Oseas  2 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 25 versitos |
1 El número de los israelitas será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar; y en lugar de decirles: "Ustedes no son mi pueblo", les dirán: "Hijos del Dios viviente".
2 Entonces los hijos de Judá se reunirán con los hijos de Israel: designarán para sí un jefe único y desbordarán del país, porque será grande el día de Izreel.
3 Digan a sus hermanos: "Mi pueblo" y a sus hermanas: "compadecida".
4 ¡Acusen a su madre, acúsenla! Porque ella no es mi mujer ni yo soy su marido. Que aparte de su rostro sus prostituciones, y sus adulterios de entre sus senos.
5 Si no, la desnudaré por completo y la dejaré como el día en que nació; haré de ella un desierto, la convertiré en tierra árida y la haré morir de sed.
6 Y no tendré compasión de sus hijos, porque son hijos de prostitución.
7 Sí, su madre se prostituyó, la que los concibió se cubrió de vergüenza, porque dijo: "Iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas".
8 Por eso voy a obstruir su camino con espinas, la cercaré con un muro, y no encontrará sus senderos.
9 Irá detrás de sus amantes y no los alcanzará, los buscará y no los encontrará. Entonces dirá: Volveré con mi primer marido, porque antes me iba mejor que ahora".
10 Ella no reconoció que era yo el que le daba el trigo, el vino nuevo y el aceite fresco; el que le prodigaba la plata y el oro que ellos emplearon para Baal.
11 Por eso retiraré mi trigo a su tiempo y mi vino en su estación; arrancaré mi lana y mi lino, con los que cubría su desnudez.
12 Ahora descubriré su deshonra a la vista de todos sus amantes, y nadie la librará de mi mano.
13 Haré cesar toda su alegría, sus fiestas, sus novilunios, sus sábados y todas sus solemnidades.
14 Devastaré su viña y su higuera, de las que ella decía: "Este es el salario que me dieron mis amantes". Las convertiré en una selva y las devorarán los animales del campo.
15 Le pediré cuenta por los días de los Baales, a los que ella quemaba incienso, cuando se adornaba con su anillo y su collar e iba detrás de sus amantes, olvidándose de mí -oráculo del Señor-.
16 Por eso, yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré de su corazón.
17 Desde allí, le daré sus viñedos y haré del valle de Acor una puerta de esperanza. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto.
18 Aquel día -oráculo del Señor- tú me llamarás: "Mi esposo" y ya no me llamarás: "Mi Baal".
19 Le apartaré de la boca los nombres de los Baales, y nunca más serán mencionados por su nombre.
20 Yo estableceré para ellos, en aquel día una alianza con los animales del campo, con las aves del cielo y los reptiles de la tierra; extirparé del país el arco, la espada y la guerra, y haré que descansen seguros.
21 Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia;
22 te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor.
23 Aquel día yo responderé -oráculo del Señor- responderé a los cielos y ellos responderán a la tierra;
24 y la tierra responderá al trigo, al vino nuevo y al aceite fresco, y ellos responderán a Izreel.
25 Yo la sembraré para mí en el país; tendré compasión de "No compadecida" y diré a "No es mi pueblo": "¡Tú eres Mi Pueblo!" y él dirá: "¡Dios mío!".

