Hechos 1 Biblia Hispanoamericana de la Nueva Evangelización (Sociedad Bíblica, 2015) | 26 versitos |
1

Introducción (1:1-26)

La promesa del Espíritu Santo

Querido Teófilo * : En mi primer libro º me ocupé de lo que hizo y enseñó Jesús desde sus comienzos º
2 hasta el día en que subió al cielo, una vez que, bajo la acción del Espíritu Santo º, dio las oportunas instrucciones a los apóstoles que había elegido. º
3 A estos mismos apóstoles se presentó después de su muerte y les dio pruebas abundantes de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.
4 Con ocasión de una comida que tuvo con ellos, les ordenó: — No se marchen de Jerusalén; esperen a que el Padre cumpla la promesa de que les hablé; º
5 porque Juan bautizaba con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días. º
6

La ascensión de Jesús

Los que lo acompañaban le preguntaron: — Señor, ¿vas a restablecer ahora el reino de Israel?
7 Jesús les contestó: — No es cosa de ustedes saber la fecha o el momento que el Padre se ha reservado fijar. º
8 Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes y los capacitará para que den testimonio de mí en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el último rincón de la tierra º. º
9 Y, dicho esto, lo vieron elevarse, hasta que una nube lo arrebató de su vista. º
10 Estaban aún contemplando sin pestañear cómo se alejaba en el cielo, cuando dos personajes vestidos de blanco se presentaron ante ellos º
11 y les dijeron: — Galileos, ¿qué hacen ahí plantados mirando al cielo? Estén seguros de que el mismo Jesús que ha sido arrebatado de junto a ustedes para subir al cielo, igual que lo han visto ir al cielo, volverá. º
12

Elección del sucesor de Judas

Regresaron entonces a Jerusalén desde el llamado monte de los Olivos *, lugar cercano a la ciudad, de la que distaba el trayecto que se permitía recorrer en sábado º.
13 Cuando llegaron, subieron al piso en que se alojaban; eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago hijo de Alfeo *, Simón el Zelote * y Judas, hijo de Santiago º. º
14 Todos estos, junto con las mujeres, con María la madre de Jesús y con los hermanos de este, oraban constantemente en íntima armonía. º
15 Uno de aquellos días, Pedro º, puesto en pie en medio de los hermanos, que formaban un grupo de unas ciento veinte personas, habló como sigue:
16 — Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo anunció de antemano en la Escritura por medio de David, referente a Judas, el guía de los que detuvieron a Jesús.
17 Era uno de los nuestros y había tomado parte en nuestra tarea.
18 Pero después, con el producto de su delito, compró un campo, se tiró de cabeza desde lo alto y reventó por medio, desparramándose todas sus entrañas. º
19 Este suceso se divulgó entre todos los habitantes de Jerusalén, por lo cual llamaron a aquel lugar, en su propio idioma º, Hacéldama, es decir “campo de sangre”.
20 Todo esto está escrito en el libro de los Salmos: Que su mansión se vuelva un desierto y no haya quien habite en ella. Y también: Que otro ocupe su cargo. º
21 Se impone, por tanto, que alguno de los hombres que nos acompañaron durante todo el tiempo en que Jesús, el Señor, se encontraba entre nosotros º,
22 desde los días en que Juan bautizaba º hasta que fue arrebatado de nuestro lado, se agregue a nuestro grupo para ser con nosotros testigo de su resurrección. º
23 “Así que propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, y apodado "el Justo", y a Matías.”
24 Luego hicieron esta oración: “Señor, tú que conoces a todos en lo íntimo de su ser, manifiesta a cuál de estos dos has escogido
25 para que ocupe, en este ministerio apostólico, el puesto del que renegó Judas para irse al lugar que le correspondía”.
26 A continuación echaron suertes, y le tocó a Matías, quien fue agregado al grupo de los otros once apóstoles.

