I Reyes 15, 9-24

Asá de Judá (911-870)

(2 Cr 14:1; 15:16-18; 16:1-6,11,14)

El rey Asá comenzó a reinar en Judá en el año vigésimo del reinado de Jeroboán de Israel. Reinó en Jerusalén durante cuarenta y un años. Su abuela º se llamaba Maacá y era hija de Absalón. Asá agradó al Señor con su conducta º, como su antepasado David. Abolió la prostitución sagrada en el país y retiró todos los ídolos fabricados por sus antepasados. Incluso destituyó de su título real a su abuela Maacá por haber dedicado una imagen abominable a Astarté; Asá destruyó la imagen y la quemó en el torrente Cedrón. No desaparecieron los santuarios º locales de los montes, pero Asá fue totalmente fiel al Señor durante toda su vida. Llevó al Templo del Señor las ofrendas de su padre y las suyas propias: oro, plata y otros objetos. Asá y Basá, el rey de Israel, estuvieron permanentemente en guerra. Basá, el rey de Israel, atacó a Judá y fortificó Ramá, para cortar las comunicaciones a Asá, el rey de Judá. Asá tomó todo el oro y la plata que quedaban en los tesoros del Templo del Señor y del palacio real y se los envió por medio de sus servidores a Benadad º, hijo de Tabrimón y nieto de Jezyón, rey de Aram, que residía en Damasco, con este mensaje: — Hagamos un pacto º tú y yo, como lo hicieron nuestros padres. Te envío plata y oro como regalo. Rompe tu pacto con Basá, para que deje de atacarme. Benadad aceptó la propuesta del rey Asá y envió a los jefes de sus ejércitos contra las ciudades de Israel, que atacaron Iyón, Dan, Abel Bet Maacá y todo la región de Kinéret º hasta el territorio de Neftalí. Cuando se enteró Basá, dejó de fortificar Ramá y regresó a Tirsá. Entonces el rey Asá convocó a todo Judá, sin excepción, se llevaron de Ramá las piedras y la madera que Basá había empleado para fortificarla y con ellas fortificó Guibeá de Benjamín y Mispá. El resto de la historia de Asá, todas sus hazañas y gestas y las ciudades que fortificó, está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. En su vejez, Asá enfermó de gota. Cuando Asá murió, fue enterrado con sus antepasados en la ciudad de David, y su hijo Josafat le sucedió como rey.
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