II Samuel  5 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 25 versitos |
1 Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: "¡Nosotros somos de tu misma sangre!
2 Hace ya mucho tiempo, cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el que conducía a Israel. Y el Señor te ha dicho: "Tú apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el jefe de Israel".
3 Todos los ancianos de Israel se presentaron ante el rey en Hebrón. El rey estableció con ellos un pacto en Hebrón, delante del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.
4 David tenía treinta años cuando comenzó a reinar y reinó cuarenta años.
5 En Hebrón reinó siete años y seis meses sobre Judá, y en Jerusalén, treinta y tres años sobre todo Israel y Judá.
6 El rey avanzó con sus hombres sobre Jerusalén, contra los jebuseos que habitaban en el país. Pero estos dijeron a David: "Tú no entrarás aquí. Los ciegos y los inválidos bastarán para impedírtelo". Con esto querían decir: "David nunca podrá entrar aquí".
7 Sin embargo, David conquistó la fortaleza de Sión, es decir, la Ciudad de David.
8 Aquel día, él había dicho: "El que quiera derrotar a los jebuseos, que se meta por el canal. En cuanto a los ciegos y a los inválidos, David siente aversión por ellos". Por eso se dice: "El ciego y el lisiado no entrarán en la Casa".
9 David se instaló en la fortaleza, y la llamó Ciudad de David. Luego construyó la ciudad en derredor, desde el Terraplén hacia el interior.
10 Así David se iba engrandeciendo cada vez más, y el Señor, el Dios de los ejércitos, estaba con él.
11 Jiram, rey de Tiro, envió una embajada a David, con madera de cedro, carpinteros y talladores de piedra, para que le edificaran una casa.
12 David reconoció entonces que el Señor lo había confirmado como rey de Israel y que había enaltecido su realeza por amor a su pueblo Israel.
13 David tomó otras concubinas y esposas después que llegó a Hebrón, y le nacieron más hijos e hijas.
14 Estos son los nombres de los hijos que tuvo en Jerusalén: Samúa, Sobab, Natán, Salomón,
15 Ibjar, Elisúa, Néfeg, Iafía,
16 Elisamá, Eliadá y Elifélet.
17 Cuando los filisteos oyeron que habían ungido a David rey de Israel, subieron todos para atacarlo. David se enteró y bajó al refugio.
18 Los filisteos llegaron y se desplegaron en el valle de Refaím.
19 Entonces David consultó al Señor, diciendo: "¿Debo subir contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos?". El Señor respondió a David: "Sube, porque ciertamente pondré a los filisteos en tus manos".
20 En seguida David se dirigió hacia Baal Perasím, y allí los derrotó, David dijo: "El Señor ha abierto ante mí una brecha entre mis enemigos, como una brecha abierta por las aguas".
21 Como los filisteos habían abandonado allí sus ídolos, David y sus hombres se los llevaron.
22 Luego los filisteos subieron una vez más, y se desplegaron por el valle de Refaím.
23 David consultó al Señor, y él respondió: "No subas de frente; da una vuelta por detrás de ellos, y atácalos por el lado de las moreras.
24 Cuando oigas un ruido como de pasos por las copas de las moreras, irrumpe decididamente, porque entonces el Señor saldrá delante de ti para derrotar el campamento de los filisteos".
25 David lo hizo tal como se lo había ordenado el Señor, y derrotó a los filisteos desde Gabaón hasta la entrada de Guezer.

