I Macabeos 1, 29-37

Dos años después el rey envió a las ciudades de Judá un recaudador de impuestos que se presentó en Jerusalén con un poderoso ejército. º Habló a la gente en son de paz y con tanta astucia que la gente le creyó. Pero de pronto asestó a la ciudad un golpe terrible, causando muchos muertos entre el pueblo de Israel. Saqueó la ciudad, la incendió y destruyó las casas y la muralla que la rodeaba. Sus hombres se llevaron cautivos a niños y mujeres, y se apoderaron del ganado. Reedificaron la ciudad de David, y la transformaron en una ciudadela º, rodeándola de una muralla grande y poderosa, y erigiendo torres fortificadas. Establecieron allí gente impía, hombres sin ley que se hicieron fuertes en aquel sitio, donde, además de proveerlo de armas y víveres, juntaron el botín del que se habían apoderado en el saqueo de Jerusalén. De ese modo se convirtieron en una constante asechanza para el Templo y en una permanente amenaza para Israel. Derramaron sangre inocente en derredor del Templo; profanaron el santuario
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