II Reyes  23 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 37 versitos |
1 El rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén y se reunieron ante él.
2 Subió el rey al templo del Señor con todos los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén; los sacerdotes, profetas y todo el pueblo, desde el menor al mayor, y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la Alianza hallado en el templo del Señor.
3 Se situó el rey de pie junto a la columna y, en presencia del Señor, estableció la alianza, con el compromiso de caminar tras el Señor y guardar sus mandamientos, testimonios y preceptos, con todo el corazón y con toda el alma, y poner en vigor las palabras de la alianza escritas en el libro. Todo el pueblo confirmó la alianza.
4 El rey ordenó a Jilquías, al segundo de los sacerdotes y a los guardias del umbral que sacaran del santuario del Señor todos los objetos fabricados para Baal, Aserá y todo el ejército de los cielos. Luego los quemó fuera de Jerusalén, en los yermos del Cedrón, y llevó sus cenizas a Betel.
5 Suprimió los sacerdotes paganos designados por los reyes de Judá, los cuales quemaban incienso en los altozanos, en las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén. Eliminó igualmente a los que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a los astros celestes y a todo el ejército de los cielos.
6 Sacó la Aserá del templo del Señor fuera de Jerusalén, al torrente Cedrón, y la quemó allí, en el torren¬te Cedrón, reduciéndola a unas cenizas que esparció sobre las tumbas de los hijos del pueblo.
7 Derribó igualmente las dependencias de los consagrados a la prostitución, que estaban en el templo del Señor, donde las mujeres tejían velos para Aserá.
8 E hizo venir a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y profanó los altozanos donde quemaban incienso, desde Gabá hasta Berseba. Derribó también los templetes de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, a la izquierda según se pasa la puerta de la ciudad.
9 Con todo, los sacerdotes de los altozanos no podían acercarse al altar del Señor en Jerusalén, aunque sí comían los panes ácimos en medio de sus hermanos.
10 Profanó el Tofet del valle de Ben Hinnón, para que nadie hiciera pasar por el fuego a su hijo o a su hija, en honor de Mólec.
11 Suprimió los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al Sol, a la entrada del templo del Señor, cerca de la cámara del eunuco Netán Mélec que estaba en las dependencias, y quemó el carro del Sol.
12 El rey derribó los altares que construyeron los reyes de Judá sobre el terrado de la cámara superior de Ajaz y los altares de Manasés que se hallaban en los dos patios del templo del Señor, los destruyó allí mismo y arrojó sus cenizas al torrente Cedrón.
13 El rey profanó también los altozanos que estaban frente a Jerusalén, al sur del monte de los Olivos, los que Salomón, rey de Israel, había erigido a Astarté, monstruo abominable de los sidonios; profanó igualmente a Camós, monstruo abominable de Moab, y a Milcón, abominación de los amonitas.
14 Luego rompió las estelas, cortó los cipos sagrados y llenó sus emplazamientos de huesos humanos.
15 Además derribó el altar que había en Betel y el altozano que hizo Jeroboán, hijo de Nebat, el que hizo pecar a Israel. Quemó el altozano, rompió luego las piedras, las redujo a polvo y quemó el cipo sagrado.
16 Al volver la cabeza Josías, vio los sepulcros que había en la montaña. Mandó recoger los huesos de las tumbas y los quemó sobre el altar, profanándolo. Así se cumplió la palabra del Señor que había comunicado el hombre de Dios, mientras Jeroboán estaba en pie junto al altar durante la fiesta. Se volvió Josías y, al ver la tumba del hombre de Dios que había predicho estas cosas,
17 preguntó: «¿Qué monumento es ese que veo?». Los hombres de la ciudad le respondieron: «Es la tumba del hombre de Dios que vino de Judá y anunció estas cosas que has hecho contra el altar de Betel».
18 Y dijo el rey: «Dejadlo en paz. Que nadie toque sus huesos». Y preservaron así sus huesos, junto con los huesos del profeta que vino de Samaría.
19 Josías hizo desaparecer después todos los santuarios de los altozanos que habían construido los reyes de Israel en las ciudades de Samaría, irritando al Señor, e hizo con ellos exactamente lo mismo que había hecho en Betel:
20 inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de los altozanos que allí se encontraban y quemó sobre ellos huesos humanos. Luego regresó a Jerusalén.
21 El rey dio esta orden a todo el pueblo: «Celebrad la Pascua en honor del Señor, vuestro Dios, según está escrito en este libro de la Alianza».
22 No se había celebrado una Pascua como aquella desde los días de los Jueces que juzgaron a Israel, ni en los días de los reyes de Israel y de los reyes de Judá.
23 Tan solo el año dieciocho del rey Josías se celebró una Pascua así, en honor del Señor, en Jerusalén.
24 Asimismo, los adivinos y los nigromantes, los terafim y los ídolos, y todos los monstruos abominables que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén fueron eliminados por Josías, para poner en vigor las palabras de la ley escritas en el libro que halló el sacerdote Jilquías en el templo del Señor.
25 Antes que él no había surgido ningún rey que se volviese al Señor como él, con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, según la doctrina de Moisés. Ni después de él se ha levantado nadie como él.
26 Sin embargo, el Señor no se apartó del ardor de su gran cólera, la que se le había encendido contra Judá, por la irritación que le produjeron todas las acciones de Manasés.
27 Pues el Señor había dicho: «También apartaré a Judá de mi presencia, como he apartado a Israel, rechazando Jerusalén, esta ciudad que había elegido y el templo del que dije: “Mi Nombre estará en él”».
28 El resto de los hechos de Josías, cuanto hizo, ¿no se halla escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá?
29 En sus días subió el faraón Necó, rey de Egipto, contra el rey de Asiria, que se hallaba junto al río Éufrates. El rey Josías fue a su encuentro, pero Necó lo mató en Meguido nada más verlo.
30 Sus servidores trasladaron el cadáver de Josías en carro desde Meguido, lo condujeron a Jerusalén y le dieron sepultura en su sepulcro. El pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y lo ungió, proclamándolo rey en lugar de su padre.
31 ° Tenía Joacaz veintitrés años cuando comenzó a reinar y lo hizo por tres meses en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de Libná.
32 Hizo el mal a los ojos del Señor, exactamente lo mismo que lo habían hecho sus padres.
33 Y el faraón Necó lo hizo prisionero en Riblá, en la tierra de Jamat, para que no reinara más en Jerusalén, e impuso al país un impuesto de cien talentos de plata y diez de oro.
34 El faraón Necó, además, puso por rey a Eliaquín, hijo de Josías, en lugar de su padre, y le cambió el nombre en Joaquim. En cuanto a Joacaz, lo tomó y lo llevó a Egipto, donde murió.
35 Joaquim hizo entrega de la plata y el oro al faraón pero, para pagar el dinero según la orden del faraón, impuso un gravamen sobre el país, a cada cual según sus bienes, apremiando al pueblo de la tierra por el dinero que había de entregar al faraón Necó.
36 Veinticinco años tenía Joaquim cuando inició su reinado y reinó once años en Jerusalén. El nombre de su madre era Zebidá, hija de Pedaías, de Rumá.
37 E hizo el mal a los ojos del Señor, exactamente lo mismo que hicieron sus padres.

