Romanos  8 Biblia Peshitta en Español (Holman Bible Publishers, 2015) | 39 versitos |
1 Así pues, no hay condenación para los que, estando en Jesucristo, no andan conforme a la carne,
2 porque la ley del Espíritu de vida que está en Jesucristo te ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
3 Así que, por cuanto la ley era débil a causa de la debilidad de la carne, Dios envió a su Hijo en semejanza de carne de pecado por causa del pecado, para que Él condenara al pecado en su carne,
4 para que la justicia de la ley tuviera cumplimiento en nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al Espíritu;
5 porque los que están en la carne, piensan en las cosas de la carne, pero los que son del Espíritu, piensan en las cosas del Espíritu,
6 porque la forma de pensar que es de la carne es muerte, pero la manera de pensar que es del Espíritu es vida y paz,
7 ya que la forma de pensar que es de la carne es enemistad contra Dios, pues no se sujeta a la ley de Dios, porque no puede.
8 Y los que están en la carne no pueden agradar a Dios.
9 Pero ustedes no están en la carne, sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios mora en ustedes. Pero si alguno no tiene el Espíritu del Cristo, el tal no es de Él,
10 pero si el Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto por causa del pecado, pero el espíritu está vivo por causa de la justicia.
11 Porque si el Espíritu de Aquel que resucitó a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos habita en ustedes, el que resucitó a Jesucristo de entre los muertos también vivificará sus cuerpos mortales, por medio de su Espíritu que habita en ustedes.
12 Hermanos míos, ahora somos deudores, no de la carne para andar conforme a la carne,
13 porque si ustedes viven conforme a la carne, morirán, pero si por el Espíritu hacen morir la manera de vivir de la carne, serán salvos.
14 Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios;
15 porque ustedes no recibieron espíritu de esclavitud para volver a estar en temor, sino que han recibido el Espíritu de adopción, por medio de quien exclamamos: ¡Padre, Padre nuestro!
16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios,
17 y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios, y coherederos con Jesucristo, para que si somos afligidos con Él, también seamos glorificados juntamente con Él;
18 porque considero que las aflicciones del tiempo actual no son comparables a la gloria que ha de ser manifestada en nosotros,
19 porque toda la creación está confiada y expectante por la manifestación de los hijos de Dios,
20 porque la creación fue sometida a lo que es vano, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sometió; en la esperanza
21 de que también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
22 Porque sabemos que todas las criaturas gimen y sufren dolores de parto hasta hoy,
23 y no sólo ellas, sino que también nosotros que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, y aguardamos la adopción para la redención de nuestros cuerpos;
24 porque por la esperanza vivimos, pero la esperanza que se ve no es esperanza, porque si la vemos, ¿para qué la esperamos?
25 Pero si esperamos lo que no se ve, lo esperamos con paciencia.
26 Así también el Espíritu ayuda a nuestra debilidad, porque ¿cómo orar como conviene? No lo sabemos, pero el Espíritu mismo ora por nosotros con gemidos inefables,
27 porque el que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, que ora por los santos de acuerdo a la voluntad de Dios.
28 Y nosotros sabemos que a los que aman a Dios, Él los ayuda en todo para bien, a los que designó anticipadamente para que fueran llamados,
29 porque habiéndolos conocido previamente, los marcó con la semejanza de la imagen de su Hijo, para que Él fuera el primogénito entre muchos hermanos,
30 porque a los que designó anticipadamente, Él los llamó; y a los que llama, justifica; y a los que justifica, glorifica.
31 ¿Qué diremos, pues, acerca de esto? Si Dios está a favor nuestro, ¿quién contra nosotros?
32 Y si no eximió a su Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con Él todas las cosas?
33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
34 ¿Quién es el que condena? El Cristo es el que murió y resucitó, y está a la diestra de Dios, e intercede por nosotros.
35 ¿Qué me apartará del amor del Cristo? ¿Angustia, o prisión, o persecución, o hambre, o pobreza extrema, o peligro, o espada?
36 Como está escrito: “POR TU CAUSA MORIMOS CADA DÍA, Y SOMOS CONSIDERADOS COMO CORDEROS PARA EL SACRIFICIO”.
37 Pero en todas estas cosas somos vencedores por medio de Aquel que nos amó,
38 porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada podrán apartarme del amor de Dios que es por medio de nuestro Señor Jesucristo.

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