II Reyes  19, 20-34

Intervención de Isaías

(Is 37:21-38)

Isaías, hijo de Amós, envió este mensaje a Ezequías: — Así dice el Señor, Dios de Israel: He escuchado la súplica que me has dirigido a propósito de Senaquerib, el rey de Asiria. Y esta es la palabra º que el Señor pronuncia contra él: Te desprecia y se burla de ti una simple muchacha, la ciudad de Sión; te hace mofa a tus espaldas la ciudad de Jerusalén. ¿A quién insultas e injurias? ¿Contra quién levantas tu voz, alzando altanera la mirada? ¡Contra el Santo de Israel! Por medio de tus mensajeros has insultado al Señor, diciendo: “Gracias a mis carros numerosos he subido a las cumbres más altas, al corazón del Líbano; he talado sus cedros más esbeltos, sus más escogidos cipreses; me adentré en su lugar más oculto, en sus bosques más espesos. Alumbré y bebí aguas extranjeras; sequé bajo la planta de mis pies todos los ríos de Egipto”. ¿Acaso no te has enterado de que hace tiempo lo tengo decidido. Lo he planeado desde antaño y ahora lo llevo a término? Voy a reducir a escombros todas las ciudades fortificadas. Sus habitantes, impotentes, espantados y humillados, son como hierba del campo, como césped de pastizal, como verdín de los tejados, como mies agostada antes de sazón. Sé bien cuándo te sientas, conozco tus idas y venidas, y cuándo te enfureces contra mí. º Puesto que ha llegado a mis oídos tu furia y tu arrogancia contra mí, pondré mi garfio en tu nariz y mi argolla en tu hocico, y te haré volver por el camino por donde habías venido. Y esto, Ezequías, te servirá de señal º: este año comerán lo que retoñe, y el siguiente, lo que nazca sin sembrar, pero el tercer año sembrarán y cosecharán; plantarán viñas y comerán sus frutos. El resto superviviente de Judá volverá a echar raíces por abajo y a producir fruto por arriba, pues de Jerusalén saldrá un resto, y habrá supervivientes en el monte Sión. El amor apasionado del Señor del universo lo cumplirá. Por eso, así dice el Señor º a propósito del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no disparará flechas contra ella, no la cercará con escudos, ni la asaltará con rampas. Se volverá por donde vino y no entrará en esta ciudad —oráculo del Señor—. Protegeré esta ciudad para salvarla º, por mi honor y el de David, mi servidor.
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