Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
5. Quinta Lamentación: Oración del Profeta.
Esta
lamentación tiene unas características muy diferentes de las anteriores, ya que le falta el tono elegiaco, propio de aquéllas, y el metro alfabético; es más bien una plegaria con una descripción de la situación: el pueblo está sometido a una dominación extranjera, y el templo, desolado. El desastre de la nación es efecto de un castigo divino por las transgresiones que se acumularon a través de las generaciones. Se describen los sufrimientos del pueblo para mover a compasión a Yahvé. No hay indicios de rencor contra los enemigos.
En este sentido, la plegaria tiene un elevado sentido espiritual. Algunos autores quieren ver en esta oración un reflejo de los tiempos calamitosos de la época de la persecución de Antíoco IV Epifanes en los tiempos de los Macabeos (s.11), pero en realidad no hay ninguna prueba definitiva que permita rebajar tanto la época de composición. Por otra parte, los tiempos ruinosos que siguieron a la destrucción por Nabucodonosor pueden bien dar pie a esta bellísima composición poética. La Vulgata la atribuye a Jeremías, pero su título,
Oración de Jeremías, falta en el texto hebreo y griego. Sólo aparece en algunos códices griegos, siríacos y árabes. Parece, pues, una adición redaccional posterior. En la liturgia romana esta
Oración de Jeremías constituye una de las piezas más emotivas de Semana Santa.
Invocación suplicante a Yahvé (1-3).
1 Acuérdate, joh Yahvé! de lo que nos ha sobrevenido; mira y contempla nuestro oprobio. 2 Nuestra heredad ha pasado a manos extrañas, nuestras casas a poder de desconocidos. 3 Somos como huérfanos, sin padre, y nuestras madres son como viudas. Yahvé está enojado por los pecados de su pueblo, pero los sufrimientos pasados son tantos, que bien pueden calmar su ira justamente derramada. Debe tener, pues, presente la tristísima situación de su pueblo, convertido en objeto de
oprobio y baldón para todos. La nación ha desaparecido como unidad política, y la tierra de Yahvé, la
heredad recibida de los antepasados,
ha pasado a manos extrañas. Los enemigos andan libres por el país. Los judíos se sienten extraños en su propia tierra, pues sus
casas han pasado a
poder de desconocidos. Se sienten
huérfanos al ser privados de la protección divina, y las
madres, separadas de sus maridos, deportados, son
como viudas.
Situación económica precaria (4-10).
4 Bebemos de nuestra agua a precio de dinero y tenemos que comprar nuestra leña. 5 Somos perseguidos, llevamos yugo sobre la cerviz, estamos agotados, no hay para nosotros descanso. 6 Tendimos la mano a Egipto y a Asiría para saciarnos de pan. 7 Pecaron nuestros padres, y ya no existen; mas nosotros cargamos con sus iniquidades* 8 Esclavos señorean sobre nosotros, sin que haya quien nos libre de sus manos. 9 Con riesgo de nuestra vida vamos en busca de nuestro pan, afrontando la espada del desierto. 10 Nuestra piel abrasa como un horno por la fiebre del hambre. Despojados de sus propiedades, los israelitas se ven obligados a pagar con dinero agua que en realidad les pertenece por derecho (v.4). La opresión del invasor es insoportable. La situación puede ser muy bien la inmediata a la destrucción de Jerusalén, cuando el pueblo que no había sido deportado se esforzaba por organizar su vida económica y social bajo la dirección del gobernador impuesto por los babilonios, Godolías 1. El profeta empieza a continuación a exponer teológicamente las causas de la gran catástrofe: Israel, en vez de buscar el auxilio divino, ha requerido la ayuda extranjera, unas veces en Egipto y otras en Asiría, los dos colosos que pugnaron siempre por dominar en el Próximo Oriente (v.6).
Esto era desconfiar de Yahvé y exponerse a influencias religiosas extranjeras; por eso los profetas siempre se opusieron a estas relaciones políticas. El profeta reconoce este gran error de sus antepasados, pero, por otra parte, protesta por tener su generación que hacerse cargo con todas las culpas de sus padres. Jeremías había prometido que en adelante no se diría más nuestros padres comieron las agraces y nosotros sufrimos la dentera 2. Tanto él como Ezequiel se presentan ¡como los campeones del individualismo y de la responsabilidad personal 3.
Yahvé, pues, debe considerar que también la generación de la -desgracia
tiene.derecho a algún alivio, ya que no fue peor que la anterior. Sin embargo, han llegado a una situación jamás soñada por sus antepasados. Los israelitas,
que por su elección eran el pueblo de Dios, y, por tanto, señores de los otros pueblos, ahora se ven dominados por los que legítimamente debían ser sus
esclavos (v.8); y no hay esperanza de salir de esta situación. La vida es un constante riesgo, ya que tienen que aventurarse en busca de pan,
afrontando la espada del desierto, probable alusión a las
razzias de los beduinos que merodeaban por los contornos del desierto de Judá y caían sobre los que, desprevenidos, caminaban por rutas extraviadas, buscando ayuda en pequeños oasis olvidados. Como consecuencia del hambre prolongada, han venido las enfermedades y la
fiebre, a causa de la cual su
piel abrasa como un horno.