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Introducción a II Samuel 


Samuel I

Los libros de SAMUEL formaban originariamente una sola obra, que luego fue dividida en dos partes, debido a la considerable extensión de la misma. Esta obra abarca un amplio e importante período de la historia de Israel. Es el que transcurre entre el fin de la época de los Jueces y los últimos años del reinado de David, o sea, entre el 1050 y el 970 a. C. Israel vive en este tiempo una difícil etapa de transición, que determina el paso del régimen tribal a la instauración de un estado monárquico.
Los hechos que aquí se relatan están centrados en torno a tres figuras protagónicas: Samuel, el profeta austero; Saúl, el primer rey de Israel, y David, el elegido del Señor. Aunque de muy diversa manera, los tres tuvieron una parte muy activa en la agitada vida de su Pueblo y ejercieron sobre ella una influencia decisiva.
Samuel fue el guía espiritual de la nación en los días oscuros de la opresión filistea. Firmemente arraigado en las tradiciones religiosas de Israel, luchó más que ningún otro por mantener viva la fe en el Señor, estimulando al mismo tiempo el fervor patriótico de los israelitas y la voluntad de resistir a la dominación extranjera. Una vez instaurada la realeza, le prestó su apoyo, pero nunca dejó de afirmar que por encima de la autoridad del rey está la Palabra del Señor, manifestada por medio de sus Profetas.
Saúl fue, ante todo, un rey guerrero. El relato bíblico ha conservado ciertos episodios que nos hacen entrever, al mismo tiempo, la importancia histórica de Saúl y la tragedia de su reinado. Hacia el año 1030 a. C., él comienza la guerra de liberación y los filisteos tienen que replegarse a sus fronteras. Pero la violación de las leyes de la guerra santa ( 1Sa_13:8-14 ; 1Sa_13:15 ) le atrae la reprobación de Samuel. Con inflexible severidad, el profeta proclama la caída del rey, y este comienza a perder prestigio. Saúl se vuelve receloso y colérico. La primera víctima de sus celos es David, contra quien desata una encarnizada persecución. Así se desgastan las fuerzas de la monarquía naciente, precisamente cuando el peligro filisteo se hacía cada vez más amenazador. Por último, hacia el 1010 a. C., el desastre de Gelboé marca el trágico fin de este héroe contradictorio y desdichado.
David restauró las ruinas del reino en franco proceso de desintegración. La más significativa de sus hazañas fue ganarse la adhesión de todas las tribus de Israel. Los filisteos fueron rechazados definitivamente y las plazas fuertes cananeas quedaron sometidas al dominio israelita, lográndose así la unidad territorial. Después de la conquista de Jerusalén, el reino davídico tuvo su capital política y religiosa, y las victorias de David sobre los pueblos vecinos aseguraron su hegemonía sobre la Transjordania y sobre los arameos de Siria meridional. Sin embargo, la unidad interna de Israel no llegó a consolidarse realmente. La revuelta de Absalón -apoyada por las tribus del Norte- puso en peligro la estabilidad del reino apenas constituido. A pesar de todo, al término de su larga y azarosa vida, David dejó a su hijo Salomón un reino lleno de gloria y de grandeza.
Basta una somera lectura de los libros de Samuel para descubrir en ellos la presencia de elementos heterogéneos. Fuera de la "Crónica de la sucesión al trono de David" (2 Sam. 9-20), que se caracteriza por su notable unidad, el resto de la obra fue compuesto a partir de tradiciones y documentos de índole bastante diversa. De allí las frecuentes repeticiones y las divergencias en la presentación de los mismos hechos, particularmente en los relatos sobre los orígenes de la monarquía. En la redacción final de la obra se percibe la influencia del Deuteronomio, aunque en menor medida que en los libros de Josué, de los Jueces y de los Reyes.
Los libros de Samuel relatan una historia que llega a su etapa de madurez con la formación del reino de David. En el centro de la narración, el oráculo de Natán ( 2Sa_7:1-17 ) asegura la continuidad de la dinastía davídica en el trono de Israel. Así la historia de David adquiere un significado profético y mesiánico. El recuerdo de esta historia fue perfilando en Israel la figura ideal de un descendiente de David, de un "nuevo" David, el Ungido del Señor, el Mesías. Y "cuando se cumplió el tiempo establecido" ( Gal_4:4 ), "de la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús" ( Act_13:23 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

II Samuel  5,1-25

8. El significado exacto de la palabra hebrea traducida por "canal" no es del todo claro. Probablemente se trata de un túnel abierto en la roca, que comunicaba el interior de la ciudad con la fuente de Guijón, situada en la pendiente oriental de la colina de Sión. Ante la imposibilidad de abrir una brecha en los muros de Jerusalén, David animó a sus hombres a penetrar en la ciudad introduciéndose por ese túnel.