II Samuel  3, 31-35

David ordenó a Joab y a todos sus acompañantes: — Rásguense las vestiduras, vístanse con sacos y hagan duelo por Abner. El rey David iba detrás del féretro. Cuando enterraron a Abner en Hebrón, el rey se puso a gritar y a llorar junto a la tumba de Abner, y también lloró todo el pueblo. Entonces el rey entonó esta elegía por Abner: ¿Tenías que morir, Abner, de una muerte tan infame? Tus manos estaban libres y en tus pies no había cadenas. Caíste como quien cae a manos de criminales. Y todo el pueblo siguió llorando por él. Luego se allegaron a David para hacerle comer algo mientras aún fuese de día. Pero David hizo este juramento: — ¡Que Dios me castigue, si antes de ponerse el sol pruebo pan o alguna otra cosa!
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