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Aquel día se unirán a Yahvé
numerosas naciones:
serán un pueblo para mí,
y yo moraré en medio de ti.
Sabrás así que Yahvé Sebaot me ha enviado a ti.
(Zacarías 2, 15) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Tercera: El cordel de medir. El ambiente postexílico no deja de ser preocupante para el pueblo y para el profeta. Jerusalén continúa en ruinas, las promesas no se cumplen y el desánimo -quizá también la desidia- es el denominador común. En su afán de animar al pueblo, el profeta se figura una ciudad reconstruida; sus trazos, sus murallas... Sin embargo, no es necesario trazar ni encerrar con muros unas cuantas casas. Jerusalén será una ciudad abierta para que pueda contener la afluencia no sólo de los judíos que aún permanecen dispersos, los cuales son invitados a regresar (10s), sino también para muchos otros pueblos que vendrán hasta Jerusalén, para formar entre todos un solo pueblo, con un solo Señor (15), que reinará sobre todos desde su ciudad (17).