Baruc 3, 9-37

El retorno a la fuente de la sabiduría

Escucha, Israel º, los mandamientos de vida y presta atención para aprender prudencia. º ¿Por qué motivo, Israel, estás en un país enemigo y envejeces en tierra extranjera? ¿Por qué te contaminas con los muertos y te cuentas entre los que descienden al abismo? ¡Por haber abandonado el manantial de la sabiduría! Si hubieras seguido el camino trazado por Dios, vivirías en paz eternamente. Aprende dónde están la prudencia y la fortaleza, y dónde la inteligencia que te permite conocer a un tiempo una larga vida, la luz de los ojos y la paz. ¿Quién ha descubierto º el lugar en que se encuentra? ¿Quién ha penetrado en sus tesoros? º ¿Dónde están los gobernantes de las naciones? ¿Dónde los que dominan las fieras de la tierra y los que se entretienen con las aves del cielo? ¿Dónde los que acumulan plata y oro, cosas en las que ponen los humanos su confianza y jamás se ven saciados de poseerlas? ¿Dónde los que trabajan la plata con esmero, sin revelar el secreto de sus obras? Todos desaparecieron, descendieron al abismo, y otros han ocupado su lugar. Otros más jóvenes han visto la luz y han vivido en la tierra; pero no han conocido el camino de la sabiduría. No han comprendido sus veredas, ni tampoco sus hijos se han apartado del camino ni les han prestado atención. Nada se ha sabido de ella en Canaán ni se la ha visto en Temán. Tampoco los hijos de Agar que investigan la inteligencia en la tierra, ni los mercaderes de Madián º y de Temán, contadores de fábulas y buscadores de ciencia, han conocido el camino de la sabiduría ni tienen memoria de sus sendas. ¡Oh Israel, cuán grande es la mansión de Dios, cuán espacioso el lugar de su dominio! Grande es, sin límites, excelsa y sin medida. Allí nacieron los famosos gigantes de la antigüedad, de gran estatura y expertos en la guerra. º Pero Dios no los eligió a ellos ni les mostró el camino de la sabiduría, sino que perecieron por falta de inteligencia; a causa de su propia insensatez, perecieron. ¿Quién subió al cielo, tomó la sabiduría y la hizo bajar de las nubes? º ¿Quién atravesó el mar, la halló y la trajo a precio de oro puro? Nadie conoce su camino, nadie alcanza a investigar sus veredas. Sólo aquel que todo lo sabe, la conoce; con su inteligencia la hizo suya. Aquel que asentó la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos; aquel que envía la luz, y la luz le hace caso; la llama, y lo obedece temblando. Las estrellas resplandecen alegremente en sus puestos de guardia; si él las llama, inmediatamente responden: “¡Estamos aquí!”, y brillan alegres para aquel que las creó. º Este es nuestro Dios, y en su presencia ningún otro puede ser tenido por tal. Él escudriñó todo el camino de la sabiduría; él es quien la dio a su siervo Jacob, a su amado Israel.
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