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Introducción a Oseas 


Oseas

Aunque su Libro ocupa el primer lugar en la colección de los doce Profetas llamados "menores", OSEAS comenzó a ejercer la actividad profética unos años después que Amós. Como este último, y a diferencia de Isaías, su gran contemporáneo de Jerusalén, Oseas predicó en el reino del Norte, a quien él llama "Israel", "Jacob" y más frecuentemente "Efraím". Su época fue un período de abierta decadencia. Después del largo y próspero reinado de Jeroboám II (787-747), el país se hundió en la anarquía. En quince años, cuatro reyes murieron asesinados. La realeza, dominada por las intrigas de los jefes militares, se debatía en medio de crisis constantes, provocadas por la incontenible expansión de Asiria, que conquistaba territorios, sometía a los pueblos, les imponía pesados tributos y les exigía una sumisión incondicional. En el libro de Oseas hay numerosas alusiones a este período turbulento, pero ningún indicio seguro nos permite saber si el profeta llegó a ver la caída de Samaría en el 722-721 a. C.
Todo el mensaje de Oseas tiene como tema principal el amor del Señor despreciado por su Pueblo. Su dramática experiencia conyugal le hizo penetrar en los secretos del corazón de Dios, que ama a Israel como un padre a su hijo y un esposo a su esposa. Él es el primero entre los profetas que describe la relación entre el Señor e Israel en términos de unión matrimonial. El Dios de Oseas es un Dios apasionado, que se expresa con el lenguaje del amor: él manifiesta su ternura, sus celos, su ardiente deseo de ser correspondido y su violenta indignación al verse traicionado. Pero esa ternura no es un signo de debilidad. Es la fuerza de Dios, capaz de transformar al hombre y de hacer desaparecer en él hasta el recuerdo del pecado. Por eso su última palabra no es de rechazo y de condenación, sino que anuncia en términos de "alianza" una maravillosa restauración, que tendrá dimensiones cósmicas (2. 20-22).
El texto hebreo de este Libro no está muy bien conservado y muchos pasajes del mismo resultan poco inteligibles. De ahí que la traducción sea con frecuencia conjetural. Como casi todos los libros proféticos, también el de Oseas fue escrito en parte por el mismo profeta y en parte por sus discípulos. Además, numerosos pasajes parecen ser más bien un resumen que una reproducción exacta de su predicación oral. Las frases breves y la expresión extremadamente concisa, que dan tanta fuerza y belleza al estilo de este profeta, lo hacen a veces oscuro y difícil.
El mensaje de Oseas ha dejado huellas profundas en el Antiguo Testamento. A partir de él, el simbolismo conyugal se hizo clásico en los escritos proféticos. El Nuevo Testamento, por su parte, cita pasajes de Oseas o se inspira en ellos no menos de quince veces. De una manera especial, san Pablo y el Apocalipsis aplican a la unión de Cristo con la Iglesia el símbolo del matrimonio de Dios con su Pueblo ( 2Co_11:2 ; Eph_5:25-33 ; Rev_19:7 ; Rev_21:2 ; Rev_22:17 ). Y san Juan llevará a su plenitud la revelación inaugurada por Oseas, al afirmar que "Dios es Amor" ( 1Jo_4:8 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

Oseas  2,1-23

1. Ver Rom_9:26.

4. "Acusen a su madre": al denunciar la infidelidad de Israel, los profetas emplean con cierta frecuencia el lenguaje típico de los procesos judiciales (4. 1, 4; Isa_1:18; Miq_6:1).

7-15. Los israelitas reconocían al Señor como su Dios, pero también rendían culto a Baal, porque pensaban que de él dependían las lluvias, la fertilidad del suelo y la fecundidad del ganado. Si el Señor los priva momentáneamente de todos esos bienes, es para que comprendan que él solo, y no otro dios, es el dispensador de la vida.

16. "La seduciré": con esta expresión, Oseas pone de relieve la vehemencia de un amor que no se da por vencido. El "desierto" es el símbolo de la prueba, del despojamiento total y la pobreza. Al verse privado de todo lo que le impide acercarse al Señor, Israel estará en condiciones de escuchar la voz de Dios, que le hablará al "corazón", y entonces volverá a encontrarse con él en el amor y la fidelidad.

17. El "valle de Acor", cuyo nombre significa "valle de la Desgracia", traía espontáneamente a la memoria el recuerdo del primer pecado y de la primera derrota de Israel a su entrada en la Tierra prometida ( Jos_7:24-26).

18. La palabra "baal", que significa "dueño" o "señor", se empleaba en el lenguaje corriente para designar al marido. Pero ese término estaba tan asociado al culto del dios Baal, que el profeta quiere desterrar su uso .

20-25. En este célebre pasaje, Oseas traza un cuadro grandioso de la futura restauración de Israel. El Señor volverá a desposarse con su pueblo, y ese matrimonio nuevo y definitivo tendrá una repercusión cósmica. La creación recobrará la armonía destruida por el pecado y todos los elementos estarán al servicio de los hombres.

25. Ver Rom_9:25; 1Pe_2:10.