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Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mateo 8, 27) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Capitulo 8.
E sta sección de los capítulos 8 y 9 es manifiestamente intencionada y sigue el procedimiento sistemático y de tesis del evangelio de Mateo. Después que presentó a Cristo como legislador de la nueva Ley, demuestra y rubrica aquí su poder mesiánico con los milagros que realiza, tanto sobre enfermedades corporales como del alma y aun sobre los mismos elementos de la naturaleza y los demonios. Los ciegos ven, los rengos andan, los leprosos son limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados (Mat_11:15; Luc_7:21-22). Esta es la respuesta que Cristo da a los emisarios de Juan y el mejor comentario apologético a sus propias palabras.
Este esquema no está basado en el número sagrado convencional de diez, cuya apología se hace en la obra Pirqé Aboth (Sentencias de los Padres) 1, pues en Mt salen trece o más milagros o grupos de éstos. El tema anterior de la autoridad de Cristo y la Ley se sigue ahora con su autoridad sobre la naturaleza.
Mientras los apocalípticos de la época de Cristo anunciaban la salvación con catástrofes cósmicas, aquí la naturaleza se pacifica a la voz de su Creador y Salvador.

Curación de un leproso,Luc_8:1-4 (Mar_1:40-45; Luc_5:12-16).
1 Como bajó del monte, le siguieron muchedumbres numerosas, 2 y, acercándose un leproso, se postró ante El, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.3 El, extendiendo la mano, le tocó y dijo: Quiero, sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra. 4 Jesús le advirtió: Mira, no lo digas a nadie, sino ve a mostrarte al sacerdote y ofrece la ofrenda que Moisés mandó, para que les sirva de testimonio.

Estando Cristo en una ciudad se le acercó un leproso, al que Lc considera muy grave, pues lo describe lleno de lepra; los términos de totalidad son estilo de Lc 2. Esta enfermedad tenía una triple repercusión en quien la padecía: corporal, social y religiosa. Los miembros del cuerpo eran invadidos lentamente, con el agravante de que era una enfermedad incurable (2Re_5:7). Era como vivir muriendo. Socialmente eran seres aislados. Por temor al contagio se les declaraba legalmente impuros y se les apartaba de las ciudades, obligándoles a llevar vestidos desgarrados, la cabeza desnuda y a advertir su proximidad gritando: Tamé, tamé, impuro, impuro. Religiosamente no eran excomulgados, pero en las ceremonias del culto en las sinagogas debían colocarse aparte. Esto era humillante, pero aún lo era más al ser considerada su enfermedad como castigo de Dios, merecido por grandes pecados (Num_12:9-15; 2Re_15:5; 2Cr_26:19-21). De ahí el nombre lepra: tzara'at, golpe, azote divino 3. Sin embargo, la lepra en la antigüedad no tenía un diagnóstico científico, y por eso se incluían entre ella otras enfermedades de la piel curables (Lev c.13 y 14). Tal es el caso de Simón el leproso (Mat_26:6; Mar_14:3) 4.
A los leprosos que no eran recluidos 5, aunque tenían que vivir aislados, se les permitía venir a las ciudades a pedir limosna o ayuda a los suyos, debiendo hablar a las personas a cuatro codos de distancia 6. Este leproso se acercó mucho a Cristo, pues El extendió su mano y le tocó para curarle. Se postró delante de él (Mt), de rodillas (Mc) y sobre su rostro (Lc) en tierra, conforme al uso judío 7. Pueden ser reflejos históricos, o simples formas libres literarias ambientales para expresarlo.
Cristo no le apartó ni se comportó como algunos rabinos que huían al divisarlos o les arrojaban piedras para apartarles de su camino y no contaminarse legalmente 8. Si quieres, puedes limpiarme, dijo el leproso. Su fe era grande. Quiero, sé limpio, le contestó Cristo extendiendo su mano. Y le tocó. La Ley (Lev_15:7) declaraba impuro al que tocase a un leproso. Pero Cristo toca para curar. No podrá contagiarse de esta enfermedad ni contraer ninguna impureza legal el que curaba las enfermedades y el que era Señor del sábado y de toda la Ley. Y al instante desapareció la lepra y quedó limpio (Mc).
En varios códices se lee que Cristo, al ver al leproso, se airó; en otros, que, compadecido, lo cura. La primera lectura, de no ser primitiva, no se explicaría bien; de ahí su inserción de la segunda. ¿Se referiría, acaso, al ver que el leproso transgredía tan abiertamente la Ley de Moisés? (Lev_13:45.46). Mt y Lc omiten la compasión cuando la registran en otros casos (Mat_20:33; Luc_7:13). ¿Es por esto por lo que Mc dice que Cristo le despidió con una fuerte conmoción de ánimo (ÝìâñéìçóÜìåíïò)?
F. Mussner escribe: No se enciende en ira sobre el poder de la muerte, como se sospechaba, sino sobre la injusticia que se cometía en Israel contra los leprosos. Por eso Jesús extiende la mano sobre el enfermo, así como, según la Biblia, Dios extiende la mano sobre alguien para protegerlo. Con esto Jesús pone al enfermo bajo la protección de Dios, y por el contacto lo pone en comunión con él (Los milagros de Jesús [1970] p.32).
Se comprende la sorpresa, la gratitud y la reacción de aquel hombre al verse limpio, justificada su inocencia y hábil para volver a la sociedad y a su hogar. La explosión apuntaba. Y ante ello Cristo, con fuerte conmoción de ánimo (cf. Jua_11:13), le ordena que no diga nada a nadie. Debían de estar ellos dos solos o muy poca gente que no comprometía el peligro de divulgación, en cuya medida de precaución pone al leproso curado. El proclamarlo en aquel ambiente de sobreexcitación mesiánica no hubiera logrado más que hacer intervenir intempestivamente al sanedrín (Jua_1:19-20) o, incluso, a la misma autoridad romana 8.
Luego le ordena que cumpla la Ley presentándose en el templo a los sacerdotes, que como personas más ilustradas podrían certificar la curación y aun darle por escrito un certificado de ello. Y añade: para que les sirva de testimonio a ellos (áýôïÀò). Según el concepto que a este propósito se dice en el Levítico (Jua_14:1-32), éste era un testimonio de la curación en forma de sacrificio a Dios hecha a un y por un sacerdote, ya que es lo que prescribió Moisés y es a lo que aquí se refiere. Sin embargo, en la fórmula a ellos es posible que no sea ajeno al deseo de Cristo enviar a aquellos sacerdotes o corpus sacerdotale un rayo más de luz mesiánica para hacerles ver que había surgido un taumaturgo entre ellos en los días en que el cetro ya no estaba en manos de Judá (Gen_49:10), y curando enfermos de todo tipo, lo, que era una señal de la obra del Mesías (Isa_5:35; Isa_61:1; cf. Mat_11:5.6). Así la Ley venía a testimoniar la grandeza y obra de Cristo.
El leproso curado, sin embargo, comenzó a pregonar su curación, creando dificultades a Cristo para venir públicamente a las ciudades. Por lo que se retiraba a lugares desiertos, aunque esto también lo hacía para darse a la oración (Luc_5:15.16).

Curación del siervo del centurión,Luc_8:5-13 (Luc_7:2.-10; cf. Jua_4:46-53).
5 Entrado en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, suplicándole 6 y diciéndole: Señor, mi siervo yace en casa paralítico, gravemente atormentado. 7 El le dijo: Yo iré y le curaré. 8 Y respondiendo el centurión, dijo: Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo: di sólo una palabra, y mi siervo será curado. 9 Porque yo soy un subordinado, pero bajo mi tengo soldados y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi esclavo: Haz esto, y lo hace. 10 Oyéndole Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: En verdad os digo que en nadie de Israel he hallado tanta fe. Os digo, pues, que del Oriente y del Occidente vendrán y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, 11 mientras que los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y crujir de dientes. 12 Õ dijo Jesús al centurión: Ve, hágase contigo según has creído. Y en aquella hora quedó curado el siervo.

Este milagro lo realiza Cristo después del sermón de la Montaña, en Cafarnaúm, donde tenía, desde hacía ya mucho tiempo, su domicilio (Mat_4:13).
Vivía allí un centurión 9, no judío (Luc_7:5), sino gentil, pero que admiraba la religión judía. Ama a nuestro pueblo, decían los de la ciudad, y prueba de ello es que les había levantado la sinagoga (Lc). Debía de estar a las órdenes de Herodes Antipas, que tenía un pequeño ejército compuesto de tropas mercenarias y extranjeras organizadas al modo romano 10. Este centurión tenía un esclavo al que amaba mucho. Estaba enfermo de parálisis y próximo a la muerte (Lc). En esta circunstancia llegó Cristo a Cafarnaúm y el centurión acudió a él con solicitud y urgencia.
Hay en este punto divergencias entre los evangelistas. Mientras Mateo (v.5-6) dice que el centurión se le acercó a Cristo, Lucas dirá que envió algunos ancianos de los judíos rogándole que viniese para salvar a su siervo, y, cerca ya de su casa, le envió, en una segunda embajada, algunos amigos. De estas divergencias no se puede concluir que sean sucesos distintos. El fondo y la trama son los mismos. San Agustín proponía como solución que lo que se hacía por medio de otros, se puede decir personalmente de aquel que los envía 11; sin embargo, las palabras que Lucas pone en boca de estos amigos parecen pronunciadas directamente por él 12. Es posible, como proponía San Juan Crisóstomo, que después que el centurión envió a los amigos, hubiese venido él mismo 13 o al ver llegar a Jesús saliese, fuertemente impresionado, a su encuentro y dijese entonces esas palabras tan personales y acusadoras de su fe y confianza en el poder de Cristo 14.
Sobre esta doble embajada, se estudia en Lc en su lugar correspondiente. Mt se distingue en este relato de Lc en que en Lc el centurión es amigo de los judíos. En Mt se omiten estos detalles. Acaso se deba a que Mtg se escribe en una época en la que el judaismo se enfrentó abiertamente al cristianismo. Para otros al antifariseísmo judío de Mtg, o acaso debido a las fuentes.
Jesús, admirándose, dijo a los que le acompañaban: En verdad os digo que en nadie de Israel he hallado tanta fe.
¿En qué pudo consistir esta fe/confianza tan grande (ôïóáýôçí) del centurión? Los autores toman posiciones diversas. 1) ¿Acaso cree que Cristo no es un subordinado en el orden religioso, como el no lo es el orden temporal? 2) ¿Acaso imbuido por la mitología romana sospecha que pueda ser hijo de algún dios o un ser muy excepcional? 3) En que Cristo puede curar a distancia (B. Weiss); 4) en el impulso irracional de confianza en Cristo (A. Schlatter); 5) en el esperar ardientemente un milagro (Kijostermann); 6) en su comprensión de la palabra en el misterio de Cristo (Schniewind); 7) en una gran fe y confianza en el poder de Cristo, a causa de los milagros que hubiese visto u oído. Parecería lo más lógico. En cualquier caso, parece percibirse la polémica mateana, reconocido el valor histórico del hecho de Cristo, contra el judaísmo hostil y la gentilidad dócil a la fe 15.
Evocándose este contraste de fe entre Israel, pueblo elegido, y el centurión, hace Cristo la profecía de la vocación universal de las gentes que Lucas pondrá en otro contexto (Luc_13:23-29) , en el que no se refiere a todo Israel, sino a los obradores de iniquidad y de su ingreso en el reino mesiánico y la reprobación de Israel culpable: Os digo, pues, que vendrán (gentiles) del Oriente y del Occidente y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Mientras que los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y crujir de dientes. La felicidad mesiánica que profetiza para los gentiles se la describe con frecuencia, tanto en la Escritura (Isa_25:6; Rev_19:9) como en los escritos apócrifos apocalípticos y rabínicos, bajo la imagen de un banquete 16. Para los judíos, que eran por excelencia los hijos del reino y que pensaban sentarse en este festín al lado de los patriarcas, mientras los gentiles, llenos de confusión, quedarían a la entrada, en las tinieblas exteriores 17, les profetiza la reprobación. Por su resistencia en recibir al Mesías son reprobados (Mat_22:2-7.21.37-45; Rom_11:11) 18, a las tinieblas de afuera, imagen tal vez de un festín nocturno cuya sala está llena de lámparas, mientras fuera sólo hay oscuridad. Allí habrá llanto y crujir de dientes, imagen que indica el castigo para expresar las injurias de los impíos contra los justos (Sal_35:16; Sal_37:12, etc.) y lugar común en la literatura judía escatológica 19. En Mt frecuentemente se usa para hablar de la escatología final (Mat_13:42-50).
Ve, hágase contigo según has creído. Y en aquella hora se curó el siervo (Mt). El como (ùò) del has creído, tiene el sentido causal de porque.

