reunión, con un cordero primal en holocausto y un pichón o una tórtola en sacrificio por el pecado. 7
El sacerdote los ofrecerá ante Yahvé, y hará por ella la expiación, y será pura del flujo de la sangre. Esta es la ley para la mujer que da a luz hijo o hija. 8
Si no puede ofrecer un cordero, tomará dos tórtolas o dos pichones, uno para el holocausto y otro para el sacrificio por el pecado; el sacerdote hará por ella la expiación y será pura.
El Señor dijo primero a Adán y a Eva, luego a Noé y a sus hijos: Creced y multiplicaos y poblad la tierra.1 Es, pues, la generación humana un deber de la naturaleza, y el nacimiento de los hijos era motivo de grande alegría, así como era una deshonra la carencia de los mismos. Pero también es verdad que el instinto sexual en el hombre llega a grandes excesos. Esta es, sin duda, la causa de que los actos sexuales y sus consecuencias hayan sido rodeados, por la naturaleza, del pudor, y en los pueblos antiguos, como el hebreo, de muchas restricciones religiosas. Todo lo referente a la generación entre los semitas está rodeado de misterio, y aun se considera como desordenado e impuro muchas cosas que se relacionan con la transmisión de la vida. En este ambiente histórico hay que enmarcar las prescripciones del presente capítulo, en que se habla de la purificación de la mujer que ha dado a luz.
El capítulo parece desplazado, y su contenido puede considerarse como una subdivisión del c.is, donde se trata de las impurezas del hombre y de la mujer. Según la prescripción aquí impuesta, la mujer que dé a luz un
varón debe quedar como impura
siete días; al octavo día debe ser circuncidado el hijo, y después debe permanecer aislada como impura treinta y tres días. En total, cuarenta días. Si da a luz una hembra, será impura dos semanas, y después quedará en casa reservada sesenta y seis días, el doble que en el caso del varón. ¿Por qué esta distinción? La cifra de cuarenta días de reserva de la mujer aparece en legislaciones árabes, persas y griegas. Es el período normal impuesto por la higiene y las exigencias fisiológicas. Para la mujer se exige más en la legislación levítica, debido quizá a la supuesta inferioridad de la mujer; de forma que el nacimiento de una niña se consideraba casi como un castigo. Quizá también existía la opinión popular de que la formación del feto femenino exigía más tiempo, y, en consecuencia, los desarreglos menstruales más prolongados. Es otro caso de acomodación a costumbres ancestrales conforme a determinadas ideas populares, como hemos visto en la distinción de animales puros e impuros2.
El precepto de la
circuncisión había sido dado ya a Abraham3, recordado a Moisés con ocasión de la Pascua en Egipto4, y aquí se reitera tajantemente. Pero de hecho parece que, durante la época del desierto, los israelitas se mostraron negligentes en su cumplimiento, pues al entrar en Canaán se dice que nadie de los nacidos en el desierto había sido circuncidado5. En la época tardía del judaísmo el precepto tuvo su importancia6, y en tiempos del Señor se cumplía incluso el día del sábado, privando sobre éste7
Terminado el tiempo de la total purificación (cuarenta días en caso de varón y ochenta en caso de hembra), la mujer debía presentarse al sacerdote ante la tienda de la reunión para otrec
holocausto y un sacrificio
por el pecado, el primero como recoi miento y homenaje a Dios, y el segundo como expiación personal y para purificarse de la impureza legal que había contraído. Según
1Sa_1:22, la mujer podía ser reemplazada por su mando en la presentación de las víctimas, si aquélla estaba realmente impedida.
Las víctimas eran un
cordero de un año en holocausto y un pichón o tórtola en sacrificio por el pecado (v.7). En caso de que la oferente fuera pobre, el cordero era sustituido por una tórtola o pichón (v.8). Es el caso de la Virgen María8.
1
Gen_1:28;
Gen_8:17. 2 Sobre las posibles razones supersticiosas de estas prácticas en su origen primitivo, véase M. J. Lagrange,
Eludes sur les religions sémitiques p.143. Cf. Plinto,
Hist.
Nat. VII 13, 3
Gen_17:10-14. 4
Exo_12:44-48. 5
Jos_5:5. 6
2Ma_6:10. 7
Jua_6:22-23. 8
Luc_2:24.