Quedaron a merced de la Roca, su juez,
los que oyeron con regodeo mis palabras:
(Salmos 141, 6) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)
Part-of-speech: verb
Gender: unknown
Number: plural
Person: third person
State: not applicable
Verbal tense: perfect
Verbal stem: nif‘al
Part-of-speech: preposition
Gender: not applicable
Number: not applicable
Person: not applicable
State: not applicable
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: noun
Gender: unknown
Number: dual
Person: not applicable
State: construct
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: noun
Gender: masculine
Number: singular
Person: not applicable
State: absolute
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: verb
Gender: masculine
Number: plural
Person: unknown
State: absolute
Verbal tense: participle
Verbal stem: qal
Part-of-speech: conjunction
Gender: not applicable
Number: not applicable
Person: not applicable
State: not applicable
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: verb
Gender: unknown
Number: plural
Person: third person
State: not applicable
Verbal tense: perfect
Verbal stem: qal
Part-of-speech: noun
Gender: masculine
Number: plural
Person: not applicable
State: absolute
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: conjunction
Gender: not applicable
Number: not applicable
Person: not applicable
State: not applicable
Verbal tense: not applicable
Verbal stem: not applicable
Part-of-speech: verb
Gender: unknown
Number: plural
Person: third person
State: not applicable
Verbal tense: perfect
Verbal stem: qal
Súplica individual, que se desdobla en una «gran súplica» (1-7) y en una mini súplica (8-10). Ambas comienzan con una invocación (1-2//8). ¿Qué hacer cuando acecha la maldad y se encubre en formas de fraternidad como pueden ser los banquetes (4d; cfr. Pro_1:8-18) y los agasajos (5b)? El justo puede caer en la trampa y pecar de palabra y de pensamiento (3s). El yo del salmo dirige su mirada en una triple dirección: hacia sí mismo, hacia Dios y hacia los malvados. El orante no quiere tener nada en común con los malvados: no participará en sus banquetes, ni permitirá ser ungido con perfumes refinados (5); en vez de eso, orará por los demás (5c) y por sí mismo (2). Su oración será incesante: estará siempre ante la presencia divina como lo está el incienso de la ofrenda vespertina (2). Está dispuesto a sufrir la reprensión y los golpes procedentes de los justos (5a), pero que la maldad de los malvados no le contamine. Es consciente, sin embargo, de la propia debilidad. Aquí ha de intervenir Dios. El orante dirige su súplica a Dios: que él sea el centinela, vigilante de los labios que pronuncian las palabras y también del corazón donde nace la palabra (3-4a); que le guarde y no le destruya (9). Para los malvados, por el contrario, que sea una Roca puntiaguda contra la que éstos se estrellen, a la vez que escuchan unas palabras «amables» de la Roca (7), dicho no sin ironía. Los malvados están en lo suyo: comenten iniquidades, camufladas en banquetes amigables o bien en cepos y en trampas hábilmente escondidos (9-10a). Que Dios intervenga, y haga caer a los malhechores en sus propias redes y trampas, que sean destruidos (8b.10a). En definitiva es Dios quien ha de vérselas con el inocente y con los malvados. Podemos orar con este salmo cuando vemos que la maldad nos rodea y no quisiéramos pecar, ni herir a nadie con nuestras palabras. Con este salmo pedimos a Dios que nos arranque del mal.