Curación de la suegra de Pedro,Mat_8:14-15 (Mar_1:29-31; Luc_4:38-39).
14 Entrando Jesús en casa de Pedro, vio a la suegra de éste que yacía en el lecho con fiebre. 15 Le tocó la mano, y la fiebre la dejó, y ella, levantándose, se puso a servirles.

Mt introduce la escena, según su frecuente método, diciendo sin más que Jesús, entrando en casa de Pedro. Fue en Cafarnaúm y en un sábado (Mar_1:21.29; Luc_4:31-38).
Pedro y su hermano Andrés eran de Betsaida (Jua_1:44). Acaso razones de comercio pesquero les hicieron cambiar de residencia.
Fue al salir de la sinagoga de los oficios del sábado (Mc-Lc). Estas reuniones solían ser antes del mediodía 20; pero también había un servicio cultual al atardecer 2l. Acaso se refiere el texto evangélico a la salida de la reunión sinagogal de la tarde, por vincular los tres sinópticos esta escena a la siguiente, a la que, al ponerse el sol (Lc), le traían los enfermos para que los curase, y que probablemente era en el mismo Cafarnaúm, pues se reunieron en la puerta de la ciudad (Mar_1:33).
La suegra de Pedro yacía postrada por la enfermedad. Sólo se describe que tenía una enfermedad febril. Lucas, acaso por sus aficiones médicas, lo matiza diciendo que tenía una gran fiebre. Es un término técnico de la medicina de entonces y usado probablemente en este sentido por Lc 22. En ciertas épocas del año estas fiebres son muy frecuentes en las riberas del lago Tiberíades 23.
La curación fue instantánea. La tocó por la mano (Mt); en Mc la tomó de la mano; mandó con gran energía a la fiebre (Lc) que la dejase y la levantó (Mc); es decir, teniéndole sujeta la mano e imperando a la fiebre, al mismo tiempo la ayudó a incorporarse, y la fiebre la dejó, y se levantó inmediatamente (Lc-Mt).
Los gestos de Cristo en esta curación todos convergen a lo mismo cogerla por la mano, imperar a la fiebre con gran energía, ayudarla a incorporarse , a hacer plásticamente visible su dominio sobre la enfermedad y la conciencia clara de su poder.
En Ìt se ve que se trae el texto para polemizar contra la incredulidad judía; en otro milagro semejante en Jn (Mar_4:46ss) se polemiza contra una religiosidad gnóstica que viene a buscar algo de Cristo en lugar de entregársele a El. Lo que se destaca abiertamente es la autoridad de Cristo aquí, como en toda esta parte del evangelio.
Y los tres sinópticos resaltan que, tan pronto como se sintió curada, se levantó y se puso a servirles (Mc-Lc); lo que Mt centra en la persona bienhechora de Cristo: y le servía. No está relatado esto aquí sin especial intención; era gratitud y es apologética y tendencia de Mt a destacar a Cristo de los grupos. Era la evidencia del milagro. No solamente la dejó la fiebre, sino que se restableció también instantáneamente de su estado anterior de agotamiento en que deja una gran fiebre, como ya lo hacía notar San Jerónimo, máxime si era fiebre de días.
Como todo milagro de Cristo sobre una enfermedad, que en aquel ambiente se atribuía a un espíritu del mal, poder demoníaco, también éste tiene, por lo mismo, un valor escatológico: el triunfo de Cristo sobre Satán y la llegada del reino. Acaso el gesto de levantarla evocase en la catequesis primitiva el triunfo pascual de Cristo. El que resucitó (ÞãÝñèç = Mat_28:6) venciendo la muerte, las enfermedades y miserias, era el que hacía levantarse (ÞãÝñèç = Mat_8:15) a los pecadores y enfermos. A diferencia de la estructura literaria de la mayor parte de los milagros de Mt nada de diálogo (Mat_8:2-4; Mat_8:5-13; Mat_9:18-30; Mat_15:21-28; Mat_20:29-34) , éste es un 'relato catequético' sobre el efecto de la redención operado simbólicamente por Jesús (L.- Dufour, o.c., p.141) 23.

Curación de muchos,Mat_8:16-17 (Mar_1:32-34; Luc_4:40-41).
16 Ya atardecido, le presentaron muchos endemoniados, y arrojaba con una palabra los espíritus, y a todos los que se sentían mal los curaba. 17 Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, que dice: El tomó nuestras enfermedades y cargó con nuestras dolencias.

Es un clásico cuadro sumario. Mt lo trae agrupado aquí, Mc-Lc lo ponen antes del sermón de la Montaña. Fue ya atardecido, sea por referencia histórica o para indicar también el fin del reposo sabático, antes del cual no se podían transportar camillas de enfermos (Jer_17:21; Jua_5:9.10) ni incluso ser curados en sábado (Jua_9:13-16; Mat_12:10-14 par.).
Se destaca la curación de los endemoniados, pues indicaba ello el establecimiento del reino de Dios (Mat_12:8). Lc destacará que los curaba imponiendo a cada uno sus manos, lo que indica la potestad que tenía (Luc_4:40), con lo que se veía su poder. Aquí lo hace con su palabra para indicar éste 24, en contraposición a las largas e inciertas fórmulas de los exorcismos judíos. ¿Qué palabra es esta que con autoridad y poder impera a los espíritus y salen? (Luc_4:36). Mt se complace en destacar el poder de la palabra de Cristo (Mat_8:8). Así la palabra que proclama la nueva Ley (Mat_7:24.28) es la misma que cura.
Es interesante destacar que Mt, conforme a su tendencia a acentuar los efectos milagrosos, dice que le llevaron a muchos enfermos y que curó a todos; en Mc se dirá, con este tipo de fórmulas, que curó también a muchos.
Mt solo, siguiendo su método de confirmaciones proféticas, cita un texto de Isaías sobre el Mesías (Isa_53:4): Verdaderamente él llevó sobre sí nuestras enfermedades y nuestros dolores, que pertenece al poema del Siervo de Yahvé (Is 52:13-35:1-12), y que presenta al Mesías no tanto echando sobre sí nuestras dolencias cuanto quitándolas de otros.
El interés de la citación dice Lagrange es precisamente que ella se puede aplicar literalmente a la situación en términos que contienen un pensamiento más profundo. 24 Cristo había llevado estos dolores para expiarlos, pues éste es el contexto en Isaías: Ofreció su vida en sacrificio por el pecado (Isa_52:10), y en sus llagas hemos sido curados (Isa_53:5). Si la restauración total del hombre caído sólo se dará cuando se encuentre en la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Rom_8:21), esta restauración parcial también está incluida en el plan de Dios, pero el poder de ejercerla lo tiene Cristo merecido por su muerte, como dice Isaías.
Por eso Mt ve estas curaciones mesiánicas hechas por Cristo vinculadas, de algún modo, al texto de Isaías.

Condiciones de los seguidores de Jesús,Rom_8:18-22. (Luc_9:57-62).
18 Viendo Jesús grandes muchedumbres en torno suyo, dispuso partir a la otra ribera. 19 Le salió al encuentro un escriba, que le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. 20 Díjole Jesús: Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. 2I Otro discípulo le dijo: Señor, permíteme ir primero a sepultar a mi padre; 22 pero Jesús le respondió: Sígueme y deja a los muertos sepultar a sus muertos.

Esta perícopa la traen Mt-Lc, aunque éste añade un tercer caso por afinidad temática. El situarlos aquí juntos, siendo improbable la realización de ambos en un mismo momento, hace ser su agrupación artificial temática. Literariamente se puede justificar el poner aquí estos casos porque Cristo abandona la región de Cafarnaúm. Se ha visto en ello, además, un valor tipológico. Cristo parte a la otra ribera, donde estallará la tormenta en el mar, Cristo parte y éstos quieren seguirle. Así han de ser los seguidores de Cristo: tener decisión y confianza en El hasta afrontar todo tipo de tormentas 25. El pasaje siguiente (v.19) comienza: Cuando subió a la nave, le siguieron sus discípulos. a la barca y a la tormenta. El verbo le siguieron (Þ÷ïëïõèçóáí) es término técnico que indica el discipulado.

Primer ofrecimiento a seguirle.
Al hacer el ofrecimiento un escriba, parece que esta escena es anterior a las grandes luchas judías contra Cristo, aunque supone ya obra de apostolado de Cristo. De este escriba, en realidad, no se dice que Cristo le rechace, sino que le pone la perspectiva ardua del apostolado: sólo tiene asegurado, en comparación con las raposas y aves, el incesante ir y venir para anunciar la Buena Nueva. El que el Hijo del hombre no tenga dónde reclinar la cabeza debe de referirse a esta vida de incesante caminar apostólico más que al no tener alguna morada para descansar, como en Nazaret y Cafarnaúm.
Es aquí donde por vez primera sale en lo evangelios el título que se da Cristo de Hijo del hombre.

El Título de
Hijo del Hombre.
Jesucristo frecuentemente lo utilizará para nombrarse. Este título sale 50 veces en los sinópticos. Y si se incluyen los lugares paralelos, se cuentan 76 ó 78 veces, ya que Mat_18:11 y Luc_9:56 son críticamente dudosos. En San Juan sale 12 veces. Esta expresión sólo aparece en los evangelios en boca de Cristo. Es El quien se designa con ella. Fuera de aquí, sólo San Esteban designa a Cristo con el título de Hijo del hombre ante el sanedrín (Hec_7:55).
En el A.T. solamente se usa esta denominación en Ezequiel para llamar a una persona. Un ángel llama a Ezequiel hijo de hombre como a ser de otra especie (Eze_2:1.3.6.8; Eze_1:2.34, etc.).
De suyo la simple expresión hebrea hijo del hombre sólo es sinónimo de hombre, sea bajo la forma adam o enash. Así aparece claramente en numerosos pasajes bíblicos (Gen_11:5; Job_25:6; Sal_8:5; Pro_8:31; Isa_56:2; Eze_2:1; Dan_7:13, etc.).
Además, esta expresión no significa hombre sin más, sino que hay en ella un intento de algo peculiar y solemne, ya que solamente se usa en poesía o en una prosa más escogida; de lo contrario, sólo se pone la palabra hombre 26.
¿Qué intenta Cristo al designarse con esta expresión? En boca de Cristo es usada siempre para denominarse a sí, pero no figura siempre con el mismo matiz. Los textos en que aparece usada por Cristo se pueden reducir a tres grupos.
1) Textos en los que es denominativo suyo (Luc_6:22; Mat_8:11 par.; Mat_11:19 par.; Mat_16:13 par.; Luc_12:8 par.; Luc_9:58; Mar_8:31 par.).
2) Textos en los que se usa esta expresión para designar, calificativamente, al Mesías humilde, despreciado, y que irá a la muerte (Mat_17:22; Mat_20:18 par.; Mat_12:40; Mat_17:12; Mat_10:33.34; Mar_8:31ss par.; Mar_9:30.31; Luc_9:12.44).
3) En otros textos se designa con esta expresión al Mesías en su aspecto glorioso y triunfal, o para destacar su potestad (Mar_14:61ss par.; Mar_8:38 par.; Luc_18:8; Luc_17:24.37; Mat_24:27.30; Mat_19:28; cf. Luc_6:5 par.; Luc_11:30; Luc_19:10; Mat_9:6 par.; Mat_13:37) 27.
La expresión, literariamente, está tomada de Daniel. El profeta refiere una visión en la que vio venir en las nubes del cielo a un como hijo de hombre, que se llegó al Anciano de días (Dios) y fue presentado a éste. Fuele dado (al Hijo del hombre) el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno, que no acabará nunca, y su imperio nunca desaparecerá (Dan_7:13.14) 28.
Dos diferencias han de notarse entre el texto daniélico y su uso por Cristo. En Daniel, la expresión Hijo del hombre aparece sin artículos. La otra diferencia es que, en Daniel, el Hijo del hombre tiene un valor colectivo, mientras que Cristo lo usa en sentido personal.
Sin embargo, ya la antigua sinagoga había interpretado este pasaje, no con un valor colectivo del pueblo de los santos, sino personalmente de sólo el Mesías. 29

¿Cuál es el sentido de esta expresión en labios de Cristo?
En la antigüedad se vería preferentemente el sentido de humillación y sufrimiento del Mesías. Se usaría este título por Cristo para hacer ver que el mesianismo verdadero no era político ni ostentoso, sino de una naturaleza muy distinta de como lo habían interpretado o deformado los rabinos. Por su contenido es el mesianismo doliente del Siervo de Yahvé.
Modernos exegetas se fijan preferentemente para valorarlo en el pasaje de Daniel, que Cristo usa para presentar su venida en el discurso escatológico (Mat_24:30) y en su condena ante el sanedrín (Mat_26:64; Mar_14:62; Luc_22:69). Era su mesianismo triunfal y escatológico. Así, sin tomar el título oficial de Mesías, podría ir gradualmente llamando la atención y llevándola hacia ese misterioso personaje que Daniel describe como un Hijo del hombre, y, veladamente, identificándose con él.
Lagrange supone que Cristo toma este título, y no como mesiánico corriente, para hacer ver que su mesianismo no se identificaba con las creencias populares.
Este doble uso de este título en Cristo responde a una doble corriente en Israel. Generalmente se tenía del Mesías el simple concepto de un origen terreno. El mismo planteará a los fariseos un mesianismo trascendente (Mat_22:41-46 par.). Más tarde, por influjo de los apocalípticos, se admitió en algunos sectores el concepto de un Mesías trascendente. Y es a esta corriente a la que Cristo apunta, como interpretadora de este sentido trascendente en la interpretación, ya entonces personal, de la profecía daniélica del Hijo del hombre. Viene del cielo y tiene una trascendencia sobrehumana, divina 29.
Conforme a las categorías de significados con que este título aparece usado por Cristo, se ven en él dos intentos, según los casos: concentrar en sí, de un modo nuevo, el auténtico mesianismo doliente del Siervo de Yahvé y el celestial y divino con que ya se interpretaba el misterioso Hijo del hombre en la profecía de Daniel 30.

