I Crónicas 20 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 8 versitos |
1 Al año siguiente, en la época en que los reyes salen a la guerra, Joab llevó el grueso del ejército, arrasó el territorio amonita y se fue a sitiar Rabá, mientras David permanecía en Jerusalén. Joab conquistó Rabá y la demolió.
2 David quitó la corona de la cabeza de Milcón y descubrió que pesaba unos treinta y cuatro kilos de oro. Había en ella una piedra preciosa, que pasó a la corona de David. Se llevó de la ciudad un inmenso botín.
3 También hizo cautivos a sus habitantes y los puso a trabajar con sierras, rastrillos y hachas de hierro. Hizo lo mismo con todas las ciudades de los amonitas. Después regresó a Jerusalén con todo el ejército ° .
4 Más tarde tuvo lugar en Guézer una batalla contra los filisteos. Fue entonces cuando el jusita Sibcay mató a Sipay, de la raza de los gigantes. Los filisteos quedaron sometidos.
5 Se reanudó la guerra contra los filisteos y Eljanán, hijo de Yaír, mató a Lajmí, hermano de Goliat, el de Gat; el asta de su lanza era como el rodillo de un telar.
6 Hubo otra batalla en Gat, donde había un gigante que tenía veinticuatro dedos —seis en cada mano y seis en cada pie—. Pertenecía también a la raza de los gigantes.
7 Injurió a Israel, pero lo mató Jonatán, hijo de Simá, hermano de David.
8 Esta gente descendía de los gigantes de Gat, y cayeron en manos de David y de sus hombres.

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Introducción a I Crónicas

1 CRÓNICAS

Por los libros de la llamada escuela deuteronomista (de Josué a 2 Reyes) estamos al tanto del período que va desde Josué hasta el destierro. El autor de Crónicas se remonta hasta Adán y llega hasta Esdras, al menos. El núcleo de su enseñanza puede resumirse en los términos siguientes: toda la historia tiene un centro de gravitación, que en el presente caso es el templo, proyectado por David y edificado por Salomón. En el templo se congrega el pueblo de Dios para buscar al Señor y alabarlo. La alabanza se torna súplica en momentos de dificultad -en la guerra, por ejemplo-, en los que el pueblo únicamente ha de rezar, confiar y esperar; el resto lo hará milagrosamente el Señor. Desde esta perspectiva, el rey David y su dinastía no han caducado, por más que ya no existan cuando escribe el cronista.

El esfuerzo intelectual y religioso de esta extensa obra tuvo su recompensa: la comunidad judía no perdió su identidad, supo afrontar un siglo más tarde la ola arrolladora del helenismo y, después, hizo frente a todos los avatares de la diáspora, las múltiples persecuciones a lo largo de los siglos e incluso el holocausto.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

I Crónicas 20,3*20:3 Al contar estos acontecimientos precedentes, el cronista da por no sabido que con la guerra contra Amón se inicia la historia de la sucesión al trono davídico: adulterio de Betsabé, nacimiento de Salomón, asesinato de Urías, denuncia de Natán, etc. David, según el cronista, es un rey perfecto.