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Introducción a Hechos

INTRODUCCIÓN


1. Aspectos generales


En la introducción al tercer evangelio quedó claro que el libro de los Hechos de los Apóstoles ha de ser considerado como la segunda parte de una obra conjunta que la tradición cristiana, prácticamente sin fisuras, ha atribuido a un cristiano del último tercio del siglo I llamado Lucas. En consecuencia, lo dicho allí sobre las características generales y estado primitivo de la obra, sobre su finalidad, el autor y los destinatarios es plenamente válido para esta introducción.


Debemos señalar, en primer lugar, que el título que actualmente lleva el libro — Hechos de los Apóstoles — no es original, aunque con ligeras variantes se remonta, como mínimo, a la segunda mitad del siglo II. Por otra parte, dicho título tampoco responde al contenido básico del libro. En efecto, el grupo de los doce apóstoles en conjunto sólo se menciona de pasada en los primeros capítulos. Inmediatamente el protagonismo pasa a Pedro que ocupa el primer plano de la escena en la primera parte de la obra. Del resto de los apóstoles, sólo los hijos de Zebedeo — Juan y Santiago — tienen una cierta y esporádica cabida (siempre a la sombra de Pedro) en el relato (Hch 3:1-4; Hch 3:11; Hch 4:1-15; Hch 4:23; Hch 8:14-17; Hch 8:25; Hch 12:1-2). A partir del capítulo Hch 13:1-52 el protagonista del libro es Pablo, a quien Lucas admira, pero a quien no aplica nunca el apelativo de apóstol. Con razón, pues, se ha dicho que el título adecuado para esta parte de la obra de Lucas podría ser Historia de los Orígenes Cristianos, o bien, Hechos del Espíritu, si consideramos que el Espíritu Santo es, sin lugar a dudas, el verdadero y profundo protagonista de toda la obra lucana.


El texto griego del libro de los Hechos (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Hch) se ha transmitido en dos principales formas: a) el llamado texto alejandrino o egipcio, representado por importantes y valiosos papiros y códices; es un texto breve y sobrio, los críticos lo consideran más cercano al original, y suele ser utilizado como base para ediciones críticas; y b) el texto llamado occidental (tal vez por haber sido copiado en Occidente y conservado durante varios siglos en Lyón) representado por una tradición manuscrita de menor peso, pero de ninguna manera desdeñable; es un texto que introduce numerosas adiciones con respecto al anterior, trata de corregir inexactitudes, las citas del AT son menos cercanas a los LXX, tiende a resaltar las figuras de Pedro y Pablo, es abiertamente antijudío y subraya más todavía, si fuera posible, la actividad del Espíritu Santo. La inmensa mayoría de las traducciones modernas — y la presente no es una excepción — utilizan el texto alejandrino como principal punto de referencia.


La autoría de Lucas, reconocida de forma unánime por la tradición, ha suscitado últimamente algunas reservas, pero nadie ha presentado una alternativa consistente. La opinión hoy más común es que toda la obra — Evangelio y Hechos — habría sido escrita en la década de los 80 y en un lugar fuera de Palestina, sin que sea posible concretar mucho más.


2. Dimensión literaria. Proceso de composición


La calidad literaria de Hch puede calificarse de excelente. Resiste con holgura la comparación con otros importantes escritos profanos de la época helenística y, dentro del NT, sólo el propio tercer evangelio, el escrito a los Hebreos y algunos pasajes de las cartas paulinas pueden colocarse a su altura. Lucas es un magnífico narrador que, imitando el estilo de los LXX, construye con soltura y elegancia. Sabe alternar oportunamente los diversos niveles del lenguaje, desde el más popular al más elevado, y esto hace que Hch, donde podríamos decir que escribe con más libertad literaria que en el caso del Evangelio, la redacción resulte, si cabe, más pulida y brillante.