Atropellos de los vencedores (11-14).
11 Violaron a las mujeres en Sión, a las vírgenes en las ciudades de Judá. 12 Colgaron de las manos a los príncipes y no respetaron la cara de los ancianos. 13 Los mancebos han sido puestos a la muela, y los niños se tambalean bajo la carga de leña. 14 Ya no van los ancianos a la puerta, ya no cantan los jóvenes. Bellísima descripción de la opresión de los habitantes de Judá bajo el yugo enemigo. Ningún estrato social se ha visto libre del peso del invasor. Las mujeres son presa de la voluptuosidad de la soldadesca 4; es la secuela de todas las invasiones. Los
príncipes han sido ahorcados, y los
ancianos, tratados sin consideración. Los
mancebos han sido puestos, como asnos, a mover la pesada muela, y sobre los
niños se imponen cargas desproporcionadas. Además, ya no funcionan los tribunales o consejos de
ancianos en la puerta, lugar tradicional de reunión de la ciudad 5.
Duelo general en la población vencida (15-18).
15 Huyó de nuestros corazones la alegría, nuestras danzas se han tornado en luto. 16 Cayó de nuestra cabeza la corona. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado! 17 Por eso se angustia nuestro corazón, se nublan nuestros ojos, 18 porque el monte de Sión está asolado y por él se pasean las raposas.
Todo lo que constituía motivo de alegría ha desaparecido de la vida de la nación. Las tradicionales danzas de la juventud han dado paso al duelo general, y la humillación total es la consecuencia de la catástrofe:
cayó de nuestra cabeza la corona. El pueblo israelita era el pueblo
rey entre las naciones, pero ha perdido sus prerrogativas regias, castigado por su mismo Dios, y todo porque
hemos pecado. La confesión es sincera y humilde. Y, sobre todo, la gran tragedia para todos es la asolación del
monte de Sión, orgullo de la raza. Todo es un montón de ruinas, guarida de
raposas. El templo, morada de Yahvé, se ha convertido en acervo informe de escombros.
Súplica angustiosa a Yahvé (19-22).
19 Mas tú, ¡oh Yahvé! reinas por siempre, y tu trono permanece por generaciones y generaciones. 20 ¿Por qué nos has de olvidar para siempre, nos has de abandonar por largo tiempo ? 21 Conviértenos a ti, ¡oh Yahvé! y nos convertiremos. Danos todavía días como los antiguos. 22 ¿Por qué nos has rechazado enteramente, te has irritado contra nosotros hasta el extremo? La plegaria se abre con una doxología para
captar la benevolencia divina. Dios es eterno e inmutable, en contraposición a los destinos de los pueblos. Por eso, la confianza del profeta es suma. Sabe que puede cambiar la trágica situación actual. Los pecados han sido muchos, y el castigo merecido; pero Israel es su pueblo elegido. ¿Cómo, pues, los va a olvidar para siempre? Por eso, en un supremo arranque, suplica a Yahvé que los restablezca como pueblo para después vivir vinculados a El:
Conviértenos a ti, y nos convertiremos (v.21). Suplica la restauración nacional como en los tiempos gloriosos de la monarquía davídica: danos
todavía días como los antiguos. La nueva teocracia debe distinguirse por una mayor fidelidad a Yahvé 6. Se trata, pues, en esta súplica del retorno de la
nación como colectividad nacional a su estado primitivo, sin que esto excluya un
retorno de los individuos como tales a Dios, centro de los corazones. Los teólogos se han basado, entre otros, en este texto para estructurar la teoría de las gracias prevenientes; no obstante, el contexto parece favorecer una súplica de rehabilitación de la
nación judía, postrada como condición para después establecer una sociedad más vinculada a Yahvé. Así lo parece insinuar la segunda parte del v.21: danos
todavía días como los antiguos; es decir, restaura nuestra nación en su plenitud política, como en tiempos anteriores, para favorecer la conversión de los corazones a Yahvé.
Y termina el profeta con una consideración que debe mover el corazón de Dios:
Porque nos has rechazado enteramente, te has irritado contra nosotros hasta el extremo (v.22). La prueba ha sido demasiado dura,
y ya es hora que llegue la misericordia divina. Algunos autores prefieren entender la frase en sentido interrogativo: ¿Nos vas a rechazar enteramente? ¿Te irritarás contra nosotros hasta el extremo? Lo que acentuaría el sentido de súplica del fragmento.
1 Cf. Jer-4:4s. 2 Cf.Jer31:2:9. 3 Cf.
Eze_18:1. 4 Cf.
Lam_3:51. 5 Cf.
Amo_5:10;
Amo_22:15;
Zac_8:16;
Pro_31:23. 6 Cf.
Isa_1:21.26;
Jer_2:2.