Segundo ofrecimiento a seguirle.
Ahora es un discípulo que ruega al Señor antes de seguirle totalmente, atender a sus padres. Pero Cristo le da la orden-invitación de Sígueme. 30
No era esta invitación para incorporarlo a ser uno de los Doce. Era invitarle a seguirle más de cerca, y acaso más habitualmente, en sus correrías apostólicas, como le acompañaban sus discípulos en ocasiones (Jua_6:60; Luc_10:1).
Pero este discípulo, en lugar de seguir al punto la invitación del Maestro el contraste de situaciones psicológicas aparece fuertemente acusado ante el ofrecimiento espontáneo que le hizo el escriba , le suplicó un espacio de tiempo para cumplir un deber sagrado: ir a sepultar a mi padre.
La frase y el ruego no se refiere, manifiestamente, a que el padre de este discípulo acabase de morir o estuviese muy grave y le pidiese licencia para ir a cumplir sus deberes de piedad. Sería una coincidencia aquí increíble. Y más increíble aún el que Cristo le hubiese negado lo que era un deber incluido en el mandamiento del Decálogo: Honra a tu padre y a tu madre (Exo_20:12). Debe, pues, de tratarse de un discípulo que, antes de seguir a Cristo en su apostolado de una manera total y habitual, rogó que se le permitiese antes esperar a la muerte de su padre, para, despreocupado de estos deberes, entregarse entonces a esta misión. Pero esto era incierto, y la llamada del Señor para acompañarle en la mies, que era mucha y los operarios pocos, urgía. Y vino aquí la gran lección, que ya se presentía, en función del supremo amor a El sobre los padres (Luc_14:26): Deja a los muertos sepultar a los muertos. Los rabinos hablan metafóricamente de vivos y muertos como sinónimos de justos e impíos. Pero ciertamente no es éste el sentido en que aquí habla Cristo. Parece tratarse de un proverbio griego, que significaría que la vida humana, por ser mortal, no merece llamarse vida; es como una muerte. No es más que un contraste metafórico que se establece para hacer ver lo que significa esta obra de apostolado. Frente a la obra de apostolado que es la predicación del reino la vida eterna , lo demás es como muerte. Los que viven en el mundo despreocupados de esta vida eterna, están como muertos. Que ellos cuiden de sí mismos: que los muertos entierren a los muertos. Por eso, aquí los muertos citados primero, en el v.22, designan a todos los que no han encontrado la vida del Reino en Cristo (cf. Mat_7:13.14; cf. Luc_15:32; Mat_22:32; Efe_2:1; Col_2:13).
En el fondo no es otra cosa que una fuerte paradoja para expresar los derechos suyos de Dios sobre los mismos de los padres. Al estilo que expresa en otro lugar, que su amor ha de ser superior al de los padres, diciendo: si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre., no puede ser mi discípulo (Luc_14:26). Por este procedimiento, Cristo evoca su trascendencia divina.

Calma una tempestad en el mar,
Luc_8:23-27 (Mar_4:35-40; Luc_8:22-25).
23 Cuando hubo subido a la nave, le siguieron sus discípulos. 24 Se produjo en el mar una agitación grande, tal que las olas cubrían la nave; pero él, entre tanto, dormía, 25 y, acercándose, le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos. 26 El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. 27 Los hombres se maravillaban y decían: ¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?

Con matices distintos narran este hecho los sinópticos. Sintetizado, como es su costumbre, Mateo; colorista, Marcos; intermedio, Lucas. Sin embargo, en todos reviste el carácter de impresionante.
Sucedió cronológicamente de inmediato a la curación de los endemoniados gerasenos (Mt y Lc). Marcos precisa que fue en la tarde del día en que Cristo tuvo la gran jornada de las parábolas (Mar_4:35; Mar_4:1).
La descripción es tan realista como hábilmente tipológica. Estas tormentas del lago son tan rápidas como imponentes. Lc es el que usa el término preciso: descendió (÷áôÝâç) un gran torbellino de viento sobre el lago. Situado éste a 208 metros bajo el nivel del Mediterráneo, el efecto es el de una caída imponente de masa de aire que pone en enorme agitación el lago 31. Testigos presenciales describen estas tormentas como estando cubiertos por las olas los que iban en barca 32, lo mismo que el peligro de zozobrar, al no poder achicar el agua 33. Esta tormenta evangélica fue muy grande. Mt va destacando una serie de datos que le valen su descripción tipológica de la grandeza de Cristo, que mira por sus discípulos que van en la barca. Lc siguen en la barca por su mandato (Mat_8:18); en el intervalo inserta hábilmente la doble escena del discipulado. En la barca tienen fuerte angustia ante la tormenta imponente, mientras Jesús dormía. Pero con El vendrá la calma y la calma de los suyos. Mc-Lc ponen a los discípulos despertando a Cristo; Mc, reflejando el estadio primitivo de la tradición, lo pone en forma demasiado espontánea (Mar_4:38). En Mt (v.25) es casi una oración, que acaso proceda en su redacción del uso litúrgico (Mat_14:30); Mc-Lc lo llaman Maestro (Rabí); Mt pone la expresión Señor (Êýñéïò), con la que lo confiesan dotado de poderes divinos (Mat_8:2-6; Mat_9:28; Mat_15:27; Mat_17:15; Mat_20:30), término con el que la Iglesia primitiva, a la hora de la composición de los evangelios, confesaba la divinidad de Cristo.
Los discípulos habían visto milagros; pero ante aquel espectáculo cósmico quedaron especialmente impresionados. Les faltó confianza en El, aún dormido. Es un aspecto de la gran lección, y que El les reprocha. El siempre vigila por los suyos. Mc-Lc acusan la admiración de los discípulos. Ellos lo conocían como taumaturgo y Mesías. Pero iba habiendo un climax en la revelación de su persona. Por eso, ellos preguntan admirados quién sea este al que obedecen los vientos y el mar embravecidos. En el A.T. era Dios el que dominaba el mar embravecido (Sal_88:10; Job_26:12; Isa_51:10). La vía hacia su divinidad se va abriendo 34. Sólo Dios había separado las aguas (Gen_1:9; Exo_14:21ss) y juntado las aguas en el diluvio sobre la humanidad (Gen_7:10ss).
En Mt esta pregunta la hacen no los discípulos, sino los hombres. Es la repercusión que este hecho tuvo, por su divulgación, en las gentes. Y hasta se piensa que pueda ser eco de los debates de los predicadores cristianos de la primera mitad del siglo I con los hombres del mundo grecorromano. Probablemente es el intento central de Mt destacar esta falta de confianza en el Mesías.
La tradición cristiana vio, reiteradamente, en este milagro un signo de la historia de la Iglesia, zozobrada la barca de Pedro por las tempestades, mientras parece que Cristo, que va en ella, duerme 35; lo mismo que se le consideró también, por un análogo motivo, como tipo del alma cristiana atacada por las pasiones 36. Es muy probable que Mt refleje en ello la barca las primeras persecuciones de la Iglesia, en el triunfo asegurado de Cristo en ella.

Curación de dos endemoniados,
Gen_8:28-34 (Mar_5:1.-20; Luc_8:26-39).
28 Llegado a la otra orilla, a la región de los gerasenos, le vinieron al encuentro, saliendo de los sepulcros, dos endemoniados, tan furiosos, que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y le gritaron, diciendo: ¿Qué hay entre ti y nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a destiempo para atormentarnos? 30 Había no lejos de allí una numerosa piara de puercos paciendo, 31 y los demonios le rogaban, diciendo: Si has de echarnos, échanos a la piara de puercos. 32 Les dijo: Id. Ellos salieron y se fueron a los puercos, y toda la piara se lanzó por un precipicio al mar, muriendo en las aguas. 33 Los porqueros huyeron, y, yendo a la ciudad, contaron lo que había pasado con los endemoniados. 34 Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, y, viéndole, le rogaron que se retirase de sus términos.

Mt es el que menos se extiende en este relato. Se estudia en Mar_5:1-20. Se destaca la grandeza de Cristo sobre los endemoniados, señal de que llegó su reino (Mat_12:28). Aquí sólo se destaca un aspecto. Mt pone que fueron dos posesos en lugar de uno, como trae Mc-Lc. La escena es la misma. Se propusieron varias soluciones.
Mt tiene una tendencia a pluralizar. Así, mientras Mc-Lc sólo presentan en escena un ciego que es curado por Cristo (Mar_10:46-52; Luc_18:39-43), Mt presenta la misma curación hecha en dos ciegos (Mat_9:23-31). También los ladrones que están crucificados con Cristo, según Mt, blasfemaban (Mat_27:44; cf. Mar_15:32), mientras que sólo uno era el que le ultrajaba (Mt 21:2 con Mar_11:2.4.5.7 y Luc_19:30.33.35). Probablemente sea ésta la solución.
Como matiz de esta solución se propone que Mt tiende a veces a compensar por otras omisiones. Sería, en este caso, la compensación de la omisión hecha por Mt de otra curación de un poseso que Mc relata (Mar_1:21-28; cf. Mat_20:30; cf. Mar_8:22-26) 37.
San Agustín, en su obra De consensu Evangelistarum, había propuesto otra solución: eran dos los endemoniados, que es lo que recoge Mt; pero Mc-Lc sólo señalan uno por ser el más famoso o el más conocido por algún motivo 38. A lo que podría añadirse la posibilidad de que, no matizándose en la escena la parte de uno o de otro, o por ser en casi todo análogas sus reacciones, quedaba perfectamente valorada la escena con sólo presentar a uno de ellos 39. A esto ha de tenerse en cuenta las fuentes y el intento esquemático y propio de Mt.