Por lo que se refiere al proceso de composición, Hch constituye una novedad dentro de la literatura cristiana del siglo I. Su autor no dispuso de un modelo previo como en el caso del Evangelio, primera parte de la obra. Pero sí tuvo a mano la necesaria información y, dado el método de trabajo que el propio Lucas nos revela en el prólogo a toda su obra (Luc 1:1-4), nos hace suponer que también para componer la segunda parte se sirvió de fuentes que pudieron ser tanto orales como escritas. Entre estas últimas, se sugiere la existencia de una fuente jerosolimitana y otra antioquena para los primeros quince capítulos de libro. Y sobre todo, para la segunda parte del libro (Hch 16:1-40Hch 28:1-31), se ha propuesto la utilización por parte de Lucas de un hipotético diario de viajes escrito por el propio Lucas o por otro compañero de Pablo (¿Silas, tal vez?). A este diario pertenecerían las célebres “secciones nosotros”, cuatro pasajes, especialmente relacionados con travesías marítimas (Hch 16:10-17; Hch 20:5-15; Hch 21:1-18; Hch 27:1Hch 28:16), en los que el narrador pasa sorprendentemente de narrar en tercera persona a hacerlo en primera persona del plural. Puede pensarse en apuntes del mismo autor del libro que habría formado parte del grupo apostólico de Pablo en estas concretas ocasiones, o tal vez mejor, en apuntes de otro acompañante de Pablo que llegaron a manos del autor de Hch y que este no dudó en utilizar.


En todo caso, el autor de Hch contó con una abundante información, tanto escrita como oral, con la que elaboró un peculiar y personalísimo género literario que podemos denominar historia teológica o teología narrativa. Un género literario al que el autor ha dado forma a base de entretejer hábilmente una amplia serie de relatos, discursos y sumarios. La cuidadosa disposición de estos tres elementos, desiguales en extensión pero igualmente importantes en la estructura global del libro, constituye el hilo conductor de toda la trama.


Los relatos ocupan la mayor parte de la obra — dos terceras partes — , pero no pretenden agotar los acontecimientos que tuvieron lugar en aquellos primeros años de la Iglesia. El autor ha llevado a cabo una significativa selección de los acontecimientos y personajes más representativos desde su particular perspectiva teológica y desde la finalidad que pretende con el libro.


Los discursos (veinticuatro en total, que ocupan casi una tercera parte del libro) son el instrumento a través del cual el autor transmite y explica sus convicciones teológicas. Puestos en boca de todo tipo de personas, y en lugares claves del relato, hacen que el lector profundice en el sentido de los acontecimientos y descubra en ellos el mensaje que se quiere transmitir, a saber, la muerte y resurrección de Jesucristo como fuente y camino de salvación para todos los seres humanos.


Y finalmente los sumarios, breves resúmenes de la vida comunitaria que están presentes sobre todo en la primera parte del libro (Hch 2:42-47; Hch 4:32-35; Hch 5:12-16; Hch 9:31; Hch 6:7; Hch 12:24; Hch 16:5). No cabe duda de que son una elaboración del autor; con ellos quiere, por una parte, ofrecer a los lectores pausas de reflexión para que profundicen en el mensaje; y por otra, los convierte en medios privilegiados para presentar su visión de cómo debería ser la comunidad cristiana ideal, la de entonces y la de todos los tiempos.


3. Valor histórico


Hemos definido Hch como una historia teológica o una teología narrativa. Esto significa que el autor no pretende elaborar sin más una crónica histórica de la primitiva comunidad cristiana, ni buscar información exhaustiva sobre ella. Selecciona, más bien, episodios y personajes, con frecuencia los idealiza y, en otros casos, los simplifica y esquematiza. De ahí que Hch no pueda ser considerado como un simple tratado de historia, y menos aún debe pretenderse que responda a nuestro actual concepto científico de la historia. Tomar siempre al pie de la letra sus “aparentes” informaciones, puede resultar peligroso y desorientador. Por otra parte, no deben pasarse por alto los significativos silencios de Hch. Nada dice, por ejemplo, de la fundación de iglesias tan importantes como la de Alejandría o la de Roma, nada sobre la actividad apostólica de Pedro fuera de Palestina, nada sobre las tormentosas relaciones entre Pablo y las comunidades de Corinto y Galacia. Sean cuales sean los motivos de este silencio, el hecho es incuestionable y demuestra que Hch no es ni una historia total de la primitiva Iglesia cristiana, ni tampoco una biografía completa de Pablo.


