I EPÍSTOLA A TIMOTEO

EPÍSTOLAS PASTORALES. — Con este nombre, insinuado ya por Santo Tomás, se designan comúnmente desde mediados del siglo XVIII las dos Epístolas a Timoteo y la dirigida a Tito. Son, en efecto, instrucciones dadas por el Apóstol a sus dos discípulos para el buen gobierno de las Iglesias a ellos confiadas.

AUTENTICIDAD. — La crítica racionalista, que, una tras otra, ha ido reconociendo la autenticidad de las demás Epístolas de Pablo, se resiste todavía a reconocer el origen paulino de las pastorales. Más sin razón. Los testimonios históricos a favor de las pastorales no son menos antiguos y constantes que a favor de las otras cartas. De otro orden son los motivos aducidos contra ellas. Tres son los principales: la índole de los falsos doctores en ellas combatidos, el estado de la jerarquía eclesiástica que ellas suponen y su lengua y estilo, diferente del de las Epístolas paulinas. Pero esos motivos de negación o de duda, bien considerados, lejos de oponerse a la autenticidad, antes la corroboran. El estado de la jerarquía, en vías todavía de formación, dista radicalmente del que a principios del siglo II suponen las Epístolas de San Ignacio Mártir. Los falsos doctores, combatidos en las pastorales, nada tienen que ver con los gnósticos del siglo II, como suponen esos críticos. Por fin, las ponderadas diferencias de lenguaje se reducen casi exclusivamente a los términos o vocablos nuevos, no empleados en las otras Epístolas; fenómeno muy natural, al tratarse de materias no tratadas en las cartas anteriores. En cambio, lo que hay de más personal y característico en el lenguaje, que es la sintaxis, el desencogimiento dialéctico del pensamiento, ciertas imágenes o frases favoritas, delata la mano de Pablo.

Los FALSOS DOCTORES. — Eran judíos y judaizantes, aunque no aquellos judaizantes taimados y obstinados, desenmascarados y combatidos en las Epístolas a los Romanos, Corintios y Gálatas, sino más bien unos insulsos charlatanes, que perdían el tiempo y desvirtuaban el Evangelio con disputas acerca de la ley, con fábulas o cuentos de viejas, con genealogías interminables, con prescripciones arbitrarias referentes al uso o abstención de ciertos alimentos y a la purificación legal. El daño principal de ese charlatanismo era hacer perder el gusto a la sana doctrina del Evangelio y preparar el camino a otras propagandas propiamente heréticas, que Pablo anuncia para lo por venir.

TIMOTEO. — Nacido en Listra de Licaonia de padre gentil y de madre judía, fue convertido a la fe por Pablo durante su primera expedición apostólica. A partir de la segunda expedición le tomó el Apóstol como compañero, y desde entonces fue uno de sus más fieles y fervorosos colaboradores en la predicación del Evangelio. Libre de la primera prisión de Roma, Pablo se dirigió al Oriente con Timoteo, a quien dejó en Efeso para que en su nombre gobernase aquella iglesia. Desde allí le llamó el Apóstol a Roma durante su segunda prisión, ya próximo a sellar con su sangre el Evangelio de Cristo.

OCASIÓN Y OBJETO DE LA EPÍSTOLA. — Su ocasión fueron las propagandas malsanas antes mencionadas y otras dificultades que Timoteo había de encontrar en el fiel desempeño de su misión pastoral. Su objeto era no sólo darle instrucciones, sino además poner en su mano un documento autorizado, que Timoteo pudiera utilizar oportunamente para vencer más eficazmente las resistencias que se le opusieran.

DIVISIÓN. — Puede dividirse en dos partes: una más didáctica, oirá más parenética.