1 Pirqé Aboth V 1-6; Bonsirven, Textes n.33-35. 2 Hobart, The medical language of S. Luke (1882) p.5. 3 Schürer, Geschichte derjüd. Volkes II p.451; Edersheim, The Life and Times of Jesús (1901) p.494-495; Fillion, Vida., vers. esp. (1942) II p.22-222. 4 Sobre el tema bíblico de la lepra, cf. A. Macalister, art. Leprosy, en Has-Tings, Dictionary of the Bible III 95-99; Dict. de la Bibl. IV col 176-177. Sobre la doctrina de los judíos sobre la lepra y los leprosos, Strack-B., Kommentar. IV p.741-763. 5 Bonsirven, Textes n.2435.2438. 6 Felten, Storia dei tempi del N.T. vers. ital. (1932) I p.209-210. 7 Strack-B., Kommentar. I p.78; cf. Mat_26:39. 8 Edersheim, Life and Times of Jesús (1901) I p.493. 8 Sobre el secreto mesiánico, cf. Introduction al evangelio de Mc. Biblia comentada 5a 9 Sobre la constitución del ejército romano, cf. Daremberg-Saglio, Dict. des antiq. graec. et rom., palabra Centurión; Dict. Bibl. I col.994-997. 10 Josefo, Antiq. XVII 8:3. 11 De cons. evang. II 20-49: Mal_34:1100. 12 Lagrange, Evang. s. St. Lúe (1927) p.207. 13 S. Crisóstomo, Hom. in Matth. XXVI: MG 57:336; J. Manson, De sanatione pueri Centuñonis (Mat_8:5-13): Collectanea Mechlin. (1959) p.633-636; S. ? . ????? , Jesús and the Centurión: Mattew VIH, 5-10, en The Exposit. Tim. (1957) p.79-80. 14 Para la valoración complementaria, cf. Comentario a Luc_7:1-10. 15 Holzmeister: VD (1937) 27-30; S. Mariner, Sub potestate constitutus: Hel-mántica (1956) 391-399; G. Zuntz, The Centurión of Capernaum and his Autoñty; ED. Schweizer, Die Heilung des Kóniglichen: Evang. Theol. (1951) 2 p.64-71; E. Haen-Chen, Faith and miracle: Stud. Evang. (1959) p.495ss. 16 Libro de Henoc LXII 30; Apoc. de Baruk XXLX 4; Strack-B., Kommentar. IV p.1154. 17 Strack-B., Kommentar. I p.476ss. 18 Nestlé, N.T. graece et latine (1928) apar. crít. a Mat_8:12. 19 Salmos de Salomón XIV 6; XV 11; Libro de Henoc LXíI 14; Apoc. de Baruk XXIX 4; Talmud: Aboth III 20; VOLZ, Jüdische Escatologie p.31. 20 Eusebio, Praep. evang. VIII 7:13. 21 Megilla 3:6; 4:1. 22 Hobart, The medical language of St. Luke (1882) p.3s. 23 Thomson, The Land of the Book (1876) p.238. 23 P. Lamarche, La guerison de la belle mere de Fierre et le genre littéraire des évangües: Nouv. Rev. Théol. (1965) 515-517; L. Dufour, La guerison de la belle mere de Fierre: études d'évangile (1965) 125-147. 24 Feuillet, L^exousía de Fih de VHomme: Rev. Se. Relig. (1954) 161-181. l Evang. s. Sí. Matth. (1927) p.169. 25 G. Bornkamn-H. J. Helo, überlieferung und Auslegung in Matthaus-Evangelium (1960) p.48-53 y 125-189. 26 Fiebig, Der Menschensolhn (1901). 27 Simón-Dorado, Praelectiones biblicae N.T. (1947) p.478-479. 28 Ceuppens, De prophetiis messianicis in A.T. (1935) p.481-490; Le Fils de l'homme de Daniel et la tradition biblique: Rev. Bib. (1953) p. 170-202.321-346. 29 Strack-B., Kommentar. I p.483. 29 benoit, La divinité de Jesús dans les evangiles synoptiques: Lumifcre et Vie (1953) 65-71. 30 Bauer, Gñechisch-deutsches Worterbuch zu. N.T. (1937) col!385-1386; Tlll-Mann, Der Menschensohn (1907); Roslaniec, Sensus genuinus et plenus locutionis Films hominis (1920); Dleckmann: VD (1928); Lemonnyer, Theologie du N.T. (1928) p.65-73; Dupont, Le Fils de l'homme (1924); Robert-Feuillet, Int. a la Bib. II p.790-795; Dalman, Die Worte Jesu p.191-219. 30 Cerfaux, Eph. Theol. Lov. (1935) 326-328; Vaccari, VD (1938) 308-312. 31 Willam, La vida de Jesús, vers. esp. (1940) p.254-256. 32 Ehrhardt, Lass die Toten ihre begraben: Studia Theol. (1952) 128-164; Buzy Evang. s. Sí. Matth. (1946) p.109. 33 Dortet, La Syrie d'aujourd'hui p.502-503. 34 J. B. Bauer, Procellam cur sedavit Salvatart: VD (1957) 89-96; Fonck: VD (1923) 321-328. Cf. Comentario a Mar_5:1-10 35 Tertuliano, De bapt. 12: Mal_1:1321; K. Goldammer, Navis Ecdesiae: Zeits. Neut. Wissen. 36 san agustín, Mal_38:424. 37 J. Alonso Díaz, La calma de la tormenta según el evangelio de Mt.: Cult. Bíbl. (1963) p. 149-157; Evangelio y evangelistas (1966) p.83. 38 De cansen, evang. II 56. 39 J. Smith, De daemoniacis in historia evangélica (1913) p.359-363.

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 08

III. MILAGROS DE JESÚS (8,1-9,34).

A las palabras les siguen las obras. Jesús proclama el reino de Dios con su mensaje oral y con sus hechos salvíficos. Ambos se corresponden y complementan mutuamente. San Mateo ha reunido los siguientes pasajes desde este punto de vista. Los milagros alternan con las controversias. Dentro de toda esta parte se destacan tres secciones (8,7; 8,18-9,13; 9,14-34).

1. PRIMER CICLO DE MILAGROS (8,7).

a) La curación de un leproso (Mt/08/01-04).

El acontecimiento tiene lugar a la vista de la gran multitud, ante la gente que acaba de oir el discurso de Jesús. Todos ellos deben también presenciar en seguida la proclamación de Jesús puesta en obra.

1 Cuando bajó del monte, lo siguieron grandes multitudes. 2 En esto, un leproso se le acerca y se postra delante de él, diciéndole: Señor, si quieres, puedes dejarme limpio.

La lepra es un azote de la humanidad, que hasta hoy día aún no ha sido eliminado del todo. Aquellas personas dignas de compasión tienen que ver en su larga enfermedad cómo se atrofia un miembro tras otro hasta que ellas mismas se van extinguiendo. Además están desechados, han sido separados de la comunidad de Israel. Con la lepra llevan el pecado en su cuerpo -según la enseñanza de los rabinos- y no pueden participar en el culto divino y en la vida social. Desde lejos tienen que llamar la atención de la gente, nadie puede tocarles o recibirles en su casa. Son impuros en el cuerpo y también lo son en el culto. Se vuelve asimismo impuro todo lo que cogen. Viven en la cárcel de un tabú celosamente vigilado. El leproso llama a Jesús con el nombre que denota dominio: «Señor». El mismo que acaba de hablar como legislador soberano, ahora es inducido a la acción soberana. La confianza es ilimitada: Si quieres, puedes dejarme limpio. El paciente cree en la virtud de Jesús para triunfar incluso sobre la enfermedad. Sólo depende de su voluntad que obre el milagro en él. Así el leproso se entrega por completo a la libertad del interlocutor, a la libertad de Dios. Jesús antes ha enseñado a orar de esta forma (cf. 7,7-11).

3 Y extendiendo la mano, lo tocó, diciéndole: Quiero; queda limpio. E inmediatamente quedó limpio de su lepra.

Jesús contesta con las mismas palabras: Quiero; queda limpio. Jesús confiesa así dos cosas: él puede realmente hacer lo que se cree que está en su poder, y también quiere hacerlo. Es la voluntad clemente y misericordiosa, que se vierte sobre aquel desgraciado, no la voluntad arrogante para manifestar la propia grandeza. El ademán («y extendiendo la mano, lo tocó») hace resaltar las palabras. Jesús no teme quedarse impuro o ser acusado por los adversarios de infracción de la ley. Su acción de extender la mano es el ademán soberano del vencedor. Al tocar al pobre enfermo lo devuelve a la comunidad.

4 Dícele Jesús: Cuidado con decírselo a nadie; eso sí: ve a presentarte el sacerdote y a ofrecer el don que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio.

Jesús le ordena que no publique el milagro, sino que con sosiego y docilidad haga lo que ordena la ley. El que aparentemente infringió la ley con libertad regia, ahora manda que se observe exactamente. La presentación ante los sacerdotes debe demostrar la integridad de su curación, el don debe expresar su gratitud a Dios, de quien proceden la curación y la nueva vida. Al mismo tiempo el don ha de servir a la autoridad de testimonio de que no ha sucedido nada ilegal. Jesús no se busca a sí mismo. Hace con sencillez el bien y es agradecido a Dios. Aquí también se prueba lo que se ha dicho en el sermón de la montaña acerca del cumplimiento de la ley y los profetas: la ley no debe ser suprimida. La cumple también Jesús; la cumple del modo más radical, a pesar de no ser ya necesaria cuando ha desaparecido la enfermedad a que se refería la ley; cuando Dios ha restablecido la vida íntegra y sana, cuyas formas decaídas debía regular la ley. La llegada del reino de Dios es un acontecimiento. Y la mirada está dirigida a la plenitud del tiempo futuro, en que toda la vida se da a todos, sin necesidad de ley.



b) El centurión pagano (Mt/08/05-13).

Jesús obra el milagro precedente en un israelita, que no puede estar más próximo a un gentil, lo cual es como un programa: la salvación de Dios debe llegar a Israel, pero también a los paganos. éstos también están incluidos en la misericordia y participan en los dones del tiempo mesiánico. Al mismo tiempo se hace patente el orden que Dios ha establecido para el camino de su salvación: primero los judíos, luego los gentiles. Porque «la salvación viene de los judíos...» (Joh_4:22; cf. Rom_11:11 ss). En san Mateo el milagro mismo no se destaca mucho. El peso principal descansa en el diálogo entre el centurión y Jesús. Primero se trata de lo general y grande que tiene lugar aquí en la historia de la salvación, y sólo entonces se trata del milagro y de la salvación que se revela en él.

5 Cuando entró en Cafarnaúm, se le acercó un centurión suplicándole: 6 Señor, mi criado está en casa paralítico, sufriendo terriblemente. 7 Dícele Jesús: Yo mismo iré a curarlo. 8 Le contestó el centurión: Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo; dilo solamente de palabra, y mi criado se curará.

Un oficial pagano de Herodes Antipas se acerca con franqueza a Jesús y le expone su deseo. El centurión describe discretamente el lamentable estado de su criado, sin pedir por el momento la intervención de Jesús. Jesús al instante entiende bien lo que desea, y le dice: Yo mismo iré a curarlo. La misma discreción se manifiesta en la respuesta del centurión: él podía creer que el judío quedaría impuro entrando en su casa, y reviste su consideración con su humildad personal: «Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo.» Pero cree que Jesús tiene poder para curar sin que comparezca personalmente. Basta que diga una sola palabra imperativa para que la enfermedad sea vencida.

9 Porque también yo, aunque no soy más que un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes, y le digo a uno: ¡Ve!, y va; y a otro: ¡Ven!, y viene; y a mi criado: ¡Haz esto!, y lo hace.

El centurión se imagina a Jesús como un general en jefe, a quien tienen que obedecer los poderes enemigos de las enfermedades; así como él está bajo obediencia y tiene que ejecutar las órdenes de los superiores y así como él ejerce la facultad de mandar y sus soldados obedecen a su palabra. En estas órdenes sólo se pronuncia una palabra o frase que basta para expresar la voluntad del que manda, y para conseguir su ejecución. No es preciso que el superior esté presente. También basta dar desde lejos la orden: ¡Ven! ¡Ve! ¡Haz esto! La disciplina y la eficiencia de la tropa se basa en esta obediencia. Jesús también tiene que poder quebrantar el poder de la enfermedad con una sola palabra imperiosa. El pagano se ha formado por su propia cuenta un gran concepto de Jesús.

10 Cuando Jesús lo oyó, quedó admirado y dijo a los que le seguían: Os lo aseguro: En Israel, en nadie encontré una fe tan grande.

Jesús está maravillado de lo que ha dicho el centurión. Quedó admirado. Le impresiona la sublimidad de sus palabras. Antes de contestarle dice a sus acompañantes, los hermanos en el judaísmo, una frase dura: En Israel, en nadie encontré tanta fe. Se supone que Jesús ya ha actuado durante algún tiempo, y ha tenido algún éxito entre sus compatriotas. Pero en ningún caso encontró lo que aquí atestigua el pagano: un grande y digno concepto de Jesús y la ilimitada confianza que tiene en el poder del Salvador. Jesús llama «fe» a las dos cosas juntas, es decir, al concepto del Señor y a la confianza del centurión en él. Uno podría tener un concepto sublime de Jesús y creer que tiene poca capacidad en situaciones particulares. Y otro puede tener en sus ruegos una impetuosidad impertinente y ansiosa, sin poseer un concepto esclarecido de Jesús.

11 Os digo, pues que muchos vendrán de oriente y de occidente a ponerse a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; 12 en cambio, los hijos del reino serán arrojados a la obscuridad, allá fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

En estas palabras ya se anuncia proféticamente que Israel no logra tener esta fe y por eso será juzgado. La realización de la vida sobrenatural se presentó a los judíos plásticamente con muchas imágenes. Una de estas imágenes es el banquete en comunidad con los padres del pueblo de Dios: Abraham, Isaac y Jacob. Los israelitas eran descendientes de Abraham, y por eso creían que en la consumación formarían parte de su familia. El Bautista había destruido ya la confianza en la filiación corporal de Abraham: «Poderoso es Dios para sacar de estas piedras hijos de Abraham» (3,9). Jesús da un paso adelante. Los verdaderos hijos de Abraham serán los que tengan una fe como la del centurión pagano. «Vendrán de oriente y de occidente.» Así lo han contemplado los profetas: la peregrinación de los pueblos paganos al final de los tiempos. Están en camino y buscan la salvación de Dios. En ellos se cumplirá la máxima promesa: la participación en el reino de Dios. ¿No están viajando muchos pueblos del mundo en esta romería, impulsados por el anhelo de paz y salvación? Los hijos del reino son los hijos de Israel según la carne. Propiamente son los herederos nativos, los pretendientes seguros del reino de Dios. Y precisamente ellos no serán admitidos a la comunidad de mesa con los padres del pueblo de Dios. La imagen que Jesús emplea para la reprobación es horrible y espantosa. Así como son expulsados de la sala los invitados groseros, así serán arrojados a las tinieblas sin límites, a las que no llega ningún resplandor de la sala iluminada festivamente. Los que han sido arrojados fuera, se reúnen en las tinieblas con lamentos quejumbrosos y con alaridos. Allí también ruge la rabia impotente de que no puedan participar en la fiesta y en el banquete: el rechinar de dientes.