Todo esto es cierto, pero en modo alguno debe conducir a posturas extremas que presenten a Hch como una abierta falsificación tendenciosa o, en el mejor de los casos, como una obra con buenas intenciones pero muy mal informada. Frente al radicalismo crítico del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, hoy prevalece la idea de que Hch es, en líneas generales, históricamente fiable; su autor escribe como teólogo, pero también como historiador, pues la auténtica historia es indispensable para una correcta teología.


Por lo que respecta a la imagen de Pablo en Hch, los mismos autores que teóricamente parecen desconfiar de los datos de Hch, luego en la práctica los utilizan con menos reservas de las señaladas en principio. Aunque con ribetes apologéticos y un tanto idealizadores, la figura histórica de Pablo que se desprende de Hch es correcta y coincide substancialmente con la de las propias cartas del Apóstol. A todo esto habría que añadir una amplia serie de datos consignados en Hch que están básicamente de acuerdo con lo que sabemos por otras fuentes no bíblicas sobre el funcionamiento de aquella sociedad grecorromana. No existen, pues, razones de peso para poner en entredicho el valor histórico fundamental de Hch.


4. Mensaje y contenido


Hch es el testimonio documental de cómo, a través de la acción del Espíritu, la salvación traída por Jesucristo se hace presente y operativa en la primitiva Iglesia cristiana, comunidad fraternal de fe, y llega a penetrar en el corazón mismo del mundo pagano. Además de esto, el autor trata de demostrar que la nueva religión — el nuevo “camino” — no pretende conculcar las leyes del imperio romano, sino más bien tender puentes de aproximación y crear lazos de colaboración y entendimiento. La figura y la acción misionera de Pablo es, al respecto, emblemática.


Así pues, Hch es ante todo una especie de memoria-testimonio sobre la obra realizada por el Espíritu Santo en los primeros años de la Iglesia. El Espíritu prometido (Hch 1:5; Hch 2:16-21; ver Luc 24:49) y enviado (Hch 2:1-4) es el verdadero protagonista del libro y el auténtico artífice de la extensión del mensaje cristiano hasta los confines del Imperio. Los personajes — Pedro, Esteban, Felipe, Bernabé, Apolo, Pablo, etc. — , aparecen y desaparecen; el Espíritu está siempre alentando y vivificando a la Iglesia. Con razón podemos hablar de Hch como de Evangelio del Espíritu Santo o Hechos del Espíritu.


Por su parte, la acción del Espíritu consiste primordialmente en hacer de los discípulos de Jesús testigos privilegiados del acontecimiento central de la historia, que no es otro sino la salvación traída por Jesús. A través de estos testigos, que lo son no sólo mediante palabras sino también a través de signos prodigiosos (Hch 3:1-10; Hch 5:1-16; Hch 8:6-7; Hch 9:32-41; Hch 12:6-11; Hch 13:11; Hch 14:8-20; Hch 16:25-26; Hch 20:9-12; ver Luc 24:49), la salvación de Jesús va llegando a los más diversos ambientes y lugares, y se convierte en mensaje que interpela a individuos y grupos. Este ofrecimiento de salvación a través de la predicación apostólica es aceptado por unos y rechazado por otros. En realidad, tanto los apóstoles como los demás misioneros cristianos son plenamente conscientes de que su condición de servidores de la palabra (Hch 6:4) les acarreará permanentes dificultades y sufrimientos. Pero eso no va a ser obstáculo para que, llenos de alegría y sin miedo alguno, proclamen el mensaje de salvación por todas partes, desde Jerusalén hasta Roma, cumpliendo así el encargo de Jesús (Hch 1:8).


El resultado de esta acción conjunta — presencia del Espíritu y actividad misionera de los testigos — es la formación y crecimiento imparable de la Iglesia cristiana como comunidad de salvación. Hch da testimonio de ello desde la primera hasta la última página. Todo en él tiene una referencia comunitaria; todo se hace desde una experiencia de fraternidad y participación (Hch 2:42-46; Hch 4:32-35; Hch 11:27-30). De esta manera la Iglesia nacida en Pentecostés se constituye en el nuevo pueblo adquirido por Dios (Hch 15:14; Hch 18:10), en la comunidad universal de salvación y de fe que se concreta en las múltiples y variopintas iglesias locales: Jerusalén, Samaría, Antioquía, Filipos, Tesalónica, Corinto, Éfeso, Roma.