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Introducción a II Reyes 

VER INTRODUCCIÓN A 1 Reyes

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

II Reyes  23,1-30*22:1-23:30 Josías (640-609) es el último rey importante de Judá. Durante su reinado se descubrió en el templo (621) el «libro de la doctrina» o «de la ley», llamado también «libro de la alianza» en 2Re 23:2; 2Re 23:21. Este documento constituía una forma primigenia del Deuteronomio. Sus prescripciones sirvieron de pauta para la reforma emprendida por Josías, que eliminó las prácticas de culto extranjeras introducidas por Manasés, quitó la imagen de Aserá y depuso a los sacerdotes de tales cultos. Suprimió también los santuarios yahvistas locales. Su acción en Betel (2Re 23:15) supuso el cumplimiento de la antigua profecía del hombre de Dios de Judá (1Re 13:2). Su fidelidad al yahvismo no pudo, sin embargo, anular la sentencia divina pendiente sobre Judá (2Re 23:26).


II Reyes  23,31-37*23:31-24:7 Necó deportó a Egipto al nuevo rey, Joacaz (609), y puso en el trono a otro hijo de Josías, Eliaquín, cambiando su nombre por el de Joaquín (609-598) en señal de dominio sobre él y su reino (Gén 2:19 s). Más tarde, la victoria de Nabucodonosor (605-562) en Siria en el 605 hizo que Joaquín se pasara al bando babilonio o caldeo. Hasta el 598 Nabucodonosor no pudo intervenir directamente en Judá, limitándose a favorecer la incursión de bandas de poblaciones interpuestas. El redactor deuteronomista ve en ello los primeros signos del cumplimiento de las profecías anunciadas contra Judá a causa de los pecados de Manasés (Re 22:16e 22:16 s; Re 23:26e 23:26 s).