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Pero para vosotros, los adeptos a mi Nombre, os alumbrará el sol de justicia con la salud en sus rayos, y saldréis brincando como becerros bien cebados fuera del establo. (Malaquías 3, 20) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

La justicia de Dios. El profeta intenta responder a una preocupación que ya se venía constatando de tiempo atrás: ¿por qué al malvado le va bien, mientras que al justo le va mal? O, ¿por qué el malhechor prospera, mientras que el justo padece estrechez? El profeta abre un poco el horizonte de esta espinosa cuestión y proyecta en el futuro el sentido final de todo: en el día definitivo se hará sentir la justicia divina. La suerte de los malvados y de los justos no podrá ser igual. Ese día se sabrá por qué era necesario caminar según los preceptos y normas del Señor.
Obvio que hoy no podemos descuidar el aspecto presente de esta diferencia. El creyente y la comunidad deben estar empeñados en hacer posible y atractivo el camino de la justicia como vía única y segura de sintonía con el plan divino. La injusticia debe ser continuamente denunciada, desenmascarada, en orden a que desde ya el que ama y respeta la justicia de Dios experimente el gozo de la fidelidad, y en orden a que el grito de los pobres sea escuchado.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[=] *Lc 1:78