13 Entonces dijo Jesús al centurión: Vete; que te suceda conforme has creído. Y en aquella misma hora se curó el criado.

Una cosa se pone aquí de nuevo en claro: Nunca puede reclamarse un derecho a salvarse por la tradición, por los méritos de los antepasados, por el mero hecho de pertenecer a una familia, a una asociación, a un pueblo. Lo que decide es una fe tan grande. Ella recibe con abundancia lo que pide y también aquello por lo cual nuestro valor, con frecuencia escaso, ni siquiera se atreve a rogar.

c) Otras curaciones (Mt/08/14-17).

14 Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, vio que la suegra de éste yacía en cama con fiebre; 15 le tocó la mano, y se le quitó la fiebre; ella se levantó, y le servía.

Pedro y su hermano Andrés vivían en Cafarnaúm, probablemente en la casita de los suegros de Pedro (Cf. Mar_1:29 y Joh_1:44). Una fiebre muy violenta y grave, quizás una enfermedad tropical, ha puesto en cama a la suegra. Jesús viene a visitarla, y la cura en seguida, sin esfuerzo y como de paso. Le coge la mano y la virtud curativa fluye hacia ella y le da la salud en un momento. Puede levantarse en seguida y servir al huésped sin molestia. La vida irradia y huye de él... Es un milagro descrito con gran discreción y comedimiento. Con todo, sopla, a través de las pocas palabras que se emplean, una corriente de calor familiar. Pedro pertenece a Jesús, y su casa le ofrece -quizás con frecuencia- un hogar acogedor y un ambiente de descanso reparador. Jesús comparte esta vida sencilla y obsequia a un familiar de su discípulo con sus dones caritativos.

16 Llegada la tarde, le presentaron muchos endemoniados; y arrojó a los espíritus con la palabra, y curó a todos los que estaban enfermos...

Por primera vez el evangelista concluye las narraciones de milagro con un resumen en un solo versículo, de una forma semejante a lo que se dijo en 4,23-25: son curados todos los endemoniados y enfermos que le presentan. Esto sucedió por la tarde del mismo día en que Jesús estuvo invitado en casa de Pedro. Nos podemos imaginar que delante de la casa se congrega un gentío. Se trae a los pacientes de todas las casas del lugar. Basta una sola palabra para despedir a los espíritus, la palabra imperativa, en que el centurión había creído con una fe tan viva (8,8). Jesús no necesita hacer exorcismos ni prácticas molestas; basta su sencilla palabra. ¿No es una gran fe ésta que empuja la gente hacia Jesús? ¿No se hace aquí patente lo que Jesús echaba de menos en Israel? El evangelista guarda silencio sobre este punto, pero este silencio probablemente quiere decir que aquella confianza acuciante en él no era la fe que conduce a la salvación. Lo que atrae a la gente es el taumaturgo. Pero Jesús no rehúsa curarlos; no apaga la mecha humeante ni quiebra la caña cascada (cf. 12,20). Aquella ansia pueril y quizás egoísta también puede llegar a ser la semilla de una fe adulta e iluminada. Tampoco no es lícito juzgar sobre este particular.

17 ... para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías, cuando dijo: él mismo tomó nuestras flaquezas, y cargó con nuestras enfermedades.

San Mateo todavía ve más: no sólo ve los milagros que se hacen en los hombres, sino el misterio que irradia en los milagros, a saber, el misterio de la persona de Jesús. El profeta Isaías había vaticinado del siervo de Dios, que tomaría sobre sí todas las enfermedades y dolencias. Estaría dispuesto a padecer nuestro sufrimiento en sustitución nuestra. Jesús acepta las enfermedades de los demás, nuestras dolencias como suyas propias. Las quita por así decir de los demás y las carga sobre sí. Entonces las hace desaparecer. Jesús no sólo tiene paciencia y conformidad, sino la virtud de transformar y redimir. Pone sobre sí los pecados de todos, así como todo el sufrimiento, y lo cambia en bendición mediante su obediencia. Ya se anuncia el misterio de su muerte y de nuestra redención.

2. SEGUNDO CICLO DE MILAGROS (8,18-9,13).

a) El seguimiento (Mt/08/18-22).

Este pasaje y el siguiente milagro en el lago (8,23-27) están estrechamente enlazados entre sí. Primero se dan las normas para el adecuado seguimiento, luego el evangelista muestra cómo estas normas prueban prácticamente su eficacia en los acontecimientos del lago.

18 Viendo Jesús la muchedumbre a su alrededor, dio orden de pasar a la otra orilla. 19 y se le acercó un escriba para decirle: Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas, 20 y Jesús le contesta: Las zorras tienen madrigueras, y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.

Cafarnaúm está en la ribera del lago. Un día Jesús divisa la gran multitud del pueblo que le rodea, y da la orden de pasar en una barca a la orilla opuesta. De este modo se prepara la descripción de la travesía (8,23-27), y la breve escena se intercala en este contexto. Primero viene un escriba que pide ser admitido entre sus seguidores. Con profundo respeto y con corrección le llama maestro. Sabe que es rabino itinerante con un grupo de discípulos, en el que se puede aspirar a ser admitido. Más tarde, un discípulo, que conoce mejor a Jesús, elige el noble tratamiento de «Señor» (8,21).

Grande es la disposición de aquel escriba: quiere seguir a Jesús a todas partes adonde vaya. Es mucho lo que está dispuesto a hacer. Jesús no contesta con una negativa ni con una aprobación; solamente muestra lo que aguarda al que le quiera seguir. Porque llegar a ser discípulo de Jesús no solamente significa como quien dice ir a su escuela para «aprender» algo. Sobre todo significa compartir la vida propia de Jesús. El que le sigue, participa en la forma de vida del Mesías, es empujado hacia esta forma. Esto es lo primero, como lo dice san Marcos en la elección de los apóstoles: «Llama junto a sí a los que quería, y ellos acudieron a él. Constituyó a doce, para que estuvieran con él...» (Mar_3:13 s).

Los hombres tenemos un hogar, o por lo menos el anhelo de llegar a tenerlo. Nos es natural buscar la seguridad en nuestra propia casa. Con todo empeño, en nuestros cambios de domicilio y emigraciones, voluntarios o impuestos, buscamos siempre una morada fija. Aspiramos a una residencia de la que ya nunca nos puedan echar. Incluso los animales tienen un sitio fijo, donde habitan, y lo construyen siempre por un instinto congénito. El caso de Jesús es distinto. Desde que se marchó de la casa de Nazaret ha renunciado al acogimiento del hogar. Es un rasgo esencial de su nueva vida no morar en ninguna casa. No sale de un lugar fijo para emprender distintos viajes, sino que vive la vida de un simple viandante. No tiene dónde reclinar la cabeza. Esto no sólo forma parte de su vocación como pregonero que quiere ir y predicar en todas partes. Forma parte de su renuncia, de la vida del siervo que se entrega y que también se abstiene del calor del hogar de la casa. A esto tendremos que estar dispuestos antes que nos decidamos. Y no llamarnos a engaño, si Jesús nos coge la palabra...

21 Otro, que era de sus discípulos, le dijo: Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre. 22 Pero Jesús le contesta: Sígueme, y deja a los muertos que entierren a sus muertos.

Después del escriba viene un discípulo, y pide a Jesús que antes de unirse con él pueda cumplir los deberes de piedad con su anciano padre. Enterrar al padre quiere decir que el suplicante quería permanecer en casa hasta que su padre hubiese muerto, hubiera sido sepultado, y quedado él libre de todas las obligaciones con su padre. Esta espera podría también durar un prolongado período de tiempo. La respuesta de Jesús parece sumamente rigurosa. El llamamiento: Sígueme se refiere a la acción inmediata, a que se junte con él sin demora. Este seguimiento es mucho más importante y urgente que cualquier obligación filial. Deja a los muertos que entierren a sus muertos. Jesús trae la vida y está de la parte de la vida. En la interpretación de estas palabras se da una superposición de significados: el entierro del padre difunto se refiere a la verdadera sepultura corporal. Pero que el entierro debe ser efectuado por los muertos hay que entenderlo solamente en sentido metafórico y espiritual.

Los que espiritualmente están muertos y no han oído el llamamiento a la vida y perseveran en el pecado, son también sepultureros de los demás. Sólo pueden llevar al sepulcro al que está agonizando o ya ha fallecido. ¿No pasa aquí el Señor insensiblemente por alto la obligación que intima el cuarto mandamiento? ¿No resulta esta omisión completamente incomprensible, siendo así que Jesús en otro pasaje recalca esta obligación y reprueba la sofistería de los escribas? (cf. 15,1-9). El motivo para una reclamación tan incisiva tiene que ser muy grave. Es el tiempo apremiante, es el plazo único determinado por Dios, que existe una vez y no se repite más; la presión del reino (que está llegando), la cual impulsa a Jesús incesantemente. No hay tiempo que perder. Esta premura del tiempo tanto tiene validez para el discípulo como para el maestro, pero tiene validez solamente ahora en este filo, en el tiempo mesiánico. No obstante la Iglesia conoce muchas almas generosas e inspiradas que se afectan tanto por el llamamiento de Dios, que todo lo demás se retira y se sumerge alrededor de ellas, y estas almas son consumidas por la llama que hirió su corazón. Estas almas las hay en todos los tiempos.

b) La tempestad en el lago (Mt/08/23-27).

23 Luego subió a la barca, y lo acompañaron sus discípulos. 24 y en esto se levantó en el mar una tempestad tan grande, que las olas llegaban a cubrir la barca. Pero él estaba dormido. 25 Se le acercaron y lo despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!

Ahora Jesús sube a la barca y sus discípulos lo acompañaron. Jesús es el primero, el que precede, los demás van detrás de él. Con el estilo del primer versículo se continúa el tema del seguimiento, y se le hace llegar al acontecimiento del lago. En medio del mar se levanta la gran tempestad, como con frecuencia se forma allí, en el lago de Genesaret circundado de montañas, y pone en peligro las pequeñas barcas de pesca, poco aptas para efectuar travesías. Las tormentas se encajonan en la hondonada, agitan profundamente el mar y hacen casi imposible el gobierno de la embarcación. Los pescadores experimentados advierten en seguida el peligro que los amenaza, mucho más cuando las olas ya saltan dentro de la barca. Jesús duerme en medio de la tormenta, en la barca que es zarandeada de un lado a otro, entre las oleadas que pasan por encima. Jesús está escondido en Dios, y no le afecta el riesgo de la vida. En recelosa inquietud y angustia mortal los discípulos dan voces al Maestro: ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos! Es un llamamiento de desesperación, pero también de confianza. La única salida que ven es el Señor, que está con ellos. Se dan por perdidos y no encuentran ayuda en su experiencia ni en las propias fuerzas. Sólo Jesús podría liberarles del peligro. La exclamación: Nos hundimos, además del significado literal, tiene un sentido más espiritual: nos vamos a pique, perecemos, estamos en un trance mortal, nuestra vida está al borde del abismo y está llegando a su fin, se ha perdido toda esperanza. Vemos el peligro de muerte de tal forma que con el riesgo exterior al mismo tiempo parece que vaya disminuyendo toda esperanza interna de la vida.

26 Pero él les dice: ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. 27 Los hombres quedaron admirados y se preguntaban: ¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y la mar le obedecen?

Una vez despertado, Jesús pregunta sorprendido a los suyos: ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? La fe es todavía débil en aquel que teme. La fe disipa el temor, porque llena de Dios a todo el hombre. La luz de la fe quita de todos los rincones la sombra de la preocupación y de la angustia. Son «hombres de poca fe», es decir, la fe ya existe, de lo contrario ya no hubiesen esperado que él los ayudara; pero todavía es escasa, de lo contrario no hubiesen afirmado angustiosos que estaba perdidos. En esta situación se encuentra a menudo el discípulo de Jesús. Cree, pero no íntegramente, espera ayuda de arriba, pero no toda la ayuda; no se sabe todavía enteramente a salvo en las manos sustentadoras del Padre, como Jesús ha enseñado (cf. 6,25-34). Jesús refrena las fuerzas desencadenadas y reprime la furiosa tormenta y el mar agitado. De repente el lago se queda muy tranquilo, el tumulto parece que se ha desvanecido como un fantasma. La gente pregunta sorprendida. ¿Quienes son los que preguntan: los discípulos, o los que están en la otra orilla, o en general los hombres? No es eso lo que interesa, sino solamente la pregunta acerca del hombre misterioso: ¿Qué clase de hombre es éste? Antes la gente se asombró del mensaje propuesto con autoridad (7,28), ahora se asombra de su acción poderosa, del dominio de la tormenta y del mar. Le obedecen los elementos igual que los demonios y las enfermedades. ¿No tiene que obedecerle también el hombre, si Jesús tiene tal poder? ¿No es realmente Señor y maestro, como le llaman los discípulos? ¿No es también el Señor de mi vida? El discípulo debe seguir al maestro incondicionalmente, y contar sólo con él. Deja el recogimiento de su casa («no tiene dónde reclinar la cabeza») y de su familia («deja a los muertos que entierren a sus muertos»).