Subrayemos, finalmente, que el autor de Hch ha querido compendiar todo este proceso de formación y crecimiento de la Iglesia en la preciosa imagen del camino (Hch 9:2; Hch 13:10; Hch 16:17; Hch 18:25-26; Hch 19:9; Hch 19:23; Hch 22:4; Hch 24:14; Hch 24:22). Recuerda así Lucas a los creyentes de entonces y de todos los tiempos la condición itinerante del cristiano: la Iglesia no es una realidad anquilosada e inmóvil, sino dinámica y en permanente actitud de crecimiento y de marcha. La historia que Lucas cuenta no termina en el capítulo Hch 28:1-31 de Hch, que por otra parte no deja de ser un sorprendente final para un relato que parecería tener a Pablo como protagonista. ¿Por qué no nos dice en qué paró la situación de Pablo prisionero y en espera de un juicio ante los tribunales del emperador? Pues porque el verdadero protagonista del libro no es el mensajero, sino el mensaje; y lo mismo que el mensaje tenía que llegar, y llegó, hasta los confines de la tierra, la historia queda abierta para que llegue también, por los “caminos” que Dios quiera, hasta el final de los tiempos, cuando Jesús vuelva a clausurar esa historia de salvación.


5. Estructura y división


En épocas pasadas se ha propuesto dividir el libro de Hch en dos grandes partes atendiendo, bien al programa misionero (misión a los judíos-misión a los paganos) que se sugiere en Hch 2:39, bien a los dos principales protagonistas del libro que son Pedro y Pablo. Estos criterios tienen valor y en cierta manera el autor los ha debido tener en cuenta a la hora de estructurar esta parte de la obra. Pero son insuficientes para explicar el orden interno del libro en su conjunto. Por eso hoy se acude a una combinación de criterios geográficos, literarios y teológicos que tienen como punto de arranque el texto programático de Hch 1:8 con sus tres elementos: la fuerza del Espíritu, los testigos de la palabra, y el camino que ha de recorrer el mensaje. La repetida mención de estos tres elementos en puntos estratégicos del libro, nos conduce a la siguiente división:


— Introducción (Hch 1:1-26)


I. — TESTIGOS EN JERUSALÉN (Hch 2:1Hch 8:3)


- Derramamiento del Espíritu en Pentecostés (Hch 2:1-43)


- La primera comunidad cristiana (Hch 2:43Hch 5:16)


- Primeras persecuciones (Hch 5:17Hch 8:3)


II. — TESTIGOS EN JUDEA Y SAMARÍA (Hch 8:4Hch 12:25)


- Evangelización de Samaría (Hch 8:4-40)


- Pablo irrumpe en escena (Hch 9:1-31)


- Actividad misionera de Pedro (Hch 9:32Hch 12:25)


III. — TESTIGOS HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA (Hch 13:1-52Hch 28:1-31)


- Primer viaje misionero de Pablo (Hch 13:1-52Hch 14:1-28)


- Asamblea de Jerusalén (Hch 15:1-35)


- Segundo viaje misionero de Pablo y Bernabé (Hch 15:36Hch 18:22)


- Tercer viaje misionero de Pablo (Hch 18:23Hch 21:16)


- Pablo arrestado en Jerusalén (Hch 21:17Hch 23:22)


- Pablo prisionero en Cesarea del Mar (Hch 23:23Hch 26:32)


- Pablo trasladado a Roma (Hch 27:1-44Hch 28:1-31)


Fuente:

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Notas

Hechos 1,1Luc 1:1.


Hechos 1,1— Teófilo: Ver nota a Luc 1:3.

