I Reyes 3, 1-28

La sabiduría de Salomón (3:1—5:14)

El sueño de Gabaón

(2 Cr 1:6b-13)

Salomón emparentó con el faraón, rey de Egipto º, casándose con una hija suya, a la que llevó a la ciudad de David mientras terminaba de construir su palacio, el Templo del Señor y las murallas de Jerusalén. º En aquellos días, como aún no se había construido el Templo en honor del Señor, la gente seguía ofreciendo sacrificios en los santuarios locales º. º Salomón amaba al Señor, siguiendo las instrucciones de su padre David. Sin embargo, también él subía a ofrecer sacrificios y a quemar incienso en los santuarios locales. El santuario principal estaba en Gabaón, y el rey fue allí a ofrecer mil víctimas en holocausto. Por la noche el Señor se apareció allí en sueños a Salomón y le dijo: — Pídeme lo que quieras. Salomón respondió: — Tú trataste a tu siervo, mi padre David, con especial favor, pues él actuó siempre ante ti con fidelidad, justicia y rectitud de corazón; además, le has mantenido ese especial favor dándole un hijo que hoy se sienta en su trono. Efectivamente, Señor Dios mío, tú has hecho rey a este tu siervo, como sucesor de mi padre David, aunque soy muy joven e inexperto º. Tu siervo vive en medio del pueblo que elegiste, un pueblo tan numeroso, que no se puede contar ni calcular. Dale a tu siervo un corazón atento para gobernar º a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal, pues ¿quién es capaz de gobernar a un pueblo tan importante como el tuyo? º Al Señor le agradó que Salomón le pidiera eso y le dijo: — Ya que me has pedido eso y no me has pedido larga vida, riquezas o la muerte de tus enemigos, sino inteligencia para administrar justicia, te concedo lo que me has pedido: un corazón sabio y prudente, como nadie lo ha tenido antes de ti ni lo tendrá después. º Y te concedo también lo que no has pedido: riquezas y fama tales como no las tendrá rey alguno mientras tú vivas. Y si cumples mi voluntad y guardas mis instrucciones y mandatos, como hizo tu padre David, te daré larga vida º. Salomón se despertó y comprendió que había sido un sueño. Luego volvió a Jerusalén, se presentó ante el Arca de la alianza del Señor, ofreció holocaustos y sacrificios de comunión e invitó al banquete a todos sus cortesanos.

Salomón, juez sabio

Un día acudieron al rey dos prostitutas. Se presentaron ante él y una de ellas le dijo: — Majestad, esta mujer y yo vivimos en la misma casa. Yo di a luz, estando ella en casa, y tres días después ella también dio a luz. Estábamos nosotras solas, no había nadie con nosotras en casa: sólo estábamos nosotras dos. Una noche murió el hijo de esta mujer, porque se durmió encima de él. Entonces ella se levantó de noche y, mientras yo estaba dormida, tomó a mi hijo de mi lado, lo acostó a su lado y luego puso junto a mí a su hijo muerto. Cuando me levanté por la mañana a dar el pecho a mi hijo, vi que estaba muerto. Pero a la luz del día lo observé atentamente y descubrí que ese no era el hijo que yo había dado a luz. La otra mujer replicó: — ¡No! Mi hijo es el vivo y el tuyo, el muerto. Pero la primera insistía: — ¡No! Tu hijo es el muerto y el mío, el vivo. Y se pusieron a discutir delante del rey. Entonces el rey dijo: — Una dice: “Mi hijo es este, el que está vivo, y el tuyo es el muerto”. Y la otra replica: “No, tu hijo es el muerto y mi hijo, el vivo”. Y añadió: — Tráiganme una espada. Le llevaron una espada y el rey ordenó: — Partan en dos al niño vivo y denle una mitad a una y la otra mitad a la otra. Entonces la madre del niño vivo, profundamente angustiada por su hijo, suplicó al rey: — Majestad, denle a ella el niño vivo. ¡No lo maten! La otra, en cambio, decía: — ¡Ni para ti ni para mí! ¡Que lo partan! Entonces el rey sentenció: — Denle a aquella mujer el niño vivo y no lo maten, porque esa es su madre. Al enterarse de la sentencia que había dictado el rey, todo Israel sintió respeto por él, pues comprendieron que estaba dotado de una sabiduría excepcional º para hacer justicia.
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