El seguimiento es una llamada para dejar los compromisos terrenos y tomar un solo compromiso, a saber, el que se toma con el Señor. Eso vino a ser el acontecimiento del lago. En él tuvo lugar un tercer desprendimiento: el desprendimiento de la confianza en las propias facultades. En el lago se experimentó lo que significa en último término el seguimiento de Jesús: él está en la barca y en el centro, él sólo basta, puede suceder en torno lo que él quiera; está oculto en Dios; sólo él nos puede liberar. Vivir de estas verdades es la incumbencia de la fe, que desde los comienzos raquíticos debe llegar a la confianza ilimitada, desde la fe escasa hasta la plenitud de la fe. Esta escena puede estar con frecuencia ante nuestros ojos, aunque todas las apariencias sean de signo contrario. Sin embargo, Jesús está en la barca...

c) La expulsión de demonios (Mt/08/28-34).

28 Cuando llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados, que salían de los sepulcros, y eran tan furiosos, que nadie podía pasar por aquel camino. 29 y se pusieron a gritar: ¿Qué tienes tú que ver con nosotros, Hijo de Dios? ¿Viniste antes de tiempo para atormentarnos?

La orilla opuesta, por tanto la oriental, del mar de Galilea es el límite del territorio mixto medio pagano de las diez ciudades: la Decápolis. Gádara es una de estas ciudades, que se habían mancomunado en una alianza. Subiendo desde el lago se atraviesa un terreno montañoso escarpado, a través del cual trepan angostos senderos. Por doquiera se encuentran cavidades que se han formado en la piedra caliza, ofrecen asilo a los vagabundos o caminantes, y, en este caso, cobijan a dos endemoniados. Viven separados de los habitantes de la ciudad, quizás han sido expulsados. Han tomado posesión de ellos demonios muy desenfrenados y numerosos. La historia es algo tosca y confusa para nuestra mentalidad. Hemos de contar con la influencia de expresivos medios narrativos populares. San Mateo narra la historia de una forma muy concisa; a él le interesa sobre todo el poder de Jesús sobre los demonios. Los dos endemoniados salen al encuentro de Jesús y se ponen a gritar: ¿Qué tienes tu que ver con nosotros, Hijo de Dios? Conocen en seguida la radical enemistad, incluso la especial dignidad de Jesús. Lo que permanece oculto a los hombres, está patente a la perspicaz inteligencia del antagonista. No tenemos nada que ver contigo, déjanos tranquilos. ¿Viniste antes de tiempo para atormentarnos? Parece que sepan que se les ha señalado un plazo. Terminará su caza furtiva en la creación de Dios sin el menor estorbo. No está lejana la hora en que se ha de quebrantar el imperio del demonio. Desde la controversia en el desierto (4,1) la cercanía de esta hora hubo de quedar clara para el reino de Satán.

30 A cierta distancia de ellos, había una gran piara de cerdos paciendo. 31 Y los demonios le suplicaban: Si nos vas a echar, mándanos a esa piara de cerdos. 32 Y él les dijo: Pues id. Ellos salieron de allí y se fueron a los cerdos. Y de pronto toda la piara se arrojó con gran ímpetu al mar por un precipicio, y perecieron en las aguas.

Con astucia propia de un abogado piden los demonios un plazo. Si ya vas a acabar con nosotros, ¿por qué nos atormentas antes de que llegue el fin? Déjanos ir por lo menos a estos cerdos, para que nos podamos sosegar algo. Si hablamos con toda seriedad, esta petición de los demonios parece grotesca, y es todavía más sorprendente que Jesús acepte esta proposición. Casi se podría concebir este lance como un matiz de gran humor y soberana libertad que también puede permitirse una «excepción».

33 Los porqueros salieron huyendo y se fueron a la ciudad a llevar la noticia de todo lo ocurrido con los endemoniados. 34 Entonces toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, y, cuando lo vieron, le suplicaron que se retirara de aquellos territorios.

Los habitantes de la ciudad se enteran horrorizados de lo que ha sucedido, y piden a Jesús que se vaya de su territorio. Lo acontecido, en su totalidad, les causa inquietud; quizás temen más perjuicios del que ya se ha causado por la pérdida de toda la piara de cerdos. Pero esto también significa que Jesús allí no puede conseguir nada. Como en su ciudad paterna, también de allí se le destierra. No se quiere saber nada de él. Sin embargo, todavía no ha llegado «el tiempo» de los gentiles. Primero Jesús tiene que actuar en Israel, porque «ha sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (15,24). A pesar de la índole fantástica de toda la historia, se sabe que la luz ya ha resplandecido durante un breve tiempo para los paganos, como un anuncio del día que se acerca. Pero todavía hay tinieblas.



Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)




53 (A) La purificación de un leproso (8,1-4). Cf. Mc 1,40-45. 1. mucha gente lo si(-)guió: Esta frase sugiere que la gente, de algu(-)na manera, se había hecho discípula suya. 2. un leproso: Puede referirse a la enfermedad de Hansen o a cualquier otra enfermedad de la piel (cf. IDB 3.111-13; cf. Lv 13). Señor. Mateo intensifica la fuerza religiosa del texto al per(-)mitir que el leproso se acerque a Jesús y lo adore. 3. lo tocó: El amor de Jesús llegaba has(-)ta a los excluidos, y no temía el contacto sen(-)sible con ellos. 4. preséntate al sacerdote: Cf. Lv 13,49; 14,2-32. Esta orden presenta a Jesús co(-)mo observante de la Torá (5,18) y respetuoso con los sacerdotes del templo, que posterior(-)mente conspirarán para arrestarlo, como testi(-)monio para ellos: Frase ambigua; podría refe(-)rirse a los sacerdotes o a la gente.

54 (B) Curación del criado del centu(-)rión (8,5-13). Este episodio representa una notable contrapartida con respecto a la ante(-)rior curación de un israelita según las normas de la Torá. Constituye una anticipación de la misión a los gentiles (28,19s). El relato no se encuentra en Marcos, pero sí en Lc 7,1-10, y, de forma diferente, en Jn 4,46-54. Mateo ex(-)pande el relato básico con los w. 11 y 12 (cf. Lc 13,28-29). Probablemente nos encontramos con una composición elaborada por Mateo a partir de tradiciones primitivas que se halla(-)ban en Q y en otras fuentes orales. 5. centu(-)rión: El oficial del ejército que tenía el mando sobre cien soldados; se trata, en este caso, de un gentil que, probablemente, estaba al servi(-)cio de Herodes Antipas en la ciudadela. 6. cria(-)do: El término griego país podría significar «chico», y de aquí «hijo» (Jn 4,46). 8. sola(-)mente di una palabra: Las palabras del centu(-)rión muestran su cortesía, humildad, su sensi(-)bilidad ante la reticencia que tenían los judíos piadosos a entrar en la casa de un gentil para no incurrir en una impureza ritual (mOhol. 18,7; Jn 18,28; Hch 10,1-11.18). Estas palabras hallaron una recepción tan importante que en(-)traron en la liturgia eucarística de rito latino como confesión de la indignidad de recibir al Señor. 9. bajo autoridad: El tema de la autori(-)dad es característico del interés de los oficiales romanos. 10. una fe tal: El escándalo que per(-)turbaba a la comunidad de Mateo era la falta de fe (en Jesús como Mesías) de la mayoría de los israelitas. Este escándalo se convierte en el tema dominante de la última parte del evange(-)lio. 11. Los términos proceden de Sal 107,3; Is 49,12; 59,19; Mal 1,11. 12. hijos del reino: Aquí se refiere a los judíos, pero en otros pasajes del evangelio se aplica a los cristianos (13,42.50; 22,13; 24,51; 25,30). Mateo advierte contra to(-)da forma de complacencia religiosa. 13. en aquella hora: La curación acontece en la dis(-)tancia, como ocurre en el caso de otra creyen(-)te gentil (15,21-28).

55 (C) La curación de la suegra de Pe(-)dro (8,14-15). Cf. Mc 1,29-31. Mateo perfec(-)ciona el relato familiar para realzar la autori(-)dad de Jesús como Señor. 14. vio: A Jesús no se le dice que la mujer estaba enferma. Es él quien rápidamente lo detecta. 15. tocó: Su to(-)que de curación es suficiente para que la fie(-)bre la abandone. No es necesario que se le comprometa de forma poco decorosa levan(-)tándola de la cama. Se le devuelve su salud y su dignidad para servir activamente a Cristo («a él», y no «a ellos», como encontramos en Marcos).

56 (D) Los enfermos curados al atarde(-)cer (8,16-17). Cf. Mc 1,32-34. Es probable que Mateo haya colocado aquí este sumario para establecer un paralelo con la cita del AT con la que concluye. Así, la expulsión de demonios se corresponde con las flaquezas, y la curación de enfermos con las enfermedades. La cita, intro(-)ducida por una fórmula de cumplimiento (? 7 supra), procede directamente del texto hebreo de Is 35,4, es decir, del cuarto cántico del Sier(-)vo sufriente, que tanta importancia tuvo para interpretar la muerte de Jesús. Los LXX espi(-)ritualizan la enfermedad y los dolores inter(-)pretándolos como aflicciones y dolencias. El cántico habla de que el Siervo toma sobre sí mismo la enfermedad personalmente, mien(-)tras que el evangelio sugiere que Jesús la quita. El objetivo de la cita reside en mostrar que el ministerio de sanación de Jesús está ratificado por la profecía. Mateo deja claro que las expul(-)siones acontecen por la palabra de Jesús, pero no entra en los detalles de la curación.

57 (E) El seguimiento de Jesús (8,18-22) . Cf. el paralelo Q en Lc 9,57-62. Hay un pa(-)ralelo veterotestamentario en 1 Re 19,19-21, donde Elías llama a Eliseo para que sea profe(-)ta; a este episodio se alude de forma prover(-)bial en Lc 9,62. El caso de Elíseo parece me(-)nos radical que el del discípulo porque Elías le permite despedirse, pero es también bastante radical en cuanto que Elíseo sacrifica sus yun(-)tas de bueyes, es decir, su medio de vida. 19. escriba: Mateo añade los términos profesio(-)nales «escriba» y «maestro» a su fuente, te se(-)guiré: Significa lo mismo que decir «seré tu discípulo». Los escribas eran los dirigentes ilustrados de las comunidades y los grupos re(-)ligiosos. Es probable que Mateo fuera uno de ellos. Véase el comentario sobre 6,28b-29 (supra). Los términos «maestro» (móreh, melammed, rab, rabbónt, rabbí) y «discípulo» (talmid), que raramente aparecen en el AT, ad(-)quirieron una gran importancia entre los ju(-)díos piadosos cuando intentaron desarrollar sus propias escuelas en competencia con los gimnasios helenistas que gozaban de un gran prestigio cultural (2 Mac 4,9.10). Los términos reflejan un trasfondo académico, escolar; pe(-)ro, dado que el objeto de estudio era cómo vi(-)vir una vida agradable a Dios, los términos tienen una connotación más amplia y existencial. 20. las zorras tienen madriguera: Jesús responde con un dicho figurado que enseña cómo por su propio modo de vida arriesgado, sin lugar estable donde vivir y yendo de un si(-)tio a otro, el discípulo no puede esperar algo mejor, el Hijo del hombre: Es la primera vez que aparece este título tan peculiar en el evan(-)gelio. Con la posible excepción de Mc 2,10 y par., en los evangelios se encuentra únicamen(-)te en labios de Jesús, un dato que refleja pro(-)bablemente una auténtica tradición de que Je(-)sús se refirió a sí mismo de este modo (? Jesús, 78:38-41). 21. deja primero que vaya: Es(-)te versículo y el siguiente contienen una pro(-)funda enseñanza sobre el carácter radical, es(-)catológico y carismático del seguimiento de Jesús, que excede, muy de lejos, las exigencias de discipulado fariseo. En nuestro texto, el tér(-)mino clave es «primero». Para los cristianos, el seguimiento de Jesús debe ser la prioridad número uno. 22. deja que los muertos entierren a sus muertos: La áspera respuesta de Jesús debe haber sonado fuerte a una audiencia ha(-)bituada a la enseñanza de mBer. 3,1: «Aquel cuyo difunto aún no haya sido enterrado está exento de recitar el sema, de decir la tepillah y de ponerse las filacterias» (es decir, «de todos los deberes exigidos por la ley»). La total y compleja comprensión mateana del discipula(-)do se va revelando gradualmente a través del evangelio (cf. M. Hengel, The Charismatic Lea(-)der and His Followers [Nueva York 1981]).

