Lucas 7 Biblia Peshitta en Español (Holman Bible Publishers, 2015) | 50 versitos |
1 Al terminar todas estas palabras ante el pueblo que lo escuchaba, entró Jesús a Capernaúm.
2 Y el siervo de cierto centurión, a quien él tenía en alta estima, estaba muy enfermo, a punto de morir.
3 Y escuchó acerca de Jesús y mandó ante Él a unos ancianos de los judíos para suplicarle que fuera a sanar a su siervo.
4 Y al llegar ellos ante Jesús, le suplicaban insistentemente, diciendo: Él es digno de que le concedas esto,
5 porque él ama a nuestro pueblo y también nos ha construido una sinagoga.
6 Entonces Jesús fue con ellos, pero cuando estaban cerca de la casa, el centurión le mandó unos amigos suyos para decirle: No te molestes, Señor mío, porque no me considero digno de que entres bajo mi techo.
7 Por eso no me tuve por digno de venir ante ti, pero di la palabra y mi siervo sanará,
8 porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mi mando, y digo a éste: “Ve”, y él va; y al otro: “Ven”, y él viene; y a mi sirviente: “Haz esto”, y él lo hace.
9 Al escuchar Jesús estas cosas, se llenó de asombro por causa de él y volviéndose, dijo a la multitud que lo seguía: Les digo que ni siquiera en la casa de Israel he encontrado una fe como ésta.
10 Y al volver a la casa, los que habían sido enviados hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
11 Sucedió que al siguiente día, mientras Él iba a una ciudad llamada Naín, acompañado por sus discípulos y mucha gente,
12 al acercarse a la puerta de la ciudad, miró que sacaban fuera a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, y la acompañaba mucha gente de la ciudad.
13 Al verla Jesús, sintió misericordia por ella, y le dijo: No llores,
14 y acercándose, tocó la camilla y los que la llevaban se detuvieron. Luego dijo: Joven, a ti te digo: ¡Levántate!
15 Entonces, el que había estado muerto se incorporó y empezó a hablar, y Él lo entregó a su madre.
16 Y el asombro se apoderó de todos ellos y glorificaban a Dios, diciendo: ¡Un gran profeta ha surgido entre nosotros! Y: ¡Dios ha visitado a su pueblo!
17 Y este dicho relativo a Él se difundió por toda Judea y por toda la región circundante.
18 Y los discípulos de Juan le informaron acerca de todas estas cosas,
19 y Juan, llamando a dos de sus discípulos, los envió ante Jesús para preguntarle: ¿Eres tú el que habría de venir o esperaremos a otro?
20 Al llegar ante Jesús, le dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado ante ti, diciendo: “¿Eres tú el que habría de venir o esperaremos a otro?”
21 Y en aquella misma hora sanó a muchos de enfermedades, de aflicciones y de espíritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la vista.
22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Vayan y cuenten a Juan todo lo que han visto y escuchado: LOS CIEGOS VEN, los cojos andan, los leprosos son sanados, LOS SORDOS OYEN, los muertos son resucitados y a los POBRES LES SON ANUNCIADAS LAS BUENAS NUEVAS,
23 y dichoso será el que no se escandalice por causa de mí.
24 Al marcharse los discípulos de Juan, empezó Jesús a decir a las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
25 Pero si no, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre ataviado con atuendos elegantes? He aquí, los que se atavían con atuendos elegantes y viven en deleites están en los palacios.
26 Y si no, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y más que profeta.
27 Éste es aquel de quien está escrito:
“HE AQUÍ, YO ENVÍO A MI MENSAJERO DELANTE DE TU PRESENCIA, QUE PREPARARÁ EL CAMINO DELANTE DE TI”.
28 Yo les digo que entre los nacidos de mujer no hay un profeta que sea mayor que Juan el Bautista, pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
29 Cuando todo el pueblo y los publicanos lo escucharon, atribuyeron justicia a Dios porque habían sido bautizados en el bautismo de Juan,
30 pero los fariseos y los escribas rechazaron el propósito de Dios para con ellos, no siendo bautizados por él.
31 ¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta raza? ¿A quién son semejantes?
32 Son semejantes a los jóvenes que se sientan en la plaza y gritan a sus amigos y les dicen: “Les tocamos flauta y no danzaron; les entonamos cantos de duelo y no lloraron”.
33 Porque vino Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y dicen: “Tiene espíritu maligno”.
34 Vino el Hijo del Hombre que come y bebe, y dicen: “He aquí, es un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores”.
35 Pero la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos.
36 Habiendo llegado uno de los fariseos, le pidió que fuera a comer con él, y entrando a la casa del fariseo, se sentó a la mesa.
37 Y al enterarse una mujer pecadora que vivía en la ciudad de que Él estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro con perfume,
38 y se colocó detrás de Él, a sus pies, y llorando empezó a mojar los pies de Él con sus lágrimas y a secarlos con el cabello de su cabeza, y le besaba los pies y los ungía con el perfume.
39 Y el fariseo que lo había invitado, al ver esto, pensó para sí y dijo: Si éste fuera profeta, conocería quién es y cuál es la reputación de esta mujer, porque es una pecadora la que lo ha tocado.
40 Pero Jesús, contestándole, dijo: Simón, debo decirte algo. Y él le dijo: Di, Maestro. Jesús le dijo:
41 Cierto acreedor tenía dos deudores. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta denarios,
42 pero no teniendo ellos con qué pagarle, perdonó a ambos. ¿Quién, pues, de éstos lo amará más?
43 Simón contestó, diciendo: Supongo que aquel a quien perdonó más. Jesús le dijo: Has juzgado correctamente.
44 Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Yo entré en tu casa y no me diste agua para mis pies, pero ella ha mojado mis pies con sus lágrimas y los ha secado con su cabello.
45 Tú no me diste beso, pero he aquí ella, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies.
46 Tú no has ungido mi cabeza con aceite, pero ella ha ungido mis pies con perfume.
47 Por tanto te digo: Puesto que amó mucho, sus muchos pecados le son perdonados. Pero al que poco se le perdona, poco ama.
48 Entonces dijo a la mujer: Tus pecados te han sido perdonados.
49 Pero los que estaban sentados a la mesa empezaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona pecados?
50 Pero Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz.


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