— mi primer libro: Es decir, el tercer evangelio en cuanto primera parte de la obra lucana. Ver Introducción, tanto al evangelio de Lucas como al libro de los Hechos.
Hechos 1,2— Espíritu Santo: Se trata del auténtico protagonista de Hch. Ya había desempeñado un papel de primer orden en el tercer evangelio (ver Luc 1:15; Luc 1:35; Luc 1:41; Luc 2:25; Luc 3:16; Luc 3:22; Luc 4:1; Luc 4:14; etc.), pero en el libro de los Hechos su presencia y su actividad se tornan absorbentes (Hch 1:5; Hch 8:16; Hch 2:4; Hch 2:33; Hch 2:38; Hch 4:8; Hch 4:25; Hch 4:31; Hch 5:3; Hch 9:32; Hch 6:3; Hch 6:5; Hch 7:35; Hch 8:15; etc.). En el presente pasaje las palabras bajo la acción del Espíritu Santo podrían también referirse tanto a subió al cielo, como a que había elegido.
Hechos 1,2Mat 28:16-20; Mar 16:12-19; Luc 24:36-51; Jua 20:19-22; Jua 20:26; Jua 21:1-14; (ver Hch 13:31).
Hechos 1,4Ver Hch 2:33; Luc 24:49; Jua 14:15-17; Jua 15:26; Jua 16:7; Jua 16:13-15; Gál 3:14; Efe 1:13.
Hechos 1,5Ver Hch 11:16; Luc 13:16 y par.; Jua 1:33.
Hechos 1,7Mat 24:36 y par.
Hechos 1,8— ... el último rincón de la tierra: Este versículo, que es programático en Hch, sirve para estructurar todo el libro (ver Introducción) y marca las etapas fundamentales del camino que ha de recorrer el mensaje evangélico. Jerusalén, que había sido el punto de llegada en la primera parte de la obra, es ahora el punto de partida.
Hechos 1,8Hch 1:22; Hch 2:32; Hch 3:15; Hch 4:33; Hch 5:32; Hch 8:25; Hch 10:39-41; Hch 13:31; Hch 22:15; Hch 18:20; Hch 23:11; Hch 26:16; Hch 26:22; Luc 24:48; Jua 15:27.
Hechos 1,9Éxo 13:21-22; Dan 7:13; (ver 2Re 2:9-13); Mat 17:5 y par.; Mat 24:30 y par.; Mat 26:64 y par.; Mar 16:19; Luc 24:51.
Hechos 1,10Luc 24:4.
Hechos 1,11Mat 24:30 y par.; Luc 21:27; Apo 1:7.
Hechos 1,12— monte de los Olivos: Ver nota a Mat 21:1.

— en sábado: La interpretación que los judíos hacían de la ley de Moisés autorizaba a recorrer en sábado sólo una distancia algo inferior a un kilómetro.
Hechos 1,13— hijo de Alfeo: Ver nota a Mat 10:3.

— Simón, el Zelote: Ver nota a Mat 10:4.

— hijo de Santiago: Ver notas a Mat 10:3 y Jua 14:22.
Hechos 1,13Mat 10:2-4 y par.
Hechos 1,14Mat 12:46; Mat 13:55; Mar 3:31; Mar 6:3; Jua 2:12.
Hechos 1,15— Pedro: Ya en los evangelios, Pedro ocupa un lugar destacado en el grupo de los apóstoles. En los doce primeros capítulos de Hch su figura cobra una relevancia todavía mayor. En este pasaje nos encontramos con el primero de los numerosos discursos contenidos en Hch. Ver Introducción general al libro.
Hechos 1,18Mat 23:1-10 (ver Mat 27:3-10).
Hechos 1,19— su propio idioma: Se trata del arameo, la lengua viva entonces hablada en Palestina.
Hechos 1,20Sal 69:25; Sal 109:8.
Hechos 1,21Luc 1:2; Jua 15:27.
Hechos 1,22— en que Juan bautizaba: Lit. del bautismo de Juan. Podría entenderse como del bautismo de Jesús por parte de Juan; pero en Luc 3:21 no se dice expresamente que Juan bautizara a Jesús.
Hechos 1,22Hch 1:8.