58 (F) La tempestad calmada (8,23-27).
Cf. Mc 4,35-41 para la interpretación del rela(-)to de milagro. Puede haber cierta influencia de los Sal 107,23-32; 104,5-9, pero no es total(-)mente seguro. Mateo reelabora el relato para que pueda ser utilizado como instrucción so(-)bre la vida de la Iglesia tras la resurrección. (A Mateo se le ha llamado el gran Evangelio de la Iglesia por el interés que tiene en este tema). A lo largo del relato, Jesús aparece como el per(-)sonaje central y se le trata con respeto, en con(-)traste con Me; solamente se mantiene el breve momento tan humano del sueño. Mateo tras(-)lada el diálogo con los discípulos a una posi(-)ción anterior al mismo milagro, revelando de este modo sus prioridades didácticas. 24. gran tormenta: En Mateo se convierte realmente en un «terremoto» (seísmos, en lugar del marcano lailaps); cf. también 24,7; 27,54; 28,2, don(-)de seísmos se usa a menudo para sugerir los horrores de los últimos días. 25. Señor, sálva(-)nos, que perecemos: Esta petición se ha con(-)vertido en la oración de la Iglesia amenazada de todas las épocas, a la que, frecuentemente, se le ha representado artísticamente como una frágil barca sacudida por la tormenta. 26. hombres de poca fe: Mateo cambia la expresión marcana «sin fe» por la expresión «poca fe» (que es típicamente mateana, 6,30; 14,31; 16,8; cf. Lc 12,28). La poca fe presupone algu(-)na fe y así la conversión, pero se trata de una fe demasiado débil o paralizada para la ac(-)ción. Éste es el problema de la segunda o ter(-)cera generación cristiana (cf. 24,12). 27. aque(-)llos hombres: Puede referirse a los miembros de la Iglesia de finales de siglo (cf. G. Bornkamm, Tradition and Interpretation 52-57).

59 (G) Curación de los endemoniados gadarenos (8,28-34). Para tener la versión completa de este relato de expulsión de demo(-)nios es indispensable que estudiemos Mc 5,1-20. Este episodio presenta la escena más cómi(-)ca que encontramos en los evangelios. Para los judíos, los cerdos no eran solamente unos ani(-)males impuros, sino también divertidos; para los gentiles era motivo de risas y chistes la aversión que los judíos tenían a estos animales (cf. 2 Mac 6,18; 7,1; Josefo, Ant. 12.5.4 § 253; 13.8.2 § 234; Juvenal, Sat. 6,159). Aunque Ma(-)teo abrevia drásticamente, los elementos esen(-)ciales del relato de Marcos permanecen: Jesús tiene el poder para expulsar demonios; él es el Hijo de Dios (v. 29); los demonios entran en una piara de cerdos; la piara sale en estampida por un precipicio y se despeña. Dado que el acontecimiento ocurre en territorio gentil (Mc 5,20, la Decápolis), es posible que se encuentre implícito algún tipo de comentario sobre la im(-)pureza de los gentiles y, en consecuencia, su in(-)disposición para recibir a Jesús, pero no pare(-)ce estar claro. 28. gadarenos: Mateo sustituye la «Gerasa» marcana, situada a unos 40 km del mar, por Gadara, que se encontraba a unos 10 km del mar de Galilea. Mateo aumenta tam(-)bién el número de poseídos a dos. 29. antes de tiempo: Esta glosa mateana refleja la idea in(-)tertestamentaria de que los demonios tenían li(-)bertad para atormentar a la humanidad hasta el tiempo final (1 Hen 15-16; Jub 10,8-9; TestXIILev 18,12). 30. a cierta distancia: Esta frase abarca los kilómetros que había entre el pue(-)blo y el mar. 34. El categórico final en el que los habitantes del pueblo piden a Jesús que se marchara, no significa que lo rechazaran defi(-)nitivamente, sino que expresa, más bien, la confusión y el temor que sentían ante aquella serie de incidentes tan sorprendentes, por no mencionar el resentimiento por la destrucción de una piara de animales valiosa, conscientes de que los judíos los insultaban y se mofaban de ellos por esta razón. En el relato, los demo(-)nios realizan una doble confesión: explícita(-)mente afirman que Jesús es el Hijo de Dios e indirectamente que los cerdos son tan impuros como ellos (Lc 15,20; Mt 7,6; 2 Pe 2,22).


Catena Aurea (S.Tomás de Aquino ,1269. Tr. Dr. D. Ramón Ezenarro, 1889)



Y entrando El en una barca, le siguieron sus discípulos. Y sobrevino luego un grande alboroto en la mar, de modo que las ondas cubrían la barca. Mas El dormía. Y se llegaron a El sus discípulos y le despertaron, diciéndole: "Señor, sálvanos, que perecemos". Y Jesús les dice: "¿Qué teméis, hombres de poca fe?" Y levantándose al punto, mandó a los vientos y a la mar, y se siguió una grande calma. Y los hombres se maravillaron, y decían: "¿Quién es Este, a quien los vientos y la mar obedecen?" (vv. 23-27)

Pseudo-Orígenes, hom. 7
Habiendo hecho Jesucristo muchos y admirables prodigios en tierra, pasa al mar a ejecutar allí obras más admirables, para demostrar a todos que era el Señor de la tierra y del mar. Por lo que se dice: "Y entrando El en una barca, le siguieron sus discípulos", no imbéciles, sino firmes y estables en la fe. Estos, pues, le siguieron, no sólo tras las huellas de sus pies, sino más bien acompañando a su santidad.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.28,1
Tomó a sus discípulos consigo, y en la barca, para enseñarles estas dos cosas: no asustarse ante los peligros, ni envanecerse con los honores. Permite que las olas los atormenten, a fin de que no formen de sí mismos un juicio muy ventajoso, a causa de la elección que había hecho de ellos, dejando a los demás. Cuando se trata de manifestación de milagros, permite que asista el pueblo; mas cuando es cuestión de tentaciones y temores, toma solamente a los atletas que se proponía formar para la conquista del mundo.

Pseudo-Orígenes, hom. 7
Apenas entró en la barca hizo que se alborotara el mar. Como sigue: "Y sobrevino luego un grande alboroto en el mar, de modo que las olas cubriesen la navecilla". Esta tempestad no nació de sí misma, sino que obedeció al poder del que mandaba, el cual saca los vientos de sus tesoros. Se levantó una gran tempestad, para manifestar la grandiosidad del prodigio, porque cuanto más se precipitaban las olas sobre la navecilla, tanto más el temor turbaba a los discípulos, y más deseaban librarse por medio de un milagro del Salvador.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 28,1
Habían visto a otros recibir beneficios de manos de Jesús, pero como no juzgamos igualmente lo que se hace en los otros cuerpos con lo que se hace en el nuestro, fue conveniente que, por el sentido familiar, disfrutasen de los beneficios de Jesucristo. Y por eso quiso que se verificase esta tempestad, para que, por su liberación, les hiciese más claro el sentido del beneficio. Esta turbación era la figura de las tentaciones que habían de venir, de las cuales dice San Pablo: "No quiero que ignoréis, hermanos, que estamos gravados sobre nuestras fuerzas" (2Co_1:8). Para dar tiempo al miedo, se dice: "Mas El dormía". Si se hubiese verificado la tempestad estando El despierto, o no hubiesen temido, o no le hubiesen rogado, y acaso no hubiesen creído que El podía hacer tal cosa.

Pseudo-Orígenes, hom. 7
La cosa, en verdad, es admirable y estupenda. El que nunca duerme ni aun dormita, ahora se dice que duerme. Dormía, en verdad, como hombre, pero vigilaba como Dios, manifestando así que tenía verdadero cuerpo humano, que había vestido corruptible. Dormía con el cuerpo, para hacer vigilar a los apóstoles, y para que nunca durmamos nosotros con el alma. Fue tanto lo que los discípulos se aferraron con el miedo, que, casi faltos de razón, se arrojaron sobre El, y en vez de hablarle con modestia y dulzura, le despertaron turbulentamente, como indica el evangelista: Y se acercaron los discípulos a El, y lo despertaron, diciendo: "Señor, sálvanos, que perecemos".

San Jerónimo
El tipo de este signo le vemos en el profeta Jonás, cuando, peligrando todos los otros, El estaba seguro, y duerme y es despertado.

Pseudo-Orígenes, hom. 7
¡Oh verdaderos discípulos! Tenéis con vosotros al Salvador, ¿y teméis el peligro? Está con vosotros la vida, ¿y teméis la muerte? Pero respondan: "Somos niños débiles todavía, y por eso tememos". De sonde sigue. "Y les dijo Jesús: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?" Como diciendo: "Si me habéis visto poderoso en la tierra, ¿por qué no creéis que también puedo serlo en el mar?" Y si viniese la muerte, ¿no debéis sufrirla con gran valor? El que cree poco será argüido, el que nada cree, será condenado.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.28,1
Mas si alguno dijese que no fue señal de poca fe el aproximarse a despertar a Jesús, habrá de admitir que esto fue señal de que todavía no tenían formada de El una opinión decorosa, porque habían conocido que podía increpar a la mar estando despierto, y aun no habían conocido que podía hacer lo mismo estando dormido. No hace este milagro en presencia de la muchedumbre, para que no sean acusados de poca fe. Pero, hallándose solo con ellos, los reprende ante todo, y calma la turbación de las aguas, como sigue: "Entonces, levantándose, mandó a los vientos y a la mar, y se siguió una grande calma".

San Jerónimo
De este pasaje inferimos que todas las criaturas sienten al Creador, pues aquellos a quienes se manda, sienten al que manda, no según el error de los herejes (que todo lo creen animado), sino por la majestad del Creador, por la que todas las cosas que son insensibles para nosotros son sensibles para El.

Pseudo-Orígenes, hom. 7
Mandó, pues, a los vientos y al mar, y de un viento grande se hizo una gran tranquilidad. Conviene que el grande haga cosas grandes, y por eso el que primero había alborotado magníficamente la profundidad del mar, ahora manda que otra vez se restablezca una gran tranquilidad, para que los discípulos, tan turbados, se alegren magníficamente.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 28,2
Vemos aquí también que toda la tempestad se disipó en el acto sin quedar huella de la turbación, lo cual era ciertamente extraño, pues cuando la fluctuación se termina naturalmente, las aguas se agitan después por mucho tiempo, mientras que aquí todo se volvió a la vez. Así realiza aquí Jesucristo lo que ha dicho del Padre: "Dijo, y se detuvo el espíritu de la tempestad" (Sal 106). Con su sola palabra y mandato apacigua y refrena el mar. Por el aspecto, el sueño y el uso de la barca, los allí presentes le consideraban como hombre. De ahí la admiración en que cayeron, como sigue: "Y los hombres se maravillaron y decían: ¿Quién es ese", etc.

Glosa
San Juan Crisóstomo pone esta versión: "¿Quién es este hombre?" El sueño y lo que aparecía demostraba que era hombre, pero el mar y la tranquilidad manifestaban que era Dios.

Pseudo-Orígenes, hom. 7
Pero ¿quiénes son esos hombres que se admiraron? No creas que aquí se habla de los apóstoles, nunca encontramos que se designen los discípulos del Señor sino para honrarlos, y siempre se les llama apóstoles o discípulos. Se admiraban, pues, los hombres que navegaban con El, y de quienes era la barca.

San Jerónimo
Pero si alguno contenciosamente quiere decir que eran los discípulos los que se admiraban, responderemos que se les llama hombres con propiedad, porque todavía no habían conocido el poder del Salvador.

Pseudo-Orígenes, hom. 7
No dicen preguntando: "¿Cuál es Este?", sino asegurando que éste es Aquel a quien obedecen los vientos y el mar. ¿Cuál es éste, pues?, esto es, ¡qué poderoso, qué fuerte, qué grande! Manda a toda criatura, y no se desobedece su mandato. Sólo los hombres resisten, y por eso serán condenados en el juicio. En sentido místico, todos navegamos con el Señor en la barca de la Iglesia por este mundo borrascoso. El mismo Señor duerme con piadoso sueño, esperando nuestra paciencia y la penitencia de los impíos.

San Hilario, homiliae in Matthaeum, 7
Duerme, porque con nuestro sueño se adormece en nosotros. Sucede eso especialmente para que, en el miedo del peligro esperemos de Dios el auxilio. ¡Y ojalá que nuestra esperanza, aunque tardía, confíe en que podrá evadir el peligro, porque vigila dentro de nosotros el poder de Dios.

Pseudo-Orígenes, hom. 7
Acerquémonos a El con alegría, diciendo con el profeta: "Levántate; ¿por qué te duermes, Señor?" (Sal_43:23). Y El mandará a los vientos, esto es, a los demonios, que son los que agitan en las persecuciones de los santos. Y restablecerá una gran tranquilidad respecto de los cuerpos y de las almas, la paz para la Iglesia y la serenidad para el mundo.

Rábano
El mar es la vorágine del mundo; la nave en que sube Jesús es el árbol de la cruz, con cuyo auxilio los fieles, hendidas las olas del mundo, vienen a la patria celestial como a una playa segura, en la que salta Jesús con todos los suyos. Por ello dice después: "El que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". Habiendo Jesús subido a la Cruz, se verificó un gran movimiento, porque se agitaron las imaginaciones de sus discípulos, acerca de su pasión y la nave se cubría con las olas, porque toda la fuerza de la persecución se verificó en derredor de la Cruz, cuando sucumbió por la muerte. Por esto se ha dicho: "Mas El dormía". Su dormir es la muerte. Los discípulos despiertan al Salvador, cuando turbados con la muerte, buscan la resurrección a grandes voces, diciendo: "Sálvanos, resucitando, porque perecemos con la turbación de tu muerte". Pero El, resucitando, les reprende la dureza de su corazón, como se lee más adelante. Mandó el Señor a los vientos, porque humilló la soberbia del diablo. Mandó al mar, porque inutilizó la rabia de los judíos, y se verificó una gran calma, porque se tranquilizaron las mentes de los discípulos cuando presenciaron la resurrección.

Glosa
La nave es la Iglesia presente, en la que Jesucristo atraviesa con los suyos el mar de esta vida, enfrentando las aguas de las persecuciones. Admiremos y demos gracias a Dios.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter VIII.

2 Christ clenseth the leper, 5 healeth the Centurions seruant, 14 Peters mother in lawe, 16 and many other diseased: 18 Sheweth how he is to be followed: 23 stilleth the tempest on the Sea, 28 driueth the deuils out of two men possessed, 31 and suffereth them to goe into the swine.
1 When he was come downe from the Mountaine, great multitudes folowed him.
2 [ Mar_1:40; Luk_5:12.] And behold, there came a leper, and worshipped him, saying,

[The Centurion.]

Lord, If thou wilt, thou canst make me cleane.
3 And Iesus put forth his hand, and touched him, saying, I will, bee thou cleane. And immediatly his leprosie was cleansed.
4 And Iesus saith vnto him, See thou tell no man, but go thy way, shew thy selfe to the priest, and offer the gift that [ Lev_14:4 .] Moses commanded, for a testimonie vnto them.
5 [ Luk_7:1 .] And when Iesus was entred into Capernaum, there came vnto him a Centurion, beseeching him,
6 And saying, Lord, my seruant lieth at home sicke of the palsie, grieuously tormented.
7 And Iesus saith vnto him, I will come, and heale him.
8 The Centurion answered, and said, Lord, I am not worthy that thou shouldest come vnder my roofe: but speake the word onely, and my seruant shalbe healed.
9 For I am a man vnder authority, hauing souldiers vnder me: and I say to this man, Goe, and he goeth: and to another, Come, and he commeth: and to my seruant, Doe this, and he doth it.
10 When Iesus heard it, he marueiled, and said to them that followed, Uerely, I say vnto you, I haue not found so great faith, no not in Israel.
11 And I say vnto you, that many shall come from the East and West, and shal sit downe with Abraham, and Isaac, & Iacob, in the kingdome of heauen:
12 But the children of the kingdome shall be cast out into outer darkenesse: there shalbe weeping and gnashing of teeth.
13 And Iesus said vnto the Centurion, Go thy way, and as thou hast beleeued, so be it done vnto thee. And his seruant was healed in the self same houre.
14 [ Mar_1:29 Luk_4:38 .] And when Iesus was come into Peters house, hee saw his wiues mother laid, and sicke of a feuer:
15 And he touched her hand, and the feuer left her: and she arose, and ministred vnto them.
16 [ Mar_1:32 ; Luk_4:40 .] When the Euen was come, they brought vnto him many that were possessed with deuils: and hee cast out the spirits with his worde, and healed all that were sicke,
17 That it might be fulfilled which which was spoken by Esaias the Prophet, saying, [ Isa_53:4 ; 1Pe_2:24 .] Himselfe tooke our infirmities,

[Swine drowned.]

and bare our sicknesses.
18 Now when Iesus saw great multitudes about him, hee gaue commaundement to depart vnto the other side.
19 [ Luk_9:57 .] And a certaine Scribe came, and said vnto him, Master, I will follow thee whithersoeuer thou goest.
20 And Iesus saith vnto him, The Foxes haue holes, and the birds of the ayre haue nests: but the sonne of man hath not where to lay his head.
21 And another of his Disciples said vnto him, Lord, suffer me first to goe, and bury my father.
22 But Iesus said vnto him, Follow me, & let the dead, bury their dead.
23 And when he was entred into a ship, his Disciples followed him.
24 [ Marke.4.37; Luk_8:23 .] And behold, there arose a great tempest in the Sea, insomuch that the ship was couered with the waues: but he was asleepe.
25 And his Disciples came to him, and awoke, saying, Lord, saue vs: we perish.
26 And he saith vnto them, Why are yee fearefull, O yee of litle faith? Then hee arose, and rebuked the winds and the Sea, and there was a great calme.
27 But the men marueiled, saying, What maner of man is this, that euen the winds and the Sea obey him?
28 [ Mar_5:1 ; Luk_8:16 .] And when hee was come to the other side, into the countrey of the Gergesenes, there met him two possessed with deuils, comming out of the tombes, exceeding fierce, so that no man might passe by that way.
29 And behold, they cryed out, saying, What haue we to doe with thee, Iesus thou sonne of God? Art thou come hither to torment vs befor ye time?
30 And there was a good way off from them, an heard of many swine, feeding.
31 So the deuils besought him, saying, If thou cast vs out, suffer vs to goe away into the herd of swine.
32 And he said vnto them, Goe. And when they were come out, they went into the herd of swine: and behold, the whole herd of swine ranne violently downe a steepe place into the Sea, and perished in the waters.
33 And they that kept them, fled, and went their waies into the citie, and told euery thing, and what was befallen to the possessed of the deuils.

[Matthew called.]

34 And behold, the whole citie came out to meete Iesus: and when they saw him, they besought him that hee would depart out of their coasts.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



4. Jesús no quería que su fama se extendiera, para no fomentar en el pueblo la idea de un Mesías lleno de gloria y de poder.

Los requisitos que debía cumplir el leproso curado están descritos en Lev_14:1-32. Los sacerdotes garantizaban legalmente la purificación, de modo que el enfermo ya restablecido podía reintegrarse a la sociedad, de la que había quedado separado por la enfermedad.

5. El "centurión" era un oficial de las tropas romanas que estaba al frente de cien hombres. Este centurión era simpatizante de la religión judía.

11. En la Biblia se compara frecuentemente la alegría del Reino de Dios con un banquete. Ver Luc_22:14-18; Apo_3:20.

12. "Rechinar de dientes" es una imagen bíblica que expresa el remordimiento y la desesperación de los impíos frente a la felicidad de los que están con Dios en el cielo.

17. Isa_53:4.

20. "Hijo del hombre" es un semitismo que, literalmente, significa "hombre". Jesús, para referirse a sí mismo, emplea frecuentemente este título, que era el menos comprometido con la idea de un mesianismo terrestre. Con esta expresión un tanto misteriosa, él se refiere a su condición humana. Pero a la vez, la emplea para anunciar su Venida gloriosa como Juez universal (24. 30; 26. 64), aludiendo al "Hijo de hombre" que viene sobre las nubes, del que se habla en Dan_7:13. Ver Apo_1:13; Apo_14:14.

22. "Deja que los muertos entierren a sus muertos": esta es una expresión paradójica, con la que Jesús quiere decir que para ser su discípulo hay que preferirlo a él antes que a nadie.

26. El dominio de Jesús sobre el "mar" simboliza su triunfo sobre el mal, porque el mar era considerado antiguamente como la sede del caos y de las fuerzas demoníacas.

28. "La región de los gadarenos", era la región situada en las cercanías de Gadara, una ciudad helenística de la Transjordania, a diez kilómetros al sudeste del lago de Genesaret.

Este extraño relato presenta a Jesús en dramática lucha contra el poder del mal. La narración contiene numerosos detalles pintorescos, y está cargada de elementos simbólicos. Así, por ejemplo, los demonios están asociados a la muerte, simbolizada en los "sepulcros". La idea central del relato es clara: en la persona de Jesús, el Reino de Dios irrumpe poderosamente, para destruir todas las fuerzas del mal, que oprimen y afligen a los hombres.

29. "Para atormentarnos antes de tiempo": esta expresión nos introduce en las ideas corrientes de la época acerca de los demonios y su actividad, según las cuales, estos tenían el poder de afligir a la humanidad hasta el día del Juicio, y sólo entonces serían castigados.

30. El hecho de que hubiera allí una "piara de cerdos" indica que esa región estaba poblada en su mayor parte por paganos. La Ley de Moisés, en efecto, declaraba impuros a los "cerdos" y prohibía comer su carne. Ver Lev_11:7.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Calma una tempestad. Los discípulos que momentos antes habían manifestado una total adhesión a Jesús se sienten ahora desconcertados frente al ímpetu de la tormenta. Este relato viene a ser como una ilustración concreta del tema del seguimiento. Dice el evangelista que cuando Jesús subía a la barca «le siguieron los discípulos» (23), es decir, comenzaron a compartir su misma suerte. Pero sin fe y confianza, el seguimiento se tambalea en las situaciones extremas donde la fidelidad al reinado de Dios exige incluso poner en juego la propia vida. Jesús denuncia la falta de fe de sus discípulos en el momento mismo de la prueba, cuando «las olas cubrían la embarcación» (24), y no después de restablecida la calma.
El que dormía en medio del vendaval se revela como Señor del mar, esa potencia caótica y levantisca en la simbología del Antiguo Testamento que Dios somete y apacigua (Sal 93; 104,6s; etc.). El evangelista dice que «se levantó» (la misma palabra griega usada para «resucitó»), para indicar su presencia salvadora en medio de la comunidad. Éste es el mensaje de ánimo y confianza que nos transmite el relato de Mateo a los seguidores y seguidoras de Jesús cuando se hacen a la mar, rumbo a la misma misión y al mismo destino de Aquel que los llamó.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*8:18-27 Conjunto narrativo variado, verdadera catequesis sobre la fe y el seguimiento: a la orden de pasar a la otra orilla (Mat 8:18) siguen escenas de seguimiento (Mat 8:19-22), tras lo cual Jesús sube a la barca seguido de sus discípulos (Mat 8:23). Después se narra, escuetamente, el milagro, en el que ocupa el primer plano la enseñanza sobre la fe (Mat 8:26).

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Autoridad sobre los elementos naturales (ver Mar. 4:36-41; Luc. 8:22-25). Este es el primer milagro en la naturaleza registrado en Mat., demostrando que Jesús ejercía el mismo poder sobre la naturaleza que Sal. 107:23-30 asigna a Dios. La reacción de los discípulos (cf. Sal. 107:31, 32) le agrega un nuevo nivel al relato que Mateo da de la autoridad de Jesús. Pero mientras que el relato se registra mayormente con este fin, el que Ma teo haya mencionado que sus discípulos le siguieron (23), retomando el lenguaje de la sección precedente, sugiere que él puede haberlo visto como una ilustración del discipulado: cuando llegan las tormentas, la fe en el poder salvador de Jesús será premiada. Mateo advierte frecuentemente del peligro de la poca fe (26; cf. 6:30; 14:31; 16:8; 17:20).

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Jesús tiene poder no sólo sobre las enfermedades, sino sobre los elementos de la naturaleza. Es el Hijo de Dios. En el «evangelio eclesiástico», como a veces se denomina al Evangelio de Mateo, la barca es imagen de la Iglesia. La fe que nace de los discípulos al ver el milagro continúa en la Iglesia. La Iglesia, en la que está presente Cristo, es instrumento universal de salvación. «Las olas baten contra ella, pero se mantiene firme y, aunque con frecuencia los elementos de este mundo choquen con gran fragor, ella ofrece a los agobiados el seguro puerto de salvación» (S. Ambrosio, Epist. 2,1).


Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 8.4 Lc 4.32. Cf. Mt 28.18.

[2] 8.4 Cf. Mt 9.30; 12.16.

[3] 8.5-13 La ofrenda que ordenó Moisés: para la purificación ritual (Lv 14.1-32).

[4] 8.11 El relato presenta muchas semejanzas con Jn 4.46-53.

[5] 8.17 Lc 13.29. Cf. Is 25.6; Lc 14.15; Ap 19.9.

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

αὐτῷ ὑπακούουσιν WH Treg NA28 ] ὑπακούουσιν αὐτῷ RP

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

¿Quién... Lit. ¿De qué clase? Es decir, ¿Qué clase de hombre es este?

Torres Amat (1825)



[4] Lev 13.

[17] Is 53, 4.